Hablamos con Tilda Swinton de su magnífico trabajo en La habitación de al lado, filme por el que está nominada a un Globo de Oro a Mejor actriz de película dramática.
Por David Canfield / Vanity Fair
Tilda Swinton siempre ha sido una maestra del disfraz. Últimamente, ha estado ocupada interpretando papeles dobles en películas como Suspiria y La hija eterna, y experimentando con todo, desde el maquillaje extremo de anciana en El Gran Hotel Budapest hasta la dentadura postiza en las películas de Bong Joon-ho Okja y Rompenieves. Incluso en el papel por el que ganó su Oscar, una fría y ambiciosa consejera en Michael Clayton, que hace lo imposible por guardar un gran secreto. Así que cuando Swinton me dice que «en La habitación de al lado, me parezco a mí misma”, incluso ella parece soprendida. No es algo a lo que esté acostumbrada. Nosotros tampoco. Sus fans esperan de ella un trabajo descarado, ingenioso y rompedor, y a lo largo de su dilatada carrera en pantalla siempre lo ha cumplido.
Quizá sea eso lo que hace que su interpretación absolutamente vulnerable en La habitación de al lado —el primer largometraje en inglés de Pedro Almodóvar— sea tan desgarradora. Swinton interpreta a Martha, una antigua corresponsal de guerra que padece cáncer de útero en la fase tres y que pide ayuda a su amiga de toda la vida, Ingrid (Julianne Moore), para morir como ella quiere. Este drama intimista obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia, y este domingo la actriz compite por el Globo de Oro a Mejor actriz de película dramática. La cinta nos muestra a una Swinton más cruda y conmovedora que nunca.
La habitación de al lado es la segunda película de Swinton de la temporada. Próximamente la veremos en un musical, The End, de Joshua Oppenheimer, que cuenta una oscura historia familiar ambientada en el fin del mundo con números originales de la Edad de Oro de Hollywood. La matriarca reprimida que interpreta Swinton niega la realidad en todo momento, ya sea a través del canto o el silencio. Una vez más la actriz está soberbia y, una vez más, nos aporta algo nuevo.
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Vanity Fair: He pasado 48 horas estupendas disfrutando de su trabajo. Vi The End en Telluride justo antes de coger un avión y ver La habitación de al lado en Los Ángeles.
Tilda Swinton: Probablemente ese sea el orden para verlas. Las dos tratan sobre el final, pero La habitación de al lado es la más empoderadora de las dos. Una trata sobre la autodeterminación y la capacidad de tomar las riendas de las cosas; la otra trata más bien de cuando ya no se puede hacer mucho más. [Risas]
En Telluride, Joshua Oppenheimer mencionó en su presentación de The End que usted no pudo asistir porque le coincidió con una presentación en Venecia al mismo tiempo. Bonito problema.
Eso es. Ya podían ser así todos los problemas. No sé si es un dicho americano, pero desde luego es un dicho con el que me educaron: Siempre llueve sobre mojado. Te tiras esperando muchísimo tiempo y de repente te caen dos papeles a la vez. Los dos están vinculados en mi cabeza, así que me parece absolutamente natural que ambos me llovieran del cielo a la vezad.
En La habitación de al lado, desarrolla una relación increíblemente íntima con Julianne Moore. ¿Cómo lograron ese grado de profundidad?
En realidad, para mí fue un cambio relativo. Hacía mucho que no trabajaba con un grado de compenetración así con otro intérprete. En The End, que fue la última película que rodé antes de esta, éramos más un equipo y trabajábamos todos muy unidos en grupo, pero hay algo en este dúo de La habitación de al lado que para mí fue una propuesta especialmente deliciosa. Fue ella, pero también fue Pedro. Lo que pasa es que, en mi opinión, esta película es un cuento de hadas. No es realista. Pedro no trabaja con el realismo. Utiliza una especie de tono elevado. Saber que andas con tacones altos todo el tiempo, encontrar esa base y tener una compañera de reparto con la que estás totalmente conectada, te hace sentir bien.
¿Ese tipo de papel le lleva a un lugar diferente como actriz?
Una de las cosas que más he disfrutado con estas dos películas es que soy muy lenta a la hora de pensar siquiera en la interpretación. No soy muy consciente de la interpretación y soy incapaz de hablar de ello. Trabajar en la improvisación con Joanna [Hogg] en The Souvenir y La hija eterna me despertó la curiosidad por encontrar una nueva forma de actuar con texto. The End y La habitación de al lado me han dado la oportunidad de ver lo que puedo hacer para trabajar con un cierto tipo de interpretación, pero con texto. En la improvisación, literalmente vas escribiendo a medida que hablas, que es algo que me encanta hacer. Pero cuando trabajas con un guion, es un osbtáculo más porque la pregunta es ¿cómo conseguir que suene como si se te acabara de ocurrir? Para alguien que no está acostumbrado a pensar en la actuación, ha sido como un pequeño experimento.
¿Disfruta más ahora que piensa en la actuación?
La verdad es que sí. La habitación de al lado, en particular, es tan poco disimulada… Es una película muy personal para mí. Me parezco a mí misma. No hay nada de lo que dice Martha que no pudiera decir yo misma o que no diría yo misma. Convertí en un juego disfrazarme y experimentar durante tantos años que esto es como una aventura. Disfruté mucho haciendo la película por esa razón, solo por sentir que me estaba sumergiendo en algo, en lugar de alcanzarlo.
¿Da miedo?
Al revés, es un gran alivio.
Entonces, ¿por qué se ha centrado más en ese juego, en sus propias palabras, en lugar de hacer este tipo de trabajo?
No lo sé. No es que haya elegido activamente no hacerlo, es que he elegido activamente hacer lo otro, con mis colegas, con Bong Joon-ho, Jim Jarmusch y Wes Anderson. Sencillamente es lo que he estado haciendo.
Intentando no desvelar nada antes de tiempo, este año también protagoniza una película en la que interpreta a dos personajes a la vez. Pensando en Suspiria o La hija eterna, es algo que últimamente hace mucho.
Siendo sincera, siempre lo he hecho. Quiero decir, desde el inicio de mi carrera. Ya lo hice en Teknolust, la película de Lynn Hershman Leeson de 2002. Siempre me ha gustado jugar con la idea de hacer un retrato a partir de varias identidades, aunque debo decir que en esta ocasión no fue sugerencia mía. Me preocupaba. Más que en otras ocasiones. Ahora me doy cuenta de que fue la decisión correcta.
Ha mencionado que La habitación de al lado fue una película muy personal para usted, lo que me recuerda que hace unos años declaró a The Guardian que estaba considerando un cambio de profesión a los cuidados paliativos. ¿Estoy en lo cierto?
Hablábamos del COVID y dije que durante el COVID me había planteado hacer esa formación y trabajar en el sector de los cuidados paliativos en caso de que no volviéramos a hacer más películas. Es un as que guardo en la manga, una posibilidad.
Sé que ha hablado mucho de los cuidados en general, ¿fue uno de los motivos que le hicieron sentir la película como algo tan personal?
Totalmente. He tenido el privilegio de estar en la posición de Ingrid durante mucho tiempo. Es como una bendición en mi vida, por eso interpretar una película sobre la capacidad de dar testimonio de alguien en este tipo de situación es realmente algo muy personal para mí.
¿Puede hablarnos un poco más de cómo fue trabajar con Julianne en ese contexto?
Las dos nos sentimos muy afortunadas porque en realidad no nos conocemos desde hace 30 años. Tenemos la misma edad y nos habíamos visto un par de veces de pasada, probablemente en algún pasillo, y nos dijimos: “Me encantaría quedar contigo. Trabajemos juntas algún día”. Y pensé: “Bueno, ¿cuándo será posible?” Cuando llegamos a hacer la película, que es una película sobre dos mujeres que se conocen desde hace 30 o 40 años, en realidad fue una farsa. Pero fue muy fácil de fingir porque podía haber sido verdad. Encontramos el ritmo muy fácilmente y enseguida nos imaginamos que nos conocíamos desde hacía 40 años.
Volviendo a lo que mencionaba de que Pedro no trabaja el naturalismo, también hay que desarrollar esa dinámica con diálogos que no son, precisamente, realistas.
Eso es. Seguro que a Pedro no le importa que le diga esto. Su oído no es el mejor, pero escucha la música. Ni siquiera es necesario que escuche las palabras que decimos. Me atrevería a decir que Almodóvar no escucha las palabras necesariamente, sino la música. El idioma ni siquiera es el español, sino el lenguaje de Pedro, las vibraciones… Creo que sería un error que el público anglófono esperara un inglés natural. Es Pedro. El público hispanohablante reconocería que tampoco emplea un español vernáculo natural. En esta película, te sientas, llevas 40 años sin ver a alguien y básicamente le cuentas tu vida. Eso no suele ser así. [Risas] Pero sí en las películas de Almodóvar.
The End tampoco se preocupa especialmente por el naturalismo. Hubo varias semanas de ensayo, pero ¿se sintió cómoda metiéndose en un musical?
Fue realmente encantador. Nunca antes había cantado más allá de un recital de villancicos para niños o un coro universitario. Fue emocionante tomar clases y ensayos de canto, y cantar con mis compañeros. Fue realmente emocionante. Me encantaba. Todos encontramos nuestra propia forma de cantar, porque todos cantábamos de forma diferente por varias razones. Llevábamos diferentes instrumentos y nuestras voces tenían que tener caracteres diferentes.
Para una actriz con una carrera tan larga y variada como la suya, es fascinante oírle hablar de adentrarse en terrenos desconocidos.
No tiene sentido si no se hace. Hablo desde un punto de vista egoísta, aunque es algo demasiado autocomplaciente. Más bien debería decir que está bien ser curioso, adentrarse en un camino desconocido y pisar nieve recién caída. Las dos películas me resultaron muy estimulantes por ese motivo. Fueron dos auténticas revelaciones. Deberían verse juntas.
Esta entrevista ha sido editada y condensada para mayor claridad. Artículo publicado por Vanity Fair ‘US’ y traducido por Isabel Escribano Bourgoin. Acceda al original aquí.