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Elsa Punset: «Ahora hago como Jane Fonda. Cuando alguien me cae bien, me acerco y le digo: ¿quieres ser mi amigo?» | TELVA

Un día, la escritora y divulgadora Elsa Punset encontró delante de su casa un pequeño gorrión. Lo recogió, lo cuidó, y de esta vivencia surgió su nuevo libro: Alas para volar.

La escritora Elsa Punset con chaleco Marciano by Guess. Pantalón, Cortana. Zapatos, Jimmy Choo. Toni Mateu

l gorrión debió de caer de algún tejado. Tendría apenas una semana de vida. Estaba medio desplumado en la acera. Elsa Punset hizo un cuenco con sus manos para acogerle. «Me miró con grandes ojos desconcertados. ¿Qué hago? ¿Adónde voy?, parecía preguntarme. Me recordó a mí», cuenta la escritora. Sucedió un verano hace unos años en el que, en contra de su habitual estado de ánim0 alegre, Punset trataba de «emerger de una relación desequilibrada y dolorosa que me había dejado exhausta».

El cuidado del pajarillo encendió en ella una búsqueda más profunda, que le llevó a escribir un libro alegórico donde reflexiona sobre los mejores remedios para superar los inevitables desastres que sobrevienen en la vida. Su título, Alas para volar.

Esta es la primera de la larguísima serie de entrevistas y presentaciones que Elsa Punset dará con motivo de la publicación de su libro, así que la autora aprovecha la conversación para construir mentalmente los cimientos de sus explicaciones. «Lo primero que quería contar es que no es tan importante lo que te pasa, porque nos van a pasar cosas desagradables en la vida, sino qué haces con lo que te pasa. Tendemos a barrer lo malo debajo de la alfombra, a ocultar lo que sentimos, y llega un momento en que eso te cobra factura. A mí me ocurrió. A ello se unió un susto físico, que fue algo inédito para mí, y que me hizo reflexionar sobre lo importante que es escuchar a nuestro cuerpo. Este libro quiere acompañar al lector en procesos que son inevitables, y que nos ocurren o nos van a ocurrir a todos».

La escritora Elsa Punset junto al manuscrito de su libro, con conjunto de Mango.
La escritora Elsa Punset junto al manuscrito de su libro, con conjunto de Mango.Toni Mateu

Entrevista con Elsa Punset, autora de Alas para volar

PREGUNTA: ¿Cuál sería la siguiente idea?

RESPUESTA: Que la vida no es lineal. Es un camino tortuoso en el que hay que ir solucionando asuntos según aparecen, y eso no nos agrada. Por eso tendemos a evadirnos, a mirar para otro lado, y más en una sociedad donde la distracción y el consumo son constantes. Es que la vida cotidiana duele, aunque nos llenemos de máscaras y corazas para olvidarlo. Asumamos que vivir no es fácil, que el día a día exige respuestas que a veces nos superan. Si aceptamos esto y dirigimos nuestra atención a sanar la relación con nosotros mismos, sufriremos menos.

P: Como dice el filósofo valenciano Enrique Anrubia: «Que el mundo no te despiste».

R: La urgencia, el miedo, el ruido, el cansancio…, tiran de nosotros hacia abajo. Aprende a estar a gusto contigo mismo. Un proverbio chino dice:»Mantén una rama verde en tu corazón y el pájaro cantor vendrá». Hagamos un viaje de introspección para encontrarnos con nuestra soledad. Durante las semanas que estuve dedicada a cuidar mi pajarillo, en solitario, creé un espacio para él que me permitió encontrar serenidad para pensar. Le instalé en un cuarto de baño, donde prohibí la entrada a nadie más. El gorrión era muy demandante, y a la vez tenía su carácter. Tenía que alimentarlo cada hora y media, solo cuando él me llamaba.
Me dediqué a mi pajarillo en cuerpo y alma y desconecté de todo lo demás. Mi obsesión era criarle sano para que algún día pudiera volar y fuese libre… Hay una anécdota de Carl Jung, que dice que cuando se instalaron los primeros teléfonos avisó de que este invento iba a provocar que mucha gente se apartase de su vida interior. Esto fue hace más de un siglo, imagínante ahora si viera lo desconectados que estamos de nosotros mismos con nuestros móviles. Creo que la ausencia de interioridad explica una buena parte de los problemas de salud mental que padecemos.

P: ¿Con qué recursos contamos para reconciliarnos con nosotros mismos?

R:  Yo destaco dos: la intuición y la alegría innata. Parecen obviedades, pero hay que recordarlas. Cuando peor me ha ido en la vida es cuando he dado la espalda a mi intuición. A veces buscamos justificaciones para convencernos de que tenemos que estar en lugares o con personas que no nos hacen sentir bien. La intuición nos avisa, pero no la escuchamos. La vida también es aguantar cosas que nos disgustan, por supuesto, pero hay que saber por qué estamos aguantando y cuál es nuestro límite. Por otro lado, la alegría de vivir está muy sola en el panorama emocional. La vamos olvidando, y acabamos anulándola. Nuestro cerebro está programado para sobrevivir, no para ser feliz, así que conviene hacer el ejercicio de recuperar esa alegría innata que sentíamos cuando éramos niños.
El niño no permite que la ira, el miedo, el asco o la tristeza apaguen ese brillo del asombro y el juego. Los humanos necesitamos infancias largas y protegidas para garantizar nuestra supervivencia física, pero en ese tiempo de aprendizaje perdemos la enorme capacidad de optimismo, de alegría y creatividad con las que nacemos. Con lo cual, no es difícil alcanzar la vida adulta agotados y decepcionados. Es importante reconocer las emociones negativas y evitar que nos dominen.

P: Decía en una entrevista Eduardo Mendoza que lo que somos y lo que hacemos en la vida lo aprendemos en los primeros ocho años de vida, que el resto son «refritos».

R:  Ese refrito es precisamente lo que yo trato de evitar. Se calcula que más o menos un tercio de las familias son emocionalmente inteligentes. ¿Qué pasa con los demás? Es decir, muchos niños crecen sin un aprendizaje emocional, no saben qué hacer con sus sentimientos y no tienen referencias. Hay un capítulo en el que hablo de mi madre y de una conversación sobre el amor que mantuve con ella. Yo lo llamo «Los amores averiados».
Es increíble la cantidad de tiempo que perdemos los humanos confundiendo enamoramiento y amor. Mi madre, a sus casi cien años, reconoció que a ella, como a muchas mujeres, les educaron en la idea de que el amor es un asunto más femenino que masculino, porque «los hombres piensan y las mujeres sienten». Confesó que antes creía que las mujeres no sabían pensar. «Ahora veo que las mujeres sí pueden pensar, lo que pasa es que pensar y sentir a la vez es difícil, y hay que ser sabio, seas hombre o mujer, para lograr integrar las dos cosas. Lo que pasa es que a las mujeres nos obligan solo a sentir, y encima a sentir tonterías, a ocuparnos con cosas frívolas como la apariencia física, el maquillaje, ser agradables, cuidar del hogar, planificar las comidas, preocuparte de cómo se siente todo el mundo…», dijo.
Tengo muchas conversaciones con mi madre y mis hijas. Al final acabamos riéndonos, porque con el tiempo hemos aprendido a reírnos de todo, incluso de lo que duele. Creo que el enamoramiento es algo que no hay que tomarse muy en serio, y que tiene poco que ver con el amor. Discuto con mi madre porque dice que voy a meterles miedo a las niñas con los hombres, pero tienen que saber de qué va esto. Las mujeres hemos tenido un papel muy ingrato en el amor. Nos cargaron con el peso de los cuidados del mundo. En cuanto intentabas sacar las alas o hacer algo diferente, te las cortaban. Es muy cómodo para la sociedad que sean solo las mujeres las que se ocupen de lo importante. De esto hablo cuando hablo del amor. Las mujeres tenemos que salir de ese sentimiento pequeño, desplegarnos en toda nuestra dimensión y decidir qué queremos hacer con nuestra vida.

P: «Eres infeliz porque crees que existe una cosa que se llama felicidad», ¿está de acuerdo con esta frase de Lorrie Moore?

R: Hay un tipo de intelectuales que son muy cínicos con la felicidad. Yo creo que es porque no la han encontrado ellos, y prefieren decir que no existe. Una de las mejores maneras para encontrar la felicidad es no pensar demasiado en el pasado ni en el porvenir. Estar en el presente. Es un engaño pensar que la felicidad viene en un paquete maravilloso y lleno de adornos. Llega a ráfagas, y no siempre, solo si te esfuerzas por no dejar escapar esos momentos de cada día. No me gustan los que dicen que la vida es horrible. ¡Todo lo contrario, es un milagro constante!

P: ¿Por qué decides darle el protagonismo de tu libro a un pequeño gorrión?

R: Para mí, este animalillo en apariencia tan insignificante es una forma de volver a la naturaleza. Durante 350.000 generaciones los seres humanos hemos seguido el ritmo de la naturaleza, pero en menos de dos siglos hemos construido grandes ciudades para vivir en un sistema que nos hace infelices. Cuando convives con un ser vivo tan indefenso que puede morir en cualquier momento, que está aterrado porque todo lo que le rodea le es extraño, tienes que aprender a comunicarte con él para transmitirle amor y cuidados.
Creo que hemos olvidado esta ternura en nuestra vida cotidiana. Volver a mirar y a tratar a los demás de otra manera, con más cariño, me sirvió mucho para tratarme a mí misma de esa forma. Estoy convencida de que mi gorrión me dio mucho más a mí de lo que yo le pude dar a él. No le puse nombre, para no apegarme demasiado, y cuando terminó el verano lo llevé a un centro de protección de aves. Esta experiencia me inspiró también para poner en marcha la Fundación Punset Terra Viva, que quiere ser un puente entre la naturaleza y la salud mental.

P: Así que el consejo parece sencillo: Deberíamos estar más pendientes de estar alegres.

R: Y también deberíamos ser más introspectivos. No dejemos que los malos momentos entierren nuestra capacidad para la alegría, para la creatividad, para la conexión con los demás. A menudo vivimos de manera automática, cargados de prejuicios y malos hábitos, muchos de ellos heredados de nuestra infancia, sin reflexionar. Yo arrastraba muchos patrones de mi infancia que he tenido que revisitar para corregirlos. Esto a veces es doloroso, pero no puedes echar la culpa de todo a tus padres. Te educaron con lo que tenían. Hay que afrontarlo y decir: «Eso no me funcionó, no estaba bien, voy a cambiar».

P: ¿Cómo fue su infancia?

R: Mis padres eran exiliados y viví en muchos sitios. Me marcó especialmente Haití. Yo tenía siete años y ya me daba cuenta de todo. Teníamos una casa con un enorme ventanal donde a veces los pájaros se estampaban. Allí creían en el vudú. Me decían que si ponía esos pájaros en una caja con vinagre, los enterraba y hacía un ritual, volvían a la vida. Recuerdo que no podía entender que los adultos no dieran importancia a los pájaros heridos. No hay vidas pequeñas.
A los seres humanos nos hace mucho daño vivir de espaldas a la naturaleza. En un viaje a Sri Lanka, subí a un monasterio y me crucé con un monje que estaba recolectando hierbas. Vi como un cervatillo se acercaba a él. Ambos juntaron sus cabezas y el monje estuvo acariciándole durante unos segundos. Fue una imagen de otro mundo. ¿Cómo es posible que en Europa hayamos perdido esto? Estoy convencida de que la desigualdad y la desconexión con nuestro entorno nos enferma cada vez más.

P: Y qué hacemos, a estas alturas.

R:  Podemos hacer muchas cosas, sin necesidad de irnos a Sri Lanka. Una de ellas es valorar más la amistad. Los humanos, a medida que cumplimos años, perdemos capital social, amistades, nos enroscamos en nuestro mundo y nuestros «problemas». Aquí entra mi adoración por Jane Fonda, una mujer fantástica. En una entrevista decía que, a sus 87 años, siempre está rodeada de amigos. ¿Cómo lo hace? Explicaba: «Ya no tengo tiempo que perder, así que si alguien me cae bien, me acerco a esa persona y le pregunto: ¿quieres ser mi amigo?». Yo he puesto en práctica esta técnica y puedo asegurar que funciona. Ya tengo mis primeros «amigos Jane Fonda». Quizá para abrirnos al mundo lo único que necesitamos es hacer esa pregunta.

Mis imprescindibles

Tu libro de cabecera. Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. La lectura que más has recomendado. Recuerdos, sueños, pensamientos, de Carl G. Jung. Una experiencia que te cambió la vida. Irme a un internado inglés a los 13 años y ganar cada año el «Premio al internado que menos calefacción consume». Nunca he vuelto a tener frío. Una canción que te da subidón. Bird Set Free, de Sia. Tu película preferida. Un abril encantado, de Mike Newell. Un paisaje. Las rías gallegas, contempladas desde mi kayak. Un sueño. Vivir en un mundo en el que no haya vidas pequeñas o prescindibles. Una inspiración. La energía femenina: el coraje brutal de vivir desde la ternura y el amor. Una época que te gustaría visitar en una máquina del tiempo. El futuro. Tu leit motiv. El optimismo radical: vislumbrar, hacer, mejorar, transformar.

Créditos

Maquillaje y peluquería: Manu Moreno (NS Management) para Givenchy y L’ Oreal.

Realiza: Raquel Mejías.

Fuente: https://www.telva.com/cultura/2025/09/27/68d26dd702136e93608b456d.html

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