Con solo catorce años, ha causado sensación en el panorama taurino con sus precoces maneras y su valor natural. El pequeño salmantino, al que llaman ‘el nuevo Juli’, juega como un chiquillo y torea como un hombre: «No siento miedo, solo responsabilidad», asegura antes de su cita del domingo en Granada
ROSARIO PÉREZ / ABC
Marco cruza el umbral de su habitación, da un beso a Monito, el peluche que lo acompaña a todas las ciudades donde torea, y suelta la mochila. Saca la agenda escolar, repasa las tareas del día siguiente y relee un trabajo sobre Federico García Lorca. «He elegido el poema de la ‘Sangre derramada’. Me impacta cómo es capaz de transmitir con tantas metáforas la muerte del maestro Sánchez Mejías, esa situación tan horrenda», relata con desparpajo Marco Pérez (Salamanca, 2007), el niño prodigio que ha revolucionado el toreo con sus precoces maneras y su valor natural.
«Voy a seguir entrenando al máximo. Estoy dispuesto a entregarme totalmente al toro, es una profesión que amo», expresa bajo la atenta mirada de su madre.
Lourdes suspira. Su vida es un suspiro desde que aquellos primeros juegos con el capote se convirtieron en un camino muy serio frente a animales bravos de verdad. «Sufro mucho. Estoy muy orgullosa de su esfuerzo, pero cada vez que torea lo paso fatal. Soy enfermera y procuro adaptar mis turnos en el hospital para acompañarlo a todas las plazas, aunque luego no soy capaz de estar en el tendido y tengo que salirme fuera o quedarme en el hotel. Me da mucho miedo». Las tardes que Marco torea se hacen muy largas: «Cuando va a tentaderos con animales pequeños le hago fotos. Pero ahora cada vez son más grandes y lo paso muy mal. Él es muy frágil y sé que se la va a jugar».
El día a día de Lourdes ha cambiado desde que su hijo dijo eso de «mamá, papá, quiero ser torero». Su sueño de luces se afianzó tras presenciar un festival en Ciudad Rodrigo en 2014: «Aquella sensación de respeto y esa emoción con toros y toreros me llegó mucho», recuerda el pequeño salmantino. La afición taurina corría ya por su sangre: Vicente, su progenitor, fue novillero, aunque una lesión le hizo abandonar pronto la profesión. «Me retiré y monté una carnicería. Ahora me siento orgulloso de que mi hijo tome el camino elegido, aunque sepa que conlleva mucho sacrificio», relata el padre, , relata el padre tras el exitoso paso de Marco por tierras mexicanas. «Lo que no me planteo es quedarme allí, para mí lo prioritario son mis estudios». Porque Marco no solo brilla en la arena, en el instituto es alumno de sobresalientes. «Si saco menos nota me enfado, me gusta esforzarme», apunta. Aunque su máxima meta es ser torero, no renuncia a los estudios: «Quiero ser médico; también me gustan enfermería y periodismo. Con disciplina y organización, todo se puede conseguir».
Afronta sus retos con naturalidad, sin agobios ni quejas. Este niño del siglo XXI parece de otro tiempo, con valores olvidados hoy. Sorprende el respeto con el que habla de los toreros. «Me gustan todos. La gente se ríe cuando digo que no tengo uno favorito, pero de todos se aprende. De uno observo el trazo del muletazo, de otro un quite vistoso, de otro la torería… Y lo voy incorporando a la línea de mi propio concepto, sin imitar a nadie». ¿Más de arte o de valor? «Me gusta la línea artística, pero sin valor no hay arte». Palabra de un barbilampiño que no levanta metro y medio de la alfombra sobre la que juega. Allí coloca un sinfín de cacharros taurinos: un camión que transporta toros bravos de distinto pelaje, bueyes alunarados como los de Florito y una placita de madera. Marco juega como el niño que es y torea como un hombre. Camina sobre el tapiz como si anduviera en el ruedo, desde el armario donde cuelga el estoque y un traje corto hasta la pared adornada con una camiseta blanca firmada por Sergio Ramos y regalada por Talavante. «Mi equipo es el Real Madrid», manifiesta este niño al que no hay deporte que se le resista: desde el fútbol al atletismo. Docenas de medallas de ganador en maratones adornan una percha azul purísima. «Con el instituto y los entrenamientos en la escuela taurina, ya apenas tengo tiempo para participar en esas carreras», señala. En su tiempo libre, lo mismo inventa travesuras en un tobogán con sus primos que va de caza o escucha a Pablo López. O lee las últimas páginas de un libro de Agatha Christie antes de ver el vídeo de alguna faena histórica.Marco juega como el niño que es y torea como un hombre. Camina sobre el tapiz como si anduviera en el ruedo, desde el armario donde cuelga el estoque y un traje corto hasta la pared adornada con una camiseta blanca firmada por Sergio Ramos y regalada por Talavante
Entre sus joyas, una capilla con estampitas y medallas con la Virgen de la Peña de Francia y el Cristo de los Toreros. «Es muy religioso, reza el ángel de la guarda todas las noches», explica su madre. Cuentan que el miedo se combate mejor con fe, aunque los temores no persiguen la mente de Marco: «Cuando sales a la plaza no tienes presente en la cabeza que te puede coger un toro. Yo creo que tienes que salir del hotel sabiendo que asumes riesgos, pero con el objetivo de triunfar. Miedo como tal no siento, paso nervios y responsabilidad por verme acartelado con las figuras. Codearme con los grandes es un sueño».
Con un torero de época se le compara por su precocidad y sus innatas condiciones. El Juli está presente en la mente de profesionales y aficionados cuando observan las faenas virales de Marco: «Creo que son trayectorias distintas y momentos distintos. Tengo claro que debo tener los pies en el suelo y seguir esforzándome».«Me gusta la línea artística, pero sin valor no hay arte»
Con la conversación centrada en el toro, Marco nos invita a bajar al garaje de su casa salmantina. Cada rincón luce una fotografía de su corta pero intensa carrera: la pureza asoma en cada natural desde que tomó la primera comunión y se enfrentó a una becerra. «Es torero», resumió Morante hace poco. Las instantáneas en blanco y negro dan paso al toreo de salón: Marco coge el capote que cubre una bicicleta y, con sus padres y su hermana en la barrera del sofá, deletrea la verónica con desparpajo. Al fondo, ladra Gala, la perrita a la que ha abrazado minutos antes.
Marco suelta el capote y da besos a Andrea, su hermana. «Es más cariñoso que yo», dice esta estudiante de Enfermería. Más tímida que el benjamín, habla con pasión del artista de la casa: «Admiro la ambición y la fuerza de voluntad que tiene para sacar tiempo para entrenar, estudiar y obtener buenos resultados en ambas cosas». Andrea conoce el nivel de exigencia del instituto y valora «mucho» cuando llega tarde de los tentaderos y se queda hasta bien entrada la noche haciendo los deberes. O sus madrugadas para repasar un examen. Marco lo ve como algo normal: «Siempre en situaciones difíciles el mundo del toro nos enseña cómo aplicar la superación y la constancia». Por encima de todo: «El respeto a los compañeros y ser buena persona».
Su sensibilidad asoma mientras un informativo habla del pan y la sal. «¿Cómo pueden dedicar tiempo a eso cuando hay una guerra en Ucrania? Me da mucha pena el sufrimiento de todas esas personas y de que los niños se vean inmersos en una pelea que no va con ellos». Aunque reconoce que hay «cosas primordiales», lamenta que la televisión no dedique apenas tiempo al mundo taurino y, también, la intolerancia de los ‘antis’: «La Fiesta es un arte. El toro vive cinco años totalmente libre, se le trata como al mejor animal y en todo momento se le tiene el máximo respeto». ¿Y sus amigos del cole cómo lo ven? «Han crecido conmigo y saben que me desvivo por los toros. Es algo inusual que un niño toree, pero les hace ilusión tener un amigo torero y a veces me preguntan cómo se da una chicuelina, quién pone banderillas… Intento crear afición». Su familia se mantiene alejada de los que critican que un niño toree. «No nos importa lo que diga o piense la gente. Nos importa la felicidad de nuestro hijo y lo apoyamos aunque sepamos que es una profesión de riesgo, como lo son muchas otras», subraya el progenitor, que ultima los detalles del viaje a Granada, en cuya feria actúa este nuevo fenómeno el próximo domingo. En la ciudad de la Alhambra ya tocó la gloria en un festival de figuras: «Me dio positividad para seguir entrenándome».
Marco, con catorce años, conoce ya medio mundo: «Me gusta mucho viajar y vivir experiencias nuevas, sobre todo me llamó la atención Ecuador, por el contraste de culturas». En su joven memoria, el agradecimiento a Juan Bautista, su apoderado, y la cita en Colombia: «Fue una sensación única que me sacara a hombros el maestro César Rincón». O su triunfo en la ciudad de la Alhambra: «La tarde en Granada me dio mucha positividad para seguir entrenándome». Entran al quite sus padres: «Debería hacer un diario; escribe novelas y lo hace fenomenal». Un cuaderno de viajes donde contar sus aventuras en esa Fiesta que tanto le cautiva y donde Marco ha causado sensación vestido de corto. Dos años le faltan para saltar al escalafón de luces en España: «Hasta los dieciséis no está permitido». Antes de esa fecha, los clarines tocan a gloria por el nuevo prodigio del toreo.
Fuente: https://www.abc.es/cultura/toros/abci-marco-perez-nino-torero-enf-202206150258_noticia.html
TAMBIÉN ESTE VIDEO: