Este investigador asociado al Instituto Reuters y profesor en Wisconsin-Madison es uno de los mayores expertos en ‘fake news’ del mundo. «Hay gobiernos que usan la lucha contra los bulos para coartar la libertad de expresión», dice
Texto Jorge Benítez / Fotografía Bernardo Díaz / PAPEL
Lucas Graves (Nueva York, 1970) es un estudioso de la arquitectura de las noticias y de la desinformación. Este profesor de Periodismo y Comunicación de masas de la Universidad de Wisconsin-Madison es investigador asociado al Instituto Reuters de la Universidad de Oxford. Su manual Deciding What’s True: The Rise of Political Fact-Checking in American Journalist es una obra de referencia de la verificación de datos en todo el mundo y sus artículos pueden leerse en TheNew York Times, la Columbia Journalism Review y el Nieman Journalism Lab. Aunque el español de Graves es excelente, prefiere que la entrevista se haga en inglés. Quedamos con él un rato antes de su charla sobre la desinformación y sus consecuencias en un acto en la Fundación Telefónica organizado en colaboración con Learn to Check y la embajada de Estados Unidos.
PREGUNTA: Hace unos días la esposa de Noam Chomsky tuvo que desmentir que su marido hubiera muerto cuando las redes se inundaron con el rumor del deceso, algo que generó desconcierto en los medios porque no se sabía si era una noticia real.
RESPUESTA: Éste ha sido un ejemplo dramático, pero al final no resultó muy difícil de comprobar. En estos casos destaca la diferencia entre las redacciones profesionales, que verifican las noticias antes de publicarlas, y los medios que valoran más el tráfico que la verdad. A mí me preocupan más los bulos que esquivan el radar de los medios contrastados.
P: El problema es que el consumidor de información cada vez tiene menos fe en lo que lee. El último informe del Instituto Reuters desvela que este desinterés alcanza un récord histórico global. Cuatro de cada 10 encuestados reconoce evitar con frecuencia las noticias publicadas en internet.
R: El aumento en el desinterés es una tendencia muy preocupante que refleja sobre todo la sensación de vivir abrumados por un bombardeo constante de noticias , especialmente malas -¡que son muchas este año!- y la inquietud de no saber en qué fuentes se puede confiar. Es importante recordar que en internet a muchas personas les resulta difícil identificar las fuentes de las noticias que consumen y distinguir entre la información veraz y el sensacionalismo o los bulos.
P: Lo que parece claro es que las mentiras no salen demasiado caras. ‘The Washington Post’ analizó las intervenciones públicas de Donald Trump durante su mandato presidencial y detectó 30.000 mentiras. Por lo visto esta información no le quitó votos en las elecciones de 2020.
R: Piense que el objetivo del verificador del Post no era impedir que Trump mintiera, ni siquiera convencer a la audiencia de que era un mentiroso. Quiso registrar el nivel altísimo de falsedad que esconde un representante público. Es una información que se ofrece para que el lector la valore y decida si le influye o no. Estos análisis deben ser interpretados como trabajos meramente periodísticos que buscan presentar los hechos.
P: En las últimas campañas electorales han circulado vídeos manipulados por inteligencia artificial realmente impresionantes. En ese sentido, lo que me preocupa no es que los ‘deepfakes’ sean de políticos o personajes muy conocidos, ya que estos son fácilmente detectables, sino que se hagan de un funcionario o un juez. Son armas de extorsión masivas.
R: No sabemos aún su impacto. Los verificadores de datos pensamos mucho en este problema que plantea, aunque en mi opinión los deepfakes que hemos visto no han sido tan convincentes como esperábamos, aunque con el paso del tiempo es cierto que se irán sofisticando. Hay otras formas de manipulación que emplean inteligencia artificial y modelos de lenguaje que me parecen más preocupantes, como son las relacionadas con la creación de contenido falso difundido en redes sociales y el empleo de cuentas falsas.
P: La clave es si el aumento de la desinformación implica por sí mismo un aumento de su calidad.
R: Estoy de acuerdo. Piense que mucha desinformación no llega a viralizarse. La verdadera prueba de que la IA resultará útil es si nos permite cortocircuitar la popularidad de un bulo para evitar su propagación. Por eso el primer paso de cualquier verificador de datos es comprobar cuánta gente ha leído la fake news que pretende desmontar. Si esta tiene una audiencia muy pequeña no merece la pena hacerlo, ya que la propia verificación podría entrañar sin pretenderlo un aumento de su impacto, darle oxígeno y más exposición.
P: La IA es a la vez amenaza y vacuna contra la desinformación.
R: No hay duda de que sus herramientas actúan en ambas direcciones. Antes de la aparición de ChatGPT se estudió el efecto en el mundo que tendría la IA en cuanto a la difusión de noticias y cómo esta podría podría ayudar. Hay distintas empresas y organizaciones de fact checking que han desarrollado tecnologías propias confiando en la IA para identificar qué narrativas de desinformación son emergentes y cuáles tienen posibilidad de viralizarse.
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P: Encontrar la fuente de un bulo es complicado. Me preguntó a quién se debe culpabilizar. Hay expertos que incluso proponen perseguir a las empresas generadoras de IA cuya tecnología es usada para manipular.
R: Regular en relación a lo que se quiere crear, meter en problemas a personas que participan en un comportamiento creativo legítimo me parece un camino espinoso. Estamos en un mundo que aún es muy inestable. Ni siquiera está debidamente tratado el tema de los derechos de autor de las imágenes empleadas para entrenar a las IA de estas plataformas. Creo que es aún pronto para saber cuál será el régimen regulatorio eficaz.
P: ¿Hay más mentiras que antes o es que ahora se buscan más y eso engorda la estadística?
R: Es difícil comparar distintos períodos históricos, pero si, por ejemplo, nos fijamos en la historia de EEUU, en el siglo XVIII te encontrabas con la publicación de bulos tremendos sobre políticos, rumores asquerosos que eran usados para acabar con la reputación del rival. Si viera lo que se decía en la campaña de Thomas Jefferson…
P: ¿Se hablaba de su amante esclava?
R: ¡Eso al menos era cierto! Lo que sucedió es que un aliado de Jefferson llegó a difundir el bulo de que John Adams era hermafrodita. La mentira siempre ha existido, lo que ha cambiado es que ahora los medios de propagación se han fragmentado. Hemos visto un incremento de formatos informativos. Desde la televisión por cable hasta internet. En este panorama mediático tan amplio los medios tradicionales han dejado de tener el control y su papel de guardianes de la información ha desaparecido. Eso da la apariencia de que hay más desinformación hoy que en el pasado.
P: Usted considera que el ‘fact-checking’ está en continuo avance, sin embargo un artículo del ‘The New York Times’ planteaba hace unos meses lo contrario. Argumentaba con datos que el número de operaciones de comprobación de hechos se había «estancado».
R: Soy crítico con la versión pesimista presentada en este artículo que menciona, porque considero que ignora los impactos estructurales positivos que puede tener la verificación de hechos, más allá de persuadir a los lectores a rechazar la información falsa. No existe una bala mágica para eliminar los problemas del engaño político y la desinformación en internet. Creo que no hay duda de que estamos mejor gracias a las distintas organizaciones dedicadas a promover un discurso más preciso y basado en datos. El NYT recogió algunos de los conocidos retos a los que se enfrentan los verificadores, si bien ofrecía una imagen limitada del trabajo que realizan realmente cada día, de cómo ha evolucionado el enfoque de la comunidad de fact-checking para contrarrestar la información falsa y de las diferentes formas en que su trabajo puede marcar la diferencia en el mundo.
P: Rusia es una máquina de propaganda y de bulos, pero no sabemos cuál es el grado de desinformación que procede de Ucrania. Sucede en cualquier conflicto. ¿Tomar partido editorial por un bando implica una ceguera peligrosa?
R: Hay que controlar a todos los bandos y esa neutralidad es responsabilidad de los verificadores. El problema es que en estos conflictos hay mucho oscurantismo, control y falta de acceso a los escenarios para contrastar los datos. Se hace realmente difícil hacer una labor de vigilancia cuando no se disponen de recursos. Lo que sí es cierto es que siempre suele haber un bando que desinforma más que otro. En la política estadounidense también se hace fact-checking a los demócratas, pero lo que nadie discute es que Trump miente más.
P: ¿Qué papel otorga a la desinformación en las elecciones de noviembre en su país?
R: No dudo que va a haber mucha, pero no creo que las fake news lo expliquen todo ni que Trump ganara en el pasado gracias a la campaña de fake news de Putin. La desinformación importa, pero no explica todo ni influye tanto como a veces se cree. Mire, al final de la campaña de 2016 creo que la cobertura del The New York Times y TheWashington Post del tema del robo de los correos de Hillary Clinton tuvo una influencia más grande en su derrota que toda la desinformación y teorías cospiranoicas que circulaban contra ella. La verdad tuvo más efecto que la mentira. Para mí el gran problema de la desinformación es que crea sociedades que no creen en nada, escépticas y cínicas, en las que resulta muy difícil mantener la calidad democrática. Destruye la confianza social.
P: Le he leído un comentario muy interesante sobre cómo son nuestras expectativas de verificación de hechos, que usted denomina ‘modelo Scooby-Doo de responsabilidad política’. En cada capítulo de esa serie de dibujos animados el villano disfrazado de monstruo era desenmascarado y encarcelado, mientras se quejaba de que si no le hubieran descubierto, su plan habría triunfado. ¿Funcionamos así?
R: Con el modelo Scooby Doo quiero decir que hay una expectativa equivocada, pero habitual, de considerar que la publicación de una verificación por sí sola resolverá el problema de la desinformación. Los propios verificadores nunca han creído eso, razón por la cual muchos de ellos también trabajan para promover la alfabetización mediática y en fortalecer las instituciones públicas que hacen que las sociedades sean más resistentes a los bulos.
P: ¿Hasta qué punto es preocupante que un gobernante diga que va a emprender una cruzada contra las fake news? La desinformación a veces se convierte en una excusa para llevar a cabo una agenda muy poco honorable.
R: Hemos detectado que, desde 2017, en bastantes países se ha coartado la libertad de expresión con la justificación de luchar contra las fake news. Bolsonaro lo intentó y sí ha pasado en Singapur y también en India… Distintos gobiernos lo han utilizado como excusa para imponer restricciones a los medios de comunicación y al discurso público.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/el-mundo-que-viene/2024/07/05/667c5d4221efa029128b45b1.html