Conocida como ‘pentadactilia’, la condición de tener cinco dedos, es omnipresente en el mundo biológico, pero somos la única especie que tiene la capacidad (o la ocasión) de señalarlos con palabras
C. MACÍAS / ACyV
Los llevamos con nosotros todo el tiempo, siempre sobresalientes y casi kafkianos, puede parecer que a través de ellos podríamos mutar en cualquier otra cosa. De hecho, en la ficción, los humanos se transforman en bestias, monstruos y otros seres inciertos desde los dedos. Así son, sospechosos y particulares, y cada uno de ellos conlleva una larga historia.
Su particularidad es también su abundancia: tenemos una nariz, una lengua y un ombligo, y vale que dos ojos, dos rodillas y dos pies, pero nada en nuestro cuerpo sobrepasa a la pareja, nada excepto los dedos: tenemos, por lo general, cinco en cada mano y cinco en cada pie. Si te paras a pensarlo, 20 dedos son un montón.
El idioma español tiene más de 90.000 palabras: ¿quién inventó cada una y por qué?C. Macías
Precisamente ha sido esta característica la que ha terminado marcando la cualidad de cada uno de ellos. Así, cuando queremos diferenciarlos, no nos queda otra que nombrarlos. No podemos decir «el dedo» sin más. ¿Qué dedo? Sería un auténtico lío vivir sin haberlos nombrado nunca, un nombre que haga de ellos piezas únicas, porque al fin y al cabo todos se parecen, pero no son iguales. Así, ¿sabes de dónde vienen sus nombres? ¿Por qué decimos pulgar o meñique o dedo índice? En este relato histórico hay mucho más que pura lógica.
Una condición única
Conocida como ‘pentadactilia’, la condición de tener cinco dedos es omnipresente en el mundo biológico, pero somos la única especie que tiene la capacidad (o la ocasión) de señalarlos con palabras. Sin embargo, nos plantean el problema de la duda; como decíamos, a priori son tan desconcertantemente similares que uno pudiera confundirse con facilidad. Difieren ligeramente en tamaño y destreza, pero todos tienen la forma marcada por los nudillos fruncidos y las uñas.
Del latín ‘digitus’, la palabra ‘dedo’ aparece en la Real Academia Española (RAE) como término asignado para cada uno de los cinco apéndices articulados en que terminan las manos y los pies de los seres humanos y de muchos animales. Y como el término general, cada nombre específico son también continuación de los nombres latinos. Es decir, ya desde la Antigüedad nuestros antepasados encontraron la necesidad de diferenciarlos tácitamente.
Algunas de estas palabras se han formado a partir de la posición en la mano del dedo al que designan, pero otras lo han hecho siguiendo alguna característica del mismo como la fuerza o dimensión, incluso según la función que en según qué época debían cumplir.
Los dedos en el pasado
San Isidoro de Sevilla, un religioso de la época visigoda, nos resume el asunto así: «La denominación de los dedos (digiti) se explica porque son diez (decem) o porque coexisten unidos en perfecta conjunción (decenter): encierran en sí el número perfecto y el más armonioso orden. El primero se llama pulgar (pollex), porque entre los otros goza de poder (pollere) y potestad. El segundo índice (index), y también salutaris o demonstratrorius, precisamente porque con él saludamos o señalamos. El tercero impúdico, porque con frecuencia se expresa con él alguna burla infamante. El cuarto anular, porque en él se lleva el anillo. Recibe también el nombre de medicinal, porque con él aplican los médicos los ungüentos. El quinto auricular, porque con él nos rascamos el oído».
El nombre del dedo pulgar deriva del latín «pollicaris», que a su vez deriva de «pollex», que significa poder y fuerza
La cultura de los dedos no ha cambiado mucho desde la época de San Isidoro, pero la cultura general sí lo ha hecho. De esta forma, con el ir y venir del mundo que percibimos a través de ellos, del tacto, nuestros dedos han ido apareciendo matices, también con la edad, que les dan forma en nuestra mente. Siempre aprendemos con ellos, pero también de ellos.
Empezando por el más escondido (y no precisamente por su tamaño), el dedo pulgar suele entenderse como el primer dedo de la mano. Es opuesto a los otros cuatro dedos y el único que los puede tocar perfectamente (magia). El nombre de este dedo deriva del latín «pollicaris», que a su vez deriva de «pollex», como apuntaba San Isidoro, que significa poder y fuerza, ya que este es el dedo más fuerte de la mano, y su posición le permite además llevar a cabo la mayor parte de sus movimientos.
Diferentes formas de nombrarlos
No obstante, dicho dedo se ha entendido en el tiempo con otros nombres. En griego, su terminología corresponde a algo así como «lo que está enfrente de los dedos». En varios idiomas turcos, se conoce como el «dedo de la cabeza».
De igual forma, en algunas partes del Medio Oriente y el Mediterráneo, el nombre del pulgar también proviene de una función desagradable que, afortunadamente, ya no tiene que cumplir (mucho): los escritos antiguos lo mencionan como «el asesino de piojos».
El segundo dedo de la mano es el dedo índice, que se encuentra entre el pulgar y el dedo corazón. La palabra índice deriva del latín «index», que significa indicador. En todo el mundo, el dedo índice está asociado con otras funciones. En los idiomas iraníes, se considera el dedo que llama, maldice y protege. También se le conoce como «dedo de oración» o «dedo testimonial» (la etiqueta en turco moderno) debido a su uso en la práctica musulmana de la «shahada», o profesión de fe. Uno de sus apodos más coloridos se basaba en su afición por robar salsas: el «lamedor de ollas».
El dedo y el corte de manga
Por su parte, el llamado dedo medio es el tercer dedo, llamado también mayor porque es el más largo. Se encuentra entre el dedo índice y el anular. También es conocido como el dedo cordial o corazón, ya que se consideraba que al igual que el corazón se ubica en posición central.
En latín, el dedo medio se conocía como «digitus impudicus» u «obscenus», es decir, el dedo desvergonzado o lascivo. Algunos sugieren que estos términos se debieron a su uso en uno de nuestros gestos más crudos, pero una razón más profunda puede estar en su apariencia. Se dice que el dedo medio, cuando está extendido y flanqueado a ambos lados, se asemeja a un pene y testículos. Esta forma fálica es, de hecho, lo que motivó el gesto en primer lugar. Otra explicación de la lascivia, como señala un observador, es que este es el dedo que se usa a menudo para estimular los genitales femeninos.
En la cuarta posición encontramos el dedo anular, situado entre el dedo corazón y el meñique. Su nombre se debe a que antiguamente en Grecia se creía que había una vena que comunicaba este dedo directamente con el corazón, por eso los enamorados elegían ese dedo para colocarse un anillo como muestra de su amor.
Por último, el dedo meñique, situado justo después del dedo anular. Es el dedo más pequeño de todos, la palabra meñique es una palabra que deriva del portugués menino, que significa pequeño. Este dedo se ha llamado también auricular, por el hábito de emplearlo al tratar de manipular el conducto auditivo.
En ciertas culturas, estos se vinculan entre dos personas que realizan una promesa. Tradicionalmente, se consideraba a la promesa como vinculante, y la idea original era que la persona que rompía la promesa debía cortarse el dedo meñique.