Las andanzas del filósofo con su mujer por la geografía de ocho grandes escritores fueron recogidas en un libro que invita a seguir sus pasos
MANUEL LLORENTE / EL MUNDO
Una vez que se ha viajado a través de un libo hay quien prefiere, como postre, conocer la casa, la tumba o las calles por las que deambulaba el escritor que nos ha puesto en vilo. Fernando Savater y su mujer, Sara Torres, emprendieron varias aventuras por los mundos de ocho autores que admiraban. Esas andanzas buscando el aroma perdido se reunieron en Aquí viven leones. Viaje a las guaridas de los grandes escritores (Debate).
«Nadie pone en duda que el paisaje urbano o natural donde ha vivido un autor marca necesariamente su obra, aunque a menudo no sea explícito», dice el filósofo e inquieto profesor Fernando Savater (San Sebastián, 1947) en el prólogo. «El barrio de Palermo o los arrabales de Buenos Aires no son iguales para los amantes de Borges que para los demás, y pasear en Londres por Bloomsbury no es sencillamente hacer turismo sino recorrer páginas inolvidables de la literatura inglesa contemporánea, a poco que uno haya leído a Virgina Woolf y Lytton Strachey. ¿Fetichismo? Pues adelante con el fetichismo».
William Shakespeare, Ramón María del Valle-Inclán, Edgar Allan Poe, Giacomo Leopardi, Agatha Christie, Alfonso Reyes, Gustave Flaubert y Stefan Zweig fueron los ocho nombres elegidos. Cada capítulo está condimentado con anécdotas, curiosidades y referencias a los libros de este o aquel. Por ejemplo, el dedicado a Leopardi, titulado El glorioso desventurado, Savater lo inicia de esta guisa: «Fue raquítico, jorobado en la espalda y en el pecho, asmático, siempre enfermo del estómago, de las articulaciones, de los nervios, casi ciego al final de su vida (…) Se enamoró del amor varias veces, aunque parece que nunca tuvo la rara suerte de dormir abrazado a una mujer».
Traza luego la trayectoria literaria de Leopardi (1798-1837), quien viajó para encontrar marido para su hermana, escribió una suerte de diario intelectual que dio en llamar Zibaldone (alcanzó las 4.000 páginas) y gustaba subir por las laderas de lava encallecida del Vesubio. El libro incluye una fotografía de la villa delle Ginestre, donde se hospedó y escribió el poeta, otra de su tumba, la Torre del Passero Solitario en Recanti que mencionó en un poema.
Curioso personaje Leopardi, que tanto amó y sufrió. Sólo así puede escribirse esto: «La idea de la felicidad es siempre un engaño. Todas las ilusiones, las maravillosas y coloreadas ilusiones, son engaños; y sin embargo constituyen la parte esencial de nuestra existencia, sin la cual no nos quedaría sino morir».
Demos un salto a la Francia de Flaubert (1821-1880), de quien este año se conmemora el bicentenario de su nacimiento. Ahí aparece Savater, delante del pabellón de Croisset donde el autor de Madame Bovary vivió, leyó y escribió buena parte de su obra, «a las puertas de Ruán, a orillas del Sena, una bonita casa del siglo XVIII con un hermoso jardín que desciende hasta el río». Dice Savater que ya no existe la mansión ni gran parte del jardín, «aunque aún puede situarse más o menos el gueuloir, el paseo entre árboles que recorría vociferando los paisajes que acababa de escribir para ver cómo sonaban».
Savater nos conduce por las habitaciones intelectuales de Flaubert con apuntes sueltos, precisos, certeros como este: «todo el talento de escribir no consiste a fin de cuentas más que en la elección de las palabras», retazo de una de las tantas cartas que escribió a su amiga Louise Colet y donde relató tanto sus sinsabores literarios como el confinamiento al que él mismo se aplicó cuando no viajaba por Bretaña u Oriente.
El cuarto donde nació Flaubert, la residencia de Gefosse donde pasó temporadas juveniles, la playa de Trouville que frecuentó… Savater ante la fachada de una farmacia en Ry, el pueblo que se supone inspiró el Yonville de Madame Bovary. Y una tumba de la inspiradora involuntaria de Madame Bovary. Estas fotografías nos acercan, nos dibujan el mundo del escritor epiléptico que se inspiró en una crónica de sucesos para retratar el alma de una mujer que forma parte de nuestra vida. Escribe Savater: «Se la sugiere el patético destino de un antiguo alumno de su padre [cirujano], Eugène Delamare, médico en la pequeña localidad de normanda de Ry, casado en segundas nupcias con Delphine Couturier, que lo engañó para suicidarse luego con veneno. El doctor Delamare murió de pena poco después».
Shakespeare. Un dormitorio con una cama con dosel de telas verdes y rojas, almohadones blancos, velas, una bacinilla (de esmalte o de cerámica, no se aprecia en la fotografía), el Globe, un balcón de Romeo y Julieta en Verona, un busto del Bardo junto a una ventana de cristales emplomados, la lápida con estas letras que él mismo escribió: «Amigo, por el amor de Dios abstente/ de perturbar el polvo que aquí se guarda,/ bendito sea quien respete estas piedras/ y maldito quien toque mis huesos«.
Parecido con Poe: su casa museo en Amity Street en Baltimore (EEUU). Fernando Savater y Sara Torres en la casa del Bronx, una instantánea de la cocina, la tumba. O la fachada del hotel donde Agatha Christie desapareció (hoy se llama Old Swan) durante 11 días. Un cliente la identificó tras ver la foto en la portada de un periódico. Se había inscrito con el nombre de la secretaria con la que su marido tuvo algo más que un affaire. Todo muy al estilo de Hércules Poirot. Vida y literatura siempre mezcladas.
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2021/07/30/61028b92fdddff98838b469c.html