La revista ‘Time’ la nombró en 2005 una de las 100 personas más influyentes en el mundo. La escritora e intelectual alza la voz para expresar sin miedo sus ideas y valores
DAVID ALANDETE / ABC CULTURAL
Peligrosa. Traidora. Cobarde. No hay insulto que no le hayan dedicado sus críticos a Ayaan Hirsi Ali por su decisión de alzar la voz para expresar sin miedo sus ideas y valores. Que una mujer musulmana, negra, somalí y refugiada rompiera todos los moldes y patrones de lo que la policía del pensamiento y la corrección política esperaban de ella provocó un alto grado de confusión entre intelectuales de todo el mundo. Sus críticas al Islam y sus defensores emanaban de la propia experiencia. Pasar por un largo periodo de ateísmo y una crisis moral la han hecho abrazar el Cristianismo no solo como una fe, sino como todo un sistema intelectual y ético. Nacida en Mogadiscio en 1969, padeció mutilación genital y un matrimonio forzado con violencia. Fue refugiada en Países Bajos y se exilió en Estados Unidos tras recibir amenazas por sus primeros libros, en los que condenaba el Islam y el multiculturalismo. Su proyecto actual es un boletín llamado ‘Restoration’
—Desde la última vez que hablamos, ha pasado usted de declararse atea a proclamarse cristiana. ¿A qué atribuye este cambio?
—Abracé el Cristianismo de una manera muy subjetiva y personal. Pasé por un período en mi vida de depresión, ansiedades y dudas sobre mí misma, y tal vez lo que algunas personas podrían llamar una crisis, una crisis mental, una crisis de vida. No sé, llámelo crisis de la mediana edad si quiere. No me importa cómo se llame. Con el tiempo, y habiendo hablado con varios médicos, uno de ellos señaló que lo que estaba experimentando era una crisis espiritual, una quiebra espiritual, de hecho. Y eso fue lo que me orientó a buscar respuestas en la fe. Teniendo en cuenta no solo mi propio caos personal, sino mirando a mi alrededor en la sociedad y también observando estas fuerzas que vienen desde afuera, comencé a leer y reconsiderar las raíces de nuestros problemas. Creo que está bien ser crítico con la religión organizada. Pero lo que hicimos en la civilización occidental es que abandonamos las raíces sobre las cuales esta civilización está construida. Esos son ‘los’ valores cristianos.
—Usted entonces piensa que eso genera un vacío…
—Le daré un ejemplo muy claro para sus lectores. El trabajo misionero que están haciendo las organizaciones musulmanas se llama ‘dawa’. Gracias a él hay gran número de individuos que se están convirtiendo al Islam, incluidas mujeres, hispanos, afroamericanos, progresistas y sorprendentemente, incluso algunos judíos. Pienso, ¿qué es lo que estas personas ven en el Islam? Y llego a la conclusión de que es porque no tienen una religión propia. La han descartado. Todas las grandes conversaciones que hemos tenido como civilización, ya sea sobre los derechos humanos, o sobre la doctrina de la guerra justa, o sobre la equidad y la igualdad, todos estos debates y discusiones se dieron dentro del Cristianismo y entre cristianos, y eso es realmente lo que llevó a la Ilustración.
«El feminismo es un producto del Cristianismo. Sale de las conversaciones entre cristianos sobre qué es equidad»
—Usted se declara o, al menos, se declaraba feminista. Hay feministas, gays, lesbianas, activistas que están en desacuerdo, afirman que el Cristianismo les puede ser hostil.
—De hecho puede que no lo sepan, pero el feminismo es un producto del Cristianismo. Sale de las conversaciones entre cristianos sobre qué es equidad, qué es igualdad, cómo tratas a los seres humanos. Y, por supuesto, la aceptación de que las mujeres son seres humanos, y, por lo tanto, deben tener los mismos derechos, proviene de la civilización cristiana. Y eso te lleva nuevamente a las conversaciones sobre derechos y obligaciones como miembro de una sociedad. Todo ello es muy cristiano.
—¿Diría también que muy occidental? Porque eso puede llevar por reacción a un punto de vista antioccidental o anticolonial.
—Creo que en los años 60, a los occidentales se les dijo que todo lo que hacían estaba centrado en Occidente, y que debían hacer lo posible por cambiar de perspectiva. Esto es, esencialmente, lo que defendían Edward Said y otros pensadores occidentales que se oponían a la mentalidad occidental. Ellos introdujeron esta crítica de que los occidentales deben hacer más para entender y juzgar el mundo desde una perspectiva que no sea occidental. Y creo que parte de eso terminó por descartar el Cristianismo porque el Cristianismo se veía como la fe occidental. Y creo que la consecuencia tal vez intencionada de este descarte fue generar en las universidades una manera artificial de ser ignorante.
—¿Qué tipo de ignorancia?
—Todas estas conversaciones sobre la relación entre Occidente y el resto del mundo estaban ocurriendo en suelo occidental, en campus universitarios occidentales, usando el idioma inglés y otros idiomas occidentales como el francés o el español, usando criterios para juzgar qué es correcto y qué es incorrecto al mirar todo el corpus de derechos humanos. Eso es un producto de Occidente y del Cristianismo. Hoy, en muchas universidades y campus se reniega de esa herencia. Eso ha producido un nihilismo de ‘tabula rasa’, nos repiten que todo lo que estamos diciendo, tal como existe, está mal, es nocivo, es explotación. Hay que empezar desde cero. Y creo que esta idea de empezar desde cero es lo revolucionario. La revolución significa destruir todo. A eso me refiero.
«En periodismo, ya no obtienes un título en reporterismo imparcial. Ahora obtienes un grado en activismo»
—Desde luego hay aires de revuelta barriendo las universidades de todo el mundo, sobre todo en Estados Unidos. ¿Se refiere a ese ambiente de la protesta contra Israel?
—Absolutamente. Ahí se generó un vacío, en el corazón, la mente y el alma de estos jóvenes a quienes se ha adoctrinado con la idea de que Occidente solo está compuesto por malas acciones, como la esclavitud. Hay tantos proyectos en los campus estadounidenses que han convertido en héroes a supuestos intelectuales que en realidad defienden ideas equivalentes al culto a la nada, a la muerte. Tome el ejemplo de Frantz Fanon [un psiquiatra, filósofo y revolucionario nacido en la isla de Martinica, en el Caribe, que es conocido por sus estudios sobre la descolonización y la psicopatología de la colonización]. Cuando vivió en Francia, desarrolló la idea de que el ser colonizado debía colonizar al colonizador, y aplicar violencia. Lamentablemente, los jóvenes aquí han abrazado estas ideas. Abrazaron la teoría crítica, abrazaron todas estas ideologías posmodernistas y actuaron en consecuencia. Y de alguna manera han creado un vacío, donde Hamás y Hezbolá y el radicalismo islamista están usando exactamente el mismo vocabulario: que Israel es un estado colonialista de gente de piel blanca, y los palestinos son oprimidos de piel oscura. Son las personas indígenas. Su territorio ha sido arrebatado.
Esta locura colectiva es una mentalidad de masas para promulgar un movimiento de liberación. Creen que están luchando contra el ‘apartheid’. Creen que están luchando contra la esclavitud. Los islamistas duros y cínicos de Hezbolá y Hamás y la República Islámica de Irán y la Hermandad Musulmana sunita están explotando esta confusión de los jóvenes. Y están ayudando a confundirlos aún más. Los están usando como tontos útiles.
«Para el lado palestino, no es ninguna disputa territorial. Es un dogma religioso eliminar al Estado de Israel»
—¿Cree entonces que hay un patrón, que la resistencia es anticolonial, es antiimperialista, es antioccidental?
—Eso es. Y la universidad como institución, donde los jóvenes van después de la secundaria para aprender a pensar críticamente se transforma en una programación con ideas e ideologías que te dan un título en activismo. Y si quieres ser un activista, tienes en la universidad un manual de conducta. Tienes un guion. Tienes la esclavitud como punto de partida. Tienes objetivos en blanco y negro. No te importa la moral o abordar un problema desde diferentes perspectivas. No estás interesado ya en el método socrático, en la Historia. Tenemos esta cohorte de elites juveniles que provienen de familias adineradas, o que están en estos campus con becas que saben cómo organizarse, y a cualquiera que no esté de acuerdo con ellos, lo calumnian como colonialista. Si eres negro, eres un ‘tío Tom’. Si indio o asiático, te llaman blanco adyacente…
—Habla usted por experiencia. Le ahorraré leerle las críticas que le han dedicado solo en España desde sus primeras publicaciones…
—Comenzó para mí en 1992 cuando llegué a los Países Bajos. Estaba en un centro de solicitantes de asilo con otros somalíes. Se quejaban, decían que la comida era mala, el clima era malo, no entendían el idioma, no les gustaba la gente. Lo lógico era preguntarse qué hacían allí. Si preferían volver a Somalia, con la guerra civil en marcha. Esa fue siempre la pregunta que hice. Y no fui la única. Había otros que decían lo mismo. Si no te gusta estar en la nieve en Canadá, o si no te gusta hacer un trabajo manual aburrido conduciendo un autobús o trabajando en McDonald’s, obviamente tienes la opción de regresar a Somalia.
Y después de 1992, Somalia pasó por un período en el que de hecho se impuso una ley sharia muy dura. Y la gente estaba siendo apedreada y decapitada y tratada como el Estado Islámico, en Irak y Siria, trataría a su gente. Entonces, una de las cosas que quiero recordar a estos jóvenes en estos campus que están gritando estos eslóganes que si «Palestina libre del río al mar», que lo que hizo Hamás el 7 de octubre a las comunidades judías en esos kibbutzim es exactamente lo que harían con ellos si se niegan a inclinarse y aceptar el Islam inmediatamente.
—Es un lema muy repetido, el de «Palestina libre, desde el río hasta el mar», que viene a decir que Israel no debería existir como hoy está, enclavado entre el Jordán y el Mediterráneo. Hasta el Museo Reina Sofía en Madrid programó brevemente un ciclo con ese nombre (que lo han cambiado). Cuando he preguntado por él a activistas me dicen que es simplemente un reclamo territorial para un conflicto territorial.
—Para el lado palestino no es ninguna disputa territorial. Es un dogma religioso eliminar el Estado de Israel. Y esto se ha demostrado desde el principio. Y se ha vuelto más agudo a medida que el Islam radical ha infectado más corazones y mentes en el Oriente Próximo y en todo el mundo. Aquí en EE.UU. y en Europa la gente se harta de defender la necesidad de dos estados en paz, y bla, bla, bla. La otra parte no defiende eso, defiende un solo estado, palestino, y la muerte del otro. Esto no es mi opinión, lo dicen ellos. Desde que comencé a alzar mi voz, y a advertir del choque entre el Islam y Occidente siempre señalé que a los musulmanes hay que hacerles caso, dicen lo que van a hacer, son transparentes. Si dicen que quieren eliminar el Estado de Israel, ese es el objetivo.
La República Islámica de Irán está desarrollando capacidades nucleares por ninguna otra razón que hacer desaparecer a Israel. Y lo dicen en sus memorandos y documentos de política oficial, lo dicen en la mezquita, recaudan montones de dinero para un programa científico con el fin de desarrollar esta bomba particular. Y dicen que eso es lo que van a hacer con ella, aniquilar a Israel. Y lo hacen una y otra vez. Así que si no crees en esto, creo que simplemente estás en un estado de negación.
«El Islam político es un culto a la muerte. Es una ideología muerta. Todo lo que saben es cómo destruir»
—Hay israelíes que también defienden un solo estado, sin la otra parte…
—Bueno, hay árabes israelíes, que viven en Israel y disfrutan de las mismas libertades que los ciudadanos judíos que están representados en el Parlamento, y esos árabes israelíes después del 7 de octubre, no están del lado de Hamás, están del lado de Israel. Otra cosa importante que la gente olvida sobre Israel es que realmente tiene las armas, las capacidades para tomar desde el río hasta el mar, tomarlo todo, mañana si quiere. Y si realmente quisiera ir y expandirse y conquistar otros países y desestabilizar otros países, podría, pero se conforman con su diminuto estado. Israel no tiene petróleo, no tiene otros recursos naturales. Y aún así, mira su PIB. Su PIB es su gente. Mientras que al lado, en Gaza, a los niños, bajo el gobierno de Hamás, no se les enseña nada más que el hecho de que están aquí en la tierra para destruir el Estado de Israel. Están programados con odio. Se les dice que están destinados a morir por Gaza destruyendo a Israel. Están programados con los mismos eslóganes que estás viendo y escuchando hoy aquí en las calles de EE.UU.
De los ataques del 7 de octubre, recuerde a aquel joven que mató a 10 judíos que llamó a sus padres para contarles emocionado lo que había hecho, y sus padres le elogiaron, estaban felices. Eso es lo que se les enseña al otro lado. Así es cómo se cría a los niños jóvenes del otro lado. Y estos niños en los campus universitarios, ya sea en América o en España o en diferentes partes de Europa, tienen que entender que están eligiendo un culto a la muerte. Hamas es un culto a la muerte. Y lo mismo ocurre con Hezbolá y lo mismo ocurre con la República Islámica de Irán. Así es la Hermandad Musulmana. El Islam político es un culto a la muerte. Es una ideología muerta. Todo lo que saben es cómo destruir y todo lo que quieren hacer es destruir para negar cualquier valor. Y si no tienes valores, Israel es solo un poder colonial. Y la gente palestina que está dirigida por Hamás dice que no hay valores.
—Permítame introducir un poco de autocrítica. Los medios de comunicación también están actuando con un alto grado de activismo. En España, como en EE.UU., abundan los periodistas que creen que el adjetivo «equidistante» o «imparcial» es un insulto…
—Es que los medios, como institución en países libres, han sido subvertidos de la misma manera que ha sido subvertida la universidad. En periodismo, ya no obtienes un título en reporterismo imparcial. Ahora obtienes un grado en activismo. Eres un periodista activista, entregado a una causa. Cada vez más, desafortunadamente, las ideologías de izquierda empujan a periodistas y académicos a estar del lado de una causa. Buscan la revolución usando vocabulario periodístico como justicia, apartheid, descolonización. Los periodistas están comunicando no los hechos, sino de qué lado están.