Rebeldía, búsqueda de la verdad y permanente sensación de extranjería son las constantes que definen la trayectoria del antropólogo Roger Bartra, hijo de catalanes exiliados en México y uno de los pensadores más originales en español. Ahora publica sus memorias
RICARDO CAYELA GALLY / LA LECTURA
Roger Bartra (Ciudad de México, 1942) es uno de los intelectuales más originales y profundos de la lengua española. Con una obra amplia y de muchos registros, su única constante es el cambio. Como antropólogo y sociólogo, ha explorado las redes simbólicas del poder en México y ha indagado en dos grandes aspectos de la mitología europea: el mito del salvaje y la melancolía. Su trayectoria como político es también amplia. Fue miembro del Partido Comunista Mexicano (PCM), cabeza del eurocomunismo en México, partidario de democratizar al socialismo y hoy activo defensor de la frágil democracia mexicana. Como editor, dirigió El Machete, la insospechada publicación del PCM, y la revista La Jornada Semanal. Hijo de catalanes exiliados en México, descree de las ideologías que todo lo explican. Su curiosidad lo ha llevado también a indagar sobre el cerebro y la conciencia humana. Ahora, con 80 años, publica Mutaciones (Debate, 2023), un libro de memorias que debería ser leído y comentado en ambas orillas del Atlántico.
Debate. 424 páginas. 23,90 € Ebook: 17,99 €
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¿Por qué escribir sus memorias?
Quería descubrir los hilos que unen mi trayectoria intelectual y los grandes cambios que ha sufrido. De ahí el título. Pero también explorar sus constantes, que he descubierto que son tres: la rebeldía, la búsqueda de la verdad y una permanente sensación de extranjería.
Cuenta que se crio en una familia rica en términos culturales, pero sin el bienestar económico que lograron muchos exiliados españoles en México.
Ciertamente eso me marcó profundamente, pero no me hizo sufrir. Mi familia vivía en una cierta pobreza o una extrema modestia, no sé cómo llamarla. Mis padres tenían una filosofía de vida peculiar. Traducían, y cuando alcanzaban cierto nivel de ahorros, dejaban de trabajar por una temporada para dedicarse a lo que de verdad les gustaba: mi padre a la poesía, mi madre a la lectura. Yo de niño iba a la escuela, al Colegio Madrid, con los pantalones limpios y planchados, pero con parches en las rodillas. Sólo tenía un par de zapatos. De pequeño mis juguetes eran un caballito con un palo de escoba o un tren de cuerda. Lo curioso es que cumplía el estereotipo del niño rico en México, pero sin serlo: era un blanco de ojos claros que habla en una lengua extranjera con su familia. Toda mi vida he sido consciente de esto. Por ello menosprecio la búsqueda de la riqueza por la riqueza misma. Y por ello, siguiendo a mis padres, en mi casa la importancia está en los valores culturales e intelectuales.
En las cartas a sus padres que le sirven de guía para avanzar en sus memorias, comenta las advertencias que le hacía tu padre, el poeta Agustí Bartra, para no caer en el radicalismo. Y uno no puede dejar de leerlo como alguien escarmentado de lo que había vivido en la Guerra Civil española.
Mis padres habían vivido el anarquismo catalán y sabían que era una posición política peligrosa, profundamente antidemocrática, represiva. También habían sido testigos de la violencia revolucionaria, y por ello sus llamados a la calma. En México el marxismo era de salón y el anarquismo no existía prácticamente. Ni siquiera los Flores Magón fueron anarquistas en sentido estricto.
Nacionalismo
Soy alérgico de toda la vida. Me molestaba cantar el himno mexicano en el colegio y bailar la sardana en el órfeó
¿Por qué era compatible su militancia en el PCM con ser uno de los anfitriones de los escritores ‘beatnik’ en México?
Porque estábamos en contra de la autoridad moral de las familias, que también ejercía el Gobierno, y en contra del control político del poder, del monopolio del poder que ejercía el PRI [Partido Revolucionario Institucional]. Una forma natural de oponerse a ambos mundos era ser un rebelde en términos morales y un rebelde en términos políticos. Claro, esta comunión no tenía nada que ver con el comunismo soviético y luego tampoco tendría nada que ver con el eurocomunismo del que estuve cerca por una temporada. l que estuve cerca por una temporada. En El Machete, la revista que estuvo a mi cargo, se ve ese espíritu de renovación y rebeldía. Es increíble que haya sido un órgano oficial del Partido Comunista, esa publicación.
¿Cuándo descubre la importancia de la democracia?
A diferencia de mis padres, refugiados catalanes en México, que tenían una visión humanista de la vida y eran críticos con la violencia política, por lo que había visto en la Guerra Civil, yo R. A diferencia de mis padres, refugiados catalanes en México, que tenían una visión humanista de la vida y eran críticos con la violencia política, por lo que había visto en la Guerra Civil, yo era un joven rebelde y un marxista que tenía una idea instrumental de la democracia. La vida mexicana para la gente de izquierda era difícil en los años sesenta, al contrario que en la siguiente década. Y por eso cuando conseguí un trabajo en la Universidad de los Andes no lo pensé dos veces y me fui a vivir a Venezuela. Mi gran sorpresa es que llegué a un país democrático que rompía todos mis moldes dogmáticos. Desde el punto de vista marxista, era un país capitalista dominado por el imperialismo, ya que el petróleo estaba en manos de compañías petroleras extranjeras. Pero, al mismo tiempo, era un país que había derribado la dictadura de Pérez Jiménez y había construido una democracia avanzada y sofisticada. En las cartas que mandaba a mis padres desde Venezuela, y que me sirven para reconstruir esta etapa de mi vida, observo cómo va cambiando mi posición política lentamente.
La decisión de dejar México también era porque se sentía asfixiado con el nacionalismo mexicano, ¿verdad?
México, en los sesenta, era un país intelectualmente interesante, pero, al mismo tiempo, plagado de caudillos culturales y de capillas, empapados de nacionalismo revolucionario. Y yo soy alérgico al nacionalismo de toda la vida.
Mestizaje
En México queríamos descubrir el ‘alma indígena’ obviando a los mestizos, que son la gran mayoría y la fuerza motora
En sus estudios de campo, en la cuenca del río Balsas, descubrió que no se podían entender las complejas relaciones entre el campo y ciudad desde el rígido esquema del marxismo.
Con una curiosidad. Dentro de la propia obra de Marx, en Formaciones económicas precapitalistas, no aceptado por los soviéticos, está el análisis del «modo de producción asiático» que, me parecía, explicaba mejor el sistema de tributación indígena en el México moderno y antiguo que el dogma de la lucha de clases. Aun así, no era una explicación suficiente. Las claves estaban en las redes de comercio e intercambio a través del río, en el uso del náhuatl como lengua franca o la presencia invisible del cacique priista, más que en una teoría genérica y válida para todo como la marxista.
El primer libro que le sitúa en el centro del debate intelectual fue ‘La jaula de la melancolía’, por la manera de desacralizar el poder y los valores establecidos de México, que se sustentan tanto en el nacionalismo que ni siquiera somos conscientes de ello.
No te puedo precisar cuando nació en mí el rechazo al nacionalismo mexicano, pero sí sé que era algo muy antiguo en mi vida, anterior en todo caso a mi vida intelectual. Todos los lunes en la mañana los niños en el colegio, por obligación del Gobierno, teníamos que cantar el himno nacional en una ceremonia solemne. Escuchaba el himno y me parecía tan reaccionario, atrasado, absurdo, carente de sentido, que no lo podía creer. Y sobre todo me molestaba la postura de algunos de los compañeros, con la mano en el pecho y el rostro henchido, como si vibrara la nación mexicana en su corazón. Al mismo tiempo, mis padres querían que formara parte de la comunidad catalana del exilio, y me llevaban al Orfeó Català a aprender a bailar sardanas y demás, cosa que me produjo el mismo horror. Me parecía que no tenía ningún valor, que no había ningún contenido importante, que era folclor barato. Muy pronto me rebelé y mis padres dejaron de llevarme. En el plano intelectual, el nacionalismo lo permeaba todo, con la excepción de Alfonso Reyes. Los estudios de antropología que hice en la Escuela Nacional de Antropología e Historia estaban empapados de nacionalismo. Todo lo que estudiábamos era para descubrir el «alma indígena» de México, obviando a los mestizos, que no sólo eran la mayoría amplísima de la población sino la fuerza motora dominante. Y los que no eran nacionalistas, eran comunistas, e interpretaban la historia de México en clave de la lucha de clases marxista. Otra distorsión terrible. Había excepciones, como la de José Luis Lorenzo, pero eran eso, excepciones.
En ‘El salvaje ante el espejo’ deja atrás la reflexión sobre la idiosincrasia de México y se centra en el estudio de la etnografía europea. Y reivindica la libertad de un latinoamericano para estudiar la historia y cultura europeas y hacer aportaciones originales.
Desde una perspectiva jocosa, es como comparar la producción intelectual con la denominación de origen, la appellation d’origine contrôlée. Los que vivimos en el ámbito del pensamiento en español es justamente que carecemos de ese pedigrí; no tenemos appellation d’origine contrôlée. El problema es real y nos afecta profundamente. Ni el mundo anglosajón, ni el francés, ni el alemán aceptan el pensamiento original en español. Remedos de una actitud colonialista y racista que he tenido que enfrentar toda la vida.
Desprecio
Ni el mundo anglosajón, ni el francés ni el alemán aceptan el pensamiento original en español. Carecemos de pedigrí
Dice también que las universidades ya no son espacios para pensar la realidad, sino centros burocráticos políticamente correctos.
Eso es una tragedia. Y ocurre tanto en México como en España, Francia, Inglaterra o los Estados Unidos. He vivido en el ámbito académico anglosajón por muchos años y he podido comprobar cómo realmente ahí hay algo marchito y que no funciona. Aparte de ser espacios tomados por la burocracia, hoy está en riesgo la libertad. De investigar, debatir, polemizar. Lo que sí funciona de maravilla son las bibliotecas, no sólo por el acervo sino por los libros que se pueden solicitar. Y yo decidí aprovechar esa posibilidad. Por otra parte, siempre he respetado e impulsado la idea del intelectual público, un ser que muchos creen en peligro de extinción. El académico que se escapa de la rutina de investigación y de la discusión del claustro para ser un comentarista me parece que es algo muy importante. Esto es algo que ha entrado en decadencia en Estados Unidos y en Inglaterra, donde las universidades son tremendamente poderosas e imponen controles duros. En Francia y en España hay más de libertad y más espacios para el intelectual. En América Latina varía mucho, pero el espacio del intelectual público sigue siendo importante, aunque está amenazado por el poder.
En ‘Antropología del cerebro’ debate sobre la existencia o no de la conciencia. ¿Estamos condicionados por nuestros genes y circunstancias o tenemos la capacidad de ser libres?
El medio de investigadores científicos, tanto en ciencias sociales como en ciencias naturales, está muy influido por el determinismo, es decir, por la idea de que no existe el libre albedrío. Desde la perspectiva de las ciencias sociales, los actos de los individuos están determinados por el contexto social, desde luego una influencia importante del marxismo. Por otro lado, en las ciencias naturales, entre los neurólogos y los neurocientíficos predomina la idea de que la conciencia no es una entidad libre, sino que está completamente determinada por mecanismos de causa y efecto, y tenemos solamente la ilusión del libre albedrío. En Antropología del cerebro yo propongo que el libre albedrío existe, efectivamente, pero es un fenómeno raro. Y que hay que construirlo a través de los circuitos neuronales que se extienden por fuera del cerebro y forman un exocerebro. Y de ahí mi hipótesis de que es posible una conciencia artificial. La conciencia humana es un enigma. Aplicar las ideas sobre ella a la conciencia propia es aún más complicado. Con estas memorias no tengo una intención literaria. Lo que pretendo es entender la lógica de mi vida intelectual, que a simple vista es caótica.
¿Quién es Andrés Manuel López Obrador, el presidente mexicano?
López Obrador produce la misma confusión que producía el nacionalismo revolucionario en México. Esa mezcla de actitud aparentemente revolucionaria y una práctica represiva y derechista es más o menos lo caracterizó toda la historia del priismo. López Obrador no llega a los niveles de sofisticación política del viejo sistema autoritario de México, pero su impulso es el mismo. En España se le ve como alguien de la familia política de la izquierda, pero para mí es un populista de derechas, más parecido a Trump que a Maduro. Tanto su militarismo como su aparente pacto con el crimen organizado están dentro de la tradición mexicana del nacionalismo revolucionario.
El estado del caos mental de López Obrador
Roger Bartra se muestra pesimista sobre la situación en México, que puede incluso empeorar en el año y medio que le queda a López Obrador en el poder. «Es un presidente que ha entrado en un estado de caos mental, de putrefacción política terrible. Está obsesionado con que su partido se mantenga en el poder. Tampoco descarto que intente cambiar la Constitución si logran la mayoría en el Congreso en las elecciones de septiembre de 2024, pero espero que no les alcancen los votos. El presidente se da cuenta de que ha perdido mucha fuerza y de que no va a lograr lo que quiere. Y está furioso. Si esa irracionalidad se expande durante estos próximos meses, nos puede llevar a situaciones dramáticas». Por eso le preocupa a Bartra la actitud de los intelectuales. «Hay un contraste enorme entre la pobreza intelectual del grupo que apoya al presidente y la calidad intelectual de sus críticos, pero, al mismo tiempo, esos críticos, inteligentes y buenos analistas, han desarrollado una peligrosa actitud antipolítica. Es decir, menosprecian profunda-mente a todos los partidos, incluidos los de oposición. Y esa actitud en gente valiosa, que escribe libros, ensayos y artículos en la prensa, puede generar una situación de decepción permanente e inmovilidad»
Fuente: https://www.elmundo.es/la-lectura/2023/06/23/6491dab921efa0337a8b45aa.html