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Michael Conelly: «La principal amenaza para Estados Unidos ahora mismo es el terrorismo nacional» | La Lectura

Convertido, tras 30 años de oficio, en uno de los popes internacionales de la novela policiaca, el escritor regresa con ‘La espera’, una obra magistral llena de ecos actuales. «La novela negra ofrece la justicia que no siempre existe en la realidad»

El escritor estadounidense Michael Connelly. M.J. Kim / AP Photo

Más de 30 años han pasado desde aquel 1992 en el que Michael Connelly (Filadelfia, 1956), finalista del Premio Pulitzer de Periodismo en 1986 por un reportaje sobre los supervivientes de un accidente aéreo, decidiera cambiar de oficio y narrar el crimen desde el lado de la ficción. Más de 40 novelas después, 25 de ellas protagonizadas por su icónico detective Harry Bosch, el escritor es hoy uno de los grandes popes mundiales de la novela negra global, autor de tramas cuidadas como mecanismos de relojería donde la oscuridad humana, los conflictos morales y las grandes preguntas se imbrican en tramas descarnadas y vertiginosas que no permiten respirar al lector hasta el final.

Todos esos ingredientes están presentes en La espera (AdN), una novela trepidante donde tres historias superpuestas, así como el complejo entramado de unos personajes ricos y profundos, reflejan las grandes virtudes de Connelly, que, como explica a La Lectura desde su despacho de Los Ángeles, casi siempre basa sus novelas en casos reales. «Intento ser siempre lo más realista posible. En la mayor parte de las novelas clásicas de detectives -que han sido mi formación y que adoro, ojo- te encuentras con que el protagonista o su equipo se centran solamente en un caso. Pero después de 30 años trabajando en este tipo de género, soy muy consciente de que eso no es la realidad. Un detective va a tener múltiples casos al mismo tiempo y que va a tener que gestionarlos como pueda», explica.

Pegado a la realidad

Así, en esta nueva novela, la detective Renée Ballard, jefa de la Unidad de Casos Abiertos, se ve envuelta -acompañada, por separado, de un jubilado, pero con el olfato intacto Harry Bosch, y de una joven e intrépida Maddie, su hija- en un caso de robo que deriva en atentado terrorista, en la captura de un violador reincidente desaparecido años atrás y en la resolución del más famoso asesinato de la historia de Los Ángeles, el caso de la Dalia Negra, que ha motivado desde una estupenda novela de James Ellroy hasta decenas de ensayos, programas de radio y televisión, pódcasts e innumerables teorías de aficionados. «Después de más de 30 años escribiendo sobre Los Ángeles, convirtiendo a la ciudad en un personaje más, no podía seguir obviando el caso más famosos de su historia«, asegura Connelly entre risas, casi como disculpándose.

La espera

Michael Connelly

Otro origen cobra la trama de El violador de la almohada, un tipo que sembró el terror en la zona antes de desaparecer en 2005. «Ese fue uno de los últimos casos que cubrí como periodista, y se resolvió años después. Es verdad que en el libro complico un poco más la historia, pero por una parte era una manera de resarcirme poder hacer un reportaje sobre el caso que no llegué a terminar de escribir en su momento«, reconoce el escritor. Ballard, la intrépida policía pupila del veterano Bosch que conocimos en Sesión nocturna, ha ido ganando peso en las novelas de Connelly, que al ponerla a trabajar en esos casos antiguos puede embarcarse en diferentes líneas temporales.

«Puedo pasar del pasado al presente y viceversa, y de esa manera describir cómo era la vida en Los Ángeles en estos dos periodos de tiempo distintos, lo que me parece que es mucho más divertido y me da muchos más recursos», apunta. Además, le permite explorar de primera mano la evolución del mundo de los investigadores y policías. «El personaje se basa en una persona real, Mitzi Roberts, que es quien trabaja en el departamento de casos sin resolver y que está colaborando conmigo. Lo que hago es nutrirme de la información que me facilita en primera persona y ese material es oro para un escritor«.

La visión de Roberts/Ballard está muy presente en la novela, donde la protagonista debe sortear ciertas trampas en un ambiente netamente machista, para lo que se apoya, casi exclusivamente en otras mujeres, más que en la autoridad de su placa. «Mi amiga me ha contado que escalar dentro del departamento de policía de los Ángeles ha sido subir una colina escarpadísima, porque obviamente se trata de un mundo dominado por hombres, más hostil para una mujer, pero no lo utilizo como una estratagema para lanzar un mensaje de un tipo u otro, simplemente estoy mostrando la realidad», aduce Connelly, que opina que «independientemente de si el protagonista es mujer u hombre, para un lector lo interesante es que se le planteen unos retos y que tenga que ver cómo va resolviendo esos problemas que la trama le proporciona».

Un género justiciero

Es en esta construcción de personajes, en sus matices, zonas oscuras y dilemas, donde el talento de Connolly -también gran escritor de diálogos- brilla especialmente. «Para mí, la clave de una novela negra no es realmente el delito, siempre repetido, siempre con las mismas motivaciones, sino la personalidad y las reacciones del investigador, de la persona que resuelve el crimen», comenta con entusiasmo. «Me apasiona indagar en esa gente que, a pesar de todo lo que esto supone, se adentra en la oscuridad para poder dar con el culpable y para poder, en cierto modo, conseguir una cierta justicia ante un mundo que realmente es muy complicado. Saber cómo vive y somatiza todo ese horror, culpa, miedo…».

Por eso en sus novelas, las emociones y sentimientos de los protagonistas siempre tienen un punto agridulce que los vuelve tan reales. «Obviamente, esto está mucho más marcado en los policías y detectives, pero los periodistas también sienten esto en menor medida, porque tanto unos como otros son personas que por su trabajo se están enfrentando a un mundo de oscuridad y tienen que protegerse y luchar para evitar que esa oscuridad se haga dueña de ellos», reflexiona el escritor. «Creo que nos inspira o nos reconforta en cierto modo saber que haya alguien que está luchando de forma empedernida por descubrir qué es lo que ha pasado y por corregir el daño que se ha causado. La novela negra ofrece la justicia que no siempre hay en la realidad, y creo que ese es el secreto de su éxito».

No en vano, en Estados Unidos las listas de más vendidos las integran regularmente los Connolly, Liz Moore, Laura Lippman o Dennis Lehane, igual que ocurre en España con sus homólogos. En este sentido, el escritor ya está de vuelta del sempiterno debate, un poco de capa caída, sobre el valor literario de un género que arrasa entre los lectores de todos los países. «El género negro, criminal o policiaco ha pasado la línea de ser meramente entretenimiento. Es literatura, pero también algo más. Ahora mismo la novela negra refleja muy claramente la sociedad contemporánea. Yo hago un libro al año, siempre de temas actuales y, a pesar de cierta crítica, los lectores lo han visto», defiende. «Por eso están tan interesados en este género, porque no solamente buscan entretenimiento, sino también inspiración, poder ver y entender lo que está sucediendo en el mundo, Un mundo en el que somos conscientes de la gran cantidad de mal que existe, desde otro punto de vista».

Un peligro interno

Y si bien defiende que a la hora de escribir no deberían existir límites ni líneas rojas más que aquellas que impongan la propia realidad, sí confiesa una anécdota personal al respecto. «Yo escribí un libro antes de convertirme en padre, en el que se hablaba de un asesino que mataba cruelmente niños. Tiempo después, en una firma de libros, se acercó un padre y me dijo: ‘Me gustan mucho sus libros, pero este en concreto no lo puedo leer porque soy padre'», recuerda. «En aquel momento no lo entendía, pero ahora como padre sí lo entiendo. Dicho esto, no creo que los escritores debamos autocensurarnos, pero sí que es verdad que a lo mejor hoy por hoy no estaría interesado en escribir ese tipo de temáticas. Otro habrá que lo haga».

La tercera trama que nutre La espera -no, nos habíamos olvidado de ella-, hilada a las otras con precisión de cirujano, es la citada del atentado terrorista, que Ballard y Bosch descubren casi por casualidad. «En los últimos años, el FBI lleva tiempo avisando a la población de que la principal amenaza que ahora mismo se cierne sobre Estados Unidos es el terrorismo nacional, y pienso que estas alarmas tienen una base real», sostiene en tono más serio Connelly.

«Sólo hay que recordar lo que pasó hace cuatro años, el 6 de enero, en el Capitolio. Es una amenaza más que real, muy tangible. Por supuesto, aparte de ver en esto un problema, todavía estoy, como muchos otros en el país, intentando digerir los resultados electorales. Creo que para muchos de nosotros ha sido un shock ver lo que ha sucedido y sobre todo plantearnos qué es lo que va a pasar ahora en el país en los próximos cuatro años», lamenta.

Y prosigue: «Es dramático pensar que en el año 2026, cuando se cumplirán los 250 años de la fundación de Estados Unidos, Trump será el presidente«, reflexiona. «Es duro pensar que este importante aniversario de un país que se ha construido gracias a la llegada de inmigrantes todas partes del mundo, estará marcado por las políticas de cerrar las puertas y por la ideología netamente antiamericana de este señor».

El periodismo, garantía de democracia

Por eso, una de las formas de defenderse de este clima que encuentra el escritor es reivindicar el papel de una prensa fuerte y libre, unos medios de comunicación que juegan su parte, como en muchos libros de Connellly, en la trama de La espera. «No quiero hacer spoilers, pero al hablar del ecosistema legal de un lugar, en este caso Los Ángeles, es imposible obviar el papel de los medios de comunicación y los periodistas. Son un elemento que se puede manipular, pero que también puede manipular a la gente, al público general, y ese equilibrio es necesario y peligroso».

«Yo he sido periodista, y como antiguo periodista, obviamente me preocupa mucho la dirección a la que nos dirigimos. Acabamos de reelegir a un presidente que en su anterior mandato se hizo famoso por querer meter en la cárcel a periodistas que contaban historias que no le gustaban o que iban en contra de lo que él pretendía que se hiciera creer. ¿Entonces, qué puedo hacer yo desde mi postura?», se pregunta.

«Pues hablar de los medios de comunicación y de su papel fundamental para controlar los poderes fácticos. Intento que en todas mis historias el periodismo tenga un papel, y además intento destacar no solamente el papel de los periodistas, sino también de los periódicos, de la prensa, los medios de comunicación, porque me parece fundamental a la hora de contar lo que está sucediendo», insiste el escritor «Porque si no contamos con unos medios independientes se puede tapar lo que uno quiera, no hay ningún problema. Y ese no sería el mundo en el que yo quiero vivir y no creo que sea un mundo en el que a nadie le debería interesar vivir».

Fuente: https://www.elmundo.es/la-lectura/2024/12/16/6759e5eee4d4d85d2a8b45b9.html

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