Que un menor engañe puede alertar de que no está realizando una buena gestión de sus emociones o de sus dificultades para ser aceptado por los demás. Lo mejor es averiguar con calma por qué lo hace y no sobrerreaccionar con enfado o gritos
SONIA LÓPEZ IGLESIAS / Mamas & Papas
Si existe un tema que preocupa a los padres en la crianza es descubrir que sus hijos no dicen la verdad. Que se inventan excusas o historias para no asumir sus responsabilidades o evitar las consecuencias a un comportamiento que no ha sido adecuado. Cuando un niño miente, el adulto tiende a sentirse frustrado o decepcionado, enfadarse mucho, pensar que no le está educando correctamente o que este es una persona mentirosa por naturaleza. Un comportamiento que afecta el vínculo entre padres e hijos y llena la relación de desconfianza y malestar.
La mentira es un aspecto evolutivo, normal y adaptativo del niño, necesaria para una buena y saludable adaptación social. Se desarrolla a medida que crecen y adquieren habilidades cognitivas y sociales más complejas. Suele aparecer a partir de los tres o cuatro años, cuando el menor empieza a ser consciente de sus propias emociones y creencias, cuando se da cuenta de que es una persona independiente a papá o mamá y nadie puede leer su mente.Más información
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Muchas pueden ser las razones que llevan a un niño a decir una mentira: que le avergüence o le cueste reconocer que se ha equivocado, que quiera conseguir alguna cosa u obtener un beneficio. Lo puede hacer también para esconder alguna conducta que no ha sido correcta y evitar sus consecuencias, para buscar la aprobación del adulto o llamar su atención, para ser aceptado socialmente, proteger a alguien o, simplemente, para comprobar qué pasa si se salta algún límite o una norma.
La mentira puede alertar de que el niño no está realizando una buena gestión de sus emociones, que siente poca seguridad en sí mismo, se siente poco escuchado o tiene dificultades para ser aceptado por los demás. También puede indicar que siente miedo o se avergüenza de algunas de las situaciones que le tocan vivir o que siente que no cumple con las expectativas que proyectan sus adultos de referencia sobre él. Los engaños serán más frecuentes cuando en casa exista un ambiente de desconfianza, donde los conflictos sean constantes y el niño no se sienta aceptado o querido. Un niño también puede mentir si está acostumbrado a que sus padres digan mentiras y le involucren en ellas.
Los castigos o las amenazas no serán una buena solución para que el menor deje de mentir, porque estos carecen de aprendizaje. Únicamente conseguirán que siga escondiendo la verdad y crear mucha suspicacia. Por el contrario, si el niño siente que en casa confían en él y le aceptan tal y como es, se sentirá con la libertad de reconocer los errores con naturalidad, expresar sus emociones sin miedo a ser cuestionado y a compartir todo aquello que le preocupa o molesta. Para que deje de decir mentiras, deberá entender que hacerlo no es bueno ni positivo para él; y que los engaños no son la solución a sus problemas porque los empeorará. Deberá entender también que las buenas relaciones se basan en la confianza y el afecto.
Cinco consejos para los padres ante la mentira
- Averiguar el motivo que ha provocado que el niño mienta será clave para poder conseguir que no lo vuelva a hacer. El adulto deberá animarle a identificar la causa de su conducta, analizar todas las consecuencias que le han provocado, buscar posibles soluciones para que no se vuelva a repetir y reparar aquello que no ha hecho adecuadamente bien.
- Cuando el adulto descubra que el niño ha mentido de nada servirán los gritos, los sermones o las amenazas. Reaccionar de manera impulsiva únicamente empeorará la situación. Ante la mentira, el adulto debe reaccionar con calma y serenidad, mostrando interés por solucionar la situación desde el respeto y el establecimiento de consecuencias adecuadas.
- Propiciar siempre en casa un ambiente de conversación tranquilo para que el niño se sienta con la libertad de expresar todo aquello que le molesta o le inquieta. Si el niño siempre se siente cuestionado, juzgado o que sus necesidades no están cubiertas, tenderá a buscar excusas o decir mentiras cada vez que se equivoque o no cumpla con las expectativas depositadas en él.
- Enseñar al niño que el valor de la confianza se basa en la honestidad y la sinceridad. Un valor imprescindible para establecer buenas relaciones interpersonales, tener credibilidad, conseguir la estima de las personas que le quieren y construir un buen juicio moral. Reconocer y elogiar los comportamientos honestos del niño le ayudarán a integrarlos.
- Si las mentiras aparecen con mucha frecuencia, intentan manipular a los demás o esconden incidencias o malos resultados en el colegio, será conveniente consultar a un profesional para que aporte pautas a la familia y al niño para reconducir la situación y conseguir que deje usar las mentiras.
Sonia López Iglesias es maestra, psicopedagoga y divulgadora educativa, además de madre de dos adolescentes.