Entre la defensa de los principios y la peligrosa inflexibilidad
Po José Ojeda Bustamante
En 1917, un joven pensador italiano que a la postre se convertiría en un referente de la izquierda italiana escribía en un texto que ha sobrevivido a la prueba del tiempo lo siguiente:
“vivir significa tomar partido. Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar partido. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador, es la materia inerte en la que a menudo se ahogan los entusiasmos más brillantes”.
El personaje en cuestión era Antonio Gramsci, pensador brillante que nos legó a través de sus cuadernos de la cárcel un análisis minucioso de la convulsa Italia y del ascenso del fascismo en la figura de Benito Mussolini.
De vuelta al presente, el lunes 1 de diciembre ante cerca de 200 mil personas que llenaron el zócalo de la Ciudad de México, el presidente Andrés Manuel López Obrador dirigió un mensaje al Pueblo de México con motivo del tercer aniversario de su llegada al poder.
El lugar y la cantidad de personas congregadas, así como las formas simbólicas dieron pie a que más que un informe de gobierno, el evento resultara en una especie de mensaje de alto contenido político y de principios-guía para el movimiento que AMLO fundó y encabezó, y que ahora en faceta de gobierno está justamente a mitad del camino, como él mismo ha titulado a su último libro.
Así, de manera evidente, entre datos y programas que su gobierno ha implementado el presidente dejó entrever algunas líneas y principios de carácter político para la segunda etapa de su gobierno.
Aunado a los ya conocidos como el combate a la corrupción, la austeridad republicana y el de gobierno del pueblo y para el pueblo, el presidente dobló la apuesta a favor de los más pobres de México al enunciar lo siguiente:
“El noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones. Ser de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos, no zigzaguear. Ser auténticos y hablar con la verdad”.
No robalear, como dijera en una de sus conocidas frases el ideólogo del PRI Jesús Reyes Heroles.
A la par y para un buen entendedor, con una dosis de pragmatismo puro AMLO hizo el hincapié entorno a que su apuesta electoral es por mejorar o enfocar todos sus esfuerzos en los que menos tienen, de los cuales se refirió en los siguientes términos:
“Atender a los más pobres es ir a la segura para contar con el apoyo de muchos, de millones, cuando se busca transformar una realidad de opresión y alcanzar el ideal de vivir en una sociedad mejor”. Parecen ideas de Freire vigentes y recargadas.
Pero cabe preguntarse ¿A quiénes se dirige Andrés Manuel López Obrador?
Ciertamente no se refiere al México de altos ingresos, y quizás ni siquiera el de ingreso medio alto.
El presidente habla y articula su discurso para esas dos de cada cinco personas que trabajan tiempo completo y que no tienen un sueldo que les permite satisfacer las necesidades básicas de su familia, también a ese 21% de quienes tienen una licenciatura, pero viven en pobreza.
También les habla a esos cerca de 29 mil “empresarios precarios” nuevos, que año con año no ganan lo suficiente ni para terminar la quincena. Porque hoy en día el nivel de vida es bajo incluso entre las personas que técnicamente no son consideradas pobres. De hecho, el 18% de ellas no tiene acceso a un hospital público o a un seguro de gastos médicos si se enferma e increíblemente el 10% reporta pasar hambre y comer menos de lo necesario.
Porque lamentablemente y es algo que la oposición aún no ha terminado de comprender, nuestro país, México es una nación donde la mesa está puesta para que sea difícil salir de pobre y casi imposible salir de rico; una movilidad social empantanada, condenada más a retroceder que a la inversa.
Es decir, vivimos en una nación rica en recursos donde las personas de más dinero y las grandes empresas caen parados, mientras que el resto no puede darse el lujo ni siquiera de tropezar. Así si, el México de los billonarios crece de maravilla, el México del resto se estanca, se repliega.
Resulta obsceno, por decirlo respetuosamente que, en los últimos dos años, la fortuna de las 13 personas más ricas del país haya aumentado en 33.1 millones de dólares, al tiempo en que 5.4 millones de personas han caído en pobreza laboral.
Por eso el presidente de cara a su segundo trienio, pero también ya con el desafío de buscar la supervivencia de su movimiento en un segundo sexenio, ha tomado partido claro y ha hecho un llamado a todos los que se consideran parte de su movimiento a seguir por esa misma senda.
Resulta llamativo que la palabra anclarse tiene un origen etimológico similar con la palabra consistencia, la cual etimológicamente es la cualidad de tomar posición, detenerse, anclarse (“sistere”, en latín) en todo (el prefijo “con- “).
Hoy que estamos en un mundo mega volátil, incierto, complejo y ambiguo, las personas auténticas, los liderazgos consistentes, son los que siguen adelante, con principios firmes, pero también con la capacidad de ser flexibles en las formas.
El presidente es claro en los principios ¿podrá ser flexible en las formas?
Desde las antípodas lo observaremos.
@ojedapepe