Los juguetes eróticos, el porno en realidad virtual y los dispositivos terapéuticos forman parte de una revolución que abre múltiples debates éticos
ISABEL RUBIO / EL PAÍS
Dispositivos como Kissenger permiten enviar un beso a distancia a tu pareja. Basta con poner los labios en una boca artificial acoplada al móvil para que el beso se transfiera a un dispositivo igual en cualquier parte del mundo. También existen almohadas para sentir el latido del corazón de otra persona, vibradores que pueden ser controlados a distancia y moverse al ritmo de la música y muñecas repletas de sensores que hablan y fingen orgasmos. Los robots o juguetes sexuales, los aparatos con fines terapéuticos y el porno en realidad virtual ya son una realidad. El futuro del sexo pasa por la tecnología y abre un sinfín de interrogantes. ¿Un usuario podría elegir mantener sexo virtual con el avatar de una expareja o de una persona fallecida? ¿En qué casos será necesario el consentimiento? ¿Hablaremos de infidelidades virtuales?
Los juguetes sexuales no son un invento reciente. Lily Frank, filósofa y profesora asistente de filosofía y ética en la Universidad Técnica de Eindhoven (Países Bajos), recuerda que muchos siglos atrás nuestros antepasados ya utilizaban consoladores. Un grupo de arqueólogos alemanes descubrió en 2005 en el yacimiento de Hohle Fels —en el suroeste de Alemania— un falo de piedra de hace 28.000 años que medía unos 20 centímetros de alto y cuatro de ancho. Más tarde, en el siglo XVII había quienes utilizaban muñecas sexuales. “Estaban hechas con ropa de mujer y rellenas de paja”, cuenta Frank.
Parejas a la carta con pezones y penes a medida
Con el paso de los años, la tecnología ha revolucionado por completo el sector del sexo acercándonos a un futuro distópico que en realidad podría no estar tan lejos. Lo que hace años eran muñecas sexuales simples y rudimentarias hoy son robots repletos de sensores y equipados con inteligencia artificial. La compañía californiana RealDoll comercializa muñecas y muñecos asombrosamente realistas. El usuario puede fabricarlas a su gusto: escoger si quiere que sea una mujer, un hombre o transexual. También elegir entre 17 tipos de cuerpos, más de 20 tipos de pezones, 13 pelucas diferentes, nueve colores de cabello o el tipo de maquillaje. E incluso puede seleccionar su voz y personalidad.
Justin Lehmiller, investigador del Instituto Kinsey y presentador del podcast Sexo y psicología, considera complicado predecir hasta qué punto el uso de estas máquinas será generalizado. El 49% de los estadounidenses cree que mantener relaciones sexuales con robots será una práctica común en los próximos 50 años, según una encuesta realizada en 2017 por la firma de investigación de mercados y análisis de datos YouGov. Pero aún hay muchas preguntas sin respuesta. “¿Resultarán satisfactorias las interacciones con los robots sexuales? ¿Habrá leyes que regulen la naturaleza y disponibilidad de estas máquinas? ¿Será la tecnología lo suficientemente asequible como para que cualquiera que quiera un robot sexual pueda conseguirlo?”, plantea Lehmiller.
En la actualidad, las muñecas de RealDoll cuestan en torno a 5.000 euros. La compañía no ha facilitado a este periódico datos de ventas. Brick Dollbanger (nombre ficticio), residente en California de 63 años, ha probado cinco modelos diferentes de esta empresa y define la experiencia como “impactante”: “El nivel de realismo es asombroso por la animación y la inteligencia artificial que controla las respuestas al tener sexo”. En unos vídeos que Dollbanger ha facilitado a este periódico, una de estas muñecas gime, cierra los ojos y abre la boca durante el acto sexual. Los orgasmos resultan bastante realistas si no fuera por una especie de sonido robótico que se escucha constantemente de fondo.
Estos androides también hablan. “Puedo follarte en cualquier momento, en cualquier lugar que desees”, dice una muñeca llamada Harmony en uno de los vídeos. En otra grabación, Nova cuenta que se lo pasa “muy bien con Brick”: “Tenemos sexo dos veces al día y él hace todas las cosas guarras que me gustan tanto”. Para Dollbanger, el punto fuerte de los robots es “que no tienen los límites que sí tienen los humanos”. Si por algo se caracterizan estas máquinas, es precisamente porque dan a los humanos “libertad de acción y un control total de la situación”, según Jesus E. Rodríguez, director del Instituto Sexológico Murciano: “Ya no haría falta empatizar con los gustos de la otra parte, bastaría con satisfacer nuestras necesidades o cumplir nuestras fantasías sin mirar más allá”.
Entre los clientes de RealDoll, hay desde “futuristas, artistas o coleccionistas de arte hasta profesionales de la salud, amas de casa, personas solteras o parejas”. Otras compañías como AI Tech, DS Doll o MissDoll también fabrican muñecas de este tipo. Hay robots de MissDoll que incluso son capaces de realizar sexo oral. Algunas de estas marcas también experimentan con robots sexuales masculinos. Johnny, Lucas o Michael son muñecos creados por RealDoll. “Puedes pasar todas las noches con tu chico perfecto”, asegura la compañía. El cliente puede escoger cómo de musculoso quiere que sea el robot, el tamaño del pene o el vello púbico.
Para DollBanger, todos estos robots son solo “juguetes o asistentes que usaremos entre o durante las relaciones humanas”. “Nunca podrán darnos el amor verdadero o ese momento de espontaneidad o caos que tanto anhelan los humanos en sus encuentros sexuales”, vaticina. Pero ya hay quienes prefieren el sexo virtual o con robots al humano, según Frank. Y esta tendencia “irá en aumento cuando las máquinas se hagan más asequibles”.
La filósofa considera que los robots sexuales pueden ser útiles para aquellas personas con una enfermedad grave o discapacidad que les cueste encontrar pareja. También para quienes “sufran un trauma o una disfunción sexual”. “Algunos autores incluso han sugerido, de manera controvertida, que los robots sexuales con aspecto de niños podrían ser una forma de cambiar los deseos y comportamientos de los delincuentes sexuales pedófilos”, afirma.
Dilemas morales
Más allá de los robots sexuales, existen muchas otras tecnologías que ya están influyendo en nuestra manera de concebir el sexo. Una de ellas es la realidad virtual, el mundo paralelo al que podemos trasladarnos gracias a unos auriculares y un casco o unas gafas especiales que nos aíslan del exterior.
El porno en realidad virtual es un negocio que ya ha despegado. Los usuarios que lo visualizan son sobre todo hombres —el 83% frente al 17% de mujeres— de entre 25 y 34 años, según el portal de porno en realidad virtual VR Selector. Este portal de escenas pornográficas de realidad virtual indica que Estados Unidos es el país en el que se consumen más vídeos de este tipo. Le siguen el Reino Unido y Alemania. La mayoría de personas ven estas grabaciones durante una media de 97 segundos.
Esta tecnología inmersiva permite al usuario meterse de lleno en el papel. Un artículo publicado en 2020 en la revista Journal of Sex Research indica que la realidad virtual puede ser una herramienta poderosa para provocar “experiencias sexuales íntimas”. En la investigación, 50 hombres vieron dos películas porno: una en realidad virtual y otra de forma convencional. Con la realidad virtual, se sintieron más deseados y más mirados a los ojos. También fueron más propensos a sentirse conectados con los actores y a tener la necesidad de interactuar con ellos.
Las posibilidades que se abren con esta tecnología son infinitas. “El sexo en realidad virtual probablemente algún día ofrecerá la oportunidad de relacionarse con casi cualquier persona en el mundo”, señala Lehmiller. De hecho, ya en 2019 una comunidad de aficionados a los gráficos en 3D creaba y vendía a sus usuarios avatares para realidad virtual creados a partir de imágenes de personas reales para cumplir sus fantasías, según publicó el medio especializado Wired. Aunque esta posibilidad pueda resultar tentadora, plantea algunos dilemas. “Tener sexo con una expareja no tiene el mismo significado moral que tener sexo en realidad virtual con el avatar de una expareja. Lo mismo ocurre con las personas fallecidas”, comenta Frank.
¿Necesitaremos consentimiento para tener relaciones sexuales con un avatar de una persona real? ¿La gente percibirá el sexo virtual como sexo? Si es así, ¿tener relaciones sexuales con alguien que no sea tu pareja en un mundo virtual constituirá una infidelidad? En el Instituto Sexológico Murciano ya se tratan en consulta infidelidades virtuales, según cuenta Rodríguez: “Muchas personas que se enganchan a páginas de contactos [en las que mantienen encuentros a través de un chat o con cámara] acaban siendo descubiertas y abriendo una crisis de pareja”.
La revolución de los juguetes sexuales
Mientras que aún es pronto para saber si la realidad virtual finalmente hará posible tener sexo con cualquier persona, otras tecnologías que a priori pueden parecer futuristas ya son una realidad. Héctor Rubio, director ejecutivo de la tienda EroticFeel, cuenta que ya existen productos que, enganchados a unas gafas de visión 3D, pueden hacer “ver y sentir en tiempo real cómo un desconocido practica [al usuario] una felación”.
Se espera que el mercado de los juguetes sexuales no pare de crecer. Si en 2019 movió 28.640 millones de dólares (24.260 millones de euros), en 2025 esta cifra podría alcanzar los 48.300 millones, según el portal de estadísticas de mercado Statista. Los hay de todo tipo: desde un sujetador que mide la frecuencia cardiaca y solo se abre cuando considera que quien lo porta está lo suficientemente excitada a un vibrador que se enciende a una hora determinada para despertarte o un consolador que se dobla para adaptarse a la vagina.
También hay succionadores de clítoris, collares y anillos vibradores o masturbadores masculinos. Las compañías crean cada vez juguetes más realistas y personalizados. De hecho, según Rubio, muchos dispositivos son simulaciones reales de genitales tanto femeninos como masculinos. “Existen productos para poder replicarte tus genitales y regalárselos a tu pareja en forma de juguete sexual”, añade.
“Hace apenas dos años no era común tener juguetes sexuales para el grueso de la población y mucho menos hablar de ello en público, pero a día de hoy ¿quién no ha oído hablar del Satisfayer o tiene uno en casa?”, se pregunta Rubio. Las ventas de juguetes eróticos por Internet se dispararon durante el confinamiento decretado por el coronavirus.
Johanna Rief, directora de empoderamiento sexual de WOW Tech, recuerda que “hace unas décadas casi nadie hubiera pensado que los teléfonos inteligentes se convertirían en una parte tan esencial de la vida cotidiana”. “Se demostró que la mayoría estábamos equivocados”, comenta. Rief espera que pase algo parecido con los juguetes sexuales, que cada vez ofrecen más funciones. Compañías como Satisfyer y WowTech cuentan con aplicaciones para controlar de forma remota los dispositivos, hacerlos vibrar al ritmo de la música o crear una lista de reproducción de vibraciones personalizada.
El auge de estos aparatos puede ayudar a romper tabús y poner ciertos debates sobre la mesa. Megwyn White, directora de educación y formación de Satisfyer y sexóloga clínica certificada, indica que las nuevas tecnologías y el acceso a información a través de la red “han desatado una curiosidad global sobre el cuerpo, ayudando a cambiar los estigmas y la vergüenza en torno al sexo”. “La gente ahora está cuestionando lo que se les ha enseñado sobre el sexo y reconociendo la brecha en la educación sexual. Están cuestionando los roles de género, el significado del sexo y el papel que juega en orientarnos hacia una vida saludable y feliz”, indica.
Dispositivos para tratar problemas de eyaculación o vaginismo
Los objetivos de algunos investigadores son muy ambiciosos. Hay quienes han intentado buscar la forma de generar un orgasmo con solo pulsar un botón. Pero además de para dar placer, existen dispositivos que pueden ser especialmente útiles para tratar problemas de eyaculación, erección o vaginismo, según indica Rodríguez. “En los próximos años la tecnología será una herramienta imprescindible para el cuidado de la salud sexual”, afirma el director del Instituto Sexológico Murciano. Su equipo está realizando dos estudios con dispositivos de la firma Mysteryvibe. Uno de ellos para el tratamiento del vaginismo. El otro, para mejorar la función sexual en personas con lesión medular.
La empresa española Myhixel, que también trabaja con el citado Instituto Sexológico, ha desarrollado un dispositivo para ayudar a controlar la eyaculación precoz. Diversos estudios estiman que entre el 20% y el 30% de los hombres adultos tienen un problema de disfunción sexual. “La tecnología debería ser la alternativa a los fármacos para tratar las preocupaciones sexuales”, asegura Patricia López, directora ejecutiva y fundadora de Myhixel.
Hay dispositivos que tienen el potencial de mejorar la vida sexual de las personas “sin efectos secundarios”: “La comunidad médica se está acercando a nosotros con ideas innovadoras y disruptivas. Necesitan que las empresas de tecnología sexual hagan realidad estas ideas para mejorar la salud sexual”. El dispositivo desarrollado por Myhixel, registrado como producto médico por la Administración de Medicamentos y Alimentos en Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), recrea las sensaciones de una penetración y permite al usuario adquirir un control progresivo de los mecanismos implicados en la eyaculación.
¿Seguiremos interactuando entre nosotros?
Una de las preguntas aún sin respuesta es si, con todos estos dispositivos sexuales en el mercado, seguiremos interactuando igual entre nosotros en el futuro. Las compañías insisten en que sus aparatos en ningún caso son sustitutos de las personas. Pero, ¿habrá quienes prefieran el sexo virtual al sexo real? López destaca que un tercio de los hombres consumen porno a diario y que dicho consumo provoca que los jóvenes pierdan interés por el sexo real.
Frente a quienes defienden que con la tecnología la interacción irá a menos y que las relaciones serán cada vez más virtuales, hay expertos que subrayan la necesidad de juntarnos entre humanos. “Somos homínidos sociales y está en nuestro ADN la necesidad de contacto físico e interacción con los demás de la forma más tradicional. No creo que en pocos años este modelo del sexo virtual se imponga al sexo real”, afirma Rodríguez.
¿Qué no pueden darnos los robots u otros dispositivos que sí pueden darnos las personas? Es probable que algunas características humanas nunca se reproduzcan en un robot o al menos siempre sean objeto de debate, tal y como subraya Frank: “¿Pueden los robots valorarnos en el sentido en que podemos valorarnos los unos a los otros? De lo contrario, para algunas personas, el sexo con un robot no tendrá el mismo valor que con un humano”. Rubio echa en falta en los robots “la humanización y la improvisación”. La tecnología, según indica, no está preparada para afrontar el “libre albedrío que nos caracteriza como raza”: “El sexo plano sí, pero jamás podrá ser comparable al sexo sentido y todos los sentimientos que nos provoca al compartirlo con una persona querida”.
¿Y SI LOS CIBERDELINCUENTES SE HICIERAN CON TU INFORMACIÓN MÁS ÍNTIMA?
La información procesada por los juguetes sexuales es extremadamente sensible, tal y como resalta la compañía de ciberseguridad ESET. Entre ella, puede haber “nombres, orientación sexual o de género, listas de parejas sexuales, información sobre el uso de dispositivos y fotos y vídeos íntimos”. “Toda esta información, en las manos equivocadas, puede traer consecuencias desastrosas”, asegura la compañía.
Rodríguez recuerda que “estamos en la era del big data y todo lo que hacemos, nuestros gustos, intereses o datos bancarios son utilizados con fines comerciales y de seguridad”: “Que sepan qué nos gusta o no en la cama es otro clavo más en el ataúd de la privacidad a la que hace ya tiempo que renunciamos a cambio del uso gratuito de estas nuevas tecnologías”. Por ello, resulta especialmente importante dónde y cómo se almacenan los datos y quién tiene acceso a ellos.
En 2017, el fabricante de juguetes sexuales We-Vibe se vio obligado a indemnizar a sus clientes con hasta 10.000 dólares (8.470 euros) después de que se comprobara que recolectaba una serie de datos íntimos sin su consentimiento, según recoge The Guardian. “Esta información incluía cuándo se usaron y la configuración de vibración, vinculándolo todo a las direcciones de correo electrónico de los usuarios”, comenta Frank.
Además, las vulnerabilidades podrían permitir a los atacantes ejecutar código malicioso en los dispositivos conectados o bloquearlos evitando que el usuario envíe cualquier comando al juguete, según ESET. De hecho, ya se han producido ataques similares. En 2020, los investigadores de la empresa de ciberseguridad Pen Test Partners detectaron un fallo en unos cinturones de castidad inteligentes para hombres que permitía que cualquiera pudiera bloquear de forma remota todos los dispositivos y evitar que los usuarios se liberaran.
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Fuente: https://elpais.com/tecnologia/2021-07-16/amantes-robot-vibradores-despertador-e-infidelidades-virtuales-el-sexo-que-traen-las-nuevas-tecnologias.html