IÑAKO DÍAZ-GUERRA / PAPEL / EL MUNDO
Cecilia Suárez. Tampico, México, 1970. Actriz. La casa de las flores la hizo famosa en España, pero ya lucía una exitosa carrera en su país y en EEUU. Ahora se ha instalado en Madrid y protagoniza Alegría, ya en cines.¿Se puede huir de un fenómeno mundial como ‘La casa de las flores’?
No. Sé que es algo natural que pasen los años y aún me pregunten por eso, no me molesta para nada, pero me sorprende. Me da gusto que la serie haya tenido la implicación que ha tenido con el público, me ha dado mucho y si hay que platicar sobre ella, se platica.
¿Cuánto te ha cambiado esa serie la vida?
En realidad un fenómeno así te cambia lo que tú le dejes que te cambie. Para mí lo importante es agradecer y disfrutar el momento sabiendo que, como toda esta carrera, es efímero. Me mantengo en mi lugar, sigo trabajando y punto. Teniendo claro en todo momento que en este oficio el éxito es siempre temporal, logras navegar con calma en estos momentos de tanta convulsión.La edad imagino que influye, si esto te pilla con 20 años…
Me vuelvo loca. Qué bueno que lo mencionas porque creo que esta tranquilidad con que lo afronto tiene mucho que ver con mi edad y con llevar ya varias décadas haciendo lo que hago. Si una fama así te pilla joven, como he visto a mucha gente en otras series, la experiencia tiene otras implicaciones y es más difícil acomodarse a la nueva situación, tanto con los demás como contigo misma. Yo he ido aprendiendo. Recuerdo cuando hice Capadocia para HBO [de 2008 a 2012 y ganó un Emmy] que fue un fenómeno enorme en México, una hecatombe. Ahí me di cuenta rápidamente de que tanta atención puede ser pesada, complicada de asimilar y hay que saber gestionarla sobre todo en tu propia cabeza. Lo que aprendí entonces, lo he aprovechado ahora y he disfrutado de este éxito, la verdad.
Tu personaje en ‘Alegría’ vive de espaldas a sus raíces. Tú, pese a estudiar y trabajar muchos años en EEUU, ¿siempre te has mantenido cerca de México?
Sí, mi postura es completamente distinta a la suya, pero entiendo por qué un personaje como Alegría decide separarse de su origen. En esta vida, quieras o no, en el momento en que decides que ha llegado la hora de escindirse, por cuestiones laborales o personales, del lugar de donde vienes, tienes que romper totalmente, aunque sea sólo un tiempo, para realmente acomodarte en tu nuevo lugar. Ese viaje vital lo necesitamos todos.
¿Con qué rompiste tú de México?
Con mi presencia allí, pero no con mi sentimiento. Con tu país siempre hay esa relación de amor profundo e inamovible, pero al mismo tiempo de crítica voraz. Es un poco como el tema de la familia: yo puedo echar pestes de ella, pero nadie más, a ti ni se te ocurra decir algo. Con tu país pasa lo mismo, es ese tipo de amor. Yo a veces he sido una crítica voraz con la situación particular de México, sobre todo con la política, pero a menudo se comete el error de confundir el ataque a un gobierno con el ataque a un país. Ahí hay que marcar la diferencia porque, en realidad, cuánto más quieres a tu país más te molesta que se gobierne mal. No es más patriota el que todo lo ve bien.
Te has instalado recientemente en Madrid y en España vivimos una gran polarización con este asunto.
Yo creo que es una corriente a nivel mundial. Mi país está también convulso y dividido como nunca antes. Ahora estoy rodando en Estados Unidos y te puedo decir que veo exactamente lo mismo. Me he encontrado un país completamente diferente al que había experimentado en mis dos estancias anteriores en Estados Unidos. Es decir, esto es una corriente mundial de polarización y es una tristeza lo que estamos viendo.
Más allá del tema político, ¿qué tal en Madrid?
Me encanta, no sabes cómo los extraño ahora mismo. Te lo juro. Hoy venía rumbo al trabajo conduciendo en el auto y estaba pensando justo en eso. España tiene un talento maravilloso para meterse en el corazón de una, es una cultura que tiene esa capacidad y esa facilidad para hacerte sentir querida, implicada, querer formar parte de ella… Me ha sorprendido muchísimo. Me siento plena y feliz en Madrid. Hay algo en la vida española que ojalá muchas más culturas tuvieran: el amor a la vida, tener claras las prioridades.
Las virtudes de España casi siempre las veis más los que llegáis de fuera.
Sí, a veces me da rabia sentir que vosotros mismos no os dais cuenta del maravilloso país que sois, siempre les digo a mis amigos españoles que tenéis la queja como deporte nacional. Aunque hay una parte bonita en eso porque la crítica es muy importante para una democracia. Además, lo bueno es que, a la par que están discutiendo todo lo que no les gusta, pasan cinco minutos y te dicen: «Bueno, vamos a tomar una caña». Ahí ya me ganan del todo (risas). Eso es maravilloso porque, a pesar de que logran ver las cosas que les gustaría que cambiaran, no desisten en su actitud de disfrutar. Eso es valiosísimo.
México es similar en esto.
Sí, ahí nuestras culturas se encuentran. A pesar de la adversidad es una cultura que logra encontrar la salida de emergencia para reconciliarse en todo momento con la vida. Yo lo veo en Estado Unidos: esta cultura no tiene esta herramienta, no la tiene. Es una cultura que cree en el trabajo como eje esencial y primordial de la existencia. Lo cual está muy bien, pero no debe ser el número uno. Para mí hay otras cosas que son mucho más importantes: la familia, el amor a estar vivos, el amor a absorber lo bello de la vida. Con toda su complejidad y sus cosas duras, pero eso tiene que estar en el eje.
Hablando de Estados Unidos, ¿por qué dejó de trabajar allí durante años?
Rompí porque no me interesaba hacer esos papeles cliché de latina sexy que me ofrecían principalmente. Por suerte, mientras estuve allí también logré hacer otras cosas, pero tenía ganas de trabajar en mi país, donde había la posibilidad de tener roles más complejos. Ahora ha cambiado un poco, porque en EEUU ya son más conscientes de que la comunidad latina consume muchísimo y están interesados en abordar otros temas y dar visibilidad a otras facetas, pero va a llevar tiempo que en las entrañas de quienes toman las decisiones esa nueva perspectiva se afiance. Todavía hay mucho que hacer en Estados Unidos. Las diferencias por raza están más vigentes que nunca aquí. Es triste y no lo puedo comprender.
También estás muy implicada en causas feministas.
Más bien estoy implicada contra el machismo. Por ejemplo, con Alegría se vuelve a usar una definición que me molesta muchísimo: película de mujeres. ¿Por qué? Es una película y punto. El día que esa distinción se deje de hacer, las cosas habrán cambiado. Considerarla una película de mujeres es el signo inequívoco de que no se está produciendo suficiente material en el que las mujeres lleven la batuta.
¿Cuánto ha cambiado la industria audiovisual desde que empezaste?
Como cualquier cambio profundo, tiene que llevar tiempo… y lo está llevando. El machismo está en el engranaje mismo de cómo somos criadas y criados de pequeños, tanto las mujeres como los hombres. Qué se nos enseña cuando somos pequeños. Mi foco de atención cuando trabajo con la ONU es cómo hablamos de otro modelo de masculinidad, porque esto tiene que estar sobre la mesa permanentemente. Nos hablan mucho sobre nosotras, sobre qué es lo que está pasando con las mujeres, qué es lo que no nos gusta, qué es lo que ya no queremos… Pero, en realidad, nosotras lo tenemos muy claro desde hace años y me pregunto si los hombres están haciendo una revisión de su propia masculinidad. ¿Qué es ser hombre? ¿Cómo se es hombre? ¿Cómo se reafirma ? Y, sobre todo, si eso está bien o está mal, si se puede mejorar y cambiar o si tienen la oportunidad de ser de otra forma. Esa es para mí la pregunta esencial.
¿Cuánta pose hay entre los hombres que se declaran feministas?
Hay mucho postureo y, también, casos que sinceramente creen que se han revisado, pero miras bien al fondo y te sigues encontrando con los mismos detalles y obstáculos de base que no se sortean porque están en la base misma de cómo pensamos y de cómo nos han educado. Esta revisión real va a llevar tiempo, pero hay que hacerla.
En la ONU has dado varias conferencias sobre violencia machista
Es que hay muchísimos hombres jóvenes que no creen en la violencia machista, no creen que sea real, no creen que exista. Es espeluznante. La problemática es profunda porque llega a la esencia misma de cómo nos entendemos a nosotros mismos. Y parece absurdo, de verdad, no me entra en la cabeza que sigamos tan lejos de donde deseamos estar. Porque lo peor de todo es que el machismo no sólo lastima a las mujeres, y este es un concepto bien difícil de aceptar para los hombres, sino también a ellos porque les prohíbe el universo emocional. Si quieres ser hombre, el universo emocional profundo está cancelado: poder sentir ternura y demostrarla, poder dudar, poder no tener la decisión en la mano en todo momento, ser frágil, no querer ser proveedor… Todo cancelado por lo que significa ser hombre y reafirmarse frente a los otros hombres. Eso es también devastador.
Acabas de cumplir 50 años, ¿te empiezan a mirar distinto en la industria?
Me da igual porque yo no me siento mayor y no me van a mirar como ellos quieran: me van a mirar como yo quiero que me miren. Ahora las cosas están cambiando, estamos jóvenes todavía a esta edad y la vida de una mujer no se acaba por no ser jovencita. Es una edad de madurez, diferente, pero con mucha vida. Además, te digo algo orgullosamente: llego a mis 50 sin un pinchazo de bótox, sin un pinchazo de nada. Y eso, siendo actriz, no es fácil. Respeto mucho a quien decide tomar otra ruta, porque el cuerpo es algo sobre lo que cada una debe decidir como le dé la gana, pero a mí me da gusto abrazar la edad que tengo sin sentir la obligación de disimularla. Es un ejercicio complejo y me enorgullece.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/cultura/2021/12/16/61ba2389fdddff69888b45bc.html