Escritor y naturalista, Borja Cardelús (Madrid, 1946) acaba de publicar ‘América hispánica: La obra de España en el Nuevo Mundo’ (ed. Almuzara). Y es sólo el primer paso de su cruzada contra nuestra ‘leyenda negra’
EDUARDO ÁLVAREZ / EL MUNDO
Escritor y naturalista, Borja Cardelús (Madrid, 1946) también ha desempeñado cargos como la presidencia del Patronato de Doñana o del Organismo Autónomo Parques Nacionales, además de ejercer como secretario de Estado de Medio Ambiente. Acaba de publicar América hispánica: La obra de España en el Nuevo Mundo (ed. Almuzara). Y es sólo el primer paso de su cruzada contra nuestra leyenda negra.
PREGUNTA: Tras la lectura de su ensayo, uno se pregunta cómo es posible que España despierte tanta animadversión hoy en muchos sectores de Iberoamérica.
RESPUESTA: La leyenda negra se inicia por tres razones: políticas, por la hegemonía creciente de España en el mundo a partir del siglo XV; económicas, por el descubrimiento de ese botín de recursos naturales enormes que se llama América; y culturales y religiosas, porque la extensión de la evangelización al Nuevo Mundo choca con intereses como el de la masonería. Y esa leyenda negra fue extendida a lo largo de los siglos por nuestras potencias enemigas. Pero últimamente, dado que los dos siglos de independencia no han dado los frutos apetecidos de los llamados libertadores, que no fueron tales, sino que sumieron a Iberoamérica en la irrelevancia, la frustración y un subdesarrollo que no tiene fin, la leyenda negra ha venido a echar una cortina de humo sobre esos males internos.
P: No disimula su pesimismo…
R: Yo preconizo que a Iberoamérica le queda un siglo de vida, cultural y ecológica. Y eso está propiciado por los extremos del arco político. Por un lado, por el capitalismo más feroz, que se inicia con la salida de España. Las compañías británicas se apoderaron inmediatamente de los recursos naturales y empezaron a expoliar cosas que nuestro país ni había tocado porque no había comenzado aún la revolución industrial -cobre, manganeso, zinc, petróleo, también oro y plata-. Ahora la que se ha hecho fuerte es China. Y en lo ecológico el desastre es brutal; se va camino de expoliar absolutamente de recursos naturales a Iberoamérica. Ya han sido esquilmados el famoso nitrato de chile, el guano… No digamos ya los bosques, la selva amazónica ya ha sido arrasada en un tercio. O los suelos… España nunca practicó el monocultivo. Pero desde los procesos de independencia, grandes extensiones se han dedicado a monocultivos de café, de plátano, de cacao… erosionando por completo las tierras. Por otro lado, el indigenismo populista que ha surgido últimamente ataca la raíz cultural que España dejó desde California hasta Tierra de Fuego: una unidad cultural, lingüística, política y religiosa que ahora se persigue destruir. Sólo en Bolivia hay siete proyectos de naciones nuevas en territorios donde se impulsan sus respectivas lenguas vernáculas -quechua, aimara y otras muchas-, convertidas en vehículos para nuevas fragmentaciones. De Iberoamérica no quedará absolutamente nada. Será un continente yermo donde vivirán muchedumbres mendicantes, con suelos improductivos , sin recursos naturales y sin infraestructuras organizativas y empresariales productivas ni clases medias como las que levantan los países.
P: Su libro es un canto a la civilización hispánica, que hoy parece que no tiene quien le escriba ni quien la reivindique.
R: Nadie. Pareciera como si la conquista hubiera supuesto una destrucción de lo maravilloso que había. Y no. No hubo un genocidio. El genocidio lo causaron unos viajeros que iban de incógnito en los galeones españoles, que no eran los conquistadores, sino los virus: tosferina, gripe, sarampión, viruela, etcétera. Pero, una vez que se generan anticuerpos y que se aprueban las leyes de Indias que empiezan a proteger a ultranza a los indígenas, se produce la recuperación de la población local. A la llegada de los españoles a lo que hoy es Iberoamérica, había 13 millones de indios, y a la salida, se cifraban en 15. Esos son datos reales frente al supuesto genocidio. España estuvo tres siglos allí. Durante ese tiempo, hubo una pax hispánica, fecunda, creadora de pueblos y ciudades que hoy son Patrimonio de la Humanidad, de redes hospitalarias, de las primeras universidades en América, de templos, catedrales, colegios… Hoy salta a la vista en las ciudades el paso de esa pax hispánica al caos urbanístico latinoamericano posterior.
P: En su libro aporta una enorme cantidad de datos sobre la conquista española y en comparación con otras como la británica cabe concluir que salimos muy bien parados. Sin embargo, cada vez son mayores las apelaciones de dirigentes como el presidente de México exigiendo a nuestro país disculpas…
R: Ha de ser al revés. Iberoamérica es una creación de España, que se está destruyendo, y es España la que tiene que empezar a exigir disculpas a algunos dirigentes, absolutamente impresentables, de Latinoamérica porque España dejó un continente intacto en recursos naturales o en población local, con una hacienda cultural enormemente mejorada, y hoy todo eso está destrozado. Son dirigentes que mezclan la ignorancia con la mala fe, sobre todo esto último. Están echando una cortina de humo para tapar la mala gestión que ha llevado a desigualdades en la población extraordinarias.
P: Pero no son sólo dirigentes de allí. El ex presidente Zapatero pide que se abra un debate «humilde» sobre esas reclamaciones de perdón…
R: Zapatero está sumado a esa corriente populista agresiva que ha aparecido en Latinoamérica y que ha recrudecido la leyenda negra, con consecuencias como el imparable derribo de estatuas de Colón, de Isabel la Católica, de Junípero Serra. Las de este último las están tirando descendientes de indígenas que fueron instruidos y salvados por él. No hay mayor injusticia. En Estados Unidos, esas protestas se dan en la costa oeste, porque es donde estuvo España y quedan indígenas; en el este del país no se pueden producir porque no queda un solo descendiente, todos fueron exterminados. Ahí tiene la diferencia de nuestra conquista y la angloamericana. Y hoy, en EEUU tribunales superiores están devolviendo las tierras a indígenas arrebatadas por angloamericanos gracias a los registros y títulos de las leyes de Indias… Esto son datos, no palabras ni interpretaciones.
P: Usted subraya el incomprensible ensalzamiento de Simón Bolívar.
R: El peor personaje posible, que le cayó como una losa a Iberoamérica, fue Simón Bolívar. A él le engañaron, lo utilizaron, haciéndole creer que iba a gobernar, sobre todo, aquel vasto territorio que formaba una unidad. No se daba cuenta de que lo utilizaban para fragmentar la región. Lo comprendió al final de su vida y lo dejó escrito -«América es ingobernable»-, pero ya era tarde. Con esa fragmentación, el mundo anglosajón consiguió adueñarse de esas repúblicas y apoderarse de sus recursos, hasta hoy. Aquello eran provincias españolas, no colonias. Cuando España se marcha, todo el territorio entra en caos. De la más hermosa mujer que era América sólo les interesó el cuerpo, mientras que a España le interesó el alma: la capacitación, la evangelización, la conservación de los indios, el establecimiento de una gran unidad creadora y culta, basada en la agricultura y la artesanía. A los indios, las nuevas repúblicas les arrebatan las tierras comunales concedidas por la Corona… Desaparecen cantidad de tribus o quedan absolutamente empobrecidas. Y no hablemos de los cuartelazos, de la violencia, de las drogas, lacras que se mantienen hoy en esos países. Lo más socorrido es echar la culpa de todo a la conquista. Una cortina de humo fantástica. Cuando se disipe, aparecerá una Iberoamérica muerta.
P: Pero digo yo que también cabrá alguna crítica a la conquista y al periodo posterior…
R: En toda obra humana hay fallos. Claro que hubo personas que individualmente abusaron. En los primeros 20 años tras la llegada de Colón sí hubo errores deplorables en las Antillas por parte de aventureros que explotaron a los indios en los lavaderos de oro. Ahí surge la leyenda negra, que luego se extiende manipulada. Pero la propia Isabel la Católica estableció que los indios no eran esclavos, sino súbditos de la Corona, como todos los demás, y que era obligado cultivarles en lo espiritual y conservarlos en lo material y en su dignidad. Hay que tener en cuenta que las leyes de Indias se promulgaban aquí, en la Península, pero había que ejecutarlas a 6.000 kilómetros. Algo muy difícil de implantar, y aun así se hizo, gracias a una estructura administrativa que era una prolongación de España. No era una España distinta. Nuestro país no creó colonias, como Inglaterra, que implican un sesgo de aprovechamiento mercantil para beneficio de la metrópoli, sino provincias al otro lado del Atlántico.
P: Usted subraya la figura de Hernán Cortés.
R: Es el personaje histórico más importante de las Américas. Se acaban de celebrar los 500 años de la toma de Technotitlán y, por desgracia, no ha sido celebrada ni allí ni aquí. Y Cortés fue quien definió el modelo de poblamiento -no de aprovechamiento mercantil- de España en toda América, no sólo en México. Este país lo fundó él, es una creación personal suya, una nueva España. En lo militar, la gesta de Hernán Cortés se equipara a la de Julio César o Alejandro Magno, con la diferencia de que ellos contaron de salida con grandes ejércitos y Cortés no, que tuvo que forjar alianzas para libertar a los pueblos que estaban absolutamente esclavizados por los aztecas. Cortés impulsó las leyes de Indias. A partir de su gesta, se construyó una civilización sobre la barbarie a la que estaban sometidas las poblaciones locales, con mestizaje, algo que no consiguieron ni los romanos. Los historiadores independientes que se han acercado a la figura de Cortés admiran su prudencia y su sentido de Estado. Pero, ya se ve, se quiere destruir toda su historia y su legado.
Alguna responsabilidad cabe atribuirles a nuestras autoridades…
R: Es muy grave que España no haya defendido su obra, su legado en América. España se ha dejado hacer y que se extienda la leyenda negra sin una queja. En parte, porque España es una nación que se ocupa poco de la historia, sólo le importa el presente, y del futuro, dios dirá. Y ha dejado destruir su imagen. España dejó una América intacta y mejorada, que lleva camino del exterminio si no despierta.
P: En esa civilización hispánica, destaca el español, la lengua que compartimos casi 600 millones de personas en el mundo. Pero se están produciendo rapidísimas variaciones en el idioma en cada nación.
R: He aquí otro de los graves errores de España. Se ensimisma, se recrea… en que es el tercer idioma más hablado y el segundo en internet. Pero ahí se queda. Y el español está en gravísimo peligro, y no se está defendiendo. Por un lado, por la potenciación de las lenguas vernáculas. Lo estamos viendo en nuestro propio país, donde éstas se protegen y se usan como instrumentos políticos. Y en Latinoamérica pasa otro tanto con fines segregadores hacia nuevas fragmentaciones territoriales. Y, además, por la terrible intromisión de la jerga anglosajona. Nos recreamos diciendo que en EEUU hay 55 millones de hispanohablantes, ¿pero qué clase de español hablan esas gentes?
P: A propósito, ¿qué le parece que haya habido que llegar al Supremo para que se impartan al menos el 25% de las clases en español en las aulas catalanas?
R: Confirma que las leyes están, pero no se cumplen. La Constitución dice claramente que el español es el idioma de todos los españoles, pero luego vemos abusos tan sorprendentes como que en Cataluña te puedan multar por rotular un establecimiento en nuestra lengua…
P: Usted destaca mucho que Latinoamérica no tiene relevancia en el concierto internacional…
R: Ninguna. Argentina había sacado la cabeza, pero de 20 años aquí se ha venido abajo, y su clase media ha quedado depauperada. O en Chile, que estaba haciendo las cosas mejor, el indigenismo populista ha establecido casi un ambiente prerrevolucionario que ha tumbado las expectativas del país. Y es igualmente preocupante la pérdida de peso internacional que aqueja a España. Cuando los países se enredan en sus conflictos políticos internos y rivalidades partidistas, pierden relevancia. La América hispánica habría tenido una relevancia extraordinaria en el mundo. Pero con la fragmentación perdió la oportunidad. Son naciones percibidas nada más que como productores de materias primas a precios irrisorios.
P: ¿Considera relevante el rol que puede representar la Corona en nuestra relación con Iberoamérica?
R: El Rey podría desempeñar un papel muy importante. Juan Carlos I, con ayuda del Gobierno de entonces de Felipe González, impulsó las cumbres iberoamericanas, que sirvieron para reanudar los lazos de América con España y Portugal. Pero han pasado los años y eso ha quedado en algo inconsistente. Las cumbres se siguen celebrando y tiene una secretaría permanente, pero es un organismo burocrático y estéril, que no sirve para nada. Y, en estos momentos de grandes ataques a la herencia española, la voz del Rey sería importantísima en Iberoamérica, y debería tomar la iniciativa para dar una vuelta de timón a todo esto. Es necesario destruir, con datos, ese falso relato antiespañol y anticonquista. La Monarquía hispánica debe mantener la autoridad moral en América que ha tenido desde la conquista. La presencia del Rey sigue siendo esencial allí para revertir este proceso al que asistimos de destrucción de la verdad.
P: Una última cuestión. Hoy preocupa mucho la España vaciada. Usted que publicó la España silenciada y que conoce tan bien el mundo rural, ¿qué diagnóstico hace de esta problemática?
R: Es un problema histórico y tan grande ya el desequilibrio entre las zonas urbanas y rurales… Pero si le diré una de las soluciones para el campo… Hay que hacer un esfuerzo para que los productos rurales puedan ser valorados. Hoy, producir vino o queso o cualquier producto artesano… es dificilísimo por la maraña de normas y de intervencionismo de la UE, del Estado, de la autonomía, locales… En Francia, por ejemplo, esos productores están mucho más liberados. Aquí hay que flexibilizar y facilitar que la gente no tenga que abandonar esos entornos rurales.
Fuente: https://www.elmundo.es/opinion/2021/12/11/61af91f321efa0fe778b45e1.html