DAVID BROOKS / BBC
En Ciudad de México hay muchos sitios emblemáticos, vestigios dela cultura antigua, palacios con siglos de historia y monumentos de distintas épocas, pero pocos espacios han protagonizado tantos y tan importantes acontecimientos como el Castillo de Chapultepec.
El edificio se encuentra en la cima de una montaña (un volcán extinto) que en el mundo prehispánico fue un lugar sagrado. En la época de Nueva España, fue un lugar ocupado por una docena de virreyes.
Superó el ataque de las tropas estadounidenses invasoras. Y fue la morada de emperadores y presidentes mexicanos.
Su arquitectura, ornamentación y ubicación lo han convertido en uno de los recintos más fascinantes de México.
«Chapultepec ha sido el corazón del poder político mexicano, cuando menos desde el siglo XVI hasta ahora», le dice a BBC Mundo el historiador Salvador Rueda Smithers.
«Hace 100 años, en 1922, el poeta Rubén Campos decía que Chapultepec era la joya más preciada de la corona de la República. Y creo que es verdad. Sigue siendo el lugar donde se tomaron las decisiones más importantes que marcaron a los mexicanos», señala el también director del Museo Nacional de Historia, ubicado en ese mismo recinto.
En BBCMundo te invitamos a dar un recorrido por la historia y arquitectura del majestuoso palacio, que es único en su estilo en el continente americano.
La puerta a otro mundo
Los mexicas, el pueblo descendiente de los aztecas que fundó la ciudad de Tenochtitlan, crearon la urbe que hoy es Ciudad de México por el año 1325 luego de haber pasado un tiempo en Chapultepec.
Aquellos fundadores de la nación mexica pronto se dieron cuenta de la importancia de la montaña llamada en su lengua «cerro del chapulín», que es como se conoce en México a los saltamontes.
Fue considerada una montaña sagrada, además de que por su altura era un excelente observatorio astronómico que en buena medida definió el trazado de la gran Tenochtitlan, así como un sitio donde emanaba el agua dulce que alimentaba a la urbe prehispánica.
Nezahualcóyotl, uno de los más importantes gobernantes de la época, fue quien ordenó la primera construcción de un «teocalli», la base de las pirámides que se ve en muchos sitios arqueológicos prehispánicos. Y edificó un importante acueducto.
«Él fue el primer constructor con nombre y apellido de la historia mexicana. Hizo unos canales para llevar agua limpia a la ciudad de Tenochtitlan y eso fue una de las bases para que esta ciudad se volviera hegemónica y el corazón del imperio», explica Rueda.
El historiador recuerda que una leyenda preshipánica dice que ahí hay una entrada al Tlalocan, que es un sitio mitológico mexica. «Hay una cueva que es la entrada a un inframundo paradisiaco y acuático», señala.
Con la llegada de los españoles, en 1519, se dio un momento único, según los relatos de los cronistas.
«Se dice que cuando el rey Moctezuma supo que venían los conquistadores, quiso huir. Y al meterse en el Tlalocan de Chapultepec, lo encaró uno de los sacerdotes de Huitzilopochtli [el principal dios mexica] que le echó en cara que era un cobarde y que tenía que hacer frente a su destino», cuenta Rueda.
Una de las claves de la toma de Tenochtitlan fue el corte del agua dulce que ordenó el conquistador Hernán Cortés en 1521, lo cual selló la instauración de un nuevo mundo virreinal.
El primer palacio virreinal
El virrey Luis de Velasco (1590-1595) fue el primero que mandó construir un palacio, el cual fue ampliado por otro gobernante, Rodrigo Pacheco y Osorio (1624-1635), quien decidió que este lugar se utilizara como sitio de fiestas y entretenimiento.
El primer palacio de Chapultepec -ubicado en una de las laderas de la montaña- albergó durante más de dos siglos numerosas celebraciones de virreyes y visitantes distinguidos.
Trágicamente, el edificio quedó arrasado a mediados del siglo XVIII, cuando explotó una fábrica de pólvora cercana: «Estalla en noviembre de 1784 y vuela el palacio virreinal y también muere mucha gente».
En 1784, el virrey Matías de Gálvez emprendió la edificación -que continuó su hijo, el virrey Bernardo de Gálvez- de un nuevo palacio, pero ahora ubicado en la cima del cerro, es decir, la base del recinto que existe hasta la actualidad y el cual vivió muchas transformaciones en los siguientes dos siglos.
«Pero desde Madrid se suspende la construcción y el edificio queda a medio terminar desde 1785 hasta finales de los años 20 del siglo XIX. Y en 1819 un temblor tira algunas de las paredes que ya estaban muy lastimadas», señala Rueda.
Llegó la Guerra de Independencia de 1810, la cual concluyó en 1821.
«En la última noche del Virreinato de la Nueva España y el amanecer de México independiente, el Ejército Trigarante duerme en Chapultepec y de aquí sale un desfile hacia el centro de la Ciudad de México», uno de los hechos históricos más importantes de México, explica Rueda.
Entonces vino una nueva época para el palacio.
La guarida militar
Poco después de la independencia, el gobierno mexicano determinó que el palacio se convertiría en sede del Colegio Militar, que abrió sus puertas a los cadetes a inicios de la década de 1840.
Hubo una ampliación importante para crear el pabellón de oficiales, las habitaciones de mayordomos, el refectorio de oficiales, el refectorio de alumnos, el armero, la biblioteca y los dormitorios para los cadetes.
Y el exterior adquirió una estructura más militar, incluido el levantamiento de un torreón -una torre que destaca en una fortificación- llamado el «Caballero Alto», así como la instalación de armas en su perímetro.
Es por eso que el recinto comenzó a ser llamado como se le conoce en la actualidad: «El nombre de Castillo de Chapultepec viene desde 1840, cuando le ponen cañones al edificio y se establece el Colegio Militar. Entonces deja de ser solamente un palacio».
Entonces vino otro de los momentos clave de la historia de México.
Los muros y la posición estratégica del castillo fueron puestos a prueba el 12 y 13 de septiembre de 1847, cuando el ejército de Estados Unidos emprendió una embestida para tomar Ciudad de México durante la invasión del país de ese año.
Fue en el segundo día de batallas cuando se dio el enfrentamiento que dio pie a la mítica acción de los Niños Héroes de Chapultepec.
El relato dice que seis jóvenes cadetes del Colegio Militar dieron su vida -uno salvando la bandera mexicana al envolverse en ella y saltar al vacío- para defender al Castillo y al país (diversos historiadores afirman que esto fue una narrativa nacionalista instaurada tiempo después por los gobiernos mexicanos).
«México es vencido en esta guerra de invasión que al país le costó medio territorio», agrega Rueda.
El casillo cerró ese capítulo trágico con algunos daños, pero luego vino su época de mayor ampliación y esplendor.
El fastuoso palacio imperial
La instauración de un imperio por parte de un grupo de conservadores llevó al archiduque austriaco Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota a ser coronados como emperadores y establecer su residencia en el Castillo de Chapultepec en 1863.
Los nuevos moradores lo llamaron Palacio Imperial de Chapultepec y Miravalle, esto último como una referencia a su vieja residencia en Italia, el Castillo de Miramar.
El arquitecto Ramón Rodríguez Arangoity y el ingeniero Eleuterio Méndez fueron quienes recibieron la encomienda de rehacer un espacio que «no solo albergara obras de arte sino, además, se convirtiera en una de ellas», según establecieron.
Fueron levantados arcos neoclásicos, jardines al estilo europeo, las Bacantes (unas pinturas de musas griegas) y adornos por todas las habitaciones con el estilo del viejo continente que querían los emperadores.
También en ese periodo, este recinto se convirtió en el punto de partida del Paseo de la Emperatriz que ordenó construir Carlota. Hoy es el actual Paseo de la Reforma, la emblemática avenida de Ciudad de México.
La reinstauración de la república en 1867 puso fin al México imperial, pero el Castillo de Chapultepec siguió siendo testigo de las decisiones del poder al convertirse en la residencia de los presidentes mexicanos.
El símbolo del progreso
Siendo morada de presidentes de México, el castillo vivió más años de embellecimiento y remozamiento, principalmente durante le periodo del gobierno autócrata del general Porfirio Díaz (1876-1911).
En el emblemático torreón se estableció en 1878 -por un breve periodo- el Observatorio Astronómico Nacional.
Díaz pretendía que el edificio fuera un escaparate del progreso artístico y tecnológico de México, pues era el sitio de visita de personajes extranjeros. Así que ordenó diversas mejoras, incluidos inventos innovadores de su tiempo como elevadores y hasta la primera proyección de cine que hubo en México en 1896.
«Hay un gran vitral que se compra en Francia 1898 y se monta en el castillo en 1905. Son las diosas y las musas grecorromanas», explica Rueda.
«Acá se nota el gusto de Porfirio Díaz o del encargado de hacer la decoración interior. Está muy claramente dirigida a pensar que estás en medio de un bosque. Hay muchos elementos vegetales adosados a la arquitectura», añade.
El castillo moderno
Otro gran suceso de la historia mexicana se dio en febrero de 1913, cuando el presidente Francisco I. Madero encabezó la Marcha de la Lealtad.
Los cadetes del Colegio Militar acompañaron al presidente en una caminata hacia el Palacio Nacional mientras ocurría un golpe de Estado que días después terminó con el asesinato del mandatario.
«Desde entonces se celebra una suerte de pacto político entre el Ejército y el Poder Ejecutivo nacional cada 9 de febrero», explica Rueda.
En las siguientes décadas, el castillo se siguió arreglando, creándose pérgolas, un espejo de agua y el Monumento a «La Patria agradecida a sus hijos caídos»,
Por iniciativa del presidente Lázaro Cárdenas el castillo fue declarado sede del Museo Nacional de Historia y se inauguró como tal el 27 de septiembre de 1944.
«Tiene 106.000 piezas registradas, 12 salas de exposiciones permanentes de historia y 22 salas de museo de sitio. Aquí han vivido entonces un emperador y 14 presidentes», destaca Rueda.
Para los visitantes extranjeros, el castillo de la montaña de Chapultepec es una «sorpresa».
«No se imaginan que es lo que van a encontrar acá arriba. Entonces de repente ven los murales de Jorge Gonzalez Camarena, de David Alfaro Siqueiros y de José Clemente Orozco y se quedan pasmados. Cuando pasan por el de Juan O’Gorman preguntan qué quiere decir. Suben a los jardines del Alcázar y siempre se quedan sorprendidos», cuenta el director del museo.
Pero para los mexicanos, es aún más especial.
«Cuando vienes aquí, incluso como paseo, incluso para repetir historias románticas, leyendas, etcétera, tienes un viaje hacia el pasado y a la memoria, a lo que has querido ser, a lo que has creído que eres, a lo que te hubiera gustado que pasara», dice Rueda.
«Todo eso es Chapultepec».
Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-60206391