- Se cumple un año desde que los talibanes se hicieron con el control de Kabul y de todo Afganistán
- Las mujeres han sido excluidas de vida política, luchan por su educación, por trabajar y por la libertad de movimiento
EBBABA HAMEIDA / RTVE
Hadia pasa muchas horas del día ojeando los libros de primaria y secundaria que ha ido acumulando. Los tiene colocados en un rincón de la habitación, al lado de una ventana, cuyas cortinas la aíslan, aún más, del exterior y le impiden ver la realidad de forma nítida. A veces se detiene a escuchar atentamente el bullicio de la calle para imaginarse la vida fuera de casa. Su madre le tiene prohibido asomarse ante el temor de que pase algún talibán. “Nunca pensé que viviría una vida así, cada vez que me acuesto pienso en qué voy a hacer cuando me despierte”, relata al otro lado de la pantalla a RTVE.es. Odia las noches.
Vive en un barrio humilde de Kabul y es la quinta de cinco hermanas. “Todavía leo mis libros sentada en el rincón donde los guardo. Sigo esperando el día en el que pueda volver al instituto”, dice con nostalgia. Después de las tareas del hogar, busca consuelo en las conversaciones con su madre maestra y su padre periodista, ambos sin trabajo actualmente. Advierte de que no tiene prisa, cuenta con mucho tiempo libre para hablar de lo que ha supuesto este año bajo el régimen talibán. “Ha sido un año negro. Todo está prohibido y siento que solo puedo dormir”, añade. “No estoy bien mentalmente”, intenta explicar su desesperación. Se ha pasado todo este año esperando un aviso para volver a estudiar y mirando las fotos de una adolescencia que le ha sido arrebatada.
Un año después de la toma de Kabul por los talibanes, las mujeres en Afganistán han sido las que más han sufrido la vuelta del régimen autocrático. Se confirma así la promesa de su portavoz, Zabihullah Mujahid, quién afirmó que el régimen “defendería los derechos de las mujeres de acuerdo con la ley islámica”. Y así, durante estos 12 meses se ha impuesto un sistema rígido de la Sharía islámica.
Las mujeres no tienen cabida en el Emirato
Ellas están excluidas de la vida política, de los medios de comunicación y solo se les permite trabajar con excepciones en ámbitos como la educación y la sanidad. Les han privado la formación y han convertido a Afganistán en el único país en el mundo que prohíbe la educación secundaria a las niñas.
“Hace un año estudiaba para los exámenes, organizaba quedadas con mis amigas y planificaba cuando me tocara ir a la universidad”, dice mientras exhibe una fotografía en la posa luciendo un jersey naranja y una falda negra sobre unas mallas ajustadas, con una sonrisa perfilada por unos labios rojos carmesí y la melena al viento. Las fotos que se hace ahora son con el cabello cubierto, ropa siempre de colores oscuros y el rostro oculto. Los talibanes les recomiendan salir con Burka y ella bromea: “Ni la talla más pequeña vale para mi cuerpo”.
Más de la mitad de la población del país no tiene cabida en el Emirato que han constituido. Una de las primeras medidas que hicieron fue recomendarles no salir a las calles “por su seguridad” y si lo hacen que vayan cubiertas de los pies a la cabeza. No pueden viajar solas a más de 75 kilómetros de distancia, solo pueden ir acompañadas de un muhrim, es decir, el padre, un tío o un hermano. Además, han reemplazado el Ministerio de la Mujer por el de Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio.
“Las mujeres están sufriendo una muerte a cámara lenta»
“Las mujeres están sufriendo una muerte a cámara lenta en un periodo muy corto. Las medidas de los talibanes las asfixian en todos los aspectos de su vida”, asegura Maribel Tellado García, portavoz de Amnistía Internacional España. La organización ha presentado este lunes el informe ‘Afganistán: Un año de promesas rotas, restricciones draconianas y violencia de los talibanes’, en el que denuncia las violaciones flagrantes de los derechos humanos perpetradas durante este año y revela la impunidad generalizada por crímenes como la tortura, los asesinatos, la represalia y los desalojos forzosos de quienes se oponen a los talibanes.
“Tras diez meses de investigación hemos visto un aspecto preocupante y es que las mujeres que se han manifestado y han protestado han sido arrestadas por violar el código moral o secuestradas y obligadas a casarse con uno de los talibanes. Muchas niñas y mujeres están desapareciendo”, revela Tellado García.
“Antes de los talibanes su situación no era perfecta, ellas sufrían mucha violencia, pero antes se habían generado instrumentos para atenderlas y protegerlas. Existían centros de atención a mujeres que ahora han sido desmantelados”, añade la portavoz de Amnistía Internacional. El sufrimiento no es nuevo para un pueblo que lleva décadas asfixiado por las consecuencias de la guerra y en la actualidad, por segunda vez, sobrevive bajo el autoritarismo de los talibanes. Su intransigencia nunca había desaparecido del país, pero desde hace un año su voluntad se ha impuesto en todo el territorio al conseguir control de la capital sin apenas resistencia del gobierno auspiciado por la Comunidad Internacional encabezada por Estados Unidos.
Generaciones de afganos no han conocido la paz, conviven con la inseguridad perpetuada y una economía que siempre ha estado deprimida, pero a la que ahora se le suma la incapacidad de gestión con el aislamiento y los recortes ante el no reconocimiento de las autoridades gobiernan de facto. Un año después se entienden las imágenes en el aeropuerto de Kabul donde miles de personas desesperadas se agolpaban intentando huir del país.
Ni libertad de expresión ni música
Lo cierto es que los talibanes se han encontrado con la resistencia de mujeres conscientes de sus derechos. “Las restricciones impuestas por los talibanes a las mujeres no son aceptables para nadie”, denuncia Hadia. Las manifestaciones más masivas han sido las de las mujeres. “Las detenían, les enseñaban fotos de la familia y les decían que iban a matarlas a todos. Ellas publicaban sus fotos torturadas en las redes, pero entonces los talibanes cambiaron de estrategia. Ahora las golpean en el pecho y en los muslos porque saben que no van a publicar esas fotos”, asegura Tellado García.
“Ahora las golpean en el pecho y en los muslos porque saben que no van a publicar esas fotos“
“Incluso pueden detenerte por una breve publicación en Facebook, el líder talibán dijo que cualquier crítica negativa sobre ellos es criminal. Y nadie puede criticarles”, explica Gulam Jilani, nombre ficticio que, por seguridad y evitar represalias, asignamos al coordinador de una organización local. “Cerca de 200 medios locales cerraron y algunos de ellos tienen actividad, están bajo el control de los talibanes y no pueden transmitir la realidad de la vida del pueblo afgano”, añade desde allí. Recuerda que las autoridades han cerrado la comisión de derechos humanos en Afganistán. Además, recuerda que no puede exponerse la situación real ante la falta de registros. Reporteros Sin Fronteras calcula que el 40% de los medios de comunicación de Afganistán han desaparecido desde el 15 de agosto de 2021. Más del 60% de los periodistas han perdido su empleo, un 76% de las mujeres periodistas ha dejado de ejercer y al menos 80 periodistas han sido detenidos este año, la mayoría de las veces de forma arbitraria y violenta.
“Tengo que olvidarme de la música. La música es mi dios”, dice Sodaba Salahshoor. Esta joven estudiante soñaba con convertirse en directora de orquesta en la universidad de Kabul. “Cuando estoy desesperada escucho música, cuando estoy feliz también y siempre quise dedicarme a la música”, dice. Ahora, lo que suena son las llamadas a la oración y en todos los locales lo que se escucha es el Corán. Así que ella escucha música a escondidas. “Estoy condenada a olvidarme de la música”, dice con la voz quebrada. Jilani insiste en que la gente no puede decidir nada sobre su vida.
El colapso de la economía se cronifica
La crisis humanitaria está afectando especialmente a las mujeres y a la infancia. “La falta de perspectiva de educación y la imposibilidad de trabajar está fomentando el aumento de los matrimonios infantiles. Se casan para no pasar hambre”, asegura Tellado García. Además, el desempleo femenino está afectando a todas las familias, nos explica Sodaba. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, el 28% de las mujeres se casan antes de los 18 años.
“Muchas mujeres trabajaban con organizaciones internacionales o en otros ámbitos. Mi hermana trabajaba en una empresa de tecnología y era nuestro sustento, ahora ya nada”, pone como ejemplo. Las empresas propiedad de mujeres y operadas por ellas han sido clausuradas. El padre de Hadia, de hecho, era periodista y trabajaba en una televisión y ahora está desempleado. Sodaba tiene una hermana que trabaja en la universidad, pero no le están pagando su salario. «Con el 90% del país al borde de la pobreza, los más jóvenes luchan por sobrevivir», lamenta Samantha Mort, jefa de Comunicación de UNICEF en Afganistán.
Por otro lado, la mayoría de los empleados del gobierno anterior han perdido sus trabajos, se han paralizado las actividades de las pequeñas empresas, gran parte de los comerciantes abandonaron el país, el sistema bancario está quebrado, muchas fábricas han frenado su producción. Jilani asegura que no hay oportunidad de trabajo para la generación de jóvenes educados y la mayoría han abandonado el país. Muchos de los especialistas que trabajaban con organizaciones internacionales pudieron huir. A todas estas circunstancias se le suma la sequía, que ha empobrecido más aún las zonas rurales. «La crisis de desnutrición es alimentada por la peor sequía en 37 años. 8 de cada 10 afganos beben agua contaminada, lo que los hace susceptibles a episodios repetidos de diarrea acuosa aguda», argumenta Mort.
El colapso de la economía significa que pocas personas tienen trabajo y los pobres simplemente no pueden pagar lo que se exhibe en los mercados. Las tres cuartas partes de los ingresos afganos se gastan en alimentos y el 82% están endeudados, según datos de Naciones Unidas. “Al comienzo del régimen talibán, la gente vendía sus equipos domésticos para comprar comida. En este momento no hay ingresos ni alimentos para los afganos”, insiste el coordinador de la oenegé local. Los precios de los productos básicos se han disparado en todo el país. «Más de 3 millones de niños están en riesgo de desnutrición aguda, lo que los hace vulnerables a enfermedades prevenibles. De ellos, más de 1 millón de niños corren el riesgo de sufrir desnutrición aguda grave», asegura la jefa de comunicaicón de UNICEF.
Sin perspectiva de futuro
Sin embargo, Jilani confía en la incapacidad de los talibanes. “No conocen el sistema de gobierno y no pueden trabajar, no pueden comunicarse con el mundo. Todos los líderes talibanes hablan sobre educación, economía, relación con otros países, etc., pero nadie sabe cómo administrar un departamento”, lamenta. Considera que es un sistema que no puede sostenerse. “La gente no apoya a los talibanes y no les agradan. Incluso en Kabul, la mayoría de la gente no habla con ellos en los puntos de control”, asegura.
“La gente no apoya a los talibanes y no les agradan. Incluso en Kabul, la mayoría de la gente no habla con ellos en los puntos de control“
Las organizaciones internacionales exigen una respuesta contundente de la comunidad internacional. “Necesitamos medidas fuertes o sanciones selectivas contra las autoridades que gobiernan de facto, que haya un interés real en resolver esta situación”, exigen desde Amnistía Internacional. Además, denuncian la impunidad ante la violación de derechos humanos.
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Afganistán, un futuro sin música
“Yo sé que no estoy bien mentalmente, conozco a amigas que piensan en el suicidio”, insiste Hadia, que quiere poner el foco en las consecuencias sobre la salud mental. Durante toda la entrevista repite, una y otra vez, la palabra escuela. “Lloro mucho por las noches y estoy siempre triste”, concluye. Sodaba baraja estudiar otra carrera, ya que la música está prohibida. El departamento de música ya no volverá a abrir mientras los talibanes sigan al mando del país. “No tengo planes de futuro. Estoy deprimida”, dice antes de añadir que “es una situación generalizada entre las jóvenes de su edad”.
“Yo sé que no estoy bien mentalmente, conozco a amigas que piensan en el suicidio“
Las hay que no tiran la toalla. Fátima mantiene su trabajo en una oenegé local: “Puedo trabajar porque alego que es en el ámbito meramente humanitario”. Ella no quiere abandonar el país, tiene 29 años y aún no se ha casado. “Si nos marchamos, ellos vivirán a sus anchas. Nos tenemos que quedar y luchar por todas las mujeres”, dice contundente.
Las mujeres de su familia son sus psicólogas. Las más mayores vivieron el mandato anterior de los talibanes. Ellas, por segunda vez en su vida, vuelven a depender de las decisiones de los intransigentes. “Mi madre me pide paciencia, pero solo puedo estar triste”, dice Sodaba. Lleva meses deprimida y ahora solo le pide a las Naciones Unidas y a todas las organizaciones internacionales “que no se olviden de nosotras”.
“Si nos marchamos, ellos vivirán a sus anchas. Nos tenemos que quedar y luchar por todas las mujeres“
Fuente: https://www.rtve.es/noticias/20220815/muerte-vida-mujeres-afganas-bajo-talibanes/2394895.shtml