En entrevista exclusiva con La Silla Rota, el filósofo y escritor Luis Muñoz Oliveira reflexiona, a propósito de su nuevo libro “No Puedo Respirar”, sobre la moral, la política y la igualdad, en la sociedad contemporánea.
MIGUEL PÉREZ / La Silla Rota
En un mundo cada vez más globalizado, con saturación de mensajes enviados y recibidos vía redes sociales o mensajería electrónica, la reflexión sobre temas tan íntimos como la libertad, los valores, la moral, parece quedar rezagada para mejores tiempos. De ahí que el filósofo y escritor Luis Muñoz Oliveira se diera a la tarea de abordar estos y otros conceptos en su más reciente obra: “No Puedo Respirar. Un ensayo sobre la igualdad”.
El autor plantea diferentes enfoques sobre la igualdad desde la perspectiva de la política y la democracia dentro de la sociedad contemporánea y lo hace con una claridad de expresión que se ve reflejado a lo largo de las 126 páginas del libro.
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La génesis del título se encuentra en un momento trágico, un grito de agonía que resonó en los corazones de miles de personas alrededor del mundo en mayo de 2020 cuando se conoció el asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, con su desesperado «No puedo respirar» repetido en una veintena de ocasiones mientras el agente que lo retenía le ponía la rodilla sobre su garganta. El hecho catalizó una reflexión más amplia sobre la desigualdad y la injusticia en la sociedad contemporánea.
“Es un título fuerte, pero yo estaba escribiendo un ensayo y cuando sucedió eso encontré el título, que es difícil, pero me pareció que así tenía que ser”, explica a La Silla Rota, L. M. Oliveira, como es identificado en sus obras el autor de “No Puedo Respirar”.
Estamos ante la decadencia de los valores morales, dice Muñoz Oliveira
El libro editado bajo el sello Taurus no es simplemente un repaso de los eventos actuales, sino un viaje por los intrincados laberintos de la igualdad y la moralidad. Oliveira, doctor en filosofía, explora la idea de la igualdad básica, un concepto fundamental que subyace a todas las demás formas de igualdad. A través de ejemplos concretos de los últimos cinco años, el autor desentraña complejos temas filosóficos y éticos, haciéndolos accesibles para el lector común.
“El lector se va a encontrar historias recientes, de los últimos cinco años, que son los años en los que estuve escribiendo el libro, que tomo para ejemplificar algunos asuntos que ayudan a explicar la igualdad. La igualdad es un concepto muy manoseado porque es una aspiración humana y entonces, pues no hay político que no pretenda defender la igualdad en algunas cosas
“Pero la verdad es que la igualdad básica de la que yo hablo está un paso antes de esas otras igualdades. Es decir, ese es el fundamento de esas otras igualdades, es un horizonte, es algo que queremos alcanzar, es una idea por alcanzar”, explica Oliveira en entrevista en el estudio de La Silla Rota.
Uno de los aspectos que más hacen reflexionar al lector es el análisis que hace sobre la «recesión moral», un término tomado de Guillermo Hurtado, que describe la decadencia de los valores morales en la sociedad contemporánea. Oliveira sostiene que esta recesión moral se manifiesta en una creciente falta de empatía y consideración hacia los demás, lo que socava los cimientos de una sociedad justa y equitativa.
“Yo tomé la idea pensando: así como hay recesiones económicas creo que tenemos una recesión moral. Es decir, en vez de ir creciendo la vida moral de nuestra república y de nuestro país, lo que estamos viendo es una descomposición en muchos niveles, pero uno muy importante es la descomposición moral.
“Las personas cada vez menos piensan en el otro, lo cual las lleva a cada vez pensar en sí mismas. Y eso está muy bien, digo, cada quien tiene que esforzarse y tratar de hacer lo que hay que hacer la vida, pero no pisoteando a los demás. Hay unos límites muy claros de qué podemos hacer y qué no podemos hacer”, explica.
El estado ha fallado a las generaciones más jóvenes
Oliveira se mueve como pez en el agua al hablar del tema. Dice que la evolución de la educación moral en la sociedad recaía tradicionalmente en manos de la familia y la religión pero que esta educación ha perdido terreno en un mundo cada vez más secularizado y diverso. Explica que todavía lo mantienen algunas partes de la sociedad, pero ya no es el cura el que enseña lo correcto o lo incorrecto.
“Las familias también han ido perdiendo un poco el sentido porque no sabe muy bien cómo abordarlo y el Estado y la educación pública no ha ocupado el lugar que tendría que ocupar”, dice Oliveira. El Estado, sugiere, ha fallado en llenar este vacío, dejando a las generaciones más jóvenes sin una brújula moral clara.
Pone como ejemplo la denominada Cartilla Moral de Alfonso Reyes que relanzó el presidente Andrés Manuel López Obrador al inicio de su sexenio, pero que, critica, se la dieron a la iglesia evangélica para que los evangélicos fueran enseñando ética a las personas.
Interrogado sobre el papel de la tecnología en la esfera pública, destacando tanto sus beneficios como sus peligros, L. M. Oliveira dice que, si bien la revolución digital ha democratizado el acceso a la información, también ha exacerbado la polarización y el extremismo. Aboga entonces por un retorno a la transigencia y la deliberación democrática como antídotos contra la discordia y la desinformación.
“Sí hay esperanza frente a la pérdida de valores”
Frente a este panorama, La Silla Rota pregunta al escritor y filósofo si hay esperanza de recobrar la libertad, la moral, la ética.
“Si no hubiera esperanza tendríamos que estar pertrechado y ahí conseguir metralletas y encerrarnos en un castillo o en una cueva. La verdad es que por más que la realidad del mundo y de México es bastante alarmante, la sociedad sigue funcionando, más o menos, pero seguimos funcionando. Tenemos confianza en los demás hasta cierto punto, entonces, tampoco es que estemos en las ruinas absolutas”, afirma.
“La transigencia es fundamental para construir ideas de construcción social juntos. La concordia, la famosa concordia. Pero hemos ido transitando, no sólo México, el mundo, a la discordia absoluta, porque la discordia es útil políticamente y también vende; sin embargo, las consecuencias de eso son dramáticas. Pero volviendo a la esperanza, claro que hay esperanza. Lo que tenemos que hacer es acudir a las ideas”, sentencia.