La representante de la Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalén desvela a EL ESPAÑOL | Porfolio algunos de los secretos y prácticas de esta organización internacional que deriva de los templarios medievales.
DAVID G. MACIEJEWSKI / PORTFOLIO
Como si fuese un faro en la tiniebla de la historia, la Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalén (OSMTJ) sobrevive a los azotes del tiempo. Puede que para muchos ateos o agnósticos militantes esta orden sea un anacronismo, pero sus integrantes están activos, avivan la llama de la tradición y están distribuidos por todo el mundo en 50 o 60 prioratos que agrupan a 80.000 fieles. Ellos aseguran ser los auténticos representantes de los militares de fe que, antaño, entre 1118 y 1312, se convirtieron en protectores y custodios de los peregrinos cristianos que viajaban a la Tierra Santa de Jerusalén. Los famosos templarios. 712 años después de su disolución por decreto del papa Clemente V, están representados internacionalmente por el Gran Maestre de la Orden, fray Jacques Dubos, y, en España, por Cruz Celdrán, su Gran Priora General.
España no es un gran músculo de templarios, pero algo suma. Celdrán, concretamente, es la líder de un grupo de 200 personas que forman las filas del escuadrón de caballeros y damas templarias de la OSMTJ española. Se definen a sí mismos como una asociación de tipo civil a la par que una rama de la OSMTH, la Ordo Supremus Militaris Templi Hierosolymitani, organización universal que se ha erigido en la auténtica representante de los templarios en el mundo. Hasta el Consejo Económico y Social de la ONU los reconoce como miembro asociado de la Oficina Internacional de la Paz y forman parte, desde 2014, de la Conferencia de ONGs de las Naciones Unidas.
«Existen otras organizaciones que se han inscrito como templarias, pero pertenecer a la OSMTH nos da la legitimidad frente a ellas. Además, en nuestro caso, tenemos los archivos originales de la Orden del Temple. Sobran las palabras, ¿no? Nadie más podría decir algo así». Quien habla es la propia Gran Priora, Cruz Celdrán, que recibe a EL ESPAÑOL | Porfolio en la barcelonesa parroquia de Santa Anna. Allí, todos los sábados, la OSMTJ da de comer a los pobres y realiza actos benéficos. «No suelo hacer entrevistas con la prensa. Preferiría que hubierais hablado con otro de los hermanos, pero ya que insististeis tanto sentía curiosidad por ver qué contáis. Porque tenéis que decir la verdad, ¿eh?».
La formalidad con la que se relaciona Celdrán haría sonar la frase como una amenaza, pero tras conversar con ella más de una hora en la parroquia, coger algo de confianza y ver cómo sus hermanos y hermanas templarias se involucran con los más desfavorecidos, cualquier prejuicio queda desarmado. Es buena persona. Caminamos alrededor del claustro del centro religioso y en el jardín un grupo de adolescentes rodeado de monjas y un cura toca American Idiot de Green Day. El choque entre la fe añosa que desprenden los muros y el rock festivo de los jóvenes supone una colisión temporal entre pasado y presente. En esa ecuación mística se encuentra la templaria, emperejilada en una sobria camisa marrón y una elegante americana con un pin de la croix de gueules roja con doble travesaño.Recomendado por¡Invierta $250 en acciones de Pemex y reciba más de $1250 a la semana!No te pierdas esta oportunidad
Los templarios suman, explica la dama, una cincuentena de prioratos como el que ella dirige en todo el mundo. La OSMTJ de España es sólo uno más, y cada país tiene a su Gran Prior o, en este caso, Priora. Hay miembros en el Congo africano, en China, en Rusia, en toda Europa, en América, desde el norte hasta el sur. «Pero todo está muy vinculado a París», asegura Celdrán. Al fin y al cabo, la Orden de los Pobres Compañeros de Cristo del Templo del Rey Salomón, los templarios militares católicos originarios, nacieron en 1118 por decisión de nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payns.
«Nuestra orden siempre ha estado activa. Lo único que, por motivos de seguridad, pasó a la clandestinidad tras la muerte de Jacques de Molay«. La historia es, cuanto menos, curiosa. Tras ser una pieza esencial de las cruzadas y de la defensa de Tierra Santa y una de las órdenes militares religiosas medievales más importantes y acaudaladas, los templarios fueron perdiendo poder e influencia. Su último Gran Maestre, Jacques de Molay, fue asesinado en la hoguera por el rey Felipe IV de Francia en 1314.
El monarca estaba deseando liberar a Francia de tener que pagar a la Orden del Temple todos los adelantos pecuniarios que le había pedido. El país estaba prácticamente en bancarrota y, falto de escrúpulos, a Felipe IV se le ocurrió apropiarse de las riquezas templarias para salvarse económicamente. Entonces, los acusó de herejía, de sacrilegio, de sodomía, de idolatrar a deidades demoníacas como Baphomet o Lucifer. El propio papa Clemente V dio el visto bueno a tales acusaciones. De Molay y otros tantos caballeros se confesaron culpables tras ser víctima de brutales torturas –muchos de ellos se retractaron después– y fueron quemados vivos. En 1314, la Orden del Temple fue dada por muerta, prohibida, olvidada, mancillada.
«Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón», se dice que dijo Molay antes de arder vivo en la Catedral de Notre Dame. «Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir. Clemente, y tú también, Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios! A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año». Su maldición se cumplió: Clemente V murió el 20 de abril de aquel año y Felipe IV en noviembre.
Tras esta breve lección de historia, Celdrán se introduce en una capilla oscura en la que hay un belén iluminado con velitas sobre las cuales preside la estancia, solemne, una enorme cruz de madera con un Jesús crucificado. «En 1705, con la firma del Tratado de Versalles, la orden vuelve a salir a la luz», explica Celdrán. «Desde entonces, hemos continuado. La documentación que tenemos en nuestras manos viene a partir de esa ‘reinstauración’. Los archivos pasaron a Portugal durante la Segunda Guerra Mundial y fueron custodiados por Don Fernando Pinto Pereira de Sousa Fontes. Desde entonces, los custodia siempre el Gran Maestre de turno».
PREGUNTA.– Gran Priora, ¿a qué se dedica la Orden templaria en su día a día?
RESPUESTA.– Nos dedicamos a dar a conocer qué es la caballería. Continuamos con la Orden del Temple, porque no se puede extinguir. Es muy importante para los cristianos de toda Europa. A lo largo del año, los templarios celebramos dos actos importantes y que son obligatorios para los miembros: la investidura de nuevos caballeros que han pasado el periodo de postulación y la reunión de la Asamblea General, que siempre siempre hacemos en Madrid, y donde rendimos cuentas de todo lo que se ha hecho a lo largo del año y programamos el siguiente. El resto del tiempo hacemos obra social, tenemos este comedor, ofrecemos donaciones económicas, buscamos comida para los pobres. Es la parte romántica.
P.– ¿Qué implica ser un caballero templario?
R.– Tener unos valores cristianos y aplicarlos en el día a día tanto en el entorno familiar como en el social o el trabajo. Debes, además, ser una persona recta. ¿Qué nos diferencia? Bueno, yo creo que somos personas normales y comunes. Lo que nos distingue son los hechos. Nuestro comportamiento. Pero no necesitas ser templario para ser buena persona. Hay personas muy buenas que no pertenecen a la orden. En nuestro caso, nos basamos muchísimo en las 7 virtudes del caballero. La fe. La esperanza. La caridad. La prudencia. La justicia. La fortaleza. La templanza.
P.– ¿Cuál es su posición ideológica? Entiendo que son bastante conservadores…
R.– Nosotros somos apolíticos. Sabemos que, como persona cada uno tiene sus ideales, pero no nos pronunciamos. No somos una orden enfocada a eso. No tenemos nada que ver con la política.
P.– Entonces, ¿en qué creen ustedes?
R.– Creemos en pacticar obras de beneficencia y de carácter social y humano. En propagar las nobles tradiciones de la antigua caballería. En participar en la investigación y realizar estudios históricos, heráldicos y genealógicos, particularmente en relación a la antigua tradición templaria. También cooperamos en la restauración de monumentos y obras de arte relacionadas con la tradición templaria, con las Órdenes de Caballería o con la Edad Media en general. Fomentamos todos esos valores de cara al futuro, a través de la cultura y educación, y mantenemos estrecho y cordial contacto con instituciones similares.
P.– El otro día el papa Francisco aseguró que la Iglesia bendeciría a las parejas homosexuales. ¿Qué opina?
R.– Nosotros no estamos en contra del colectivo gay. No nos molestan. Ni fu, ni fa. No puedo decir que no tengamos algún gay entre nosotros, pero nosotros tampoco lo sabemos. La parte sexual de cada persona es muy personal. No entramos en ello. Sabemos que están. Que existen. Y no nos molestan para nada. Hacemos nuestro día a día tanto si hay gays como si no los hay.
P.– Hablando de la Iglesia. Hace unos días conocíamos que un grupo de templarios pidió al papa que se reinstaurase de forma oficial la Orden. Pero no fueron ustedes.
R.– Sí, fue la Asociación del Temple de Cristo. Es la segunda demanda que ponen. Nosotros no tenemos nada que ver con esas personas. Lo que nos diferencia de ellos y de otros ‘templarios’ es que nosotros pertenecemos a una organización internacional, tenemos la documentación del Temple, y ellos son sólo meras asociaciones civiles. La OSMTH-OSMTJ no ha hecho ningún reclamo al Papa ni a la iglesia en general. Al contrario: trabajamos estrechamente con ellos, tenemos nuestro capellán, que a su vez está investido caballero templario, y el capellán internacional es monseñor Gino Ciocco, protonotario apostólico del papa Francisco en el Vaticano.
P.– ¿Cómo acaba usted en la Orden?
R.– Entré en el año 2003 porque mi primo Ángel ya era caballero templario. Aaparte de esto, nuestra familia tuvo tradición. Tuve un antepasado, Ramón, que llegó a España y vistió el hábito de Santiago. Sus hijos y nietos siguieron la tradición templaria [los templarios se mantuvieron activos en la clandestinidad tras la disolución de la orden, y fue sustituida por la de Santiago]. Hay parte de mi familia que tiene este sentimiento y otro que no. No pasada nada.
P.– Explíqueme qué pasos necesita seguir cualquier persona para hacerse caballero templario. Y qué cambia en su vida.
R.– En nuestro día a día, nada. En mi caso no soy caballero, sino dama templaria. Lo primero que haces es pasar la postulación y ser investido. Ello requiere de dos años de postulación. Durante esa postulación, se hace un curso de formación templaria y uno curso de espiritualidad tradicional. Que no se malinterprete: nosotros no somos nada esotéricos. Somos católicos. Tenemos nuestro capellán, también caballero templario. Las misas son las mismas de siempre. No hay diferencia. Lo único es que la casulla del capellán lleva el escudo del Gran Priorato de España.
P.– ¿Cualquiera puede formar parte de la Orden?
R.– Quien quiera. Que alguien tenga antepasados templarios es de lo menos importante. Los hay, pero no es habitual. Sí se le pide que sea cristiano, católico, que tenga el certificado de penales limpio y no pertenezca a ningún tipo de masonería. Con ellos no nos llevamos. No tenemos trato. Son filosofías distintas.
P.– ¿A qué se dedica en su día a día fuera de la Orden?
R.– Trabajo en un despacho.
P.– ¿De abogados?
R.– No. En un despacho. Prefiero no especificar más. Es un trabajo muy normal. El resto del tiempo se lo dedico a la Orden.
P.– ¿Cómo se financian?
R.– La Orden se financia con donaciones y con las cuotas anuales que pagamos los asociados. Se puede pagar perfectamente. Nosotros, además, no cobramos nada por nuestro trabajo. Ninguno de los hermanos. Lo hacemos todo por voluntad propia.
El Consejo Mundial de Granada
La trayectoria de Cruz Celdrán para convertirse en Gran Priora es bastante dilatada. Desde 2003 hasta 2014 fue dama templaria. Entonces, la OSMTJ tuvo elecciones democráticas y los miembros del Gran Priorato de España la votaron a ella como jefa de operaciones de su asociación civil. De momento, no le han salido rivales. «Supongo que todos piensan que es mucho trabajo», bromea.
Por debajo de la Gran Priora se encuentra la figura de la Gran Cruz, que es el grado máximo de los oficiales de la Orden, elegido a criterio del Gran Maestro o Maestra o del Gran Prior del priorato de turno. También están el comendador, el oficial y, por debajo, los caballeros y damas profesos, cada uno con sus respectivas responsabilidades, aunque Celdrán prefiere no entrar a explicar cada uno de sus cargos.
[Juancho Jorge, el guardián de los secretos de San Olav, la única ermita vikinga de España]
«Básicamente, [los líderes] tenemos un trabajo burocrático. Como Gran Priora, además, debo participar en las reuniones internacionales. Hay dos al año. Normalmente, una es en marzo y se celebra en París. Son los Actos de Jacques de Molay. Luego, en septiembre, tenemos otra que es itinerante. Este año, en 2024, celebraremos la investidura internacional en Granada. Vendrán prioratos de todo el mundo y tendremos nuestra reunión mundial de priores junto al Gran Maestre y el Consejo Mundial«.
P.– ¿Cómo se estructuran en España?
R.– Tenemos un albergue en Pamplona, La Pata de Oca, donde nuestra función es la de hospitalero: mantenemos un trato directo con el peregrino. Además, estamos en la Real Colegiata de San Isidro y Nuestra Señora del Buen Consejo de Madrid. Allí hacemos los capítulos anuales donde se da cuenta de todo lo que se ha hecho durante el año y lo que se va a programar para el próximo año. En Barcelona hemos colaborado mucho con el comedor social de Santa María Reina y hay algunas encomiendas que participan en Cáritas. En el Consejo Prioral somos nueve personas, entre ellos el Canciller y el Limosnero. La organización territorial peninsular se divide en casas y encomiendas. Cada casa tiene de responsable un regidor y las encomiendas un comendador. Ellos organizan los grupos de cada zona.
P.– ¿Qué representan sus símbolos?
R.– El blanco es la pureza. En su momento fue la única orden cristiana que podía tener un manto blanco. Si te ibas de la orden, lo primero que hacían era quitártelo. Otros símbolos que utilizamos: la Cruz de la Orden es la tradicional cruz roja, la croix de gueules, a doble travesaño, el inferior más corto que el superior. El Gran Estandarte de la Orden, llamado Beaucéan (Baucennus), es blanco, y lleva la Cruz de la Orden hasta los bordes. El Estandarte de Guerra es parcelado de nueve partes en blanco y negro. La divisa de la Orden es: «Non Nobis, Domine! Non Nobis, Sed Nomini Tuo Da Gloriam».
P.– ¿Se consideran una orden paritaria?
R.– Bueno, en España es la primera vez que hay una Gran Priora. Hay pocas a nivel internacional. Una en Macedonia. En Italia también, pero se jubiló con ochenta y pico. Y en Inglaterra hay otra.
P.– ¿Se considera usted una feminista?
R.– No. Yo no soy feminista.
P.– ¿Son los templarios muy dogmáticos?
R.– El templario nunca ha sido radical. Pero están el bien y está el mal y en eso nos basamos.
[Juancho Jorge, el guardián de los secretos de San Olav, la única ermita vikinga de España]
P.– Me imagino que ustedes, a pesar de tener tanto arraigo en Barcelona, tampoco contarán con templarios independentistas.
R.– No, porque en nuestro ritual ya hacemos un juramento a la patria, tanto si eres del país como si eres acogido. Le debemos un respeto a la bandera. Puede haber templarios de izquierdas, pero tampoco lo sabemos. La orden se define como apolítica y, a partir de ahí, cada uno tiene sus ideas. Evidentemente, cada uno va a votar, y yo no sé qué votan, pero de cara a la orden… no hay independentistas.
P.– ¿Hay algún personaje ilustre entre sus filas?
R.– El escultor Sergio Rodella, que falleció hace un año. Él estaba en el Gran Priorato de Italia. Fue el artista que hizo la imagen en 3D de la Sábana Santa y estuvo expuesta en Madrid en la Real Colegiata.
P.– Cuando a la gente le dice que es templaria en 2024, ¿qué dice? ¿No les resulta raro?
R.– Yo no lo considero raro. Lo veo como algo muy normal. Hay gente que sí que se extraña. ‘¿Pero existen todavía?’, se preguntan. Quizás es que la gente no se ha preocupado mucho en ahondar en la historia. Digo yo. Pero hay que mantener el Temple. No podemos dejar que la tradición muera.