EL PAÍS reconstruye qué pasó con la muerte de la joven y quiénes son los acusados en un caso que revela los vacíos judiciales de México
GEORGINA ZEREGA / EL PAÍS
Un bar deportivo de la acomodada colonia Condesa, en la capital mexicana, fue el sitio donde cruzaron camino Ariadna Fernanda López con los hoy detenidos por su feminicidio. La joven entró a trabajar como mesera en el Sixtie’s hace cuatro años. Su madre había muerto, y necesitaba trabajar para poder mantenerse. Allí conoció a Rautel Astudillo, un cliente con mucho dinero, y a Vanessa Flores, una compañera de trabajo, ambos vinculados hoy a proceso por su feminicidio. También conoció a gran parte de sus amigos, que pasaron esta última semana exigiendo justicia a unas autoridades políticas y judiciales que se contradecían. La muerte de Ariadna, de 27 años, ha sacudido a un país que ha visto primero a un hombre llorar en cámara su muerte, y días después, en unas cruentas imágenes difundidas, ha visto al mismo hombre cargar el cuerpo sin vida para deshacerse de él. El caso reabre el debate de cuánto peso tienen el dinero y las influencias dentro de un sistema judicial roto, que apenas castiga a los agresores.
El rostro de Ariadna ha quedado pintado, como el de tantas otras mujeres asesinadas en México, en las pancartas que prepararon sus amigas para protestar contra el feminicidio. El recuerdo de sus más allegados la pinta como una joven “muy divertida”, con una “vibra alegre” y “luz propia”. José Luis Guzmán, uno de sus amigos, la recuerda como una amante del rock clásico, The Doors era su banda favorita, y asegura que se sabía capítulos enteros de El Chavo del 8 de memoria. También era persona que cargaba con una enorme tristeza desde la muerte de su madre. Su padre no mantenía contacto con ella, y sus tres medios hermanos casi no le hablaban, cuenta Guzmán. De la casa donde vivía con la madre la echaron cuando esta murió, y de un momento para otro se quedó en la calle. “Un día cambiaron las cerraduras y ya no pudo entrar”, dice otra amiga, que prefiere no revelar su nombre. Eso la llevó hace cuatro años a trabajar en el Sixtie’s, hasta que llegó la pandemia. Ahí se quedó sin trabajo y abrió su propio negocio de manicura.
El miércoles 2 de noviembre, cuando el entorno ya llevaba dos días sin saber nada de ella, las amigas reconocieron su cadáver a través de una publicación en redes sociales. Un par de ciclistas había encontrado el cuerpo sin vida junto a una carretera en Tepoztlán y había subido fotos de sus tatuajes para que la reconociera su familia. La investigación policial reconstruyó parte de los últimos momentos de Ariadna con vida. La noche del 30 de octubre la joven fue al restaurante Fisher’s de la colonia Condesa, en la capital mexicana, para encontrarse con Vanessa, Rautel y otras personas. Después de pasar alrededor de una hora allí, abordó una camioneta junto al grupo y se fueron a la vivienda del acusado, en la calle Campeche al 175, en el primer piso.
Las imágenes de las cámaras del edificio muestran a todos bajar de la camioneta en el estacionamiento y entrar al departamento. Dentro de la vivienda, según le dijo Vanessa a los amigos de Ariadna, estaban un custodio de Rautel llamado Ernesto y su esposa, el hermano del acusado, la pareja que ahora está detenida y la víctima. Los videos evidencian que los amigos se marchan del departamento media hora después, sobre las 19.45 de la noche. A los diez minutos, a las 19.55 horas, se registró la última conexión de Ariadna a WhatsApp. Al otro día, sobre las 10.27 de la mañana, se ve llegar al chofer personal de Rautel al sitio y retirarse unos minutos después. Ese mismo 31 de octubre, media hora después, se ve al presunto feminicida cargar por el edificio el cuerpo con rigor mortis hasta subirlo de vuelta a la camioneta. Las últimas imágenes muestran a Rautel dejar el sitio y dirigirse a Tepoztlán, donde luego aparece tirado el cadáver.
Lo que sucedió en esas 15 horas que Ariadna estuvo encerrada en el departamento con Vanessa y Rautel es materia de debate. La Fiscalía de Morelos, que tomó el caso tras hallarse en esa entidad el cuerpo, aseguró que había muerto de una broncoaspiración, cuando una persona se asfixia con su propio vómito. Dos días después, la Fiscalía de Ciudad de México contradijo esa versión, aseguró que la joven había sido asesinada y la causa de muerte era un trauma múltiple. Además, emitió órdenes de aprehensión contra la pareja y aseguró que, en un cateo realizado a la propiedad, halló sangre en el piso, en la recámara y en un cojín. La contundencia de las imágenes grabadas logró fácilmente una vinculación a proceso de los dos detenidos y la jefa de Gobierno de Ciudad, Claudia Sheinbaum, acusó a la Fiscalía de Morelos de intentar encubrir el feminicidio.
Rautel llamaba la atención en el Sixtie’s por ser un hombre con mucho dinero, que llegaba en camionetas blindadas y por lo menos dos guardaespaldas. En una noche normal podía gastarse 80.000 pesos, unos 4.000 dólares. En una ocasión incluso acabó pagando una cuenta de 150.000 pesos, unos 7.600 dólares, según cuentan trabajadoras del sitio. Su casa quedaba apenas a unas cuadras e iba normalmente varias veces por semana. Había mantenido relaciones amorosas con varias meseras del bar, y a Vanessa, su novia actual, también la había conocido allí. De acuerdo a la investigación de las autoridades, contaba con antecedentes penales por daño a la propiedad ajena.
Al menos dos chicas que trabajaron como meseras en el Sixtie’s han contado a este periódico que Rautel era el cliente que llegaba, compraba numerosas botellas de alcohol y ofrecía a todas shots. En ese bar no solo se les permite a las trabajadoras beber con los clientes, sino que se les premia con comisiones. Mientras más tragos les inviten, más les pagarán a fin de mes. “Muchas no querían atender a Rautel porque todas las niñas que salían de su mesa, salían muy mal”, dice una de ellas, que prefiere mantener el anonimato, y explica que el sueldo mensual allí es de 3.000 pesos, unos 150 dólares. Las chicas estaban acostumbradas a que el hombre las invitara a “seguir la fiesta en su depa”, agrega. Eso fue exactamente lo que pasó la última noche que se le vio con vida a Ariadna.
El origen del dinero de Rautel era un misterio para las trabajadoras y otros clientes del Sixtie’s, que varias veces le preguntaron. Agente aduanal, respondía él. La investigación de las autoridades señala ahora una red de empresas propiedad suya y de su familia. Según pudo conocer este diario, el acusado del feminicidio tenía dos empresas a su nombre, Cargo Conexión System y RFC y Asociados. La primera es una compañía de paquetería y mensajería. La segunda es de seguridad privada. Los padres tienen a su nombre múltiples empresas, entre otras cosas, de venta de equipos informáticos, bandas de poliuretano para coches, muebles de oficina y lavado de automóviles. Uno de sus hermanos es abogado y el otro trabaja en una aerolínea. Casi todos residen en barrios acomodados de Cuernavaca, la capital de Morelos.
El contraste con aquella riqueza lo hacía no solo la realidad de Ariadna, sino también de Vanessa. La joven, de 20 años recién cumplidos, conoció a Ariadna a través de otras amigas de que también trabajaban en el Sixtie’s. De acuerdo a la investigación policial, la muchacha había nacido en Ecatepec, uno de los municipios más inseguros del Estado de México y con una de las tasas más altas de feminicidios de todo el país. Pero su última residencia estaba en la colonia San Felipe de Jesús, un peligroso barrio del norte de Ciudad de México dominado por la pelea entre grupos del crimen organizado. La mujer era mesera del bar en una sección del sitio en solo pasan salsa, cuentan sus compañeras, pero dejó el trabajo hace unos meses porque Rautel le había ofrecido darle el dinero de su sueldo en efectivo a cambio de que dejara el bar.
Los amigos de Ariadna fueron quienes forzaron a Rautel y a Vanessa a ir a declarar lo que había sucedido aquella noche cuando se enteraron de la muerte de la joven. Los presuntos feminicidas acordaron entre ellos cooperar con las autoridades “pero con cuidado en los detalles”, le dijo él en una conversación por mensajes a la que tuvo acceso EL PAÍS. El 2 de noviembre, quedaron en encontrarse todos en un punto e ir juntos a la Fiscalía de Morelos. El hombre, que solía moverse en una camioneta GMC, valuada en unos dos millones de pesos, llegó aquel día en “un carro viejito”, recuerda una amiga que tampoco quiere dar su nombre, “como si quisiera pasar desapercibido”. Todos dieron su versión de los hechos ante las autoridades, pero los dichos de la pareja fueron desmentidos luego con la contundencia de las imágenes presentadas esta semana por el Gobierno de Ciudad de México.
Los dos acusados enfrentan ahora un proceso judicial por el delito de feminicidio. En sus primeras declaraciones ante las autoridades, Vanessa dijo no saber nada de lo que ocurrió porque estaba dormida, que solo se despertó y su novio le dijo que la joven se había marchado. Rautel dijo no recordar nada porque iba borracho. El domingo que desapareció Ariadna, a las 17.55, la joven publicó una extraña frase que sigue publicada en su cuenta de Facebook. “¿Me van a extrañar?”, puso unos minutos antes de llegar al restaurante a encontrarse con Rautel y Vanessa. Una incómoda burla del destino que se llenó de comentarios y reacciones de despedida de sus conocidos. Como a tantas otras mujeres que fueron asesinadas en México, a Ariadna le suceden sus amigos, los que pelearon por obtener un poco de justicia, y un hijo de siete años que se ha quedado sin su madre.
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Fuente: https://elpais.com/mexico/2022-11-11/ariadna-lopez-15-horas-encerrada-en-un-departamento-con-sus-presuntos-feminicidas.html