Este modismo algo despectivo podría tener su origen en hechos históricos, o incluso en la mitología griega
EL CONFIDENCIAL
La riqueza del castellano favorece el uso de expresiones que repetimos una y otra vez, aunque desconozcamos su procedencia. Frases hechas como “irse a hacer puñetas”, “dormir la mona”, “a todo cerdo le llega su San Martín” o “costar un ojo de la cara” han estado presentes en nuestra lengua desde hace mucho tiempo. Si bien en algunos casos su significado puede resultar obvio o fácilmente rastreable, existen algunas algo más incomprensibles y con una base más críptica.
Una de las más utilizadas es “Poner los cuernos”. Este modismo se suele emplear en tono coloquial y de burla para referirse a una infidelidad matrimonial o de pareja y se ha resignificado incluso para señalar las deslealtades que se producen en el ámbito de las relaciones humanas en general.
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La primera referencia a esta expresión se remonta al siglo XVIII, concretamente en el Diccionario de Autoridades de 1729. En sus páginas, la expresión “poner los cuernos” se define como “faltar o hacer faltar a la fe del matrimonio”. Sin embargo, la constatación de su uso centenario no ayuda demasiado a esclarecer la relación entre los cuernos y la infidelidad. Las posibilidades que se barajan no resultan del todo concluyentes, pero son una perfecta excusa para hacer un viaje a un pasado más lejano.
Orígenes dudosos
Las primeras hipótesis nos llevan a la Edad Media, cuando el señor feudal, acogiéndose al ‘derecho de pernada’, podía mantener relaciones sexuales durante la noche de bodas con las esposas de sus vasallos. Para evitar ser interrumpido durante el acto amatorio, el señor colocaba una cornamenta de ciervo en la puerta, en lo que supondría una versión algo embrionaria del manido “no molestar” de los hoteles.
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Otra posibilidad nos llevaría a otro lugar más lejano aunque con una estructura muy similar a la anterior. En las aldeas vikingas, los jefes tenían libertad para acostarse con la mujer que quisieran, tanto si estaba casada como si no. Para evitar ser molestados, llevaban a cabo un procedimiento muy similar al del señor feudal, colocando en las puertas un casco vikingo con la cornamenta de un animal.
La hipótesis más remota se sitúa en la mitología griega, cuando Pasífae, hija de Helios y la ninfa Creta, fue entregada al rey Minos como esposa. Después de consumar el matrimonio, ella le fue infiel con un toro blanco y de esta relación surgió un ser con cabeza de toro y cuerpo de hombre. La figura del minotauro representa, pues, el fundamento más remoto que relaciona los cuernos con la infidelidad.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2024-08-04/lenguaje-popular-expresiones-modismos_3936592/