Ante una posible abolición de la prostitución y la trata, hablan las mujeres: las que afirman intercambiar sexo por dinero libremente y las que narran el calvario de someter su cuerpo a los puteros para el lucro de los proxenetas
RAFAEL J. ÁLVAREZ / Madrid / EL MUNDO PAPEL
Carmen Calvo, 21 de marzo de 2021: «Estamos en el camino correcto que tiene que acabar en una legislación nacional contra la prostitución y la trata, que vienen a decir que nuestra sexualidad está a disposición de los varones, que somos una mercancía que se compra y se vende. Hay trata porque hay prostitución; si no hay prostitución no hay trata. Somos abolicionistas».
Aunque no es nuevo, la vicepresidenta del Gobierno dio el domingo un empujón público, potente y sísmico al abolicionismo de la prostitución en España, ese mercadeo casi unidireccional del sexo que mueve 5 millones de euros al día (datos de Eurostat) sobre los cuerpos de alrededor de medio millón de mujeres, el 80% de las cuales son víctimas de trata (estimaciones de la Policía Nacional), e implica a uno de cada tres hombres (cifra del CIS).
No es nuevo porque el PSOE lleva años rondando este asunto con proposiciones de ley incluidas y porque los distintos Convenios Internacionales (Estambul, Nueva York, Naciones Unidas) o el mismísimo Pacto de Estado contra la Violencia de Género firmado por casi todos los grupos parlamentarios hablan de establecer legislaciones específicas contra la explotación sexual.
Pero sí es una apuesta pública, porque Calvo la hizo en un acto de partido el pasado domingo; potente, porque dibuja un escenario que acabaría con mucha de la prostitución tal y como se perpetra ahora, y sísmico, porque abre una nueva grieta entre los dos socios del Gobierno de coalición.
O quizá dos grietas.
Y es que mientras el costado del PSOE tiene claro el abolicionismo, el esquinazo de Unidas Podemos está en sí mismo dividido: algunas voces también abogan por la erradicación (Izquierda Unida) pero otras no aceptan la abolición y ni siquiera la llevaban en su programa electoral (Ministerio de Igualdad).
Habrá enredadera política. Y la oiremos. Pero hay otro debate, el callejero, que se escucha menos. Es el pulso de las personas que trabajan con las mujeres prostituidas y el de las propias mujeres prostituidas. Porque, aunque éste no es un enfrentamiento entre mujeres y hay matices coincidentes, la prostitución desde la voz de la mujer tiene también varias voces, unas en contra de la abolición y otras a favor.
«Abolir la prostitución es una burrada. El prohibicionismo hace a las mujeres de calle 100 veces más vulnerables y promueve más la trata: Calle y multa. O sea, más marginación». Es Nacho Pardo, portavoz del Comité de Apoyo a Trabajadores el Sexo (CATS), un colectivo que peina el sureste de España. «De las 2.000 personas que atendemos al año, no hay más de 10 que provengan de la trata. Hay proxenetismo, pero no es lo mayoritario. Trata no es igual a prostitución y quien las confunde hace un flaco favor a ambos perfiles. La realidad mayoritaria es el trabajo por cuenta propia, el acto voluntario para ganar algo más de dinero que en otros trabajos y por el que no se rinde cuentas a un tercero».
El mercado laboral es una mierda. En esto tengo mejores condiciones que en hostelería o en los ‘minijobs’. No tengo ningún dilema moralLUCÍA FERNÁNDEZ, PROSTITUTA ANTIABOLICIONISTA
Pardo no está por la abolición, pero tampoco por la legalización. «Lo importante es el reconocimiento de una actividad laboral. Se trata de que tengan derecho a la baja laboral, a la ayuda del paro, a finiquito… Eso es lo que hay que regular. Pero no hablar por ellas y considerarlas niñas grandes que no saben lo que hacen».
Lucía Fernández tiene 28 años y lleva en la memoria aquel 1 de agosto de 2015 en que se estrenó en el mundo de la prostitución. Está terminando una carrera y barrunta en el horizonte unas oposiciones que, si salen bien, harán que cambie de vida. Pero, mientras, esta asturiana de verbo veloz lleva cinco años y medio ejerciendo «sexo a cambio de dinero entre dos personas que consienten». Al menos por sus palabras, ella es el otro lado de la prostitución, el que asegura que opta libremente, el que no rinde cuentas a un proxeneta, el antiabolicionista.
-¿Por qué es usted prostituta?
-Porque el mercado laboral es una mierda. En esto tengo mejores condiciones que en hostelería o en los ‘minijobs’. No tengo ningún dilema moral. Yo elijo y pongo mis condiciones.
-¿Qué piensa cuando se plantea la abolición?
-Que estamos hasta las narices de que hablen por nosotras. Tienen una visión reduccionista de la prostitución. Se habla de consentimiento, pero si eres puta no tienes derecho al consentimiento, nadie nos pregunta para legislar. No se puede prohibir algo que es voluntario. Los gobiernos se sacan de la manga las cifras sobre trata, ya que no supone el 95% de la prostitución, ese dato es una falacia. Yo no niego la existencia de la trata, pero en la prostitución hay múltiples realidades. Y si se prohíbe se limitará y aminorará nuestra capacidad de negociación.
-¿A qué se refiere?
-A que si los puteros saben que no pueden venir, tendrán miedo. Y ellas no van a dejar de ser prostitutas, sino que empezarán a ofrecer servicios sin condón, a bajar las tarifas… harán lo que sea porque tienen que comer. Yo ya no podré decir que hago de todo menos un ‘griego’. Se limitarán las condiciones que ahora puedo poner. Y se producirá otra consecuencia: no podré alquilar un espacio para trabajar y me abocarán a lugares lúgubres. Si la seguridad no nos la da el Estado, nos la acabará dando un puto mafioso. Es decir, la ilegalización aumentará la vulnerabilidad.
-Eso sería una paradoja, porque precisamente se habla de abolir para perseguir al prostituidor y proteger a la prostituida.
-Ahora ya hay terceros que imponen condiciones abusivas de trabajo o de horarios. Cuando se ilegalice, muchas mujeres se verán abocadas a esos submundos, se les impondrán condiciones gravosas y no habrá sitio donde meterlas. Con los ERTE y el hambre se va a multiplicar el número de putas. La abolición no las protege. Nosotras lo que queremos son derechos laborales. Y que nos dejen en paz.
-¿Qué es lo que usted experimenta, cómo son los clientes con usted?
-Yo en clientes veo de todo. Gente que te respeta más y gente que te respeta menos. Yo les impongo mis condiciones y dejo claro que el que paga no puede hacer de todo. El que paga no está violando.
-Las personas que defienden la prostitución la presentan como algo no sórdido, sino libre, pero usted vivirá situaciones difíciles…
-Yo tengo señores respetuosos, que me preguntan si algo me parece bien o no, y señores de otra manera. Vienen con otra idea, les dices que paren y se ofenden. Sí, claro que hay cosas desagradables.
-¿Y qué pasa entonces?
-Que cuando ha ocurrido he ido a la Policía.
-¿Es feminista la prostitución?
-(Piensa) ¿Es feminista limpiar alcantarillas? La prostitución es un trabajo, pero no indigno, ni poco feminista. Existen trabajos feminizados, no feministas. ¿Si uso mis genitales para lucrarme no es feminista, pero si penetro analmente a los clientes no es prostitución? Cuando hago un servicio de dominación, ¿estoy violando la dignidad del cliente? Es un intercambio de sexo por dinero. Si consiento esa relación, ¿por qué no es válida? Porque les da la gana, porque tienen una visión reduccionista y porque hablan por nosotras.
-¿Hasta cuándo seguirá en esto?
-Si no saco la oposición, ejerceré la prostitución hasta que me muera.
La otra visión se llama abolicionismo.
Y, entre muchos nombres, sobresale uno: Rocío Mora. Es la directora de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (Apramp), un grupo que lleva tres décadas sobre el terreno pantanoso de la trata, un puñado de mujeres rescatando a otras en el mismo suelo comanche de los polígonos. «Nuestro equipo de 35 supervivientes contacta con una media de 280 mujeres prostituidas al día. Están desnudas de derechos. Todas. Son mujeres no libres y víctimas de un delito internacional que supone una grave vulneración de los Derechos Humanos y una forma de violencia machista. Por eso hace falta ya una ley integral que penalice el proxenetismo para que nadie pueda lucrarse de la esclavitud y que detecte, apoye y dé alternativas reales a las mujeres. Llevo en esto 26 años y me da vergüenza esperar más. Porque mientras discutimos la ley, sus victimarios las están explotando».
Una mujer me dijo: ‘Cuantos más puteros hagas, más rápido pagas la deuda’. Pero la deuda siempre creceMARCELA, PROSTITUTA ABOLICIONISTA Y SUPERVIVIENTE DE TRATA
Mora afronta la pregunta de la «prostitución voluntaria»: «Aunque fuera así, el Estado no puede dar valor a eso. Atendemos a diario a mujeres que piden salir de esa situación. No hablamos de prohibicionismo, porque eso criminaliza a la mujer. Hablamos de abolición, porque eso da alternativas a las mujeres para salir de la prostitución, opciones laborales reales, herramientas para que deje de existir la esclavitud».
Marcela tiene 37 años, es brasileña y sobrevivió a años de sometimiento sexual en Portugal, Sevilla y Madrid hasta que las mujeres de Apramp obraron el milagro del «rescate», como ella misma lo bautiza. Hoy Marcela es una de las 35 mujeres que intentan arrancarle personas al proxenetismo en supermercados de la carne como el Polígono Marconi.
-¿Cuál es su historia?
-Yo era estudiante de Derecho en Brasil, tenía 23 años y vine a Europa creyendo que iba al servicio doméstico, pero cuando llegué a Portugal supe la verdad: deuda más prostitución. Los proxenetas me amenazaban con hacer daño a mi familia, con violar a mi sobrina de seis años… Y para evitar eso debía pagar mi deuda con la prostitución. No tenía escapatoria. Crearon en mí cadenas mentales.
-¿Por qué llego a España?
-Porque tras una redada en Portugal, el proxeneta nos escondió en un piso y a los dos días nos llevó a Sevilla. Si en Portugal viví un calvario, en Sevilla fue peor. Me obligaron a consumir cocaína. Los puteros piden mujeres que consuman drogas y cuando no, ellos mismos la traen para consumirla con las mujeres. Son los que más gastan, los mejores clientes para el proxeneta. Yo seguía con la deuda y una mujer me dijo: ‘Cuantos más puteros hagas, más rápido pagas la deuda’. Pero la deuda siempre crece: te multan por llegar tarde, por darle el teléfono a un cliente, por no estar bien arreglada… Siempre sube, nunca baja. Era uno de los clubes más grandes de Sevilla, unas 200 mujeres. Y sigue abierto.
-¿Cómo fue la llegada a Madrid?
–El proxeneta dijo que yo era su gallina de los huevos de oro y me trajo a Madrid porque tenía un local que estaba de capa caída y lo quería relanzar. Me habían robado hasta mi identidad. Y me trajeron a Fuenlabrada, un club que ahora tiene otro nombre pero sigue operativo.
-¿Qué ve y que oye usted en las mujeres que atiende?
-Me pongo en su piel y están peor que estuve yo. Están en la calle, en los polígonos, y no tienen ninguna ayuda. Muchas están en situación irregular y otras no quieren contar, lo que dificulta que puedan probar su extrema vulnerabilidad a la hora de cualquier ayuda pública.
-¿Y qué quieren realmente los hombres de ellas?
-Ellos buscan sexo. Ellas están forzadas, ninguna es voluntaria, eso es un mito. Ninguna quiere lo que quieren ellos. No existe Pretty Woman, Richard Gere es mentira. Ellos sólo quieren sexo, ninguno te salva. Puede ser tu vecino, tu padre, tu marido. Ellas han llegado hasta ahí engañadas y su final será o perpetuarse en la prostitución o salir con alternativas reales. Pero esto último es muy difícil.
-¿Quiénes son las mujeres prostituidas?
–Los puteros las quieren cada vez más jóvenes. Ya no quieren que superen los 25 años. Quieren niñas de 14, 15, 16 años… No más de 23. De las 280 mujeres que vemos al día, el 99% tiene adquirida una deuda. Hay niñas nigerianas con deudas de 80.000 euros. Nosotras tenemos un piso de menores y todas las plazas están ocupadas. Estamos hablando de mujeres de Rumanía, Paraguay, Brasil, República Dominicana y Nigeria. Y en los tres últimos años de nacionalidades emergentes por la situación de vulnerabilidad de sus países, desde donde vienen con engaño, abuso y coacción: Colombia, Venezuela y Honduras. Es difícil que superen los 25 años.
-¿Y qué hacen cuando ustedes las contactan?
-Las mujeres nos dicen: ‘Si yo tuviera un trabajo digno, escaparía de todo esto’. Pero, ¿quién va a dar trabajo a una mujer no formada laboralmente y que no conoce el idioma? Nosotras les ofrecemos formación, opciones laborales, acompañamiento pautado, ayuda integral, incluida la psicológica… No conocen sus derechos y eso al proxeneta le interesa.
-¿Admite que exista la prostitución voluntaria?
-Si existe, es muy pequeña. Yo llevo muchísimos años en esto y sé que algunas mujeres lo hacen así, pero la inmensa mayoría no. La prostitución va de la mano de la trata. Si no hubiera demanda, no habría mujeres prostituidas. La trata se lucra de la prostitución. Esto no es una guerra entre supervivientes de la trata y mujeres que optan libremente, que es un poco difícil de creer, por cierto. La gran realidad está en hacer 30 o 40 servicios para llegar a determinada cantidad.
-¿Qué pasaría si se legalizara la prostitución?
-Si se legalizara, se consideraría un trabajo más. Imagina a tu hija o tu hermana en la cola del paro y a la hora de la búsqueda activa de empleo sale la oferta de un club de alterne. ¿Cómo se sentirían ella y sus familiares? A quienes piden que se legalice les digo que lo prueben ellos antes.
-¿Y qué pasaría si se ilegalizara la prostitución?
-Que se abocaría a las mujeres a la clandestinidad. Iría contra las mujeres en vez de contra los proxenetas. Yo no quiero que se prohíba, quiero que se erradique la explotación sexual.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2021/03/24/605b7e3921efa099328b463c.html