Diplomacia & Geopolítica
Silvia Román / ElMundo
Las manos (o tentáculos) empiezan a tenderse. Un eje de líderes libertarios o aliados ideológicos tomará las riendas en Occidente este 2025 (el estadounidense Donald Trump, el argentino Javier Milei, la italiana Giorgia Meloni) frente a otra coalición ya establecida en Oriente (el ruso Vladimir Putin, el chino Xi Jinping, el iraní Ali Jamenei). Entre ellos, se alzarán figuras bisagra como el hábil presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Y cada bando se irá ampliando con sus respectivos adeptos: al capitaneado por Trump se unirá el húngaro Viktor Orban o el salvadoreño Nayib Bukele; mientras que en el de Putin no faltará el chavista Nicolás Maduro, en caso de atornillarse este viernes en el sillón del Palacio de Miraflores.
No es baladí la segunda alianza mencionada: cuidado con observarlos como parias con nuestros ojos occidentales. Moscú y Pekín son grandes potencias y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU con derecho a veto; mientras que Teherán es un titán regional que está sufriendo como propios los golpes propinados por Israel a Hizbulá o Damasco, por lo que puede convertirse en un peligroso animal herido. Muchos expertos apuntan que Teherán reaccionará desarrollando su programa nuclear saltándose todas las líneas rojas, pero otros tantos aseguran que Trump no lo permitirá, que lo neutralizará y que Irán acabará convertido en lo que ya parece ser: un tigre de papel.
Lo novedoso de estos clubs paralelos y dispares de líderes planetarios es que sus miembros no son afines al cien por cien. Así, en el caso de Trump y Milei, las recetas económicas que prescriben son asimétricas, pero la forma de ver el mundo y de conectar con sus conciudadanos les une. Y lo más relevante: gozan de afinidad personal. «Usted es mi presidente favorito», le ha llegado a decir Trump a Milei.
Una situación similar se vive con Meloni. Recientemente, el mandatario argentino se encontró con la premier italiana y el posado que ambos protagonizaron ante las cámaras lo decía todo. En especial, por parte de la líder transalpina, cuyo rostro y movimientos corporales son el espejo de su alma geopolítica. Muy sonriente, Meloni conversaba relajada con Milei; todo lo contrario que cuando se encuentra con otros homólogos, como el francés Emmanuel Macron.
Toda esta constelación de actores internacionales irán dirimiendo (o provocando) los acontecimientos que se vayan superponiendo en 2025. Todos son líderes con suerte, de pulso firme, que saben presentarse como salvadores del pueblo incomprendido y necesitado. Son los artífices de la nueva política que arranca el segundo cuarto del siglo XXI, cuando todo es impredecible, cuando la geopolítica ya no atiende a normas.
Donald Trump es el principal arquitecto de este savoir faire (saber hacer) imprevisible. Hasta él mismo se asombra de lo que ha conseguido: «En mi primera Administración, todo el mundo se enfrentaba a mí; ahora, todo el mundo quiere ser mi amigo». Las estrellas, más que nunca, se alinean a su favor, ya que no sólo ganó por goleada en las urnas dentro de su país, sino que fuera va a poder hacer holgadamente lo que más le gusta: presionar y amenazar. Y es que al otro lado del Atlántico tiene una Europa económicamente estancada, con su locomotora, Alemania, que más bien parece un tractor, y con unas elecciones a la vuelta de la esquina donde se teme que pueda producirse una injerencia rusa. Más al Este, en pleno Oriente, China, el archienemigo americano, tampoco está en su mejor momento, pues empieza a sufrir económicamente el cerrojazo que Pekín impuso a todo el país durante la pandemia. De las consecuencias de esta parálisis no se ha podido salvar el gigante asiático. Y, por último, Oriente Próximo, con el Eje de la Resistencia caído en desgracia y un Israel (aliado tradicional de EEUU) liderado por un Benjamin Netanyahu con el pecho inflado.
El mundo tendrá que adaptarse al Trump 2.0, comenzando por los legendarios socios de Washington. Uno de los que mejor lo ha manifestado ha sido el secretario general de la OTAN, el neerlandés Mark Rutte, que ya se ha adelantado a la llegada del republicano el 20 de enero y va clamando que hay que subir cuanto antes el gasto en Defensa más allá del 2%. «Tenemos que bailar con quienquiera que esté en la pista de baile», ha sentenciado el astuto Rutte apuntando al magnate estadounidense.
¿Qué nos deparará este 2025? De entrada, otra maratón electoral. Si 2024 fue bautizado como «la Super Bowl de la democracia» con más de la mitad del planeta votando (unas 80 elecciones en sus respectivos países), este año que arranca no se va a quedar atrás. Los comicios serán menos, pero su importancia será elevada. En Canadá se espera que las urnas despidan al actual primer ministro canadiense, Justin Trudeau; en Ecuador, el jovencísimo Daniel Noboa, que encandiló a los suyos con su look Zelenski y su mano dura, tiene ahora la misión de salir reelegido tras sólo dos años en el poder; y en Alemania, con un claro favorito, el democristiano Friedrich Merz, la ultraderecha pisa fuerte. Sin olvidarnos de las elecciones presidenciales de Polonia, las de Bielorrusia o, allá en las antípodas, las de Australia. En resumen: año nuevo, orden global nuevo.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2025/01/05/6779659be85eced46a8b45b0.html