El sello BMG rescata las primeras grabaciones de Paco de Lucía cuando tenía 11 años, hasta ahora inéditas, registradas en su casa de Algeciras entre 1959 y 1960, cuando el germen de su genio daba ya muestras de algo insólito
ANTONIO LUCAS / EL MUNDO
Ocurre que al hurgar en el desván de algunos creadores, lo que sale del último baúl es un primer vagido sin más: el subsuelo de un talento aún por despuntar. Pero llegas a Paco de Lucía y la evidencia de la genialidad ofrece una descarga hermosa. Entonces sólo era Francisquito Sánchez, un arrapiezo de Algeciras con domicilio en la calle Barcelona, barrio de la Bajadilla, donde pasó horas haciéndose Paco en horas inmensas de estudio y guitarra con un padre/brújula y guitarrista, Antonio Sánchez Pecino (Antonio de Algeciras), dispuesto a hacer de dos de sus hijos un precipicio bueno de flamenco.
Es 1959. Francisquito Sánchez tiene 11 años. Está ya armando un dúo con su hermano Pepito, de 13 años, y se van a llamar Los Chiquitos de Algeciras. El más joven toca la guitarra con manos de centella. Aprende falsetas y las cambia de sitio a su manera: interpreta, las vuela mejor y distinto, las hace suyas. En esos días consiguen una vieja grabadora Grunding con un micrófono «como un huevito», recuerda Pepe. Y hacen las primeras grabaciones que se conocen de uno de los nombres imbatibles del flamenco del siglo XX. Incluso del flamenco sin tiempo.PARA SABER MÁS
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Aquel material inédito, recuperado y remasterizado ahora por la discográfica BMG, es uno de los acontecimientos del Paco de Lucía Legacy, el programa que recuerda la obra y la estela del músico en el 10º aniversario de su muerte y que arranca con un festival vibrante en Nueva York del 20 al 24 de febrero. ¿Y aquellas bobinas, dónde quedaron? «Durante décadas las conservó Reyes Benítez, amigo de infancia del padre del guitarrista, heredero de un negocio de corcho, quien regaló la primera guitarra a Francisquito y lo llevó, junto a su hermano, a sacar el carnet de artista en Sevilla. También financió el viaje de Los Chiquitos, entonces con 14 y 16 años, al Concurso Internacional de Arte Flamenco de Jerez en 1962.
Reyes Benítez conservó estas piezas que esta mañana de lunes suenan para un grupo mínimo de aficionados en los estudios de grabación Musigrama de Madrid, donde Paco de Lucía grabó ya con la biografía precoz y veteada de genialidad multitudinaria. Durante algo más de un año, el compositor y productor Jesús Bola ha trabajado con este archivo hasta restaurar el sonido y limpiar la música desmadejada que suena en las cintas originales.
¿Y cuándo se grabaron? «Entre 1959 y 1960», explica Javier Doria, manager en BMG Spain & Portugal, junto a Lucía Sánchez, una de las hijas de Paco de Lucía. «Fue entre la casa familiar de los Sánchez y la fábrica de corcho de Reyes Benítez, con un magnetófono. El cambio de ubicación lo decidieron cuando al escuchar las primeras cintas detectaron que en la casa, a pesar del silencio impuesto por don Antonio, había demasiado ruido. Entonces probaron entre el corcho. Y salió algo mejor».
El doble disco en el que BMG vuelca lo salvado de estas piezas reúne 21 cortes donde Francisquito Sánchez exhibe el prodigio del párvulo sideral en el Zapateado de Niño Ricardo; en unos tangos de La Pirula de Málaga (madre de La Cañeta), Me falta la resistencia, donde canta su hermano Pepito con hondura aún tierna; y unas bulerías en las que el guitarrista da cuenta ya de lo que venía: la guitarra más lujuriosa, más temible, de mejor furia. A los 11 años, Paco de Lucía ha pasado tantas horas ensayando, tocando, mostrando la precisión fulminante de su pulgar que parece que le hubiera dado seis vidas la vida. Jamás pensó en el ritmo, porque lo llevaba en la masa de la sangre.
En una carta que publica por primera vez este periódico, el músico escribe a su hermano Ramón (Ramón de Algeciras) donde le cuenta el asunto de esta grabación recobrada: «Ramón, sabrás que hemos hecho una cinta el Pepe y yo para mandarla a París. Pero como Pepe Custodio tenía interés en que la escuchase Cano [el guitarrista granaíno Manuel Cano], la hemos enviado a Granada. Yo he hecho seis solos que son los siguientes: gitanerías, arabescas, alegrías en sol, soleá, tarantos, bulerías en la y seguirillas. Y yo creo que me han salido de maravillas (sic)». Entre los 15 palos que recogen las bobinas hay también un villancico.
En aquellos días, Paco de Lucía busca ser él releyendo los discos de los maestros. Y lo logra. En las grabaciones rehabilitadas por BMG suenan los destellos bárbaros de quien iba a ser después y está aquí anunciándose. El flamenco es un planetario que Paco de Lucía hizo más incalculable pasando de largo a sus buenos maestros, de Ricardo a Sabicas, con un rasgueo vertiginoso, con una velocidad inflamable, con una potencia de sonido inédita hasta que llegó él a dispararla. La fuerza expresiva de su guitarra trae algo de rabia y de memoria insomne. Y después, todo. O quizá, nada.
«En aquel tiempo», explican Javier Doria y Lucía Sánchez, «su padre determinaba todo el proceso creativo de Paco. De hecho, estas grabaciones tenían para él un sentido principal: agradar a su padre. Que se diese cuenta de cuánto hacía por entregarse a la guitarra». Cuentan que el día en que vio a su padre llegar a casa con la guitarra quebrada por el puntapié de un señorito borracho en una noche infame supo que él debía romper todos los límites. Y de ese modo, vengar la humillación tocando como un dios con la mano en llamas. Así compuso temas principales en sus 30 discos, como la rumbita Entre dos aguas, Cueva del gato, Como el agua, Sólo quiero caminar o Chiquito (dedicado a Chick Corea).
Al final de la carta a Ramón, Francisquito, entusiasmado con los progresos que va haciendo, escribe: «Pepe Custodio viene a menudo a la casa, y cuando me escucha tocar se pone las manos en la cabeza. El Pepe muchas cosas buenas (sic)». Tocaba para aprender, pero no se ceñía exactamente a la ortodoxia. Algo le hacía rebelarse. No podía ser que el flamenco sólo fuese replicar a los viejos. No podía ser. Con el tiempo demostró que la pureza es el destilado de muchas bastardías. Y así, lentamente, desde niño.
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/musica/2024/02/23/65cf95d821efa09b6e8b4595.html