Yves de Villegas debuta en la novela para adultos con La salamandra desnuda, un thriller que sumerge al lector en la cultura nipona más desconocida.
Laura Galdeano / Libertad Digital
El ofuro, bañera, es un lugar central en las casas japonesas donde, tras enjabonarse y aclararse para conservar la limpieza de su agua, entran padres e hijos para bañarse juntos y contarse como ha ido el día. En cambio, el sentō, un clásico baño público separado por sexos, es más para amigos y compañeros de trabajo. «Son como nuestros bares», aclara Yves de Villegas (Santander, 1972) a Libertad Digital. El escritor, Ingeniero de profesión y profesor universitario, trabajó muchos años en el continente asiático y ha volcado esa cultura antagónica y los contrastes que definen su sociedad en La salamandra desnuda (NdNovela): «tiene una rama de thriller, con un fuerte componente erótico, con un tronco central basado en los conocimiento de la sociedad japonesa tan incomprensibles para occidente». Se le suma una oscura aventura con la Yakuza, la mafia nipona, como protagonista.
Villegas fue responsable de exportación de una empresa española en Asia y ha vivido en India, Tailandia, Vietnam, China o Japón, cometiendo algún que otro desagravio a sus ciudadanos por desconocimiento. «Servirte tu propio vaso es maleducado», pone de ejemplo. «Mi trabajo consistía en intentar hacer negocio con ellos, por lo que tenía que comprender su forma de pensar. Ellos no firman un contrato importante sin conocer a fondo a la otra persona. Eso se consigue a base de muchos viajes, muchas comidas, muchas cenas, de incluso invitarles a tu casa o viajar juntos. Creo que, aunque te cases con un asiático y paséis la vida juntos, nunca terminas de entender cómo piensan».
«En cuanto a Japón, no me gusta su cultura de trabajo o sus estrechos corsés sociales, pero me encanta su capacidad de perfeccionismo y su hedonismo, que no existen en Europa. Toda la cultura de los baños, los masajes, la música, la literatura, el teatro, el cine, todo es muy refinado», explica Villegas.
Alice es la protagonista de La salamandra desnuda. En plena crisis sentimental, personal y financiera, decide volver a su Escocia natal y dejar atrás Japón, el país en el que ha vivido los últimos tres años. Sin embargo, días antes de partir, tiene un «flechazo» con Yuriko, una enigmática japonesa con el cuerpo tatuado como los miembros de la famosa Yakuza. Alicie decide meterse en la boca del lobo. «Lo hace por ese concepto de amor a primera vista, ese flechazo instantáneo que ocurre en segundos y que yo he experimentado. Se enciende enseguida la chispa, tanto que es capaz de jugarse la vida por seguirla».
La Yakuza que dibuja el autor es muy distinta a la mafia italiana o americana. «Todas las empresas de la Yakuza están legalmente registradas y son públicamente reconocidas. Los mafiosos japoneses se tatúan el cuerpo para decirle a la sociedad que lo son, es algo muy transparente. Son los tebori, los dolorosísimos tatuajes que los caracterizan. Los mafiosos están integrados en la sociedad y presumen de cumplir una función social porque impiden la entrada de mafias chinas o rusas al país y limpian los bajos fondos de la sociedad en connivencia con la policía y con los políticos. Tienen un código de honor muy estricto y la violencia que ejercen es limitada y no contra civiles ni contra los familiares de otros mafiosos».
La presión social
A través de Yuriko, el escritor muestra la presión social a la que están sometidos muchos jóvenes -«Japón puede ser maravilloso contemplado desde fuera y si no eres mujer» (Pág. 58)- y más si se es homosexual. «En Corea, Japón y China tienen una estructura social muy distinta a la europea, tanto en lo familiar como en lo académico y social, y resulta incomprensible para la mayoría de los occidentales. El europeo que viaja a Japón se encuentra totalmente perdido ante esta red invisible de jerarquías que no logra comprender. Y esto se suma a eso de que todo aquel que se salga de la norma, de la gris homogeneidad social, es castigado. Esto pasa en cuanto a la orientación sexual, pero también en lo artístico o lo laboral. Ser original en Japón es dificilísimo».
Otro aspecto que plantea la novela es el de la industria del sexo, una de las más punteras del mundo. «Nosotros tenemos otro concepto sobre el sexo. Allí la prostitución es vista desde un punto de vista distinto al occidental, es más refinada dentro de su mentalidad, es algo totalmente natural para ellos».
Con estos ingredientes, Villegas ha escrito un thriller bastante oscuro, por momentos una novela de aventuras, plagada de conceptos culturales «que asombran al que vive allí y que se pueden convertir en una molestia o en algo extraordinario como algunos autores como Murakami o Kawabata han reflejado de una forma tan magistral en la literatura».