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El filósofo Jean-François Braunstein, contra la ideología woke: «Es una religión sin perdón en la que el hombre blanco siempre es culpable» | Papel

Este profesor de Filosofía que enseña Historia de la ciencia en la Universidad de París denuncia que los defensores de este pensamiento tienen la intención de «deconstruir» toda herencia cultural y científica de Occidente

SÉBASTIEN DOLIDON

Raquel Villaécija / Corresponsal París / PAPEL

Cuenta el filósofo francés Jean-François Braunstein (Marsella, 1953) que cuando empezó a criticar los principios de la ideología woke hubo colegas de la universidad que dejaron de hablarle. Y no lo han vuelto a hacer. Si los principales trabajos del francés profundizan sobre la ciencia y su historia, ahora acaba de publicar en España su última obra: La religión woke (La Esfera), en la que analiza de manera crítica lo que para él se ha convertido casi en una nueva fe que amenaza las democracias.

PREGUNTA: ¿Por qué quiso dedicarle un libro a la filosofía woke?

RESPUESTA: Ya había escrito un libro en el que hablaba de términos filosóficos que eliminan los límites entre el hombre y la mujer, la vida y la muerte… Ahora lo que tenemos en muchas universidades son las ideas que llamamos woke (despierto), en el sentido del «despertar de las injusticias». He querido conservar ese término, porque es una nueva visión del mundo, muy distinta a la actual, que cree que lo que importa es la conciencia, no el cuerpo. Es una idea revolucionaria, que va contra la ciencia.

P: ¿Por qué lo considera una religión?

R: Hablo de religión porque va contra la ciencia, contra el intercambio libre de argumentos y de la realidad tal y como la conocemos. Es la primera religión que se enseña en las universidades. Desde el siglo XIX, este ha sido siempre el lugar de la tolerancia y la libertad de opinión, y hoy la mayoría están dominadas por esta religión woke. Evoca lo que llamamos el «gran despertar religioso». Y es una religión sin perdón en la que el hombre blanco, colonialista, es culpable siempre de oprimir a las víctimas eternas. La libertad de discusión, la búsqueda de la verdad y el conocimiento objetivo están en cuestión. Es un ataque determinado a las luces, la herencia del conocimiento y la cultura occidental. Era mi deber de intelectual abordarlo.

P: ¿Es como si tuviéramos necesidad de religión?

R: Exactamente. Se desarrolla normalmente en los países occidentales en los que las grandes religiones tradicionales están a punto de desaparecer. La religión ha desaparecido y esta es una de reemplazo, que da una serie de esperanzas: la de castigar a los malos con la idea de que vamos a fabricar un hombre nuevo. El mundo nos mira con consternación y las dictaduras del mundo entero se aprovechan.

P: ¿En qué sentido?

R: Putin en Ucrania… China aprovecha para criticar a los americanos y los islamistas usan todos los temas del movimiento woke… Es una señal de extrema debilidad para el mundo exterior. Cuando decimos que podemos ser hombre o mujer hacemos un elogio de una propuesta que es falsa y esto hace que nuestra palabra no tenga más significado ni de confianza al otro. Hay una crítica radical de la noción de verdad, es una creencia contraintuitiva. Sobre todo el tema del género. Putin hace leyes más severas contra los homosexuales porque dice que, si no, vamos a llegar a un transgénero. Se aprovecha.

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P: ¿Es un peligro para las democracias?

R: Hay democracias en las que subsiste la religión y otras en las que ya no hay. En Francia la religión cristiana está terminada. Es raro ver hasta qué punto mucha gente dice que le da sentido a su vida. En realidad, es la ignorancia. El wokismo florece sobre una ignorancia colosal. El sistema educativo en Francia no funciona, algunos alumnos no saben ni dónde está Israel… Cuando dos activistas ecologistas tiran sopa en La Gioconda quiere decir que han perdido la noción de la belleza y ésta no tiene nada que ver con la ecología. Será peor con las redes, porque los jóvenes pasan más horas en las redes que en el colegio: Ignorancia y redes hacen que nuestra democracia esté en un mal punto.

P: ¿Cuál es para usted el aspecto más crítico?

R: Están las cuestiones sobre la raza, pero lo del género es más original: dicen que la conciencia decide más allá del cuerpo y critican muy radicalmente la biología. El aspecto hiper moderno es el transhumanista, que lleva al transgénero. La idea de que podemos liberarnos de nuestro cuerpo, que nos pesa y que no hemos elegido, y que podemos reconstituirlo a partir de la consciencia. El transhumanismo supone liberarte del cuerpo y la muerte. Lo segundo no es posible, pero en lo primero hacemos creer a los adolescentes que sí lo es.

P: ¿Cree que es una moda que pasará?

R: Es una moda, porque quieren cambiar de sexo y se comprometen con eso. Sé que en España ha sido muy discutido, pero no conozco los detalles. En la mayor parte de los casos son adolescentes que están en las redes sociales y están orgullosos de entrar en esa «nueva familia». El rol de las redes es masivo. Si eres una chica joven, blanca y sin problemas y en el colegio dices que vas a cambiar de sexo de repente tienes 10.000 followers... La conciencia cuenta más que la realidad, y ahí entramos en un mundo imaginario. Los adultos vale, pero en el caso de los jóvenes hay que parar esto.

P: Si yo le digo que soy un hombre, por ejemplo, ¿cómo reacciona?

R: Si me dice que es un hombre ¿qué debo hacer yo, si a mí la cabeza me dice que es una mujer? Hay un imaginario que ejerce presión sobre la realidad y, para los niños, es problemático que les permitamos ir en contra el conocimiento. Ataca la ciencia y supone proponer a los adolescentes una teoría que no está probada y en la que pueden reconocerse. Entramos en otro mundo y obligamos a la gente entrar en ese mundo. Hay algo mágico en eso de que yo digo que soy una mujer y eso me convierte en mujer. Y si digo que no soy ni lo uno ni lo otro, eso me convierte en binario…

P: ¿Esto pasa porque teorizamos demasiado?

R: Orwell decía que hay que ser un intelectual para decir cosas así de estúpidas. Detrás de todo eso hay una guerra general contra la realidad. Creemos que podemos acabar con ella, que lo real es algo pasado de moda… La idea de que podemos vivir en lo virtual es lo que nos vende el metaverso. Que podemos cambiar de género con un clic y eso no es la realidad. Estas tonterías no han acabado, han explosionado con el Covid, vivimos en un mundo que se ha convertido en un mundo virtual.

P: ¿Qué papel tienen las redes?

R: Son un acelerador. Porque hacen que se transmita muy rápido e insisten sobre la idea. Tras los ataques de Hamas del 7 de octubre, por ejemplo; las redes sociales han jugado un rol para darlo a conocer, pero vemos también la teoría interseccional, que ve el mundo en términos de víctima o culpable. Los universitarios woke sólo ven eso a través de ese aspecto de colonizador-colonizado. Los primeros son los israelíes, con lo que matar es un contraataque, es una respuesta legítima, y hay que descolonizar. Y ahí ya no hay mal ni bien, y el horror se justifica si es conforme al camino. Esto es algo que va contra la experiencia en un mundo civilizado. Hay muchos estudiantes que son pro Hamas, porque va en la casilla de la teoría interseccional…

P: ¿Cree que se va a extender más?

R: Algunos me decían que exageraba, pero tras lo que ha pasado con Hamas, cada vez son menos. No es algo limitado a las universidades, sino que está cada vez más presente en la enseñanza primaria y secundaria, y está muy presente en las grandes empresas, con la idea de la inclusión. Cuando está la idea de que hay que fichar a la gente, no en función de los méritos, sino de su raza. Está en los medios y la política. Es una verdadera amenaza para las democracias que no van bien, y hay gente que se sirve de estas debilidades. Hay muchos LGTBI, por ejemplo, que apoyan a Hamas, pero si van a Gaza, serán asesinados en el mismo momento. Hamas se sirve de esta idea para intentar de minar nuestra democracia.

P: En esta teoría hay ideas, como la lucha contra el patriarcado. ¿Es feminista?

R: No. Porque los militantes woke no quieren que hablemos de mujeres, porque discriminaría a los transexuales, por ejemplo. Por eso no hablan de mujeres embarazadas, sino de personas embarazadas. No es feminismo, es una invisibilización de la mujer. Las feministas históricas no son favorables a esto, porque supone que hablar de mujeres es ofender a los trans hombres convertidos en mujeres.

P: ¿En un intento de eliminar las discriminaciones elimina el género?

R: Es que es una doctrina de la eliminación universal. Intentamos borrar todas las diferencias, porque son consideradas como discriminaciones, cuando el mundo es diverso y eso es lo bueno. Es un mundo virtual, sin profundidad, de una sola dimensión.

P: Tiene que ver mucho con la identidad…

R: Se basa en eso, en grupos: el grupo trans, el de la raza negra o blanca… No existimos si no formamos parte de un grupo. Es una doctrina identitaria (de raza, género, colonial o colonizado…) en la que todo el mundo se presenta como parte de un grupo. Pero somos individuos autónomos y no tenemos que estar asignados de esa manera a un colectivo. Porque eso creo que es una doctrina casi tribal, porque nos asigna a un grupo de base.

P: Es una religión basada en poner etiquetas a todo, ¿no?

R: No deja de poner etiquetas. Yo soy blanco y como blanco, soy colonialista o racista. En EEUU los asiáticos están mal considerados porque se supone que triunfan más o los judíos son considerados como súper colonizadores. Poner etiquetas es lo que es catastrófico, porque todo es más complicado que otorgar asignaciones y eso es lo que empobrece el mundo. A priori, sus proclamaciones son simpáticas: criticar las discriminaciones raciales, la transfobia… Pero hacen lo inverso, radicalizan las posiciones.

P: Dice que es una doctrina elitista…

R: Se vive sobre todo en el mundo universitario, pero todos los jóvenes que han estado formado en un «campus» (el académico, el de los medios, el de las redes…) están formados en esto. Un hombre ordinario, en una institución, ya no puede decir cualquier cosa. Un profesor joven que diga lo mismo que yo no tendría nunca una plaza. Son gente muy militante y el problema es que enfrente no hay otros militantes. En las universidades tradicionales había gente de izquierda, de derechas o de centro. Ahora mismo no hay mucha gente enfrente y son muy hábiles, pequeños grupos muy organizados, en las facultades y empresas.

P: Parece que en la religión woke podemos elegir todo, pero no podemos elegir no ser woke...

R: Exacto. En las universidades hay diversidad física, pero piensan todos lo mismo, y eso es lo raro. Por eso hablo de religión, porque lo es en el sentido de que no puedes discutir. Ninguno de mis colegas han querido discutir esto conmigo. Porque piensan que soy reaccionario, blanco, colonialista, etc. Hay gente que conozco desde hace 30 años y no me habla..

P: ¿Vamos hacia un pensamiento homogéneo?

R: Puede haber mucha gente que piense una cosa y diga otra. Es como una dictadura, a fuerza de pensar una cosa te la acabas creyendo, y acabas en el pensamiento único.

P: Usa en el libro el lado cómico, cuando habla, por ejemplo, de que un día podemos tener «matemáticas pacifistas»…

R: El humor no se aprecia mucho en el wokismo. El humor es una manera de criticar, pero ellos no lo ven. Por eso digo que no es una buena religión, porque esa es aquella en la que podemos reírnos y aquí no se puede. Creo que hay un lado absurdo en todas esas teorías. Siempre he pensado que iba a durar y ahora estoy más convencido. La gente no tiene religión y eso les hace la vida interesante. A falta de religión tenemos eso.


LA RELIGIÓN WOKE

Jean-François Braunstein

La Esfera de los Libros. 288 páginas. 21,90 euros. Puede comprarlo aquí


Fuente: https://www.elmundo.es/papel/el-mundo-que-viene/2024/02/15/65c4f8bb21efa0e1728b458f.html

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