El acuerdo militar entre el eje anglosajón supone una bofetada para la Unión Europea, en especial para la Francia de Emmanuel Macron
PABLO PARDO / Washington / EL MUNDO
Acaso los historiadores del futuro estudien septiembre de 2021 como el momento en el que estalló la nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y China. Porque la que está teniendo lugar estos días es una reordenación del escenario geoestratégico mundial como no se veía en décadas. Por primera vez en 63 años, Estados Unidos ha decidido compartir tecnología para la construcción y operación de submarinos atómicos -el arma más importante, con diferencia, de su sistema de disuasión nuclear- con un país. En 1958, fue con Gran Bretaña. Ahora, es con Australia. El rival entonces era la Unión Soviética. Hoy, es China.
Esa nueva estrategia se ha consolidado con una alianza militar, el Aukus, un acrónimo formado por las siglas en inglés de Australia, Reino Unido, y Estados Unidos, que va mucho más allá de las fuerzas navales, e incluye la «interoperabilidad» de los diferentes sistemas de armas entre los dos países, y, lo que es más significativo, en las áreas más punteras de la frontera tecnológica: inteligencia artificial y computación cuántica. A eso se suma el hecho de que EEUU va a tener una base para sus submarinos nucleares en Perth, en la costa del Océano Índico australiano que se suma a la abierta en 2011 por Barack Obama en el norte del país, donde hay 2.500 militares estadounidenses.
La medida, anunciada el miércoles en una espectacular rueda de prensa conjunta por el presidente de EEUU, Joe Biden, y los primeros ministros británico, Boris Johnson, y australiano, Scott Morrison, forma parte del nacimiento de una nueva alianza militar contra China constituida por los tres países anglosajones. El Aukus -las siglas en inglés- va mucho más allá de la cooperación en materia de submarinos nucleares, que es en sí misma un cambio histórico en el escenario geoestratégico mundial.
UNA BOFETADA A LA UE
El Aukus es, de paso, una bofetada a la Unión Europea y, en especial, a Francia. Los sueños de la UE en general y de París en particular de tener más influencia en Washington con un secretario de Estado, Tony Blinken, que habla francés tan bien como inglés, se han llevado más que un jarro de agua fría. Un jarro de agua fría, además, con un precio: 50.000 millones de euros. Ése era el monto de la compra de 12 submarinos de propulsión convencional fabricados por la empresa estatal francesa Naval Group por Australia, que estaba prácticamente cerrada desde 2017. El miércoles, Morrison anunció que ahora, esas naves van a ser fabricadas por la estadounidense Lockheed Martin.
El Aukus es, además, el típico acuerdo discreto, abierto a diferentes grados de cooperación, que recuerda a la coalición que invadió Irak y Afganistán con George W. Bush, y que está en las antípodas de los grandes documentos con fuerza legal que son del agrado de Francia y Alemania, como los diferentes Tratados de la UE, el del Atlántico Norte, que dio pie a la OTAN, o el Protocolo de París contra el cambio climático. Frente a un texto claro e inequívoco, muy francés, los anglosajones prefieren algo abierto a la interpretación. Y, desde luego, un club cerrado. Cuando, en una rueda de prensa celebrada el miércoles, justo antes del anuncio del acuerdo, un periodista preguntó a un alto cargo del Gobierno de Biden si el Aukus estará abierto a la entrada de otros países, específicamente Francia y Nueva Zelanda, la respuesta fue inequívoca: «Esto es un caso único».
También está la cuestión del prestigio. Y de la lucha de poder en la UE. Desde su llegada al Elíseo, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha tratado de convertirse en el interlocutor europeo con Washington. Tras fracasar estrepitosamente con Trump, París pensó que la llegada de un Gobierno multilateralista y atlantista a Washington con Biden cambiaría las cosas. El 14 de julio, Blinken y el ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves LeDrian, escenificaban el nuevo romance en la inauguración, en la residencia del embajador galo en Washington, de una réplica de la Estatua de la Libertad. El 13 de agosto, Blinken daba luz verde al abandono de Afganistán sin preguntar a sus aliados. El 15 de septiembre, EEUU firma un acuerdo de cooperación al máximo nivel con Gran Bretaña del que no solo excluye a Francia, sino que también daña a su industria. La frase con la que el ministro de Exteriores de Francia durante la invasión de Irak, Jean-Pîerre Raffarin, saludó a Biden en enero -«No sólo es francófono. Es una persona que nos ve con simpatía»- pertenece ahora al panteón de análisis erróneos. Francia y EEUU tienen esta semana sus peores relaciones desde, precisamente, la invasión de Irak, que París se negó a secundar.
UNA CELEBRACIÓN DEL BREXIT
Y, encima, Biden ha plantado a Macron por Boris Johnson. El Aukus es casi una celebración del Brexit. Las presuntas malas relaciones personales entre el presidente francés y el primer ministro británico han quedado enterradas a más profundidad que la que van a alcanzar los submarinos nucleares australianos. La rueda de prensa del miércoles fue una exhibición de amor angloparlante sobre un trasfondo de armas atómicas inteligentes. «Nuestra relación con Gran Bretaña y Australia ha resistido todas las pruebas (…). Son nuestros aliados más antiguos», dijeron los altos cargos de Biden, que incluso celebraron el «Global Britannia» que Johnson ha usado como eslogan para justificar la ruptura con la UE.
Así que Francia estalló. LeDrian calificó el acuerdo de «inaceptable», acusó ayer a Australia de «darnos una puñalada en la espalda», y dijo lo que muchos piensan: «Esta decisión brutal, unilateral e imprevisible, recuerda a Donald Trump. Los aliados no se hacen estas cosas». Hay otra derivada que no ha sido confirmada, pero que, de llevarse a cabo, supondría un golpe más de Washington a la UE: con este acuerdo, se despeja, al menos políticamente, una parte de los obstáculos que había para la consecución de un acuerdo de libre comercio entre Gran Bretaña y EEUU. Si Boris Johnson lograra ese objetivo, sus posibilidades de ser reelegido, ya de por sí altas, aumentarían hasta límites casi imbatibles.
REUNIÓN DE LÍDERES EN WASHINGTON
Aunque las naves australianas no van a tener armas atómicas, su aparición cambia de manera dramática el equilibrio de poder en el Índico y el Pacífico. Como explicó ayer la Casa Blanca, en una rueda de prensa, estas naves «son mucho más silenciosas. Tienen muchas más capacidades. Y van a mejorar el sistema de disuasión en el Pacífico». Disuasión, ¿hacia quién? Obviamente, la respuesta es «China».
La muralla del Pacífico contra China no se limita al Aukus. También está el ‘Quad’, que es como se conoce coloquialmente al Diálogo Cuadrilateral de Seguridad, creado en 2007 por Obama, y del que forman parte EEUU, Japón, Australia, e India, cuatro potencias que tienen relaciones tensas con China que, en el caso de India, llegaron a degenerar en choques fronterizos el año pasado que causaron decenas de muertos en ambos lados. El ‘Quad’ empezó a ganar en importancia con la Presidencia de Donald Trump. Pero el viernes de la semana que viene entra en una nueva dimensión, cuando Biden reciba en la Casa Blanca a los primeros ministros japonés, Yoshihide Suga, indio, Narendra Modi, y australiano, Scott Morrison.
Es la primera vez que los líderes del ‘Quad’ se reúnen. Y que ese encuentro se produzca bajo los auspicios de Joe Biden, que es alérgico a las reuniones con jefes de Estado y de Gobierno, es más que significativo. Japón es la tercera mayor economía del mundo. India es una potencia nuclear, y el único país sin representación permanente en el Consejo de Seguridad que cuenta con submarinos nucleares, una situación excepcional a la que, en virtud del Aukus, se sumará Australia en unos años.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2021/09/16/6143917e21efa01e628b457c.html