FRANCISCO CARRIÓN / El Cairo / LOC / EL MUNDO
Su presencia es ubicua en el reino sobre el que gobierna sin titubeos. El príncipe heredero Mohamed bin Salman (35), líder de facto de Arabia Saudí, ya no solo asoma en los retratos públicos o los medios de comunicación estatales. También marca tendencia en la moda, un campo en el que -como el resto de áreas- sus movimientos no están exentos de polémica.
El instante que se ha convertido en viral sucedió hace unos días, durante la participación del futuro rey en el Consejo de Administración del Fondo de Inversión Pública, el fondo soberano local con 320.000 millones de dólares en activos que ha cerrado millonarias compras en tiempos de pandemia. El treinteañero apareció en la reunión con una chaqueta sin mangas de tonos tabaco y esmeralda que despertó la curiosidad de los internautas.
En cuestión de horas, el interés por la prenda escaló hasta las primeras posiciones de las búsquedas en la página saudí de Google. Entonces quienes localizaron el objeto descubrieron con sorpresa la procedencia del abrigo y su precio. La chaqueta figura en la colección otoño-invierno de Franck Namani, una exclusiva boutique británica con sucursales en París y Ginebra. Se vende a 24.000 ríales saudíes (unos 5.400 euros) en la tienda virtual de la firma, solo accesible previo registro.
Según la prensa saudí, el repentino arrebato de los súbditos locales provocó el fin de las existencias de la prenda y problemas técnicos en la página web, que aún hoy continúa en mantenimiento. Sus seguidores han ensalzado su gusto mientras que otros internautas han denunciado el precio como un exceso más del príncipe heredero. «Con ese dineral podría pagar mi alquiler de todo un año», ha deslizado una tuitera que se declaraba partidaria de su alteza.
No es la primera vez que los dispendios de Bin Salman se convierten en objeto de crítica pública. La delicada situación económica del país, agravada por el coronavirus y la drástica caída del precio del petróleo, ha acompañado en los últimos años su meteórico ascenso. Y, a pesar de las políticas de austeridad impuestas a sus súbditos, su tren de vida no se ha detenido. Hace más de un lustro adquirió el Serene, un yate hasta entonces propiedad de Yuri Shefler, un magnate ruso, por 500 millones de dólares. En 2015 también se hizo con la mansión más cara del mundo, un palacete situado a las afueras de París valorado en 300 millones de dólares (unos 275 millones de euros).
El pasado septiembre un libro desveló un pasaje que también retrata su pasión por la buena vida. En el verano de 2015 el joven celebró una ostentosa fiesta en Velaa Private Island, un resort de superlujo ubicado en una isla privada de Las Maldivas. Bin Salman alquiló por completo la propiedad durante un mes para evitar miradas ajenas y regó a la plantilla del establecimiento, unas 300 personas, con un bonus de 5.000 dólares -la mita de su salario anual- con el objetivo de garantizar que mantenían la discreción exigida y cumplían con la prohibición de llevar teléfonos móviles a la isla. Fueron 150 mujeres y algunos de los artistas más reconocidos del momento.
Desde que su padre, el actual rey Salmán (85) le catapultara, Bin Salman ha forjado un legado controvertido, marcado por la brutal guerra civil en Yemen que exacerbó la campaña de bombardeos saudí; el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul; o la persecución contra otros miembros de la vasta familia real saudí o cualquier atisbo de disidencia.
Fuente: https://www.elmundo.es/loc/casa-real/2021/02/01/6013ea0dfdddff4a9a8bfbcd.html