Las empresas de ‘streaming’ se encuentran en el momento justo antes de la explosión de la burbuja. Nadie es capaz de predecir lo que pase a partir de ahora
ALBERTO REY / Fotografías Getty Images / EL MUNDO
La misma inquietud que los cines vivieron cuando aterrizaron en nuestras vidas plataformas como Netflix la viven ahora éstas ante la saturación de su propio mercado. Es hora de pisar el freno y reconocer el terreno. HBO ya no es la HBO de antaño, Netflix ha perdido el brillo deslumbrante de la novedad y sus competidoras ya no se cuentan con los dedos de una única mano. Disney tiene hambre y Apple nada en dinero. El mundo de las series está cambiando.
John Landgraf, uno de los más poderosos ejecutivos de la industria del entretenimiento acuñó en 2015 el término peak TV para definir un mercado audiovisual tocando techo. Desde entonces, la burbuja de las series no ha parado de hincharse. Mientras plataformas como Netflix y Prime Video aumentaban cada año sus presupuestos para comprar y producir contenidos, nuevos operadores entraban en el juego. Esa palabra, «contenidos», empezó a utilizarse para definir, a modo de cajón de sastre, todas las opciones de entretenimiento que uno podía encontrar tras sentarse en el sofá y coger el mando a distancia. O el móvil. O la tablet.
Cuando Landgraf dijo por primera vez lo del peak TV, FX, la enseña que dirigía, no era todavía propiedad de Disney. Hoy, además de Fox, matriz de FX, el ratón Mickey controla los activos más valiosos de la industria del entretenimiento. Algunas de las propiedades intelectuales (I.P.) más rentables de la actualidad son, ejem, propiedad de Disney: desde los personajes clásicos del fundador Walt a los omnipresentes superhéroes de Marvel, pasando por el universo de Star Wars. Una fuente aparentemente inagotable de personajes, historias y millones. También, paradójicamente, uno de los últimos reductos de beneficios del cine que se ve en salas. Disney, cuya plataforma Disney+ debutó en España en pleno confinamiento (el 24 de marzo de 2020), es uno de los actores clave en el nuevo panorama del entretenimiento mundial. Pero sus activas – y exitosas- campañas de captación de abonados demuestran que ni la casa que tiene a los Vengadores en nómina puede bajar la guardia. Disney no va a renunciar a un poder de atracción hacia las salas de cine que todavía conserva, pero tampoco puede negar que los tiempos han cambiado. Francisco Asensi, especialista en negocio audiovisual, streaming y contenidos digitales, tiene claro que esa reconversión de modelo de negocio «está costando millones de dólares que creo que la empresa da por bien empleados al garantizarle un mayor control de la marca y la distribución». Elena Neira, Profesora de Estudios de la Comunicación de la UOC, señala que «necesita volver a colocar los estrenos en salas en velocidad de crucero y apuntalarlos con los lanzamientos de productos satélites en la plataforma». Neira añade además un apunte interesante: ¿Y si Apple y Disney protagonizasen algún tipo de operación corporativa de gran alcance? La vuelta a Disney de Bob Iger, un clásico de la compañía famoso por su impetuosa política de compras, podría indicar que, tras haberse quedado con, entre otras, Lucasfilm o Marvel, la multinacional podría estar tramando algo con Apple. Alejandro Rojas, vicepresidente de analítica aplicada de Parrot Analytics, está de acuerdo con Neira: Disney quiere seguir creciendo.
Todos los expertos consultados para este reportaje coinciden en señalar la importancia de Apple en el mercado actual del streaming. Apoyada con tranquilidad sobre los colosales beneficios de su negocio de gadgets, la empresa dirigida por Tim Cook produce series sin la voracidad de Netflix, cuyo ritmo de estrenos roza el paroxismo, pero con el paso firme del que sabe que el de los contenidos es un negocio goloso, por mucha peak TV que lo amenace. Como dice Alejandro Rojas, «contenidos como Ted Lasso han logrado dar una imagen de marca positiva que genera efectos secundarios que culminan en ventas de productos de su ecosistema». Que es lo mismo que, en teoría, ha hecho la mastodóntica Los anillos del poder en Prime Video con las ventas de libros de J.R.R. Tolkien en Amazon.
Francisco Asensi está de acuerdo con cierta sensación compartida por los profesionales de la información de series de que «Apple mima el producto y de hecho es más HBO que la propia HBO». Y es que la del streaming no sólo es una guerra por el número de suscriptores sino también por la imagen de marca. Apple, que no puede permitirse abaratar la percepción de sus costosos dispositivos asociándolos con series y películas pobres, ha terminado erosionando el valor de las tres siglas más prestigiosas de la televisión, con perdón de BBC: las que corresponden a las palabras Home Box Office.
Con su prestigio todavía muy arriba, apuntalado por producciones premiadas como Succession o The White Lotus, HBO Max está en medio de una turbulenta fusión con Discovery+. De la operación saldrá una única plataforma (a que algunos ya bautizan como simplemente «Max») que tendrá que decidir cómo manejar la hasta ahora única marca de televisión cuyo merchandising merecía por sí mismo una visita a Nueva York. Que la emblemática tienda de HBO en la Sexta Avenida de Manhattan echase el cierre es tan simbólico como que una superproducción «tan HBO» como Westworld haya sido cancelada casi por sorpresa.
Meses antes, la compañía cercenó muchos de sus proyectos locales. De este tipo de contenido Elena Neira señala que «su impacto en los territorios de origen es bastante superior y es más barato de producir».
Luego, si surge otra El juego del calamar o una nueva La casa de papel, bienvenidas sean. Los dos bombazos glocal (global+local) de Netflix son, como en los cines Maverick o la secuela de Avatar, más la excepción que la regla. La empresa de la N roja tiene además otros problemas más importantes. Francisco Asensi opina que «es posible que Netflix haya conquistado a todo su target más afín, ese público entre los 25 y los 45 años que estaba preparado y deseoso de incorporarse a la plataforma». Abordar a los más jóvenes es entrar en una pugna con muchos más combatientes: Twitch, YouTube… o videojuegos como The Last of Us, cuya adaptación televisiva es, para sorpresa de nadie, la primera gran apuesta de HBO Max para 2023. ¿Apuesta alta pero segura o carísimo disparo al vacío? Imposible determinarlo.
Si, como argumentan los expertos, Netflix podría estar tocando techo, el panorama se complicaría todavía más. Elena Neira nos recuerda algo tan obvio como con frecuencia obviado: «Netflix ya no es una compañía nueva y está compitiendo con empresas en fase de expansión, con políticas comerciales muy agresivas. Súmale la recesión económica y el apalancamiento en la adopción del servicio en Europa del Este y ahí tienes la tormenta perfecta».
La próxima vez que coja usted el mando a distancia (o el móvil, o la tablet) siéntase parte de una de las guerras culturales e industriales más importantes del siglo XXI: la del streaming. Y guarde como un tesoro aquella camiseta de HBO que compró en Nueva York hace años, pues, como decían en una escena legendaria de la maravillosa A dos metros bajo tierra, pertenece a un mundo que ya no existe.
Spain is different
La serie sobre Miguel Bosé puede verse en muchos países, pero todavía no aquí. Bosé ha estado lista antes de que SkyShowtime, la plataforma que ostenta sus derechos de emisión en España esté operativa en nuestro país. En parecida situación se encontraba hasta hace unos días otra ficción biográfica sobre un mito patrio: Nacho. La serie en la que Martiño Rivas interpreta a Nacho Vidal estaba destinada a ser la primera serie española de Lionsgate+, rebranding de la plataforma Starzplay, pero se encontró con la noticia de que ésta se retiraba de España… cuando apenas había nacido. Ahora su hogar es Atresplayer Premium. Antes o después, tanto Bosé como Nachollegarán país al que, en principio, más interesan. Las dos son apuestas glocal que, con suerte, conquistarán al público internacional. Bosé, de hecho, es el único que tiene ahora mismo.
No es que se busque desde España la nueva Élite pero por qué no intentarlo. Con Berlín, el spin off de La casa de papel, las ambiciones son claramente seguir gustando al nutrido público planetario del Profesor y los suyos. En las ambiciones de la ¡García! de HBO o incluso de la muy global y a la vez muy local Cites de TV3 y Prime Video también se detecta un sano interés de participar en un mercado del entretenimiento tan globalizado como volátil. Tenemos desde series extraordinarias como La ruta custodiadas como oro en paño por las plataformas de las que son apuestas arriesgadas (Atresplayer Premium en ese caso), aun a riesgo de ser invisibilizadas, hasta ficciones popularísimas como El pueblo viviendo vidas paralelas y hasta cierto punto independientes en la televisión de toda la vida (Telecinco) y las plataformas (Prime Video). Alberto y Laura Caballero, responsables de esta última, han cerrado el 2022 estrenando en Netflix Machos Alfa, su primera comedia de episodios cortos. Hasta ahora los Caballero, los genios tras La que se avecina, no habían trabajado en el formato que rige las sitcoms desde hace décadas. Porque Spain is different,Nacho está homeless y Bosé vive, efectivamente, fuera de España.
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/2022/12/31/63aed045e4d4d8cf728b4592.html