
LAURA RODRIGÁÑEZ / TELVA
No soy tan mayor para vivir en la nostalgia de otros tiempos mejores, pero últimamente, cada vez que quedo, tiendo a recordar con más añoranza aquella época en la que al llegar el viernes, estaba claro el punto de encuentro pero no la hora a la que nos volveríamos a casa. Entonces, no había un orden del día para tratar un tema tras otro. Lo normal es que se pasaran horas desmenuzando cada detalle de un mismo asunto antes de pasar al siguiente. Y si el día no había dado suficiente de si para tratarlos todos, al día siguiente se repetía convocatoria. Conversar desde la calma era tan habitual como esperar a la amiga que siempre llegaba tarde en el mismo punto de encuentro donde, más de una antes, os habíais encontrado el resto. No existían las prisas, ni las alarmas.
Hace unas semanas, un amigo con el que quedamos a comer apagó una alarma en la sobremesa para despedirse. Se había puesto un recordatorio para salir pitando a otro lugar, donde tenía otra cita. En la mesa, el gesto despertó la crítica: «Para una vez que nos juntamos…». Pero el mismo juicio escondía el problema: cada vez nos encontramos menos y con prisas. Esa «cultura para ponerse al día» que dicen es el resultado lógico del síndrome de vida ocupada que asola la cultura occidental. El tiempo se cuenta de la misma manera. Que sepamos, los minutos siguen teniendo 60 segundos y las horas 60 minutos. La cuestión es que sobreagendamos experiencias. Luego si queremos hacer más cosas en el mismo tiempo, es esperable que ese tiempo lo recortemos de otros menesteres. Y ahí es cuando cometemos el error de dedicar menos tiempo a la gente que queremos y nos da la felicidad.
Volver a compartir la vida
¿Te has fijado que el tiempo deja de importar cuando la vida se siente compartida? Haz la prueba. Queda un día laborable a comer con quien más te apetezca. Con la prisa de volver al trabajo, verás que su compañía no la disfrutas igual que un sábado sin más eventos en agenda. No vamos a decirte que dejes de quedar a comer un miércoles solo porque no se trate de tiempo de calidad. Todo suma a la hora de construir un vínculo afectivo. Pero si la relación con esa persona está siempre igual de limitada, es muy difícil que se mantenga estable (mucho menos, que crezca). Si antes disfrutó de tiempos mejores -valga la redundancia-, la relación acabará por apagarse cuando las rentas de la nostalgia se liquiden. Salvo que encuentres una alternativa.
En términos de pareja, existe una conocida estrategia para no caer en la rutina encontrando tiempo de calidad para la relación. Se trata del método 2-2-2 en la que se sugiere tener una cita cada 15 días, una escapada de fin de semana cada 2 meses y unas vacaciones largas, de al menos 10 días, cada 2 años. La idea es anteponer el tiempo juntos, sin más compañía que la mutua, para reconectar y mantener viva la pasión, pero el enfoque económico empaña mucho su viabilidad. Hay gente que no se puede permitir una escapada de fin de semana cada 2 meses. Sin embargo, la superficialidad de la crítica vuelve a poner el foco en la falta de sentido común: la cuestión no es el donde ni el cuando sino la presencia, el tiempo de calidad y la compañía.
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En busca de la serenidad
Supongamos, por un momento, que no necesitamos ninguna variable más para hacer que nuestras relaciones funcionen que la presencia. Y cuando hablamos de presencia no es única y exclusivamente los encuentros cara a cara (aunque también son esenciales en el cuidado de una relación), sino la sana costumbre de mantener la atención sobre otra persona con calma que desaparece en la cultura de la Hustle (esa presión social evidente en redes que premia el estar siempre ocupado). No sé si os habéis dado cuenta, pero esa pandemia educacional que asola los colegios, donde cada vez más niños son diagnosticados de trastorno atencional asociado a ciertos niveles de hiperactividad, tiene cierta correlación con el auge del síndrome de vida ocupada en generaciones precedentes.
Como diría Gregorio Luri, necesitamos volver a elevar el virtuosismo de la serenidad, no como un simple estado emocional agradable en ausencia de problemas, sino como dominio de uno mismo. Una persona serena no es la que no siente inquietud, sino la que ha aprendido a no dejarse arrastrar por cada estímulo, emoción o urgencia. La serenidad está estrechamente unida a la capacidad de atención y de espera, dos aptitudes penalizadas en la sociedad de las prisas. ¿Cómo se puede prestar atención cuando no se encuentra el momento? Orden, en repuesta.
2-2-1 para ser feliz
Reconozco que a mis amigas las veo mucho menos de lo que quisiera. En una reciente escapada, una de ellas se mostró bastante enfadada por falta de presencia. No está en su mejor momento y necesita espacio como ella ha ofrecido al resto en otros momentos que lo hemos necesitado. Tiene razón. Vivimos en ciudades distintas, pero eso no es ningún impedimento. Este año hemos hecho la segunda versión de una escapada de chicas de fin de semana y la experiencia es tan desgarradoramente humana que, espero, podamos mantener durante muchos años. Ese es el 1 del método 2-2-1, un viajeal año. Reconozco que tiene el mismo inconveniente que el 2-2-2 para parejas, pero me niego a entregar el destino de la felicidad a la variable económica porque, si me lo permitís, para qué sino te ganas la vida si no es para disfrutarla. Invertir en tiempo de calidad con tu gente es una apuesta por tu salud. Aunque, no nos engañemos, el poder adquisitivo subyace todo. Así que de lo que se trata de minimizar el volumen. No hace falta coger un vuelo al otro lado del Altántico cada año. Un viaje también puede ser un fin de semana en la casa de una del grupo (imagina cada año rotar de hogar en hogar, como un finde de acogida) o dos días de casa rural que, según donde vayas y en qué época, igual te sale más barato que quedarte en casa.
El primer 2 del método, es una llamada cada 15 días. Y si hace falta que la agendéis para no tener que colgar antes de que contaros la última compra del super que hicisteis, se programa. Pero cada 15 días. La cuestión no es ponerse al día durante esa conversación, sino compartir un rato de charla sin prisas. Que os contéis cómo os encontráis y lo que pensáis sobre cualquier tema y tener la sensación de que aún en la distancia, estáis ahí, la una para la otra. Que os acompañéis.
El 2 del medio es para que, al menos cada dos meses, el encuentro sea cara a cara, salvo que la distancia sea insalvable y requiera de la tecnología para ver el gesto de su rostro cuando hablas. No será lo ideal, pero es la forma sustitutiva de la coexistencia física que permite cultivar el vínculo nutriendo otro sentido más, además del oído. Tocarte, que parece incluso vulgar según para quien y en qué términos, también es importante. La presencia necesita de la asistencia física para que la idea culmine su existencia. Una mano apoyada sobre otra o un abrazo calentito apacigua cualquier tipo de dolor.
Todo esto, en términos de vínculos no íntimos. Pero, una cita a solas cada 2 meses o una escapada al año con tu pareja resulta escaso para evitar la monotonía en el amor. Ya no decimos el absurdo de una llamada cada 15 días. En este caso, la versión del 2-2-1 se ajusta al vínculo con un debate/ conversación cada 2 días sobre un tema que os preocupe: familia, metas, política, espiritualidad… Con los móviles en otra habitación o en modo avión para evitar interferencias (tip aplicable en todos los casos). Una cita a solas cada 15 días, sin amigos, niños, padres y otros posibles interferentes. Un viaje al año para salir de la rutina, también solos. En las vacaciones de verano, si hay niños u otros familiares dependientes familia se complica el hecho de que el tiempo de calidad sea solo para la pareja y es muy importante que la escapada sea en plan pareja.
Si la felicidad se construye en compañía, con amigos que nos recuerdan quiénes somos y con una pareja con la que compartir algo más que la rutina, ¿cómo hemos aceptado una vida donde el afecto llega siempre con retraso? El síndrome de la vida ocupada nos ha robado tiempo, presencia y conexión. El método 2-2-1 no regala tiempo, pero sí te obliga a verlo con sentido, un valor extra que te permite vivir la vida feliz rodeándote de quienes aprecias y más te quieren.
Fuente: https://www.telva.com/bienestar/2025/12/20/6945b96102136e95418b4584.html