¡Gracias!, el nuevo libro del Presidente Andrés Manuel López Obrador en el que hace un resumen de su carrera política a lo largo de 20 capítulos, ya ha comenzado a circular. Se trata de la más grande biografía de sí mismo y de su entorno escrita por el político tabasqueño antes de su retiro.
OBED ROSAS / SINEMBARGO
Ciudad de México, 12 de febrero (SinEmbargo).– Andrés Manuel López Obrador ha publicado “su último libro”, ¡Gracias!, editado por Planeta, en el que hace un repaso sobre su vida pública, una última mirada a su trayectoria antes de retirarse de la política cuando deje la Presidencia de México en octubre próximo.
“Con este texto dirigido a los jóvenes, me retiro por anticipado; al término de mi mandato me iré de la actividad política con la satisfacción de haber cumplido y con el criterio de que no debemos tener demasiado apego ni al dinero ni al poder”, se lee en este amplio texto que parte desde su infancia en Tepetitán hasta su último año en la Presidencia.
En esta primera parte, además de rememorar a las personas y profesores que marcaron sus inicios, expone lo que significa para él haber nacido en Tabasco, estado que en palabras que cita de Carlos Pellicer, uno de sus mentores, “es más agua que tierra”. En ese sentido, AMLO señala que “hasta podría decir que los tabasqueños somos liberales por naturaleza”, situación por la que, sopesa, el Partido Acción Nacional (PAN) nunca ha tenido trascendencia.
En esta primera parte, además de rememorar a las personas y profesores que marcaron sus inicios, expone lo que significa para él haber nacido en Tabasco, estado que en palabras que cita de Carlos Pellicer, uno de sus mentores, “es más agua que tierra”. En ese sentido, AMLO señala que “hasta podría decir que los tabasqueños somos liberales por naturaleza”, situación por la que, sopesa, el Partido Acción Nacional (PAN) nunca ha tenido trascendencia.
Para los primeros años de los 80, recuerda, se sumó a la campaña del priista Enrique González Pedrero, con quien buscó democratizar la vida interna del PRI, desde su dirigencia sin tener éxito. Para 1983, menciona que llegó a vivir con su entonces esposa Rocío Beltrán a la Ciudad de México, en donde estuvo hasta que en 1984 fue postulado como candidato a Gobernador del Frente Democrático Nacional.
Ante el avance que tuvo de la campaña, recuerda que Ignacio Ovalle, un viejo conocido suyo, le dijo que el entonces Presidente Carlos Salinas le ofrecía un cargo en su Gobierno a cambio de que renunciara a la candidatura. “Obviamente, cuando Ovalle me hizo el planteamiento, le dije que no aceptaba, a partir de entonces los operadores de Salinas, Roberto Madrazo, presidente del PRI en Tabasco, y Fernando del Villar, del PRI nacional, y luego director del Cisen, hicieron todo lo posible para cumplir la disposición de que no ganáramos”.
López Obrador señala que para 1994 participó de nuevo por la gubernatura “y nos echaron la aplanadora encima” en una contienda en la que sostiene que el candidato del PRI, Roberto Madrazo, uno de sus rivales políticos, se gastó 70 millones de dólares. En 1996, rememora, pasó del plano regional al nacional como dirigente nacional del PRD, un periodo en el que recuerda que se enemistó con el entonces Presidente Ernesto Zedillo por su oposición al rescate bancario del Fobaproa.
De ahí contendería por la Jefatura de Gobierno del entonces del Distrito Federal, un paso determinante en su camino hacia la presidencia. En ese sentido, recuerda episodios como el intento del entonces Presidente Vicente Fox para desaforarlo e impedir que contendiera por la presidencia, algo que no logró, porque López Obrador participó en ese proceso marcado por la guerra sucia de una élite de empresarios y políticos que operaron en su contra y permitieron que ganara Felipe Calderón.
“Como decía, la Presidencia alineó en nuestra contra a la cúpula del sector empresarial. Los más importantes hombres de negocios vinculados al poder se unieron con diversas motivaciones para apoyar abiertamente al candidato de la derecha. En ello tuvieron una actuación muy destacada Gastón Azcárraga y Claudio X. González, presidente y expresidente, respectivamente, del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios”.
Y añade: “La injerencia de Fox en el proceso electoral no tuvo límite: desde el principio hubo plena correspondencia entre el Gobierno federal y el equipo de campaña de Felipe Calderón y ambos hacían reuniones conjuntas. La coordinación era plena: por ejemplo, iba Calderón a un estado y detrás iba Fox; o al revés, iba primero Fox y después Calderón”.
Lo mismo se repitió en 2012, en la elección que ganó Enrique Peña Nieto, cuando “los hombres del poder” decidieron desde mucho antes de la votación que el priista llegaría al poder. López Obrador relata un episodio en el que esta élite se reunió y sostuvo que no importaba si él o Marcelo Ebrard fueran los candidatos, porque ya estaba decidido que llegara Enrique Peña Nieto.
“Unos días después del fraude de 2012, una mujer, amiga de Marcelo Ebrard, en una comida con los hombres del poder, buscando una justificación a lo sucedido en la elección presidencial, puso en la mesa esta interrogante: ¿qué hubiera pasado si, en vez de AMLO, el candidato de la izquierda hubiese sido Marcelo Ebrard?.
La respuesta, escribe, no tardó en llegar. La dio el obispo ya finado, Onésimo Cepeda, un aliado a la élite del poder que contestó: ‘No, niña, desde mucho antes decidimos que Enrique Peña Nieto sería Presidente’”.
Amante del lujo, el poder y los escándalos, Onésimo Cepeda Silva fue parte de la generación de religiosos que se mimetizaron con la clase política y empresarial de México al grado de ser llamado el “Obispo de las élites”.
En ese sentido, López Obrador cuenta en su libro cómo esa élite del poder operó junto al Gobierno de Felipe Calderón Hinojosa para que Peña Nieto llegara a la Presidencia.
“Desde los tiempos del Gobierno usurpador de Calderón, el grupo dominante, los que se sentían dueños de México, empezaron a definir la estrategia para darle continuidad al régimen corrupto. Para ello echaron a andar hábilmente una operación de recambio con miras a las elecciones de 2012. Con ese propósito, durante todo el sexenio de Calderón, en sigilo, Salinas empezó a operar, haciendo mancuerna con Televisa para proyectar a Enrique Peña Nieto”, se lee en el capítulo “La campaña de 2012”.
López Obrador sostiene en su libro que el plan de esta élite fue lanzar a Peña Nieto al mercado “como si se trata de vender un nuevo detergente o un producto chatarra. Así construyeron, con este personaje, toda una telenovela con la participación de actrices, actores y conductores noticias que recibieron la consigna de protegerlo en todo”.
AMLO expone que pese al dinero y la coordinación de los medios tradicionales para apuntalar la candidatura de Peña Nieto, su campaña remontó la gran diferencia que mantenía con el priista. Incluso señala que llegó a ser el candidato con menos negativos, por lo que se pregunta. “Entonces, ¿en qué fallamos?”. Y él mismo se responde: “Voy a decirlo para satisfacción de nuestros malquerientes, que siempre buscan la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio: fallamos en no imaginar la gran cantidad de dinero que usarían nuestros adversarios para comprar los votos e imponer a Peña”.
En ese sentido, López Obrador cuestiona en el otro capítulo “Otra vez el fraude”, como ninguno de los consejeros ni magistrados electorales reparó en ese dispendio. “Viene al caso preguntarnos cómo, de 16 altos funcionarios que fueron nombrados para hacer valer la Constitución y las leyes en la materia, no hubo siquiera uno que actuara con dignidad y decoro”.
Y sobre Felipe Calderón señala: ”Termino este capítulo diciendo: pobre Calderón, infeliz. En vez de odio, merece compasión. Por más que repite y repite hasta el ridículo que actuó bien, no hay nada, absolutamente nada, que lo justifique. Llegó al poder de manera ilegítima, nunca probó que merecía ejercerlo, lo detentó para desgracia de muchos y se fue con el acuerdo de que sería protegido, pero sinceramente no creo que pueda vivir ni dormir con la conciencia tranquila”.
Luego de haber quedado con 15 millones 848 mil 827 votos en el segundo lugar de la elección presidencial, cuatro millones atrás del priista Enrique Peña Nieto, el candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador pensó en la posibilidad de desistir en su búsqueda por la Presidencia, e incluso llegó a escribir una despedida.
“Mis adversarios habían desatado un rumor para pedir mi retiro de la vida pública. Me molestaba mucho la campaña emprendida por ellos en el sentido de que era un ambicioso, un obcecado con llegar al poder, sin considerar que me movían ideales y principios. Incluso llegué a escribir una despedida en la cual señalaba, palabras más palabras menos, que había querido ser Presidente como (Benito) Juárez o Lázaro Cárdenas, pero no había contado con el respaldo suficiente del pueblo o no había sabido hacerlo, por lo cual no volvería a aspirar a la Presidencia, aunque no dejaría de luchar por nuestra justa causa y por la democracia”, reveló López Obrador.
Al final, explicó, decidió que no podía excluirse de la vida pública del país.” Soy consciente de que les molesta mi presencia, pero sus argumentos no son más que un reflejo de su prepotencia y del absurdo. Primero, sus escritores y voceros más refinados sostenían que se necesitaba una izquierda moderna que ni siquiera alcanzan a caracterizar”.
En su texto, también da cuenta de cuál fue su “fórmula” para no desistir en su objetivo de llegar a la Presidencia:
“La fórmula es luchar, resistir, no claudicar, avanzar, caer y levantarse, recomenzar, y así hasta la victoria final. Todo depende de no perder la fe, de no desmoralizarse, de comprender que los procesos de transformación son lentos, pero sublimes; es más, debemos hacernos a la idea de asumirlos como forma de ser felices si dedicamos nuestra existencia a procurar el bienestar y la felicidad de otros”, sostiene el hoy Presidente al final del capítulo “¿Qué sigue?”.
Fue así como, sostiene, se mantuvo en ruta que había comenzado con la conformación de Morena, la cual lo llevaría a la Presidencia en julio de 2018, ya respaldado por su partido en una jornada histórica en la que obtuvo 30 millones de votos.
De hecho, unos meses antes de las elecciones de 2018 las élites de poder en México estaban tan desesperadas por su crecimiento en las encuestas volvieron a operar en su contra. Visitaron a Enrique Peña Nieto para proponerle, primero, que el comediante Eugenio Derbez fuera el candidato presidencial común del Partido Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI), lo que significaba bajar del proceso a Ricardo Anaya Cortés y a José Antonio Meade Curibreña.
El entonces Presidente les respondió:
–Señores, por favor, sean serios.
“En el 2006, el PRI le ayudó al PAN en el fraude [que llevó a la Presidencia a Felipe Calderón Hinojosa]. En el 2012, el PAN le ayudó al PRI, al grado de que [Vicente] Fox, del PAN, votó por [Enrique] Peña, no por [Josefina] Vázquez Mota, la candidata del PAN”, dijo el Presidente de México hace el martes pasado. “En la elección del 18, buscaban algo parecido, pero no se presentaron afortunadamente las condiciones. No se pusieron de acuerdo. Entonces van de nuevo a decir: ‘Bueno, ya no Ricardo Anaya, [José Antonio] Meade’. Y no. Pues empiezan entre ellos a buscar con quién enfrentaban y ahí les va la nota: invitan a Carlos Slim para ser candidato con la propuesta de que ellos buscaban que declinaran Meade y Anaya. Y Carlos Slim les dice: ‘No. Yo estoy dedicado a otras cosas’. Y no aceptó. No se pierdan el próximo libro”, agregó.
En su nuevo libro, agrega detalles:
“Unos meses antes de las elecciones, como manteníamos una amplia ventaja en las encuestas, el grupo oligárquico, en su desesperación, volvió a visitar a Peña para decirle que contaban con sondeos según los cuales me ganaría el comediante Eugenio Derbez; una de mis gargantas profundas me contó que Peña respondió: ‘Señores, por favor, sean serios’. También supe que intentaron convencer a Carlos Slim para participar como candidato único del PRIAN, ofreciéndole la declinación de Meade y Anaya; la veracidad de esta propuesta me la confirmó el propio Slim, quien no aceptó el desafío argumentando que él tenía otro oficio. Era y sigue siendo un hombre de negocios y, por cierto, nada tonto”.
Las reuniones de la élite en la elección 2018 fueron constantes. Y varias donde estuvo el Presidente Enrique Peña. López Obrador cuenta “Operación Berlín”, a cargo del intelectual Enrique Krauze, que buscaba hundir su imagen con guerra sucia como la de 2006. El Presidente narra en su libro:
“Al comienzo de la campaña, el bloque de empresarios vinculados al régimen que participaron en el fraude electoral de 2006 contra nosotros, confiados en su prepotencia, nos ignoraron pensando que fracasaríamos de nuevo; es más, estaban distanciados de Peña, pues aunque impulsaban las llamadas reformas estructurales y habían ambicionado la privatización del sector energético y de la educación, no les gustó la llamada reforma fiscal; sobre todo, la eliminación del régimen de consolidación fiscal que le permitía a los grandes corporativos evadir el pago de los impuestos; tampoco les convino el aumento de hasta 35 por ciento del Impuesto Sobre la Renta, el retiro del privilegio de no pagar impuestos en operaciones realizadas en la Bolsa de Valores y el pago de contribuciones por la extracción de minerales. Aunque, como ya vimos, mantenían el privilegio fiscal de la condonación de impuestos —que en los hechos les permitía no contribuir en nada a la Hacienda pública— se sintieron traicionados por Peña, les salió la arrogancia y el conservadurismo extremo, y empezaron a golpearlo en sus medios de manipulación como el periódico Reforma y en sus redes sociales, al extremo de convertirlo en el payaso de las cachetadas; al mismo tiempo, veían con buenos ojos la candidatura de Ricardo Anaya, postulado por el PAN y otros partidos paleros. Ese ninguneo a Peña les costó bastante, y más temprano que tarde, se les empezó a revertir”.
López Obrador agrega: “Cuando era evidente nuestro crecimiento, estos potentados comenzaron a preocuparse y decidieron actuar para tratar de frenarnos. Tengo información de alguna de sus reuniones. Recuerdo de una que llevaron a cabo en mayo de 2018 en Punta Mita, en la costa de Nayarit, en el hotel Four Seasons, propiedad de Fernando Senderos, a la cual asistió como expositor un empresario de Venezuela llamado Lorenzo Mendoza para hablar sobre el chavismo, socio de su homólogo mexicano, Juan Gallardo Corona, quien fue hospedado en la casa de Alejandro Ramírez Magaña, el dueño de la cadena de Cinépolis, y en ese entonces, presidente del Consejo Mexicano de Negocios”.
Es curioso, dice, “pero en la reunión, el empresario venezolano dijo a los asistentes que no veía paralelismo entre la actuación del finado Presidente Chávez y lo que yo pudiera representar. Claudio X. González padre le replicó molesto y reiteró la cantaleta de que yo era un peligro para ellos y para el país; creo que al final esto último fue lo que prevaleció y comenzaron con la guerra sucia; en ese entonces financiaron un sistema de ataques, llamado ‘Pejeleaks’, que incluía escuchas telefónicas a mis familiares y allegados; volantes difamatorios, cartas y circulares en las que buscaban coaccionar el voto de los trabajadores. Por entonces produjeron también una serie sobre el populismo con cuatro capítulos; uno, sobre los orígenes y males del populismo; otro, con la aparición de Stalin y Hitler como populistas; el tercero, con Fidel Castro y Hugo Chávez; y, por último, el dirigido a mi persona; con entrevistas a Cuauhtémoc Cárdenas, Lorenzo Meyer, entre otros, en contra mía, sacadas de contexto”.
“En ese entonces, ni Televisa ni Azteca ni los productores o difusores de series en el extranjero aceptaron transmitir dicho bodrio, aun cuando ofrecían 80 millones de pesos. Es muy probable que en esta perversa estrategia haya participado Carlos Salinas, Claudio X. González, Liébano Sáenz, Héctor Aguilar Camín, Eduardo Medina Mora y un personaje siniestro de nombre Alejandro Quintero que había trabajado en Televisa, destacadamente, en el posicionamiento mediático de Peña, pero se había distanciado de los directivos de esa empresa, porque cobraba por fuera o recibía moches no ingresados ni, obviamente, reportados. En vísperas de las elecciones de 2018, Krauze fue señalado como el cerebro de la llamada Operación Berlín, una estrategia mediática y electoral realizada entre 2017…”, dice el Presidente en su libro.
Pese a la embestida llegó a la Presidencia con 30 millones de votos a su favor.
En el texto, López Obrador también relata cómo en 2018 le ofreció a Claudia Sheinbaum ser la coordinadora de su campaña para, al ganar, designarla como la primera mujer Secretaria de Gobernación, pero ella prefirió buscar la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
“En 2018, yo quería que fuera la jefa de la campaña presidencial, porque además de ayudarme en eso, pensábamos que íbamos a ganar y sería la primera mujer Secretaria de Gobernación. Lo comenté con ella, pero desde que se lo dije, en vez de alegrarse se puso triste”, escribe López Obrador.
“Le pregunté qué pensaba y contestó que ella quería contender al interior de Morena por la candidatura para Jefa de Gobierno; le respondí que lo sopesara, porque Ricardo Monreal estaba bien posesionado y podía ganarle la encuesta”.
“Al final, como es un poco terca o, para decirlo con elegancia, perseverante, como ya saben quién, decidió participar en la contienda interna y la ganó, al igual que la elección constitucional para Jefa de Gobierno”.
Añade López Obrador: “Sostengo que actuó bien en este encargo; baste decir que su Gobierno ha sido el que más ha disminuido la delincuencia en los últimos treinta años en la Ciudad de México. Además, es sensible, incapaz de cometer una injusticia y, sobre todo, repito, es honesta. En fin, estoy contento, no sólo porque es muy probable que el pueblo decida a favor de que continúe la Cuarta Transformación, sino, sobre todo, porque no habrá desviaciones y se mantendrá el compromiso de atender con prioridad a los más necesitados y bajo los principios de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”.
En la despedida de su texto, también dedica unas líneas a la aspirante presidencial del PRI y PAN, Xóchitl Gálvez, a quien llama “ladina” por ser la candidata del “supremo poder conservador”.
“Nació en un pueblo en un pueblo de Hidalgo, pensaron que su origen sería útil para ofrecer una supuesta imagen popular, cuando en realidad es ladina e igual de clasista y racista que los conservadores de mayor rango o nivel en la escala económica, social y política del país”.
En el último capítulo de su libro, denominado “Mi diario de los últimos meses y el adiós”, López Obrador enfatiza sobre Gálvez:
“Obviamente, la gente no se deja engañar, no se traga ese anzuelo, como ya se ve, aunque la oligarquía y los medios de manipulación se empeñen en inflarla, el globo no ha levantado ni levantará, porque en estos tiempos de transformación el pueblo no permite que alcen el vuelo los falsarios, los oportunistas y los corruptos”.