La opulenta estancia, recubierta con seis toneladas de ámbar, fue un regalo de Federico Guillermo I de Prusia al zar Pedro el Grande. Su rastro se perdió en la II Guerra Mundial
I.H.V. / EL CONFIDENCIAL
Imagínese un gran salón decorado todo él con paneles de ámbar rodeados de molduras de pan de oro y de espejos…. Una estancia adornada con más de 6 toneladas de ámbar dispuesto en láminas y cubriendo una superficie de 55 metros cuadrados.
Ese derroche de opulencia y esplendor -que hoy valdría unos 240 millones de euros sólo en ámbar- existió realmente y se consideraba la octava maravilla del mundo. Se la conocía como Cámara de Ámbar y aunque fue concebida originalmente para el Palacio de Charlottenburg en Berlín, finalmente fue instalada en el Palacio Real de esa ciudad alemana.
Fue allí donde en 1716 el zar ruso Pedro el Grande la vio durante una visita de estado, y se quedó boquiabierto. Federico Guillermo I de Prusia, deseoso como estaba de forjar una alianza con Rusia frente a Suecia, decidió regalar la Cámara de Ámbar al zar. El salón fue cuidadosamente desmontado y trasladado al Palacio de Catalina, la residencia de verano de los zares situada a las afueras de San Petersburgo.
Pero llegó la Segunda Guerra Mundial y con ella la Operación Barbarroja, el plan de la Alemania nazi para invadir la Unión Soviética (que acabó fracasando y sellando el fin del Tercer Reich). Los rusos, ante la llegada de las tropas alemanas, trataron de desmontar la Cámara Ámbar y trasladarla a Leningrado para evitar que pudiera ser saqueada por los nazis. No lo consiguieron: el ámbar, después de tantos años, se había vuelto quebradizo y no había modo de quitarlo sin que se rompiera. Optaron por tratar de ocultar el suntuoso salón detrás de un tapiz.
Pero Adolf Hitler consideraba que la Cámara de Ámbar era un símbolo del orgullo alemán y estaba decidido a que regresara a Berlín. Envió un destacamento al Palacio de Catalina con la orden de llevársela. Los soldados no tuvieron problemas en encontrarla, retiraron los paneles de ámbar y se los llevaron al Castillo de Königsberg (Kaliningrado desde que en 1945 Rusia se anexionara esa ciudad) y allí permanecieron dos años.En paradero desconocido.
En paradero desconocido
Cuando comenzó a coger fuerza la posibilidad de que los alemanes perdieran la guerra, Hitler ordenó que los bienes saqueados por los nazis que se encontraban en Königsberg, incluida la Cámara de Ámbar, fueran trasladados a lugares más seguros del interior de Alemania.
Königsberg fue duramente bombardeada en 1944 por las fuerzas aéreas británicas, y en 1945 sufrió más daños causados por la artillería del Ejército Rojo.Nunca se ha sabido qué fue de la Cámara de Ámbar.
Documentos escritos por Alexander Brusov, el jefe del equipo soviético encargado de localizar las obras de arte perdidas y desclasificados hace unos años, consideran que lo más probable es que la Cámara de Ámbar resultara destruida a causa de los graves daños que sufrió el Castillo de Königsberg.
Aun así, los soviéticos siguieron buscándola mientras se sucedían las hipótesis sobre el destino que podría haber corrido la Cámara de Ámbar. Algunos lanzaban que habían sido los propios soviéticos los responsables de su destrucción y que culpaban a los nazis como arma de propaganda.
También había algunos que decían que la Cámara de Ámbar había sido cargada en el trasatlántico alemán Wilhelm Gustloff en 1945, poco antes de que en enero de 1945 ese buque fuera torpedeado y hundido por un submarino soviético. Sin embargo, los restos del trasatlántico han sido explorados varias veces sin que se encontrara ninguna evidencia de que la Cámara de Ámbar estuviera alguna vez a bordo.
En 1997, las autoridades alemanas recuperaron algunos trozos de la Cámara de Ámbar. Estaban en posesión del hijo de un soldado alemán, quien afirmó que su padre los había robado cuando la Cámara de Ámbar fue desmontada del Palacio de Catalina.
Todas las investigaciones que se han puesto en marcha para tratar de averiguar lo que ocurrió con la Cámara de Ámbar no han logrado encontrar ninguna prueba definitiva sobre su suerte o paradero. Lañultima pista apunta ha cia la localidad polaca de Mamerki, enclave donde los nazis instalaron su cuartel general en la Segunda Guerra Mundial y donde se cree que podría estar la octava maravilla del mundo. En la zona han sido encontradas recientemente tramos de vías y zonas de vagonetas, que podrían indicar que la cámara fue trasladada allí.
Sin pruebas definitivas
La explicación más probable es que efectivamente fuera destruida en Königsberg, aunque tampoco se descarta que algunas de sus partes permanezcan escondidas debajo del castillo en algún pasadizo oculto. Nunca se sabrá, porque en 1968 el entonces secretario general de la URSS, Leonidas Brezhnev, ordenó la destrucción del castillo de Königsberg, haciendo prácticamente imposible averiguar si fue escondida allí.
A cambio, en 1979 el Gobierno soviético ordenó realizar una reconstrucción de la Cámara de Ámbar basándose en fotografías y evidencias arquitectónicas. El proyecto tardó 24 años en completarse, pero se hizo. La reproducción de la Cámara de Ámbar se puede contemplar en el Palacio de Catalina en San Petersburgo. Pero el misterio sobre el destino de la Cámara de Ámbar original permanece.