El excorresponsal de La Vanguardia en Pekín y Hong Kong durante una década analiza la actualidad del Indopacífico y la mirada occidental a China, todavía ingenua
ÁLVARO. F. CRUZ / EL CONFIDENCIAL
Hace veinte o incluso hace diez años, Occidente todavía miraba a China con una mezcla de ingenuidad y asombro. El crecimiento del que entonces empezamos a conocer como el ‘gigante asiático’ era visto como una oportunidad comercial y, de paso, de apertura para la sociedad china. El tiempo ha mostrado que el diagnóstico era miope y que la fábrica del mundo no se iba a conformar con ser un mero recipiente de la externalización económica occidental. Hoy, la mayor potencia del mundo, Estados Unidos, está redirigiendo sus esfuerzos económicos y militares hacia la contención de una China que aspira a todo, empezando por la hegemonía global en el futuro cercano, casi presente. Mientras tanto, la Unión Europea busca su propia estrategia sin que esté del todo claro cuál es todavía, más allá de que difiere de la confrontación frontal de Washington.
El periodista Isidre Ambrós, excorresponsal del diario La Vanguardia y analista en la revista Política Exterior y otras publicaciones especializadas, ha vivido los cambios que ahora parecen evidentes en primera persona desde Bruselas, Berlín, y durante una década —desde los JJOO de 2008 que presentaron a la nueva China al mundo— , en Pekín y Hong Kong, antes de volver a Europa. En su último libro, ‘La cara oculta de China’ (Editorial Diéresis), recoge su experiencia y acerca la realidad de la otra punta del globo, tan lejana y desconocida, al tiempo que crucial para el futuro de la sociedad occidental. Ambrós analiza la batalla cada vez menos disimulada por el Indopacífico, sus consecuencias y la respuesta de China en esta entrevista con El Confidencial.
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PREGUNTA. ¿Quién ha cambiado más en tu viaje de ida y vuelta, China o Europa?
RESPUESTA. Europa ha dado pasos atrás. Antes decían que éramos un gigante comercial, un enano político y un liliputiense en materia de defensa. Yo me marché tras el fracaso del proyecto de Constitución Europea. ¿Por qué? Llegué a la conclusión de que Europa había tocado techo y de que a partir de ese momento iban a producirse reivindicaciones de políticas nacionalistas en detrimento de la construcción del proyecto europeo. China, mientras tanto, ha dado un paso enorme a nivel económico, le está echando un pulso tecnológico a Estados Unidos, pero también ha dado pasos atrás a nivel político. Cuando se produjo la transición de liderazgo en 2012, Xi Jinping, la mayoría de observadores y periodistas extranjeros esperábamos que siguiera el camino de una progresiva apertura, pero, ¡caray! No le hemos hecho caso a China hasta ahora. Lo decía Josep Borrell: cuando ha estallado el covid nos hemos dado cuenta de que Europa no produce ni un gramo de Paracetamol y hay que ir a comprarlo a China.
Hemos pasado 20 años viendo cómo crecía China, cómo la industria europea y americana se deslocalizaban y se iban allí. Al fin y al cabo, China exigía aportación tecnológica en las relaciones bilaterales con otro país, sobre todo occidental, además de que se reconociera desde el principio que hay una sola China y que ellos cumplen las reglas del libre mercado. Y ahora nos llevamos las manos a la cabeza…Pero Alemania sigue negociando bilateralmente contratos con China y Merkel viajaba a un par de veces al año a Pekín y otras ciudades a fomentar y fortalecer las relaciones comerciales. Ellos demuestran lo listos que son cuando viajan a Europa. ¿Dónde hacen escala las delegaciones chinas? Van a Berlín, a Londres, a París, pero no pasan por Bruselas. Siguen jugando a la división europea y occidental.
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P. Y funciona, al menos en la relación transatlántica, cada vez son más evidentes las diferencias entre la nueva estrategia de Estados Unidos y la europea respecto China. La crisis diplomática de la última semana es solo una prueba más.
R. La alianza AUKUS es un brindis al sol. Ha pasado desapercibido, pero se anunció el mismo día en que Josep Borrell presentaba la nueva estrategia para el Indopacífico de la Unión Europea. Es un bofetón muy fuerte para la Unión Europea. Lo mínimo habría sido avisar, echar un capote para que los europeos pudieran salir airosos, pero ni eso. No es trumpismo, pero es un sinónimo. La forma en que ha actuado Biden la podía haber firmado Trump. Estados Unidos está en su pulso con China, un pulso tecnológico, de ciberseguridad, comercial, etcétera. El problema es que la distancia juega y me atrevo a decir que a largo plazo la partida la va a ganar China, porque es la potencia que está en la región, y además es el principal socio comercial de la mayoría de países de la zona. EEUU está muy lejos y no tienen una estrategia clara en la costa occidental del Pacífico. Además, no se ha consolidad como el gran socio de sus aliados asiáticos, Corea, Japón, Vietnam o los países del sudeste. Reino Unido está a más de 10000 mil kilómetros de distancia. Australia, la que está más cerca y la más afectada, está a unas once horas de vuelo de Pekín. Al final, AUKUS evidencia la debilidad de Occidente y es una jugada que al único que favorece es a China, porque se demuestra que todo el mundo les tiene miedo.
«Evidencia la debilidad de Occidente y es una jugada que al único que favorece es a China, porque se demuestra que todo el mundo les tiene miedo»
P. ¿Qué nos dice sobre el Indopacífico que Australia sea tan importante para Estados Unidos como para traicionar a un aliado histórico como Francia?
R. Australia es un país que necesitaba este gesto de EEUU porque sus relaciones con China están muy deterioradas desde los últimos años. Sus intercambios comerciales lo han sufrido, Australia se ha quejado de hackeos, de la gestión del Covid… Ahora está estudiando la licitación por 99 años a una empresa china del puerto de Darwin de Australia, al norte. Es un puerto esencial porque es el enlace con Asia y porque hay una importante base militar donde se encuentran también marines estadounidenses.
Que Estados Unidos comparta tecnología en materia de seguridad con Australia es muy importante para los australianos, pero los submarinos australianos no van a estar listos hasta 2040, y ya veremos donde estamos entonces. De momento, China ha respondido pidiendo entrar en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, pasando del tema militar y diciendo: soy una potencia económica y quiero convertir el Pacífico en un área de libre comercio. Pero también es cierto que China lleva cerca de dos décadas aumentando año a año su gasto militar para modernizar su ejército, algo que quieren culminar en 2027, cuando se cumple el centenario de la creación del Ejército Popular de Liberación. En toda Asia se está produciendo una carrera armamentística. Japón también está gastando más cada año. Corea del Sur también, India, Filipinas… Ya en el 2009, Australia señalaba a China como una potencia emergente y un rival a tener en cuenta en el diseño de su geoestrategia de seguridad. Todo esto confirma que el Indopacífico es la región más caliente del planeta.
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P. Empieza a escribir su libro a partir de notas al pie de página de los medios de comunicación chinos. ¿Cómo se informa uno sobre China estando allí y estando aquí?
R. Evidentemente, China, se queja y acusa, en parte con razón, de que están montando una estrategia anti China de la época de Guerra Fría que va a desestabilizar más la región. A través de su prensa ha avisado a los taiwaneses de que la salida de EEUU de Afganistán es un ejemplo de lo que ocurriría en caso de un conflicto por la soberanía de la isla. A la prensa occidental la ven como el enemigo, más que nada porque no soportan las críticas y las interpretan como un ataque. Muchos profesores locales no quieren hablar cuando les dices que eres extranjero. Aunque hables chino, que te vean como un occidental ya es un dique. No queda más que confiar en tu ayudante y traductor, tus ojos en ese país, y aplicar el sentido común. Muchas veces, cuando consigues hablar con alguien te cuentan lo que han oído, les ha llegado… y es imposible contrastar la información. Esto nos lleva al gran principio que rige la vida, la sociedad, la cultura y la política china, que es el principio de ‘perder la cara’. Algo así como ser humillado en público. Para ellos, que una gran potencia no controle una epidemia es un ridículo internacional. No pueden con ello, pero les pasa con todo: nunca te reconocerán que no tienen café, ponen una sonrisita, te dicen que ahora vuelven y desaparecen.
P. Vamos de fuera hacia dentro. ¿Qué nos dice el estado de los lavabos públicos en China hace diez años y ahora sobre la transformación de país?
R. Mucho, muchísimo. Cuando un occidental visitaba China hace no tanto comprobaba que los lavabos eran un auténtico desastre. Las señoras salían despavoridas de los lavabos públicos y sabías dónde estaban por el olor. Volvemos al principio de ‘perder la cara’. Eran tantas las quejas que Xi Jinping y su gobierno deciden en 2015 hacer una revolución y conseguir unos inodoros públicos de primera potencia, han dedicado miles de millones y cuatro o cinco años a poner los lavabos en orden.
“Mire, ustedes no se metan en política y yo les garantizo desarrollo económico y bienestar social”, un poco el franquismo de aquí, “usted no se meta en política y yo saco adelante el país”
P. No queda demasiado para que todas las generaciones de chinos que habitan el país hayan conocido única y exclusivamente el gobierno del Partido Comunista. ¿Lo tienen interiorizado?
R. Yo creo que sí. El partido tiene ahora, si no me equivoco, unos 95 millones de afiliados. Eso es más que la principal potencia europea que es Alemania. Si lo multiplicamos por 3 para hacer la unidad familiar mínima (padre, madre e hijo), tenemos 280 millones de personas dispuestas a partirse la cara por partido en caso necesario. Tras un siglo de humillación en el XIX y las guerras entre nacionalistas y comunistas, la sociedad dejó de ser iletrada y logró estabilidad gracias al Partido Comunista. Ahora ya no, pero antes el “¡Hola! ¿Cómo estás?” era “¡Hola! ¿Has comido bien?”. El partido consolida este sistema después de la masacre de Tiananmen. Se produce ese pacto tácito: “Mire, ustedes no se metan en política y yo les garantizo desarrollo económico y bienestar social”, un poco el franquismo de aquí, “usted no se meta en política y yo saco adelante el país”. Y compran ese acuerdo. Hay muchísimos chinos que viven en su burbuja, pasan del partido y de la política. Ahora bien, el sistema les favorece.
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P. El caso de las juventudes chinas es especialmente interesante desde fuera. Llegan campañas de rap comunista… y hay un nacionalismo muy fuerte, casi una competición… ¿Se les puede ir de las manos?
R. El partido no es un bloque, hay facciones más y menos nacionalistas y en alguna ocasión ha estado a punto de romperse el equilibrio. A principios de la década pasada se produjo un conflicto nacionalista con Japón por las islas Senkaku (Diaoyutai en chino). Cada día montaban manifestaciones delante de la embajada japonesa en Pekín, y durante una visita del Secretario de Defensa estadounidense, la multitud llegó a zarandear su coche. El Gobierno cortó por lo sano las manifestaciones. Se acabaron las protestas. Controlan muy bien la frecuencia y el volumen nacionalista de la sociedad, que es muy orgullosa, pero también muy obediente.
«Se acabaron las protestas. Controlan muy bien la frecuencia y el volumen nacionalista de la sociedad, que es muy orgullosa, pero también muy obediente»
P. Acaban de limitar muchísimo el uso de los videojuegos a los jóvenes, parece que ahí hay un temor a que no sean tan dóciles, pese a que desde pequeños han mamado el partido.
R. Tengo dudas de que puedan controlarlo tanto. La gente, cuando quiere, usa el VPN y se conecta desde Occidente. Pero sí que tienen su ‘planeta chino’ y su Gran Muralla digital. Los gigantes tecnológicos chinos colman las necesidades de la mayoría de la sociedad y el Gobierno se asegura de que estos no les harán la pinza. La prueba está en Alibaba y Jack Ma, les pegan unos palos de 2.000 millones y los dejan secos.
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P. Hablando de límites económicos, el gigante inmobiliario Evergrande coquetea con la bancarrota. ¿Existe el riesgo de que ocurra como en otros regímenes autoritarios y se vayan poniendo parches hasta que el sistema estalle por una grieta inadvertida?
Antes hacían planes quinquenales que había que cumplir a rajatabla. Si una ciudad minera de carbón iba como un tiro y tenía cincuenta mil habitantes, calculaban que en cinco años tendría cien mil. Construían viviendas, autopistas… Después la ciudad dejaba de ir tan bien, se disparaban los gastos y nadie quería vivir allí. ¿Y con eso qué hacemos?
China tiene muchos problemas. Por ejemplo, un endeudamiento superior al 250% de su PIB desde e la crisis del 2008, cuando el Gobierno se propuso salvar al sistema económico de la gran crisis. La mayoría de gobiernos provinciales y regionales se embarcaron en macro proyectos para generar empleo y que la crisis no llegara a China. Se endeudaron en cosas absolutamente innecesarias, pero crearon planes de apoyo, emitieron bonos y en su circuito interno consiguen comerse ellos mismos el problema de la deuda. En el caso de Evergrande, puede quebrar, pero creo que el sistema puede absorberlo bastante bien. Si una ciudad entera dependiera de Evergrande… pero esto no es como Barcelona y la Nissan. Hablamos de magnitudes tan enormes que la quiebra de una empresa, por muy grande que sea, no tiene la misma repercusión que aquí. El gobierno puede dejar que estalle o hacer una voladura controlada. Si estalla, podría provocar un gran malestar social, justo lo que no quieren por nada del mundo. Ellos continúan estudiando todos los días la caída del PCUS y de la Unión Soviética. Y van a hacer lo que sea para evitar que ocurra lo mismo en China.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2021-09-26/china-aukus-batalla-region-indopacifico_3295862/