¿Cómo logramos retener aromas específicos de nuestra infancia hasta reconocerlos décadas después? ¿Tenemos un almacén de perfumes con frascos bien cerrados para que nada se escape?
ACyV
De los cinco sentidos humanos, sin duda, el olfato es el más enigmático. No hay explicación alguna para que haya pasado desapercibido en la historia. Tal vez sea porque no se extiende a lo largo de nuestro cuerpo como el tacto, o porque no ofrece esa sensación de dominio del entorno, propia de la vista. En cualquier caso, esta capacidad ha formado parte vital de nuestra supervivencia desde siempre, y perderla (que se lo digan a quienes tras pasar el Covid-19 la han notado mermada) supone ciertas dificultades.
Aunque es cierto que la trascendencia de los olores se estudia desde hace cientos de años, su relación con la mente humana sigue siendo un gran misterio, más aún cuando se trata del recuerdo que dejan, de su permanencia en nuestra memoria. ¿Cómo logramos retener aromas específicos de nuestra infancia hasta reconocerlos décadas después? ¿Tenemos un almacén de perfumes con frascos bien cerrados para que nada se escape? ¿Somos capaces de recordar todos los olores o solo algunos?
La ciencia del olfato es una rama relativamente nueva entre las disciplinas que se encargan de estudiar los sentidos. Sin embargo, ya ha detectado grandes avances en el camino a conocer cómo funcionan los olores una vez que atraviesan las fosas nasales. A través de un estudio reciente, un grupo de investigadores de la Universidad de Kyushu ha encontrado pistas sobre todo esto en una proteína conocida como BMPR-2.
Un mito generalizado
Se trata de una proteína que regula la estabilización selectiva de la ramificación neuronal, o lo que es lo mismo, se encarga de mantener un equilibrio generativo del conjunto de neuronas de nuestro organismo mientras este continúa su proceso de desarrollo. De esta forma, resulta ser la encargada de fortalecer las conexiones asociadas con un olor específico durante el desarrollo temprano.
El estudio, publicado en la revista Cell Reports, ha demostrado que esta es la manera en que se retienen los olores en la mente humana: Gracias a la proteína BMPR-2, algunos olores se «fortalecen», y es por ello que se quedan asociados a ciertas estructuras neuronales.
La idea de que los humanos tienen un mal sentido del olfato es un mito generalizado, como recuerdan desde el portal de ‘Psychology Today’: «Durante mucho tiempo, los científicos creyeron que el cerebro solo podía diferenciar aproximadamente 10.000 olores. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que las personas pueden reconocer hasta un billón de olores (mucho más cerca del medio millón de tonos y millones de colores que se dice que los humanos pueden detectar)».
La revolución de la ciencia del olfato
En 2004, los científicos estadounidenses Linda B. Buck y Richard Axel recibieron el premio Nobel de Medicina por revolucionar, precisamente, esta área de estudio. Fueron ellos los primeros en aprovechar la metodología molecular existente para determinar un funcionamiento que no se entendía bien. A grandes rasgos, descubrieron los receptores olfativos y la organización del sistema olfatorio. Esto es, la existencia de más de mil genes que llevan a cabo dicha labor.
Los receptores olfativos son capaces de reconocer y memorizar más de diez mil diferentes olores. El hallazgo de estos receptores redefinió la manera de entender al olfato y lo colocó en el centro de la discusión científica. Ahora, con más datos y más información, el puzzle parece más evidente, aunque aún queda trabajo por delante para seguir descubriendo el poder de este sentido.
Un sentido que, además, conocen bien las marcas creadoras de moléculas olfativas y las que fabrican tu perfume favorito o las que procesan alimentos y bebidas. El olor es una increíble herramienta de mercadotecnia.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2022-04-28/misterios-olfato-como-guardan-olores-cerebro_3412814/