Entrevistamos a Naomi Campbell, la ‘top’ entre las ‘tops’ poco antes de inaugurarse una muestra dedicada a ella en el museo londinense Victoria & Albert. Ella sabe que lo vale.
ALICE THOMSON/© THE TIMES, VEENHOVEN-AMSTERDAM, 2024 / Yo Dona
aomi siempre llega tarde. Es fascinante. Su equipo me dice que vendrá con, al menos, tres horas de retraso, y así es. En el hotel Dorchester, el pianista del vestíbulo se ha dado por vencido, incluso las cestas de fruta y las bandejas con pasteles se están quedando mustias. Entonces, de repente, la puerta se abre y los pómulos más fabulosos del mundo entran en la habitación, seguidos por un hombre con una caja de pañuelos de papel. Naomi se deja caer en el sillón y comienza a estornudar.
«Lo siento mucho. Muchas gracias, gracias», dice, mientras le alcanzo unos pañuelos de papel y un vaso de agua. «No sé qué ha pasado. No he tenido alergia al polen en mi vida, pero me siento como si, de repente, la tuviera. ¿Es posible? Me pica toda la nariz. ¿Hay mucho polen? ¿Me puedes recomendar algo? ¡Ayuda!».
Siempre al cien por cien
Parece tan afligida que, sin quererlo, me veo dándole consejos. Puede que sean los plátanos de Park Lane. ¿Quiere un antihistamínico o unas gotas de esteroides? No puedo creer que te esté dando medicación, le digo.
Ella se ríe, haciendo que se esfume cualquier aire de grandeza. «Estoy desesperada», dice. «No tengo tiempo para estar enferma». La reina de las pasarelas hace lo imposible para mantenerse sana, desde esterilizar cada centímetro de su asiento de avión de primera clase a ponerse un traje de protección química en los aeropuertos durante la pandemia. Pero todo ello, quizás, dice más de su profesionalismo que de su paranoia. Sabe que, cuando llegue a destino, no se puede permitir estar enferma: a la cámara no le gustan las narices que gotean ni los ojos rojos. Una de las mujeres más bellas del mundo no puede permitirse el lujo de tener un mal día.
Una exposición merecida
Esta tarde lleva un vestido largo negro, de seda, sin mangas, unos tacones kitten joya y lo que al principio me parece un abrigo de piel sobre los hombros, pero es, en realidad, un albornoz de hotel que arrastra por el suelo. No lleva sujetador y se le ve un pecho, pero parece totalmente cómoda en ese cuerpo asombrosamente ágil, que estira lánguidamente como un gato. «Cuando estoy desnuda no me siento desnuda», dice, «si es con estilo».
Campbell es la primera supermodelo a la que se dedica una exposición en el museo V&A. Se inaugura este mes y la han bautizado, simplemente, ‘Naomi: de Moda’, lo cual, en realidad lo dice todo. Coco Chanel llevaba años muerta cuando le dedicaron su primera retrospectiva. Este icono de la moda tiene sólo 54. «No se me puede comparar con Chanel; ella creó un imperio. Yo solo soy, bueno, Naomi», susurra. «Me genera nerviosismo. Es un honor, pero también angustioso. Todavía me pellizco y pienso: ‘¿Realmente le está pasando esto a una chica del sur de Londres?'».
Las piezas de la muestra
Me pregunto si habrá pensado en algún momento si tendría suficiente ropa para toda una exposición. «Oh, no, tengo armarios de cosas almacenadas. Algunas piezas las he regalado, pero nunca nada de lo que me dieron Gianni [Versace] o Papa [Azzedine Alaïa]».
Campbell describe cada una de las piezas que ha elegido con la emoción de una adolescente. «Cuando las toco, me acuerdo de todo: lo que Karl [Lagerfeld] me dijo cuando me puso esto, lo que Azze me dijo cuando me puso aquello, lo que Gianni amaba de mí. Podría llorar. Ver cómo trabajaban fue genial. Por dentro, la ropa, con todas esas pequeñas costuras, era tan bonita como por fuera».
«Sé lo que valgo»
Supermodelo, actriz, bailarina en el vídeo de George Michael ‘Freedom!’ de los 90, diseñadora, presentadora de televisión, editora colaboradora en Vogue, activista, novelista (uno de sus pocos fracasos), Campbell fue la primera gran influencer cuando nadie había oído hablar aún de las Kardashian, y todos la fotografiaron, desde Herb Ritts a Terence Donovan y David Bailey. Como dijo una vez: «Sé lo que valgo. Si desfilo para ti, vas a conseguir que hablen de ti».
Seguramente, el V&A también espera que su magnetismo le funcione. Tiene hasta el atuendo que Campbell llevó tras declararse culpable de arrojarle el móvil a su sirvienta, Ana Scolavino, y tuvo que cumplir cinco días de trabajo comunitario en el departamento de recogida de basuras de Nueva York, el vestido plateado de cota de malla con corsé de metal de Dolce & Gabbana y el abrigo de piel. Espero que también haya incluido el vestido crema de Azzedine Alaïa y el cárdigan a juego que se puso cuando testificó contra el ex presidente de Liberia, Charles Taylor, por darle unas piedras que «parecían sucias» y resultaron ser diamantes ilegales. (Le dijo al juez que el juicio había sido un «engorro» para ella).
La auténtica Naomi
«Es posible que, al entrar en el V&A, los visitantes piensen: diva», admite, sonriendo como si no le molestara en absoluto. «Yo sólo quiero que descubran el viaje de una chica joven y desconocida que tuvo la suerte de trabajar con estos increíbles diseñadores y relacionarse con los más grandes de nuestra industria. Pero, también, que conozcan algunas cosas más íntimas sobre mí. No soy una persona especialmente abierta ni extrovertida, soy bastante reservada, a pesar de que mi trabajo es público. Así pues, aquí me abro un poco. Prefiero explicarlo yo que alguien que cree conocerme».
Su voz es en parte glamour del de antes, y en parte ese acento lento del sur de Londres que arrastra las palabras. Antes de responder, piensa bien cada pregunta. Lo más raro de ser supermodelo, dice, es que muy pocas personas escuchan tu voz o conocen tus puntos de vista. «Me ven en todas partes, en un millón de fotos, pero rara vez me escuchan. Es por eso que Linda [Evangelista], Christy [Turlington], Cindy [Crawford] y yo decidimos hacer el documental ‘The Super Models’ el año pasado. Como supermodelos, nunca hemos sido dueñas de nuestra imagen, lo cual es realmente una locura. Vemos las fotografías una vez se han publicado. Las modelos nunca tienen el control; siempre están siendo manipuladas. Queríamos que se nos viera, se nos escuchara y se nos respetara, no ser sólo una muñeca». (Aunque existe la versión Naomi de Barbie y de Sindy).
Su infancia y sus comienzos
La historia de Campbell comienza con un padre al que hoy en día sigue sin conocer y del que se niega a hablar; su madre, Valerie, bailarina, tuvo a Naomi a los 17 años y depositó en ella grandes esperanzas. «Pero nunca pensó que sería una estrella. Fui a una escuela de teatro [Italia Conti]. Allí todos eran ambiciosos y competitivos en el buen sentido. Mi madre pagaba mi escuela y las clases particulares, así que no quería defraudarla. Ella no quería que yo fuera modelo», explica. «Quería que estudiara teatro y danza, pero, al final, no todo ha sido en vano». Es la modestia estilo Naomi: sabe lo que vale.
Creo que, aunque no la hubieran descubierto de compras en Covent Garden, alguien lo habría hecho en algún momento. Es difícil esconder esas piernas. Sin embargo, a su madre no le hizo gracia que se llevaran a su hija de 15 años a Nueva Orleans para su primera sesión de fotos para ‘Elle’, obteniendo a cambio, únicamente, cheques de viaje. «¿Los recuerdas? Mi madre es una mujer muy fuerte y viene de una familia de mujeres fuertes, me ayudaron a tener los pies en la tierra y ejercieron una gran influencia en mi vida. Mi madre trabajaba, así que yo era independiente. Es genial que los niños muestren esa capacidad, y no me preocupa trabajar con mis propios hijos». Su hija ya ha aparecido en la portada de ‘Vogue’. «No sé si la dejaría empezar a trabajar a los 15 años. Es un mundo despiadado».
Amor a Londres
Naomi, cuyo andar contoneante en los desfiles alguien describió como ‘Fuera de mi jodido camino’, no solo sobrevivió, sino que prosperó. La modelo británica, que alcanzó la mayoría de edad en los años 90 y personificó Cool Britannia con Kate Moss, siempre fue más glamour que grunge. «Londres tiene ese toque especial de ir a su aire y marcar tendencia. Fue increíble ser parte de esa creatividad, esa energía eléctrica de la música, la moda, las películas», dice. «Durante una época, Londres fue extraordinario y, para mí, ser parte de todo ello a los 18 años fue increíble».
Aunque ahora tiene una colección de casas que se extiende desde África hasta América, Campbell regresa periódicamente. «Por mucho que haya vivido fuera de Inglaterra, siempre necesito volver. Aquí sigo teniendo mis amigos de la escuela, ya no vamos a discotecas, pero celebramos cumpleaños con los niños, cenas. No importa en qué parte del mundo esté, yo nací y crecí aquí».
Dinero y carácter
En el documental, Linda Evangelista sugiere que hubo un tiempo en que las primeras supermodelos eran tan famosas como los Beatles, recorriendo la pasarela cogidas del brazo. «No sé si era poder», dice, vacilando por un momento. «En aquel tiempo sucedían tantas cosas y tan rápido, una cosa seguida de la otra, que, honestamente, no sé si teníamos el tiempo suficiente para disfrutar de lo que estábamos haciendo. Hubo momentos fugaces, como cuando los diseñadores recibían reconocimiento, premios, elogios, y nos invitaban a participar, lo cual era maravilloso».
Aun así, se les criticó por ser prepotentes, agresivas y ambiciosas en una reacción negativa que comenzó justo antes de aquello de no levantarse de la cama por menos de 10.000 dólares. «Ganábamos mucho dinero, pero era sólo un titular, porque no se parecía en nada a lo que la industria de la moda estaba haciendo con nosotras». ¿Se les juzgó tan duramente, en parte, por ser mujeres? Podría ser. En ocasiones llegó incluso a parecer que el mundo de la moda se había vuelto en su contra por ser algo más que perchas. «No tengo ni idea de lo que pensaron. Estaba en una burbuja, viviendo mi vida y centrándome en el siguiente trabajo. Me encantaba ser parte del proceso de creación inicial y ver cómo todo cobraba vida. No me pareció que nos hubiéramos vuelto ricas y consentidas. La industria seguía dirigida por hombres».
No es ni quiere ser una víctima
Quizá todo hubiera sido más fácil si Campbell hubiera sido más complaciente o más víctima en lugar de agarrarse una rabieta cada vez que sentía que le faltaban el respeto, arremetiendo contra los agentes de policía en Heathrow y dándose aires de importancia con su minúsculo cuerpo. Sorprende lo pequeña y vulnerable que resulta en persona. «No soy una víctima. No me identifico con esa palabra. No puedo decir que lo tuve difícil. Todo el mundo lucha en su vida, pero ‘víctima’ no está en mi vocabulario. No quiero que la gente sienta lástima por mí. Quiero seguir al mando».
Sí que luchó, sin embargo, para que contaran con ella siendo modelo y negra. Sobre todo para que le hicieran un hueco en desfiles con otras modelos más claras al comienzo de su carrera. «Tuve la suerte de juntarme con otras modelos negras. Poder hablar sobre cómo me sentía como mujer negra y modelo fue muy importante para mí y me ayudó a compartir mis sentimientos. No estaba sola, y ese fue un factor muy importante. En mi caso, espero poder ayudar a la próxima generación».
¿Racismo en la moda?
Cualquier intento de caracterizarla como una desvalida la enfurece. Aun así, por lo general sigue siendo la única mujer negra en la pasarela o en las fiestas. «En innumerables ocasiones he sido la única persona de color. He sido consciente de ello, pero nunca he dejado que me desanimara. Aprendí a usarlo en mi favor, era mi manera de mantener la cabeza alta. Cuando fui a trabajar a Nueva York, ni siquiera podía conseguir un taxi. Christy me ayudaba, pero lo peor de todo era que la mayoría de las veces el conductor era negro. Les preocupaba que quisiera ir a Harlem o que no pudiera pagar. Aprendí que no se puede tener ideas preconcebidas; Las suposiciones son una terrible forma de pensar».
Fue entonces cuando comenzó a labrarse la fama de persona difícil. «Como mujer negra, la ofensiva era una forma de vida. La gente me pregunta hoy por qué era tan complicada, pero era lo que tenía que hacer. No tenía tiempo para preocuparme ni sufrir; necesitaba encontrar la manera de cambiar la dinámica rápidamente, y la forma más fácil era armar un escándalo».
Su relación con la prensa
En 2000, Campbell fue portada de la revista ‘Time’ como el rostro del nuevo milenio. «Ni siquiera sabía que era la portada. Creo que tuve otras dos sesiones ese mismo día, recuerdo que me dijeron que estaban haciendo un artículo sobre super modelos y que me pusiera tal vestido y eso fue todo. No sabía lo que estaban escribiendo, sólo que tenían cierto interés por nuestras vidas. En aquel momento, mi desayuno aparecía en las portadas de los periódicos en Italia, era una locura».
Acosada por los paparazzi, demandó al periódico ‘The Mirror’ por revelar detalles sobre una reunión de Narcóticos Anónimos a la que acudió en la época en la que más salía de fiesta, y ganó. Parece que ha hecho las paces con la prensa. «Logré tener mi propia vida. Siento que puedo transformarme -qué gran palabra- y volverme irreconocible. Voy a todos lados, de compras a M&S con mi madre, a Waitrose, al cine. En mi tiempo libre no busco atención. Quiero relajarme y puedo pasar desapercibida».
Drogas y alcohol
En el momento de mayor poder de las Super, Campbell era consciente de que estaba fuera de control, que era adicta a la cocaína y al alcohol, y en 1999 entró en rehabilitación. «En aquel momento me divertían las drogas y el rock, pero entonces me di cuenta de que no puedes convertirte en eso y dejar que se apodere de tu vida. Sentí que no me gustaba cómo me estaba volviendo, así que tomé la decisión, ‘voy a ir a rehabilitación’. Y me encantaba ir a rehabilitación. Fue en Estados Unidos».
¿Fue como tomarse, por fin, unas vacaciones? «En absoluto. Cada hora había algo y, como bailarina, me encanta la disciplina y la estructura. Así fue la primera etapa de mi vida, y es hacia lo que tiendo. Soy mejor con un horario, así que me encantó. Odio el tiempo libre y no tener nada que hacer».
Nelson Mandela, el ‘hombre de su vida’
Conocer a Nelson Mandela cuando salió de la cárcel, dice, fue otro subidón, y le enciende una vela todos los días. «Siempre estaré agradecida y me sentiré afortunada por haber conocido a un hombre tan increíble. Su energía, su forma de ser y su comportamiento eran excepcionales, y también su humildad, sin ningún tipo de ira hacia nadie que le hubiera hecho daño. Por muchas razones, todavía me cuesta creer que un ser humano tan maravilloso, un santo, en realidad, haya estado en mi vida. Le dio la vuelta».
Actualmente reza casi cada día. Aunque no le veo aspecto de persona religiosa. «Siempre fui religiosa, así me criaron. Pero estar en rehabilitación también lo incentivó. Lo dejo en manos de mi poder superior».
Otros vicios
Dejar de fumar ha sido la batalla más difícil. «Al final, me he rendido. Admito que lo he intentado varias veces. No vapeo -es mejor fumar un cigarrillo y el gesto es mucho más elegante. No me quedan más vicios, soy una vieja aburrida, muy sosa. Ahora no necesito subidones. Me encanta comer chocolate y dulces de vez en cuando. Si pudiera, me comería una barra entera de chocolate Galaxy cada noche, pero tengo que contenerme. Se trata de equilibrio, equilibrio, equilibrio», se ríe.
También ha renunciado al mal comportamiento, aunque no a llegar tarde. ¿Encuentra injusto que se la señalara más que a las otras modelos? «Puede ser, pero si hice algo, asumí las consecuencias. Aprendí la lección de cómo es vivir a la vista de todo el mundo».
Su visión del mundo actual
Gran Bretaña es un país más abierto e inclusivo que cuando Campbell tuvo que luchar para hacerse un hueco en los desfiles. «Los Juegos Olímpicos fueron el punto culminante para Londres, fue un gran momento. Pero siento que ahora estamos retrocediendo. Siempre he querido creer que seguiríamos progresando, aprendiendo los unos de los otros, siendo más compasivos, más abiertos y generosos. Yo lo resumiría así: está claro que hay grupos en contra de la diversidad en cualquiera de sus formas, ya sean racistas u homofóbicos, y no tienen miedo de decirlo abiertamente. En el mundo hay una guerra cultural. Cada vez es más frágil».
Como madre de dos niños pequeños, Campbell está ahora más preocupada. «Mis bebés lo son todo para mí. Ser madre me ha hecho temer por el futuro». Sus hijos nacieron cuando ella tenía 51 y 53 años y, aunque ha salido con músicos, actores y multimillonarios, nunca buscó un padre, dice: es feliz siendo «madre soltera de una madre soltera».
Sobre la maternidad
¿Recurrió a un vientre de alquiler? «Sí, lo hice. Espero que mis hijos vivan en un mundo mejor. Son mi prioridad al 110%. Estaré con ellos en su primer día de escuela». Le preocupa que la Generación Z parezca haber renunciado a tener hijos y que la tasa de natalidad se esté desplomando. «He oído a muchas chicas jóvenes decir que tener hijos es demasiado caro y que es posible que no los tengan, y les he dicho: ‘Cambiaréis de opinión. Querréis ser mamás’. Entiendo que económicamente es difícil. Pero mi madre no tenía nada y lo logró. Vale la pena. Es increíble».
Hoy en día pertenecer a la Generación Z o incluso a la Generación Alfa es difícil. «Dependemos de la generación más joven para cambiar este mundo. Creo que mis hijos serán más capaces que nosotros de hacer lo correcto».
Su experiencia en terapia
Fíjate en los problemas de salud mental, dice. «Es genial que los jóvenes finalmente hayan reconocido y aceptado los problemas de salud mental. Los jóvenes se sienten cómodos para dar un paso adelante y compartir que tienen un problema. Antes, si decías ‘voy a ver a un psicólogo o a un psiquiatra’, te consideraban loco u obsesionado contigo mismo. Eso es ignorancia; no hay nada malo en ello, en mejorar tu calidad de vida. No hay nada de malo en ir a rehabilitación para recuperarse».
En la actualidad, Campbell no tiene problemas en hablar sobre su terapia. «Hice terapia propiamente dicha en su día, pero siento que el programa de recuperación también fue una buena terapia. Nunca me sentí sola. Mi grupo es genial y nos animamos los unos a los otros mediante conferencias telefónicas. Puedo participar y confío en las personas participantes. Me ha ayudado a salir adelante. Es todo lo que necesito ahora».
Cómo gestionar el duelo
Muchos de sus mentores han muerto, desde Versace a Vivienne Westwood, pasando por Alexander McQueen, Mandela y Alaïa, su Papa. Y, en algunos casos, demasiado jóvenes. «El duelo no es algo fácil. Me he dado cuenta de que lo de salir e intentar anestesiar el dolor tenía que ver, en parte, con la pena. Pero no era bueno para mí. He aprendido a honrar a esas personas de diferentes modos. Todavía están por ahí, de otra manera. Los echo de menos. Hay un denominador común en aquellos que he amado y respetado en mi vida: eran personas íntegras en relación a quienes eran, se comportaban con dignidad y se sentían cómodos en su piel».
No contempla retirarse
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Parece ponerse nostálgica al pensar en su momento favorito de la exposición del V&A. «Sería, seguramente, cuando me tropecé en la pasarela en 1993 con esos tacones de Vivienne Westwood. Me sentí superbien demostrando que te puedes caer en público, levantarte y sonreír. En la vida no podemos tomarnos todo tan en serio. Hay que reírse. Todo el mundo puede caerse y levantarse. Todos tenemos que pasar por ello, muchas veces. Hasta las modelos. La vida es igual: subes y bajas y sigues adelante».
¿Se retirará algún día? «No me gusta esa palabra», responde, adoptando, por un momento, el tono petulante de la Naomi de hace años. «Pero si no quiero hacerlo más, no lo haré».
Fuente: https://www.elmundo.es/yodona/moda/2024/06/15/666c1226e4d4d8c44a8b45a2.html