Por Dr. Carlos Figueroa Ibarra
Escribo estas líneas cuando México está en vilo. El domingo a las 18.30 horas, Andrés Manuel López Obrador anunció que estaba contagiado de Covid-19. Como sucedió en diciembre de 2013 cuando López Obrador sufrió un infarto y tuvo que ser hospitalizado, militantes y simpatizantes de Morena y del gobierno, se encuentran en este momento en zozobra. Todavía no hay la institucionalidad suficiente como para sustituir al líder, liderazgos alternos están todavía en proceso. Cuando acontecen estos hechos confirmamos que siendo muy fuerte el apoyo a la transformación de México, ésta no tiene una referencia robusta más allá de la personalidad del presidente mexicano. Lo que hoy constatamos nos sirve para valorar la importancia política e ideológica de la comunicación cotidiana en “Las mañaneras” que encabeza el presidente. Con un vendaval, a menudo lleno de veneno, impregnando la difusión de los grandes medios de difusión electrónicos e impresos, con miles de bots circulando en las redes sociales difundiendo insultos y fakenews, las réplicas que se dan en las conferencias de prensa difundidas desde el Palacio Nacional son absolutamente necesarias. Tan necesarias en el contexto de un agudo debate político e ideológico, que se anunció que Joseph Biden, el flamante presidente de los Estados Unidos de América, reanudará las ruedas de prensa diarias. Podrá de esa manera disputarle el espacio ideológico y comunicativo al líder de 74 millones de votantes estadounidenses, el eficaz comunicador Donald J. Trump.
Por primera vez en la historia de México, la dictadura mediática ha tenido un eficaz antídoto. Las derechas lo saben y por ello han ensayado diversos medios para reventar a las ruedas de prensa de Andrés Manuel. Se han intentado procesos judiciales para detenerlas y hoy el Instituto Nacional Electoral también está intentando suspenderlas. Es crucial para la derecha neoliberal y la ultraderecha de rasgos neofascistas acallar la voz del presidente.
Por ello ha sido sorprendente que una voz como la de Elena Poniatowska, siempre ligada a las mejores causas políticas y sociales, se haya unido a ese coro. En una entrevista concedida al periodista Eduardo Cázares ha dicho que el presidente debe suspender sus conferencias de prensa y le ha preguntado “¿Acaso no se da cuenta del hartazgo nacional?”. Los comentarios negativos sobre las ruedas de prensa presidenciales en dicha entrevista abundan: “comedia de equivocaciones”, “abuso de poder presidencial”, “innecesarias y hasta contraproducentes”, “confrontativas y divisionistas”. Para mí, probablemente será un siempre un misterio cómo una mujer tan inteligente y sensible, tan involucrada en la cuestión mediática, parece ignorar el papel fundamental que ha tenido la dictadura mediática en la reproducción del orden neoliberal que ella tanto cuestionó.
Se ha dicho que la gran escritora está muy enojada porque en este gobierno, el mismo por el cual ella tanto luchó, ha suspendido los subsidios de los que la Fundación Poniatowska Amor gozó en sexenios pasados. Desde 2019, dicha fundación declaró que estaba en punto de quiebra. No tengo elementos como para dar por cierta dicha aseveración y francamente me cuesta creer que una mujer tan sensible con respecto a los desvalidos pueda tener motivaciones tan vinculadas a su interés personal. Más bien creo que hay un problema de percepción de lo que acontece en México. No existe hartazgo nacional con respecto a las comunicaciones presidenciales, más bien ese hartazgo abunda en los círculos en los cuales probablemente se mueve la autora de libros maravillosos. En dicha entrevista ella misma se autocalificó de “fifí”, una de los muchos y muchas fifies que apoyaron a Andrés Manuel para que llegara a la presidencia. En fin, Elena Poniatowska va mucho más allá de un comentario desafortunado y circunstancial, es una figura amada por millones de mexicanos y reconocida mundialmente. Por ello no podemos sino repetir lo que Andrés Manuel respondió, cuando en una de “Las mañaneras” le preguntaron acerca de las declaraciones de Poniatowska: “Un abrazo a Elenita, que la quiero mucho”.