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El sacerdote que se juega la vida para liberar a las mujeres de la mafia | XLSemanal

El padre Luigi Ciotti ha ayudado a cincuenta mujeres y a sus hijos a escapar de las garras de las bandas mafiosas italianas. Y ahora es un hombre marcado. Hablamos con él y con una de esas madres a las que ha conseguido rescatar.

Giftthaler

Tras siete años de matrimonio, Anna ya se había acostumbrado a las inexplicables ausencias de su marido. Su esposo era hijo de un poderoso capo de la ‘Ndrangheta, la despiadada organización mafiosa de Calabria, y a menudo tenía ‘cosas que hacer’; ella sabía que no debía preguntar sobre esas ausencias. Lo había aprendido de su madre. El padre de Anna también era de la mafia; también tenía ‘cosas que hacer’ y su esposa también evitaba las preguntas incómodas.

Pero una noche de septiembre de 2008 fue diferente. Anna trabajaba hasta tarde en el restaurante local y le sorprendió que su marido no se hubiera pasado por casa de su madre para recoger a sus tres niñas. A la mañana siguiente seguía sin dar señales de vida y empezó a preocuparse. Con el tiempo descubrió que lo habían asesinado. Su cuerpo, 16 años después, no ha aparecido. Le aplicaron la lupara bianca, el método que los mafiosos aplican a los restos de quienes infringen las normas de la familia: los sepultan en los pilares de hormigón de los puentes o los disuelven en ácido.

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Un enemigo sin piedad. Lea Garofalo (arriba, con su hija), hermana de un capo y casada con otro, Carlos Cosco (a la izquierda), contactó con Luigi Ciotti, pero él no pudo salvarla. Fue asesinada en 2009. Uno de los detonantes de la lucha del sacerdote (abajo, a la derecha, en el funeral de otra víctima) fue el asesinato del juez Falcone (abajo, a la izquierda) en 1992. /

Anna era una viuda de 29 años, pero su familia política, y también la suya, esperaba que aceptara lo sucedido. Ella, sin embargo, «estaba desesperada», recuerda. «Mi familia me tenía controlada. Sabía lo que hacía, con quién hablaba, todo. Aunque mi marido ya no estaba, tenía que acatar las normas de los hombres de la familia. Así es en la ‘Ndrangheta. Yo era de su propiedad. Quería escapar y llevarme a mis hijas, pero no sabía cómo ni a lo que de verdad me enfrentaba».

Dos años más tarde se hallaba en el supermercado cuando tuvo un encuentro fortuito que acabaría siendo su salvación. Mientras hacía cola para pagar, vio en el mostrador un folleto de Libera –una red que lucha contra la mafia– y empezó a leerlo. Mientras cargaba la compra en el coche, el tendero salió a su encuentro. «Sabía de mi historia y quería indagar si estaba interesada. Cuando le dije que sí, me dijo: ‘Dame tu número, te llamo en unos días’».

«Aunque la mafia había matado a mi marido. Yo seguía siendo de su propiedad. Quería escapar con mis hijas. Pero no tenía ni idea de a lo que me exponía», cuenta Anna (nombre ficticio)

Estoy sentado con Anna (nombre ficticio), de 45 años, en una habitación de una antigua fábrica de Turín. Entonces se abre la puerta y asoma la cabeza el hombre que la rescató. Tiene 79 años, pelo blanco y voz suave. «Estará listo en cinco minutos –dice alegremente–. Le gustarán los tallarines». En la sala contigua nos reunimos con su equipo para disfrutar de un improvisado banquete. Este hombre sencillo es sacerdote católico, se llama Luigi Ciotti y el edificio, donado por la familia Agnelli, es la base de las dos organizaciones que ha fundado durante una extraordinaria vida dedicada a los demás.

Sintecho, drogadictos, prostitutas… ayudar sin juzgar

Ciotti nació en 1945 en un pueblecito al noreste de Italia. Cuando era pequeño, su padre, albañil, y su madre, ama de casa, se trasladaron a Turín en busca de una vida mejor. A los 17 años, el jovencito Luigi decidió ayudar a los sintecho. Tres años más tarde, con el dinero de un sacerdote local, fundó el Gruppo Abele, la primera de sus dos organizaciones. Ofrecía comida y cobijo sin juzgar el estilo de vida de los necesitados.

Con 27 años ya era sacerdote, un cura atípico que trabajaba en la calle ayudando a drogadictos, prostitutas… Aún hoy se niega a llevar alzacuellos. «Me siento más cómodo con mi jersey azul», dice. Aunque la única señal de su vocación es una cruz en la solapa, es su fe lo que le impulsa. «Esta entrega a Dios es fundamental –dice–. Porque Dios no habita en el cielo, sino en la tierra; lo hallas en las personas».

El punto de inflexión se produjo en 1992, un año dramático en Italia en el que la Cosa Nostra, la mafia siciliana, asesinó a Giovanni Falcone –el fiscal antimafia de la isla– y a su mano derecha, Paolo Borsellino. Las autoridades reaccionaron con una enorme represión a la Cosa Nostra que la ‘Ndrangheta aprovechó para hacerse con gran parte del tráfico de cocaína y convertirse en el sindicato criminal más formidable del mundo.

Como la mayoría de los italianos, Ciotti estaba horrorizado por los asesinatos y decidió unirse a la lucha contra el crimen. Al año siguiente lanzó una revista antimafia a la que llamó Narcomafie. Una de las primeras historias que cubrió fue el asesinato de don Pino Puglisi, sacerdote siciliano enfrentado a la mafia y abatido a tiros. Era la primera vez que el crimen organizado atacaba a un miembro de la Iglesia. En 1995, Ciotti dio un paso más y creó Libera, la mayor red de lucha contra la mafia. Todo esto ya bastaría para asegurar a Ciotti un lugar entre los grandes y buenos de Italia. Pero hay otro aspecto aún más extraordinario. Comenzó en 2002, cuando una mujer nacida en el seno de un importante clan de la ‘Ndrangheta se puso en contacto con él.alternative textBendición papal. Luigi Ciotti, de 79 años, es sacerdote desde los 27, aunque empezó a ayudar a los demás en la adolescencia. A los 20 ya había fundado dos organizaciones de ayuda a sintecho, prostitutas y menores drogadictos encarcelados. Antes de fundar Libera y coordinar a las ONG italianas que luchan contra el crimen organizado, ya había creado una red de hospitales benéficos y fue, en 1987, el primer presidente de la Liga Italiana contra el Sida. Su labor despertó el interés del Papa Francisco y, en 2023, recibió a un grupo de mujeres huidas de la mafia gracias al padre. «Bendigo su elección y las animo a seguir. Imagino que hay momentos de miedo. Piensen que el Señor Jesús camina a su lado. No están solas».| Getty Images.

Madre de dos hijos, había caído en desgracia por frustrar el asesinato de su hermano. El Gobierno la metió en un programa de testigos protegidos, pero no logró adaptarse. Cuando contactó con el sacerdote, la mujer andaba sin dinero. Ciotti la ayudó a empezar una nueva vida. Desde entonces ha rescatado a otras cincuenta, ayudándolas a escapar y buscándoles casa, trabajo y escuela para sus hijos a cientos de kilómetros del corazón de los criminales.

Anna explica cómo se convirtió en una de las mujeres salvadas por Ciotti. El tendero que la vio mirando el folleto de Libera cumplió su palabra y pocos días después estaba sentada frente al sacerdote. «Lo primero que me preguntó fue cómo estaba –rememora–. Y me eché a llorar porque, hasta entonces, nadie se había preocupado por mí. Me dijo que no me preocupara, que él lo organizaría todo. Luego me preguntó: ‘¿Estás segura de que quieres irte? Porque, si te vas, vendrán a por ti’. Yo no entendía a qué se refería, pero él tenía claro lo que iba a pasar».

La mafia persiguió a Anna por todo el país. «Mi objetivo era proteger a mis hijas hasta que fueran adultas. Hagan lo que hagan ahora conmigo, yo ya las he liberado»

Anna empezó a preparar su fuga en secreto. Solo confió su huida a cuatro amigas que aprovecharon la noche paracargar un camión de mudanzas. Ella, mientras, metió a sus tres hijas en el coche y condujo 800 kilómetros hasta su nueva ciudad. Dejó a las niñas con una familia a la que Ciotti había contactado y regresó para rematar la mudanza. Luego cerró la casa y, sin dormir, partió de nuevo hacia el norte. Ciotti le había dicho lo que tenía que hacer a continuación: una vez fuera de Calabria, paró el coche, llamó a su madre para decirle que se había ido y tiró la tarjeta SIM por la ventanilla. Anna había logrado escapar, pero su calvario estaba lejos de terminar.

Siete meses más tarde, a pesar de que tenía otra SIM y nuevo número, recibió una llamada. Era su madre. «Me dijo que quería venir a verme y echarme una mano». Anna colgó de inmediato y destruyó la nueva tarjeta. Aquella llamada fue el anticipo de lo difícil que le iba a resultar escapar de la mafia.

Torturada y quemada durante tres días

El caso más espeluznante, sin embargo, es el de Lea Garofalo, cuya trágica historia se convirtió en una serie para Disney. Nacida también en Calabria en una familia de la ‘Ndrangheta, denunció a su marido, Carlo Cosco, después de que este matara a un rival. Acogida en un programa de protección de testigos junto con su hija, le costó adaptarse y abandonó la protección.

En noviembre de 2009, su marido la citó en Milán, donde él vivía, con el pretexto de hablar de su hija. Allí fue torturada y asesinada. Más tarde se descubrió que su cuerpo había sido quemado casi por completo en el transcurso de tres días. Tenía 35 años. El sacerdote Ciotti fue una de las últimas personas a las que vio. Según recuerda, Lea se acercó a él en Florencia. «Me dijo: ‘don Ciotti, necesito que me ayude’». Ella le contó sus planes para irse a Milán; quería que su marido le diera algo de dinero. «Le pedimos que no fuera –cuenta el sacerdote–. Pero ella dijo que si iba con su hija él no la tocaría, que le daría el dinero y la dejaría marchar».

A diferencia de Garofalo, Anna no había cometido el pecado de testificar contra la mafia, pero esto también la convertía en una pieza poco relevante para el Estado italiano y, por tanto, no le ofreció ni ayuda ni protección. Dos años después de que Anna se hubiera instalado en su nuevo hogar, tres hombres –uno de ellos, su hermano– se presentaron en el colegio de sus hijas. Alertada por la directora, Anna llamó a Ciotti. «Me dijo que cogiera el coche y que me fuera con las niñas», recuerda. Siguió su consejo y se instalaron en un nuevo piso y llevó a sus hijas a una nueva escuela. La persecución, sin embargo, no había terminado.

«Lo primero que me preguntó fue cómo estaba –rememora Anna–. Y me eché a llorar porque, hasta entonces, nadie se había preocupado por mí. Me dijo que no me preocupara, que él lo organizaría todo»

Seis meses después, Anna inscribió a las niñas en un torneo de patinaje y sus nombres aparecieron en Internet. Al poco, unos hombres se presentaron en el gimnasio en su búsqueda. Las niñas no estaban allí, pero volvían a estar en peligro. «Nos mudamos otra vez. Casa nueva, colegio nuevo, todo».

Ciotti aún tiene que librar una batalla crucial. Esta vez, con el Estado italiano. Libera lleva tiempo presionando para que se cambie el procedimiento que deben seguir aquellos que quieren cambiar su apellido. Eso podría salvar la vida de Anna y de otras personas que intentan escapar de su pasado. Hoy, los interesados deben indicar su dirección y registrar su solicitud de cambio de nombre en su lugar de nacimiento, corriendo así el riesgo de alertar a las personas de las que intentan escapar. La legislación se está tramitando en el Parlamento, aunque con lentitud.

Una mujer no puede avergonzar a la familia

Al cabo de unos cuatro meses, Anna empezó a ver a extraños merodeando por la puerta de su tercera casa y volvió a llamar a Ciotti. Esta vez las trasladó a Turín, a una comunidad cerrada para madres y sus hijos, donde estarían más protegidas. ¿Por qué la familia de Anna estaba tan empeñada en localizarla si ella no suponía un peligro real para la mafia? Todo era cuestión de orgullo. «Ellos son los hombres fuertes, los grandes jefes de una familia importante, pero yo no soy nada, una mujer; sin embargo, escapé delantede sus narices llevándome a mis hijas, su sangre. Fue una afrenta».

El trabajo de Ciotti le ha granjeado amigos en las altas esferas, como el Papa Francisco. De hecho, logró que el Santo Padre se dirigiera a un grupo de cincuenta madres y sus niños rescatados por su equipo. La reunión se mantuvo en secreto hasta que las mujeres regresaron a sus casas. Pero, inevitablemente, Ciotti también se ha granjeado enemigos poderosos. La seguridad que lo rodea es estricta, cuatro personas y dos coches.

Es reacio a dar detalles, pero la mejora de su seguridad la provocó un incidente en una conferencia antimafia en 2018, cuando la Policía tiró al suelo a un hombre que intentaba atacarlo. Se cree que el golpe fue ordenado por Salvatore Totò Riina, el célebre jefe de la Cosa Nostra, entre cuyos numerosos crímenes figuran los asesinatos de Falcone y Borsellino. Antes de su muerte, en 2017, Riina fue grabado en secreto diciéndole a un socio: «Cuando salgas, quiero que mates a ese hijo de puta». Se refería a Ciotti.

Ciotti cumple 80 años en septiembre. Hace dos se sometió a un ‘bypass’. ¿No le han dicho los médicos que vaya más despacio? «Yo no escribo mi agenda —replica—. Lo hacen las necesidades de la gente»

Ciotti cumple los 80 en septiembre de este año. Hace dos se sometió a un bypass. ¿No le han dicho los médicos que vaya más despacio? «Los médicos me dicen muchas cosas –replica–. Pero yo no escribo mi agenda, lo hacen las necesidades de la gente». Lo único que le duele es el peaje que su trabajo le hizo pagar a su madre, obsesivamente preocupada por él desde que un periódico publicara lo del intento frustrado de asesinarlo. «A partir de ahí empezó a no poder dormir. Ya sabes cómo son las madres. Se puso enferma. Tenía 74 años. Se podría decir que fue víctima de la mafia». Su padre, en cambio, pasó su jubilación ayudando en la organización. Murió a los 99 años.

Anna se prepara para irse y le pido que me cuente el final de su historia. Tras unos años en el barrio cerrado de Turín, se sintió lo bastante segura como para independizarse. También conoció a otro hombre, con el que tuvo un hijo, aunque luego se separaron. Explicarle su pasado fue difícil, sobre todo porque él era del norte de Italia. «No podía creer que mi familia, mi padre, mi madre, hicieran algo así –dice–. ¿Cómo puedes explicarlo? Es una cultura diferente».

Sus hijas, mientras tanto, han crecido: la mayor estudia Derecho y quiere ser jueza. «Su sueño es ayudar a los que han pasado por la misma experiencia que ella», dice Anna. Desde que abandonó Calabria, la ‘Ndrangheta no ha hecho más que fortalecerse, expandiéndose no solo por el norte de Italia, sino por Europa y más allá. ¿Sigue temiendo que su familia venga a por ella? «Mi objetivo era alejar a mis hijas de allí y cuidarlas hasta que fueran adultas –responde–. Eso es lo importante. Me hagan lo que me hagan ahora a mí, ya he liberado a mis hijas».


© The Sunday Times Magazine

Fuente: https://www.abc.es/xlsemanal/a-fondo/luigi-ciotti-sacerdote-libera-mujeres-hijos-mafias-italianas.html

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