Por Fernando Manzanilla Prieto
Sin duda la pandemia ha acelerado el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) en nuestra convivencia cotidiana. El trabajo desde casa y las relaciones virtuales hoy son una realidad. La pregunta es ¿cómo afectarán las TICs nuestra vida democrática? ¿Cuáles son los retos políticos que nos imponen como sociedad?
Un reciente estudio sobre los retos de las sociedades cada vez más interconectadas (Ford, E., 2019) advierte que, con la llegada de la Internet y las TICs, por primera vez en la historia la humanidad ha logrado un nivel de conectividad que abre la posibilidad de que cada individuo que habita este planeta pueda expresar su voz y ser protagonista del cambio.
Se trata de una nueva forma de empoderamiento social y político del ciudadano nunca antes visto, que genera nuevas formas de acción colectiva a partir de esquemas innovadores de participación, cooperación y colaboración. La llamada Cuarta Revolución Industrial ha dado pie al surgimiento de una suerte de “ciber-ciudadano”, no solo mucho más expuesto a información y contenidos, sino mucho más participativo e interesado en temas propios de la agenda pública.
Asimismo, ha condicionado el surgimiento de nuevas formas de relación entre ciudadanos y gobierno que exigen fórmulas novedosas de diálogo y colaboración en el proceso de toma de decisiones y en el diseño de políticas públicas. Lo que ha impuesto nuevos retos a la denominada nueva democracia digital, caracterizada por un proceso permanente de legitimación política en tiempo real, entendida como una nueva variante de la democracia directa.
“La conectividad en el marco de la democracia —dice la autora— ha permitido extender las libertades y crear nuevas formas de participación”. Efectivamente, ha permitido un mayor acceso a información, ha ampliado las posibilidades de consulta ciudadana y ha provocado una mayor inclusión social y una mejor retroalimentación entre gobernantes y ciudadanos, así como una mayor transparencia y rendición de cuentas.
No obstante, como cualquier proceso revolucionario, también ha planteado nuevos riesgos y amenazas a la convivencia democrática y a la integridad de uno de sus pilares institucionales fundamentales: el debate y la deliberación informada necesaria en toda democracia.
Fenómenos como la saturación de información, la rapidez y fugacidad de las nuevas formas de participación ciudadana (Wiki), el excesivo control de los puntos de acceso a la información, la ausencia de filtros de verificación y la abundancia de fake news, los riesgos crecientes de control gubernamental sobre la vida cotidiana y su influencia sobre las preferencias políticas, así como la ampliación de las brechas digitales entre ricos y pobres, constituyen amenazas reales que es necesario considerar.
De acuerdo con este estudio, en las democracias que, como la mexicana, aún no están del todo consolidadas el reto es aprovechar al máximo el potencial que tienen las nuevas TICs para fortalecer el tejido social, la confianza y el capital social. Y la conectividad es la clave para lograrlo.
Creo que las nuevas formas de participación ciudadana exigen a su vez, nuevas formas de gobernanza y gobierno, así como nuevas maneras de concebir el ejercicio de la política. Todo ello, puesto al servicio de una nueva generación de ciber-ciudadanos listos a tomar las riendas de la llamada “sociedad red”.