Ha sido detenido en una clínica de Palermo. Condenado a cadena perpetua por decenas de asesinatos, era el fugitivo más buscado de Europa y uno de los criminales más peligrosos del mundo
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ÁNGEL GÓMEZ FUENTES / ABC
Era el último ‘boss’ siciliano, el «jefe de jefes» de Cosa Nostra, un sanguinario con medio centenar de homicidios a sus espaldas, el fugitivo más buscado de Europa y uno de los criminales más peligrosos del mundo. Matteo Messina Denaro, 60 años, huido de la justicia desde hace 30 años, ha sido arrestado por los Carabinieri del Ros, un departamento especial de este cuerpo militar. Messina Denaro, conocido también como Diabolik, ha sido detenido en la clínica privada Maddalena de Palermo, noticia con la que abren esta mañana todos los medios informativos de Italia.
Hijo del jefe mafioso de su ciudad natal, Castelvetrano (provincia de Trapani, Sicilia) aliado histórico de los Corleonesi de Totò Riina, huyó de la justicia en el verano de 1993, cuando en una carta escrita a su novia de entonces, Angela, tras las masacres mafiosas en atentados en Roma, Milán y Florencia, le anunció el comienzo de una nueva vida. «Sabrás de mí, me pintarán como un demonio, pero todo son falsedades», le escribió Messina Denaro, dando a entender que sabía que, poco tiempo después, su nombre sería asociado a una serie de atentados.
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Durante años, centenares de policías han estado investigado con el fin de detenerlo. Hoy llegó el final de su escapada. El tiempo en el que ha sido fugitivo constituye casi un récord, como el de sus fieles aliados jefes de la mafia, Totò Riina, que escapó esposado y estuvo escondido durante 23 años, y Bernardo Provenzano, que logró evitar la prisión durante 38 años.
Messina Denaro fue condenado a cadena perpetua por decenas de asesinatos, incluido el del pequeño Giuseppe Di Matteo, hijo de un arrepentido de mafia. El niño fue estrangulado y disuelto en ácido tras casi dos años de cautiverio. Messina Denaro fue condenado por un tribunal de Caltanissetta (Sicilia) a cadena perpetua en rebeldía por ser uno de los responsables de los atentados de Palermo, la capital siciliana, que costaron la vida a los Giovanni Falcone y Paolo Borsellino y sus escoltas en 1992. Por estos asesinatos que conmocionaron a Italia aún no había sido procesado. El jefe de Cosa Nostra era entonces Totó Riina, apodado «La Bestia», un criminal responsable de decenas de asesinatos. Su hombre de confianza era Matteo Messina Denaro, quien a la muerte del corleonés Riina, fallecido el 17 de noviembre 2017 en la cárcel, se convirtió en el sucesor como jefe de Cosa Nostra.
‘Personaje invisible’, tiene una hija a la que nunca ha visto
Messina Denaro estaba considerado hasta hoy un personaje invisible. Tiene una hija y nunca la ha visto. Se sabe que fue un amante del lujo y de las mujeres, misógino, un asesino despiadado capaz de ordenar homicidios de jueces que eran héroes nacionales, como Falcone y Borsellino, o cometer asesinatos por banales celos. Por su delgadez, lo llamaban «u Siccu» (el seco), con mirada marcada por un ligero estrabismo. Él se colocó el apodo de «Diabolik». Testimonios mafiosos han referido que se hizo cirugía plástica en Bulgaria y que se operó el estrabismo en la clínica Barraquer de Barcelona.
Messina Denaro es el mafioso más rico de Cosa Nostra. En el proceso que condenó a Messina, el excapo Antonino Giuffrè ha descrito a «la mafia del trapanese -la de Messina Denaro- como la más fuerte, hasta el punto de convertirse es un punto de encuentro entre los países árabes, América y la masonería».
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El gran jefe de la mafia había acumulado un tesoro, que gestionaba con generosidad como estrategia de administración de su enorme poder. Quiso ser invisible para no hacer ruido y así tutelar mejor sus intereses económicos y los de Cosa Nostra. Denaro Messina era un como fantasma. Pero gestionaba con tranquilidad una impresionante red oculta, que ha contaminado sectores productivos, con intereses desde el norte de Italia hasta Sicilia. Era el auténtico rostro de la mafia: No se conoce su cara, ni su voz ni sus huellas digitales; era invisible. Su detención era un gran desafío para el Estado, que hoy puede cantar victoria.