El presidente utiliza la polarización y convierte el debate público en un plebiscito sobre su proyecto
PABLO SÁNCHEZ OLMOS / Ciudad de México / EL MUNDO
A Andrés Manuel López Obrador no le gustan las personas equidistantes. Tal y como ha reiterado en numerosas ocasiones: «O se está por la ‘Transformación’ o se está en contra, es tiempo de definiciones, nada de medias tintas, que cada quién se ubique en el lugar que le corresponde, o somos conservadores o somos liberales». Desde que llegó al poder, el presidente mexicano se ha encargado de trazar una línea que divide a la sociedad entre ‘patriotas’, que le apoyan, y ‘traidores’, que no lo hacen. También ha convertido el debate público en un monólogo sobre su figura y ha apostado por la polarización como estrategia política, consciente de que la continuidad de su proyecto está garantizada si logra mantener el apoyo de los suyos.
‘Las Mañaneras’, como se conoce a las ruedas de prensa diarias del presidente, se han convertido en la mejor tribuna para alimentar esa grieta y terminar de convertir a los críticos, en adversarios. Esta semana fue el turno de los medios de comunicación. Tras estrenar una sección semanal en la que se exhiben las presuntas manipulaciones de la prensa, López Obrador calificó a varios periodistas como «corruptos, rastreros, integristas y menos inteligentes» y recomendó seguir a otros que sí le gustan «buenos ciudadanos y patriotas, defensores de causas justas». Minutos antes, el presidente había exigido a la prensa «más objetividad e independencia del poder». El señalamiento de los comunicadores es especialmente preocupante porque, desde que AMLO llegó al poder, al menos 21 periodistas han sido asesinados en el país.
Poco después de conocer los resultados de las elecciones de mitad de mandato, en las que el partido oficialista perdió la mayoría calificada en el Congreso y la mayor parte de las alcaldías capitalinas, López Obrador culpó a la clase media de su derrota y les acusó de tener «una concepción muy individualista, muy egoísta, muy enfocada y orientada a progresar en lo material». Días después matizó su afirmación: «¿Se acuerdan de que dije que las clases medias habían apoyado a Hitler, a Pinochet y a Huerta? No es generalizar, es que son muy susceptibles a la manipulación». Su lema de campaña fue ‘Primero los pobres’ y a ellos se dirige en otros términos: «La gente pobre es muy leal, muy fraterna porque no tiene odios (…) son buenos ciudadanos y cristianos, tienen una mentalidad completamente limpia, sin malicia».
Las empresas extranjeras han sido otro de los objetivos de los señalamientos del presidente. Especialmente las del sector energético «que venían a hacer su agosto» y las españolas «que nos veían como tierra de conquista». Tampoco han escapado a su dedo inquisidor los organismos independientes que no controla, como el Instituto Nacional Electoral (INE), el Instituto Federal de Telecomunicaciones y la Comisión Federal de Competencia Económica, los cuales ha prometido reformar porque «todo ese monstruo que crearon (sus predecesores) no tiene que ver con lo nuestro, es distinto (…) si nada más están pensando en cómo defender a las telefónicas y no defender a la gente, ¿para qué sirven?».
SEPARACIÓN DE PODERES, EN ENTREDICHO
La independencia que reclama a los medios de comunicación es la misma que pretende arrebatar a estos organismos, y la que no respeta cuando así le interesa. El caso más evidente de esta práctica se vivió con la inédita extensión del mandato del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, a quien López Obrador calificó como «un hombre íntegro, honesto, y que ayudaría mucho en la renovación del poder judicial». El líder mexicano negó que la separación de poderes estuviera en entredicho e insistió en que «no puede haber jueces ni magistrados al servicio de grupos de intereses creados (…) no se nos va a volver a presentar una oportunidad así, si no se amplía el período, quien llegue va a ser más de lo mismo».
Amedrentando a los medios críticos, amenazando con liquidar a los organismos independientes, estigmatizando a las clases medias y acomodadas, acorralando a la oposición en inéditas coaliciones electorales y colocando en puestos de responsabilidad a personas de confianza, López Obrador ha logrado convertir en traidores de la ‘Transformación’ o aliados del ‘viejo régimen neoliberal’ a todos aquellos que no le apoyan. «Al presidente le gusta la polarización. Es el discurso que ha utilizado para desactivar las críticas; en lugar de hacer caso a los argumentos, pide ver quién la dice para desactivarla por su origen contaminado», explica a EL MUNDO Roy Campos, presidente de Consulta Mitofsky, la principal encuestadora del país.
POLARIZACIÓN AGRAVADA
Los aceptables niveles de aprobación de AMLO le han permitido, hasta ahora, obviar a buena parte de la población de sus mensajes y dirigirse exclusivamente a sus votantes. «Trabaja con la polarización sabiendo que, entre los dos polos, tiene al mayor, ya que aún tiene una aprobación positiva», apunta Campos. No obstante, después de tres años de mandato, el desgaste comienza a evidenciarse. López Obrador estrenó su Presidencia con un 63% de aprobación, pero la ineficiente gestión de la pandemia provocó que, en julio del 2020, ésta cayera hasta un 46,4%. Actualmente se mantiene en un 57%, lo que le convierte en el presidente peor valorado (solo por detrás de Enrique Peña Nieto) en un décimo trimestre del sexenio. La desaprobación de su Gobierno también ha ido aumentando de manera sostenida en los últimos meses hasta situarse en el 43%, lo que refleja la gran división que provoca su figura en la sociedad.
Para Campos, «podemos pensar que el país está polarizado, pero la gente no lo está, ellos están en otras preocupaciones, lo que sí está crispado es el debate político y eso es muy peligroso porque lo que ahora es agresión verbal, tarde o temprano se convierte en agresión física«. El presidente de la Consulta Mitofsky sostiene que, inevitablemente, AMLO está abocado a ver bajar sus niveles de aprobación «porque el discurso de justificar lo que ocurre hoy por el mal anterior, ya no funciona». La pandemia y la Justicia han paralizado buena parte de sus promesas y el tiempo de mandato se le agota, por eso el Presidente apuesta por la premisa ‘divide y vencerás’ para tratar de garantizar la continuidad de su proyecto, sin importar los efectos que esta polarización tenga en la sociedad.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2021/07/04/60e06856e4d4d8cc268b45f9.html