Por Jesús Manuel Hernández
Entre las muchas cosas novedosas de la pandemia y las redes sociales, aparte de una forma de comunicación y conocimiento de hechos y cultivo de amistades y vocaciones, Zalacaín había descubierto otra, cuyos hechos le remontaron a su época infantil.
Así como han aparecido grupos de defensores de los animales y ofrecen en adopción a mascotas, principalmente gatos y perros, sin costo alguno, salvo establecer un compromiso de cuidado del animalito.
En esas personas se ha venido desarrollando un sentimiento y espíritu de solidaridad con el mundo animal lejos del pragmatismo económico de quienes venden cachorros.
Zalacaín descubrió en la red a un grupo de personas dedicadas no a la venta de postres o cosméticos, comida casera o ropa, cursos para escribir, hablar, ejercicios físicos, meditación y un sinnúmero de actividades, nada de eso, encontró a un grupo, principalmente mujeres, dedicadas a la divulgación de la conservación, consumo y donación de hongos muy parecidos a una pequeña coliflor cuyo forma de vida es en un medio acuoso, agua o leche preferentemente, de donde se alimentan y sobreviven y dejan en su tarea un preciado alimento para los seres humanos bajo el nombre de “kéfir”.
La también llamada “leche búlgara” es una forma eficaz de bajar los gastos familiares y desechar la entrada al hogar de los yogures y probióticos industrializados. Con muy poco dinero es posible generar un litro diario de kéfir muy útil en la reconstrucción de la flora intestinal por sus bacterias saludables.
El kéfir se descubrió hace varios siglos, los campesinos del Cáucaso, la región donde se une Europa del Este con Asia occidental, se localiza entre el Mar Negro y el Mar Caspio, dejaban un odre de piel colgado atrás de la puerta de los establos donde iban acumulando la leche, con el tiempo dentro de los odres se desarrollaron los hongos alimentados diariamente con nueva leche, pronto encontraron los beneficios de las levaduras naturales.
Hoy en día las amas de casa o los varones de las nuevas masculinidades han encontrado una práctica interesante en la preparación del kéfir o leche búlgara.
Los enemigos del hongo son el calor, el metal, el jabón, el agua clorada; sus amigos, la sombra, el ambiente frio, la leche, entera o no, y la higiene.
Muchas familias poblanas han empezado a poner en práctica el hábito diario de vaciar el líquido producido por los hongos como coliflores y volver a vaciar leche fresca para alimentarlos, el kéfir se puede beber frío, en ayunas, como postre o antes de dormir y es gratis, la gente lo regala, lo da en adopción y evita las compras de los yogures comerciales.
Entre los musulmanes de Turquía se consumía mucho hace siglos, era una especie de maná, le llamaban “Los granos del Profeta Mahoma”.
Zalacaín conoció la leche búlgara de pequeño, una de las vecinas le regaló a la abuela los llamados “búlgaros”, pero algo falló en la forma de mantenerlos vivos y se murieron.
El aventurero también recordó una de las mejores recetas experimentadas para curar la resaca, la cruda, dirían de forma coloquial. Una amiga moscovita alguna noche le invitó a beber vodka, había traído algunas botellas obtenidas en la embajada de Rusia en México, las botellas con una etiqueta con un águila bicéfala, tenían un nombre impronunciable y fueron consumidas al lado de varios alimentos preparados por la rusa mientras ponía cintas de música de su país.
Se bebió mucho, se habló mucho y al día siguiente, algún malestar apareció en la mente de alguno de los invitados, la amiga rusa llamo a todos y les dijo “vengan a la casa tengo kéfir con miel para la resaca”.
Y ¡oh maravilla!, funcionó
YouTube El Rincón de Zalacaín