Clint Eastwood llegó al cine desde que en su infancia soñara con emular algún día a Gary Cooper, todo un héroe para él
Manuel Román / EFE /Chic
De vida turbulenta privada y con éxitos indiscutibles como actor y director cinematográfico, Clint Eastwood afronta a sus cumplidos noventa y cuatro años un presente en el que todavía tiene ilusiones por cumplir. Una de ellas rodar una película, en alguna de sus dos facetas o en ambas, que sería su testamento profesional. Habría en ese caso contar si alguna productora lo contrata y si alguna compañía aseguradora pone precio a la póliza consiguiente. El otro deseo es el de encontrar una mujer que sea la que al final de su largo camino en este valle de lágrimas le cierre los ojos, después de hacerlo feliz el tiempo que Dios le tenga dispuesto.
Varios medios de información de California, estado norteamericano en el que sigue viviendo, aseguran que el gran actor se ha echado una novia reciente, aunque por el momento no han conseguido saber su identidad. Pero que Clint Eastwood no está solo es algo probado por varios periodistas que siguen el rastro de ese misterioso amor de una de las leyendas del cine más longevas.
Se le atribuye no hace mucho una frase acerca del momento que vive, en el sentido de que quiere apurar la vida a toda costa y no se resigna a la soledad. Tal vez haya algo patético en ese sueño, recordando que hace ahora casi tres meses que enterró a quien era su pareja, Christina Sandera, de sesenta y un años, treinta menos que él, víctima de un ataque cardíaco. Estuvieron conviviendo un decenio, sin ganas de casarse por parte del actor. La había conocido siendo camarera en un hotel de Carmel, del que Clint es propietario. Y al poco tiempo de verla, él la conquistó como siempre hizo en toda su vida, bien como un nato seductor, por su físico y también gracias a su reconocida fama.
En ese hotel de Carmel se rumorea que Clint ya ha llevado a su nueva novia. Y si es así, no será sólo por asombrarla con un establecimiento llamativo, que dispone de restaurante, treinta habitaciones y es muy concurrido en la zona. La localidad no supera los cuatro mil habitantes y está situada en el norte de California, a dos horas en coche de San Francisco. Allí, el entonces todavía galán fue alcalde en el periodo comprendido entre 1986 y 1988, durante el cual recibió algunas visitas importantes, como la de los entonces Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, muy interesados en conocerlo durante un viaje de Estado a Norteamérica.
Con un rostro conocido en todo el mundo por su abundante filmografía, en la actualidad a nadie puede sorprenderle que haya envejecido en lógica razón por su edad y esté muy delgado, ya no presumiendo de estatura y sobre todo de agilidad, pues sus piernas no le responden como en esas secuencias en la pantalla cuando corría como un gamo detrás de algún criminal.
Clint Eastwood llegó al cine desde que en su infancia soñara con emular algún día a Gary Cooper, todo un héroe para él, desde que vio «El sargento York», aunque en realidad, conforme fue adquiriendo experiencia en los rodajes y visionando películas a menudo llegó a la conclusión de que el mejor actor de toda la historia de Hollywood era James Cagney. Pensaba lo mismo en esa elección que Orson Welles. Cuando entrevisté la primera vez a John Travolta me contó que vivía en una residencia muy cercana a la Cagney, al que veía a menudo, considerándolo también un genial actor.
Han transcurrido ya muchos años y Clint Eastwood es eso que se dice mucho entre los escribientes progres: un icono. Sus películas han dado en general mucho dinero. Mas ciertos críticos, al menos en Estados Unidos, le recriminan haber basado el comienzo de su notoriedad con aquellos «spaghetti-westerns» rodados en Almería, los que con tanta frecuencia, dicho sea de paso, se emiten en las televisiones españolas, e imagino que asimismo también en la de otros países.
Recriminarle a Eastwood esos inicios donde repetía los mismos gestos y movimientos, para rebajarle su talento, venía de antiguo, pues en sus inicios en el cine no pronunciaba con perfección y naturalidad. Creemos que tal desconsideración a sus muchas interpretaciones en la pantalla son injustas, siquiera porque en su haber no se le puede reprochar nada a quien rodó «Los puentes de Madison» (1995) y «Gran Torino» (2008), sólo por traer a colación dos de sus mejores trabajos.
Ocurre desde luego, al comentar lo anterior, que como actor no ha tenido el reconocimiento de la Academia de Cine, en la que votan todos o casi todos sus colegas pertenecientes a esa institución para elegir quiénes compiten por los Óscar cada año. Y Clint nunca ha obtenido ninguna estatuilla como tal, en su faceta interpretativa. Pero sí como director, en dos ocasiones: por «Sin perdón» (1992) y «Million Dollar Baby» (2004). ¿Tuvo más competencia para conseguir el premio entre los actores que entre los realizadores? Respuesta en blanco. Harto sabido es que grandes intérpretes pasaron a la historia de ese premio sin haber ni siquiera siendo nominados.
Inquieto como decíamos al principio, acostumbrado a no estar en activo, Clint Eastwood puede sentirse satisfecho de haber alcanzado su provecta edad con el historial que tiene tras de sí. El de actor, repetimos, digno de una leyenda. Como hombre, ha gozado de cuanto quería con las mujeres, su otra gran pasión. Se casó sólo un par de veces y es padre de ocho hijos concebidos con seis mujeres distintas. Currículos ambos de quien ha vivido tanto a plena satisfacción.