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De Luc a Lucy Sante, el viaje de la escritora que cambió de sexo a los 66 años: «Soy una mujer, es lo que siempre he sido» | Papel

La autora estadounidense siempre supo que era mujer pero no se atrevió a dar el paso hasta que modificó su rostro en una app del móvil: «Fue como si hubiera sido transferida a otra dimensión», dice. Ahora cuenta su transición en el libro ‘Ella era yo’

FOTOGRAFÍA: RICARDO DOMINGO. IMAGEN CORTESÍA DE LA FUNDACIÓN TELEFÓNICA

RODRIGO TERRASA / PAPEL

Lucy Sante tiene la melena rubia casi blanca, las uñas pintadas de rojo y un cigarrillo entre los dedos que asoma de vez en cuando en el plano de la videollamada pero que nunca llega a encender durante la entrevista. De fondo, varios estantes atiborrados de libros y alguna fotografía enmarcada que no se adivina al otro lado de la pantalla. De Luc Sante, todavía conserva Lucy Sante la voz de barítono, buena parte de su biblioteca y la mayor parte de su biografía. Al fin y al cabo, hasta los 66 años, Lucy fue Luc. O quizás fue justo al revés.

PREGUNTA: ¿Alguna vez le echa de menos?

RESPUESTA: ¿A Luc? Bueno, lo importante todavía sigue ahí… Mi memoria no ha desaparecido. Mi sensibilidad no ha desaparecido. Compartimos una manera de ser… Luc tenía muchos malos hábitos, Luc era muy infeliz y Luc se mentía a sí mismo, pero, sin embargo, somos como hermano y hermana. Cuando me enfado con él, Luc se convierte en el vago de mi ex-marido.

Un momento y aclaramos el enredo.

Las solapas de sus primeros libros dicen que Luc Sante (Verviers, 69 años) es un escritor estadounidense de origen belga, crítico literario y uno de los ensayistas más brillantes de su generación. Que escribió sobre urbanismo y fotografía y que nadie como él contó los bajos fondos de Nueva York y los entresijos de la cultura underground. La solapa de su último título dice exactamente lo mismo de Lucy Sante, pero también que el escritor, crítico y ensayista inició en 2021 su transición de género. El libro se llama Ella era yo (Libros del KO) y son las memorias del viaje personal que va de Luc a Lucy y que arranca hace justo tres años con una aplicación de móvil y una caja de fotos viejas. Lo cuenta así en la primera página:

«La presa reventó el 16 de febrero, cuando me descargué la aplicación FaceApp para echarme unas risas. La había probado hacía unos años, pero algo falló porque me salió una imagen bastante chapucera. Ahora tenía móvil nuevo y sentía curiosidad. Me planteaba como único objetivo la opción de cambio de género y la primera foto que introduje era la que ya había probado y hecho expresamente para aquella ocasión. Esta vez me salió un retrato de rostro entero de la típica mujer madura del valle de Hudson: fuerte, lozana, de hábitos sanos. Salía además con melena castaña suelta y un maquillaje sutil. Y su cara era la mía. No había duda -pómulos, boca, ojo, frente, mentón-, salvo una leve mejora aquí y allá. Ella era yo. En cuanto la vi, noté cómo algo se me licuaba en las entrañas. Me estremecí desde los hombros a la entrepierna. Intuí que por fin había ajustado cuentas conmigo».

El texto es exactamente el mismo que envió a sus amigos más íntimos después de pasar por el filtro de la aplicación fotos suyas de todas las edades. El asunto del mensaje decía: «Bomba».

PREGUNTA: ¿Qué es lo primero que pensó cuando vio su rostro de mujer en el teléfono?

RESPUESTA: Sabía que era trans desde que tenía nueve años, pero me preocupaba mucho mi aspecto. ¿Sería horrible? Vi esa foto y era claramente yo. Podía reconocerme en cada rasgo, pero era una mujer. Y no había dudas sobre eso tampoco. Era una mujer muy guapa. Supe que no había marcha atrás. Había sido el terror de mi vida, había pasado tanto tiempo tratando de ser un hombre heterosexual que siempre me había provocado terror vestirme de mujer, incluso de broma, o maquillarme en plan estrella del punk. Nunca hice nada de eso porque sabía que dar el primer paso me llevaría a la transición y no estaba preparada. Cuando vi aquella foto pensé: bueno, tal vez ya estoy lista para esta mierda después de todo. Así que voilà.

Después de aquel voilà, vino el terror. «Una columna de fuego», dice ella. «Sentí que se me licuaban y derretían las entrañas», escribe. El secreto que había sepultado en lo más profundo de su ser, había salido de su pecho como el bicharraco de Alien. «Diez días después de la primera foto, se lo conté a mi psicoterapeuta, se lo conté a mi pareja y se lo conté a mi hijo. Envié una carta a unos 30 amigos y me sentí exaltada», cuenta ahora desde su estudio en Nueva York. El cigarrillo apagado sigue brincando entre sus dedos. «Me sentí como si hubiera sido transferida a otra dimensión».

PREGUNTA: Y así se acabó lo que llama su «omertà interior»…

RESPUESTA: Así es. Nunca se lo había dicho a nadie. Iba a guardar ese secreto hasta el día de mi muerte.

P: ¿Qué es lo que más le ha sorprendido de todo el proceso posterior a lo que llama su «salida del cascarón»?

R: El mayor shock cuando empecé la transición fue darme cuenta de que gran parte de este nuevo mundo me era completamente familiar. Era como si lo estuviera recordando. Yo no creo en vidas pasadas, pero si lo hiciera, diría que fui mujer en una vida anterior. Siento que es algo que siempre ha estado ahí y que la transición no fue un proceso de acumulación, sino un proceso de eliminación. Me he ido deshaciendo de toda esa mierda masculina que se asentó en mi cabeza durante 60 años. Ahora todo tiene sentido. Esto es lo que soy y lo que siempre he sido.

P: Dice en el libro que nunca se le dio bien lo de ser hombre. ¿A qué se refiere?

R: Simplemente no tenía interés en la competencia, la jerarquía, los deportes, el dinero, el poder… Ya sabes, todo ese tipo de basura. No me interesaban ese tipo de cosas y no podía fingirlo. Cada vez que intentaba dejarme bigote, me lo quitaba enseguida. Tampoco estaba cómoda en compañía masculina. La última vez que salí con un grupo de hombres fue cuando tenía 24 años y compartía piso con dos chicos. Ha pasado mucho tiempo, pero recuerdo lo incómodo que era. Podía relacionarme con las mujeres, pero no encajaba entre hombres. No pertenecía a ese mundo.

Tras las primeras fotos y los primeros mails firmados en femenino, tras la columna de fuego y el alien escapando de sus vísceras, Sante salió de casa y se compró cuatro pelucas, unos pechos nuevos, lencería, ropa y maquillaje. Adelgazó cinco kilos, se afeitó el cuerpo entero, se hidrató y aprendió a moverse como una mujer. También asistió a clases de voz por internet y se inscribió a foros y chats de temática trans.

Curso acelerado para aprender a ser Lucy Sante.

«Me he ido deshaciendo de toda esa mierda masculina que se asentó en mi cabeza durante 60 años. Ahora todo tiene sentido»

PREGUNTA: ¿Ya sabe lo que significa ser mujer?

RESPUESTA: Sí y no. Quiero decir, soy una mujer pero al mismo tiempo… Ya sabes… No nos andemos con tonterías… Tengo que reconocer que no tengo el sistema reproductivo de una mujer y eso le importa mucho a algunas personas. No voy a hacer como que eso no existe, pero a la vez ser mujer es algo tan fluido… Soy una mujer porque soy una mujer. Porque he elegido convertirme plenamente en el género que he habitado durante mucho tiempo. Mis intereses son los intereses de una mujer. Mi forma de estar en el mundo es la forma de estar en el mundo de una mujer. Así que soy una mujer por decreto.Hay otra pregunta que le ha perseguido toda su vida: ¿sabe quién es usted?Sé que soy una mujer. Por un lado es una decisión que he tomado yo, pero en realidad es una decisión que mi cuerpo tomó por mí. No sé de ciencia, pero mi instinto me dice que ser transexual no es una cuestión psicológica. Obviamente, afecta a la psicología, pero creo que es una cuestión endocrina, fisiológica. Mi sensación es que es algo que sucede entre la gestación y el nacimiento. Es algo más que sólo psicológico, es algo del interior del cuerpo.

P: En un momento del libro asegura que por fin se ha convertido en la persona que temió ser toda su vida. ¿Se ha reconciliado con usted misma?

R: Sí, me ha reconciliado. A menudo me pasa que estoy pensando en otras cosas y de repente me doy cuenta: ¡mierda, soy Lucy! Guau… Y doy un salto atrás. Es como si estuviera caminando tranquilamente por la calle y de repente me diera cuenta, santo cielo, de que me he convertido en esta nueva persona. Es una locura. Y también tiene algo de melancolía porque sé que me estoy acercando al final de mi vida y que ya me queda poco tiempo para disfrutar de esto.

P:¿En qué es mejor Lucy Sante que Luc Sante?

R: Lucy es más sociable, es mucho mejor hablando con la gente. Mucho mejor comunicándose. Y es completamente franca. Luc siempre estaba construyendo defensas, protegiéndose y no diciendo las cosas. Lucy simplemente avanza. Ahora puedo hablar de cualquier cosa. Puedes preguntarme lo que quieras. Soy tan vieja, que ya lo he visto todo y ya todo me da igual.

P: ¿Es ahora una escritora diferente? ¿Ha cambiado su forma de ver y de contar el mundo?

R:No, no soy una escritora diferente. Pero, como te decía, sí creo que mi forma de escribir es más directa, más sincera que antes. Escribo más desde las entrañas, desde las tripas, emocionalmente abierta.

P: En las últimas páginas del libro dice que la disforia de género en la infancia o en la adolescencia no es «un capricho pasajero». No sé si conoce la polémica que generó en España la llamada Ley Trans…

R: No, pero conozco la de EEUU o la de Gran Bretaña. Ocurre lo mismo en todas partes. Hay grupos organizados dispuestos a acabar con las personas transgénero y la medicina transgénero a toda costa por razones ideológicas. Es un desastre. Es realmente horrible. Lo odio… ¿A quién beneficia ser antitransgénero? Quizás es porque si tienes líneas de género porosas y hay desertores del género, la supremacía masculina se convierte en un sinsentido y no puede sostenerse. Por eso la supremacía masculina quiere aplastar a este bicho, quiere matarlo porque es una amenaza, porque sabe que es algo aceptado casi universalmente por los jóvenes. Yo, si voy a una tienda y hay tres cajeras, voy a la más joven porque sé que va a ser más amable conmigo. Eso es un cambio radical en la conciencia, y es un peligro para la gente que ha invertido mucho en la supremacía masculina.

P: Las voces más críticas en España hablan de una «ideología trans» que empuja a los jóvenes a la transición con consecuencias irreversibles. ¿Existe un peligro real para los adolescentes?

R: Hay una narrativa que se está promoviendo ahora que nos cuenta que hay jóvenes que abandonaron su transición después de un tiempo, que fue algo pasajero, pero cambiaron de opinión más tarde y que deberían haber tenido que pasar por todo eso. Si es así, lo siento. No sé ni qué decir… Pero la realidad es que es una minoría dentro de una minoría. Es imposible complacer a todo el mundo, pero creo que lo más urgente es ayudar a los niños que desean desesperadamente una transición y no pueden hacerlo. Ese es un problema mucho más grave que el de un joven ocasional que hace una transición por error. Nunca va a ser 100% perfecto, es verdad, y lo siento por la gente que se arrepiente, pero creo que se está inflando el problema. Yo no puedo ni imaginar cómo habría sido mi vida si a los nueve años hubiera podido actuar en consecuencia con lo que sentía.

P: ¿Qué le diría la Lucy actual a esa Lucy de nueve años?

R: Hay que entender que esa Lucy vivía en el mundo de la década de 1960 y entonces nada era posible. Yo ni siquiera sabía qué hacían los estrógenos hasta que apareció internet. Había muy poca información. Todo lo que podría decirle es que se relaje durante 40 o 50 años y ya llegará…

P: ¿A los 69 años le queda alguna duda? ¿Se sigue sintiendo una impostora?

R: Sí, es una rutina habitual. Y todas las mujeres trans con las que he hablado dicen lo mismo. Pero en los días malos no sientes que no deberías haber iniciado la transición, sino que sientes que no lo estás haciendo bien.

P: ¿Todavía tiene miedo?

R: No, ya no tengo miedo.

P: ¿Es Lucy Sante una mujer feliz?

R: Sí, absolutamente. Por fin estoy habitando una personalidad que me gusta. Estoy orgullosa de mí misma como nunca lo he estado.


ELLA ERA YO: MEMORIAS DE MI TRANSICIÓN

Lucy Sante

Libros del KO. 224 páginas. 22,90 euros. Puede comprarlo aquí


Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2024/02/11/65c4c43ce85ecebd2e8b456d.html

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