Con el título ‘El viaje de la vida’ ayer arrancaba en Venecia Homo Faber, una muestra que durante todo el mes pondrá en valor el trabajo de más de 400 artesanos de todo el orbe. Una escapada que merece la pena para recuperar el asombro y la emoción por aquello que, de alguna forma, nos hace más humanos.
SILVIA NIETO / YO DONA
Explicar qué es Homo Faber a alguien que no haya pasado por alguna de las tres ediciones de esta bienal dedicada a la artesanía que arrancó ayer en Venecia no es coser y cantar. Aunque coser sí que es, la verdad, y en esta edición mucho más, porque la costura es la técnica que pone el punto de partida a la narración propuesta por la muestra, este año titulada The Journey of Life (el viaje de la vida).
El claustro del que fuera un monasterio benedictino en la isla de San Giorgio Maggiore, hoy propiedad de la Fundación Giorgio Cini, acoge los trabajos textiles de 20 atelieres y artesanos independientes a quienes Homo Faber les puso un reto: adaptar con sus bordados el Juego de la Oca. El resultado, 60 paneles realizados por artistas de procedencias tan diversas como Túnez, Suiza, Uzbekistán, España (el sevillano Paquili), Canadá, Portugal, Armenia, México, Sudáfrica… La diversidad abruma, casi tanto como el preciosismo de cada puntada, cada filigrana, cada adorno cosido.
¿Por qué el juego de la oca y no el parchís o el dominó? Italia reivindica el invento de este famoso juego, que habría sido creado en el Renacimiento. Para Homo Faber 2024 simboliza «la naturaleza impredecible de la vida y el destino». También, el comienzo de un camino. Esta sección de la muestra se llama de hecho Nacimiento, la primera de las 10 estaciones de la vida que recorre la exhibición. Después, Infancia, Celebración, Herencia, Enamoramiento, Amor, Viajes, Naturaleza, Sueños, Diálogos y Más Allá.
Un recorrido por la vida
Para materializar ese viaje tan ambicioso no bastaba con seleccionar obras de los 400 artistas participantes y organizarlas por temáticas, los muebles por aquí, las joyas por allá… Como explicaba Alberto Cavalli, director ejecutivo de la Michelangelo Foundation for Creativity and Craftsmanship, madre del evento, tenían claro que había que crear un camino e incluir en él objetos que la gente identificara como parte de su propia vida. En definitiva: había que convencer al visitante, integrarlo. Así que la Michelangelo Foundation le ofreció su dirección artística al director de cine Luca Guadagnino y a su colaborador, el arquitecto Nicolò Rosmarini.
Durante la presentación de la nueva edición de Homo Faber a los medios de comunicación, el pasado jueves 29 de agosto, el realizador contaba que cuando se pusieron en contacto con él para ofrecerle el trabajo, «la idea de lidiar con algo que nunca antes había hecho, una exposición de artesanía, me fascinó. Porque mi trabajo en el cine es contar una historia coordinando muchas partes distintas. Y aquí iba a tener que hacer lo mismo pero con una materia diferente».
El trabajo de Guadagnino se hace muy evidente, y sobre todo muy convincente, en algunas secciones de la muestra (en otras queda oscurecido, de alguna forma, por las características del espacio o el carácter de los propios objetos). Por ejemplo, en la tercera, Celebración, que ocupa el antiguo refectorio y que ha sido transformado en un escenario impresionante. Las paredes, enteladas en tejido rosa chicle plegado, envuelven un ambiente presidido por una larga mesa cuya superficie es de espejo. Al fondo preside la estancia un cuadro de Veronés (una extraordinaria copia de Las bodas de Caná). Sobre la mesa, exquisitamente dispuestas, las obras, candelabros de cristal, frutas de porcelana o de papel, jarrones de tela, vajillas de diseño imprevisto… todas piezas con una historia que contar (un equipo de jóvenes embajadores, becados de la institución, explican las obras si se los requiere).
Volver a la infancia. Y no salir
No menos impactante resulta Infancia, entelada de azul y con la mezcla justa de evocación y vanguardia. Desde la mirada de la creación adulta, los muebles y objetos más comunes en la niñez adquieren dimensiones monumentales, no por su tamaño, sino por su profundidad y su materialización. Una sillita blanca, que parece de plástico, resullta ser de porcelana. Varios juguetes inflables, en realidad están realizados en cristal de Murano. Todo es reconocible por un lado y asombroso por el otro. Con diferencia, se trata de una de las salas más interesantes de la muestra por el impacto emocional que tiene sobre el visitante.
También resulta ser la más interactiva. Máquinas de pinball, caleidoscopios, instrumentos musicales, se ponen a disposición del público en un contexto que, definitivamente, invita a recuperar ese estado de sorpresa permanente que regala la ingenuidad.
De sueños y más allá también se vive
Igualmente impactante resulta la sección Dreams, que tiene como escenario la piscina cubierta del complejo. En un ambiente de gran oscuridad, flotan sobre el agua una veintena de maniquís sin rostro, todos con el mismo vestido de la firma Alaïa. Alrededor de la piscina, decenas de máscaras, algunas perturbadoras (como las de la francesa Muriel Nisse), tradicionales, contemporáneas, ilustran los misterios y miedos inherentes a la noche y los sueños.
Más Allá (afterlife) es la sección que cierra el recorrido, con elementos de los que con dificultad es posible mantener la distancia. Un festivo ataúd elaborado por artesanos de Ghana, con forma de barca guiada por remeros; urnas mortuorias, muestras de la nueva religión del reciclaje (que no deja de referir a una vida después de la vida de los objetos), cráneos, obras realizadas con huesos… invitan a pensar y dialogar acerca de la muerte. El cadáver de un ganso cuelga de una estructura, rodeado de flotantes retales de plástico transparente, a modo de móvil. La instalación, que firma la irlandesa Claire Morgan, quiere hacer reflexionar sobre la mencionada segunda vida de los objetos y los seres, pero inevitablemente (ignoramos si de forma premeditada o no) nos devuelve el negativo del principio de la muestra, del nacimiento. De oca a ganso…
El lujo se defiende
Firmas como Cartier, Van Cleef & Arpels o Montblanc también participan en la muestra, algunas de ellas con demostraciones in situ de algunas técnicas artesanales implicadas en la realización de sus productos. Tanto estas como la mencionada Alaïa forman parte del grupo Richemont, gigante del lujo y, de hecho, artífice de la Fundación Michelangelo. Que el lujo defienda la artesanía tiene poco de exótico: la necesita. Cada vez menos jóvenes quieren dedicarse a trabajos manuales tan exigentes y con tan largos procesos de aprendizaje. Homo Faber es, en ese sentido, una apuesta de futuro; pan para mañana. En Venecia, hasta el 30 de septiembre.
Fuente: https://www.elmundo.es/yodona/lifestyle/2024/09/02/66d2e791e4d4d89f408b45b0.html