Isabel Margarit y Ana Echeverría revisan la amplia gama de recursos a disposición de los romanos cada vez que deseaban brillar en público con la mejor versión de su propia imagen
ISABEL MARGARIT / ANA ECHEVERRÍA / PODCAST HISTORIA Y VIDA / LA VANGUARDIA
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En la antigua Roma, el gusto por la moda, la belleza y el aseo personal se contaba entre las prioridades de los ciudadanos. De hecho, dejó un rastro que puede seguirse muchos siglos más tarde. Como en el Renacimiento, cuando se reinventa el talle alto de las túnicas femeninas, o en la Gran Bretaña del siglo XIX, en que el estilo Regencia vuelve a evidenciar la influencia latina, tendencia que la serie Los Bridgerton ha resucitado esta temporada. Roma, de un modo u otro, siempre vuelve.
Tan importante era la ostentación en la antigua república del Tíber que las mujeres ricas se manifestaron para derogar la Lex Oppia, que limitaba su derecho a vestirse como quisieran o a desplazarse en carruajes. Las matronas lograron su objetivo: ejercer un control personal sobre sus propias joyas. ¿Pura frivolidad? Seguramente no. Los objetos de valor constituían un ornamento y, a la vez, un tipo de inversión. Su propiedad aportaba un seguro por si llegaban malos tiempos.Escucha también
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El impacto de la cultura posterior ha hecho que tengamos con frecuencia una imagen falseada de la moda de la época. En los péplums, por ejemplo, las mujeres nobles aparecen con trasparencias en lugares públicos (en pintura, ahí tenemos el ejemplo de Alma-Tadema encabezando este artículo). En realidad, la mujer romana, sobre todo si era respetable, debía atenerse a los límites del pudor como norma de etiqueta.
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A los romanos les encantaba vestir con elegancia. Algunas prendas, las teñidas de púrpura, otorgaban prestigio, pero tenían un precio prohibitivo. Los más adinerados podían permitirse la extravagancia. Sin embargo, no todo eran ventajas: el tinte provocaba un olor a marisco que no desaparecía con facilidad.
Suerte que existían formas de combatir los aromas molestos, desodorantes con esencia de rosas, cálamo o jengibre. Para un romano era fundamental oler bien, o al menos no oler mal. La higiene tenía una importancia básica. Por eso, las termas o baños públicos adquirieron un desarrollo tan extraordinario.Lee también
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La principal manzana de la discordia en las polémicas sobre las termas fueron las mujeres. En un principio, las romanas disfrutaban de libre acceso y podían mezclarse con los hombres. Pero al parecer esto daba pie a encuentros eróticos, para escándalo de algunos.
Adriano intentó instaurar horarios distintos para cada sexo. Otros emperadores tomaron medidas parecidas, aunque todas resultaron inútiles, hasta que un concilio prohibió tajantemente la entrada de mujeres a las termas.
Los romanos se depilaban, generalmente con pinzas, con piedra pómez o con productos abrasivos a base de arsénico. En esto se parecían a nuestra sociedad, y también en el ideal estético masculino. De un hombre se esperaba que fuera musculoso y luciera un saludable bronceado, que muchos acentuaban tomando el sol desnudos en los baños.
Las mujeres, en cambio, debían ser muy blancas. Se desconoce si se pintaban los labios, pero sabemos que se maquillaban otras partes del rostro. Para blanquear la piel recurrían a polvos de tiza o a peligrosas cremas con plomo, pese a que los médicos de la época ya sabían que esta sustancia era tóxica.
Tratamientos ‘antiaging’
La edad también era un caballo de batalla para las romanas. Se cuidaban la piel con cremas exfoliantes, hidratantes y antiarrugas. Se elaboraban con miel, aceite de almendras, grasas animales (era muy apreciada la de cisne) y algún ingrediente no tan apetecible, como excrementos de cocodrilo.https://lavanguardia-github.github.io/hyv/banner-hyv-tv-2b.html
Y si las arrugas eran la pesadilla de las romanas, la maldición de los romanos era la calvicie. Se consideraba un signo de mala salud y debilidad, pero no estaba bien visto camuflarla con pelucas. Se dice que Julio César la disimulaba luciendo siempre que podía la corona de laurel, a la que tenía derecho gracias a sus triunfos militares.
Isabel Margarit, directora de Historia y Vida, y la periodista Ana Echeverría Arístegui nos recomiendan para saber más el canal de Youtube de Janet Stephens, una peluquera especializada en recreaciones históricas. Y, para leer, dos grandes obras también en inglés: Roman clothing and fashion, de Alexandra Croom (Amberley, 2010) y Cosmetics and perfumes in the Roman world, de Susan Stewart (Tempus, 2007).
Fuente: https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-antigua/20220526/8290498/episodio-20-podcast-lv-belleza-higiene-roma.html