José Ojeda Bustamante
La evolución del perfil de los funcionarios en México ha pasado por momentos de transformación profunda, marcados por los cambios en el contexto económico, social y político. Desde el presidencialismo hegemónico hasta la pluralidad contemporánea, el sistema ha transitado de la centralización absoluta del poder a un esquema más fragmentado, donde las instituciones de formación cobran un papel crucial para la profesionalización del servicio público.
Durante la hegemonía del PRI, el acceso a posiciones de poder dependía en gran medida de la afiliación al partido, la cercanía con mentores políticos y la formación en instituciones nacionales, principalmente en la UNAM. Este modelo, basado en redes informales y acuerdos internos, funcionó como un sistema de ascenso político durante décadas. Sin embargo, también limitó la diversificación de perspectivas en el gobierno al priorizar la lealtad sobre la competencia técnica.
Durante esta época, se construyó una maquinaria política que permitió mantener la estabilidad del sistema, pero enfrentó un desgaste notable con la crisis económica de los años 80 y la presión de las clases medias por mayor representación. Este escenario forzó la apertura democrática y dio paso al surgimiento de nuevas élites tecnocráticas que cuestionaron la tradicional mentoría informal basada en relaciones partidistas.
Con la llegada de los tecnócratas, caracterizados por su formación en economía en instituciones de prestigio como Harvard o Chicago, se desplazó parcialmente la influencia de las universidades nacionales. Este grupo introdujo una perspectiva pragmática y orientada a la eficiencia en la toma de decisiones, pero su desconexión de las bases sociales minó su legitimidad.
El legado tecnocrático evidenció la necesidad de combinar una formación técnica rigurosa con un enfoque político inclusivo. Esto abrió la puerta a un resurgimiento de élites políticas con un perfil mixto: educación especializada combinada con experiencia local y regional, buscando una mayor cercanía con las demandas sociales.
En este contexto de transformación, México adoptó modelos internacionales para profesionalizar su servicio público. Uno de los referentes más importantes ha sido el sistema francés, con instituciones emblemáticas como la École Nationale d’Administration (ENA), que ha formado a presidentes y altos funcionarios como Emmanuel Macron. Este modelo combina una rigurosa formación académica con prácticas profesionales en el sector público, preparando a los estudiantes para asumir responsabilidades de Estado con una visión estratégica y tecnocrática.
Inspirado en este modelo, México cuenta con instituciones como el Instituto Nacional de Administración Pública (INAP), dedicado a la formación y actualización de cuadros directivos en la administración pública. El INAP ha sido clave para promover una cultura de profesionalización entre los funcionarios públicos, especialmente en un contexto donde la complejidad de los problemas nacionales requiere habilidades técnicas y de gestión de alto nivel.
En el ámbito local, el Instituto de Administración Pública de Puebla (IAP Puebla) ha desempeñado un papel crucial en la formación de servidores públicos estatales. Esta institución no solo capacita a funcionarios en técnicas de administración y políticas públicas, sino que también fomenta la innovación en la gestión local, respondiendo a las demandas específicas de una entidad con alto dinamismo político y económico.
El gobernador electo de Puebla, Alejandro Armenta Mier, representa un ejemplo destacado de esta nueva generación de políticos con formación técnica y trayectoria política. Doctorado en Administración Pública por el INAP, Armenta combina una sólida preparación académica con décadas de experiencia en el ámbito político, lo que lo posiciona como un líder capaz de afrontar los desafíos de gobernar una de las entidades más dinámicas del país.
Armenta también ha trabajado en estrecha colaboración con el IAP Puebla, impulsando la profesionalización de los servidores públicos estatales. Este enfoque busca garantizar que la administración pública en Puebla sea eficiente, innovadora y capaz de responder a los retos locales con soluciones sostenibles. Su liderazgo destaca por promover la integración de la formación académica con la práctica política, fortaleciendo así la gobernanza en el estado.
El fortalecimiento de instituciones como el INAP y el IAP Puebla, junto con la promoción de alianzas internacionales que permitan replicar modelos exitosos como el francés, será fundamental para garantizar que los nuevos cuadros políticos estén preparados para enfrentar problemas globales como el cambio climático, la desigualdad y el narcotráfico. Además, estas iniciativas deben estar acompañadas de un esfuerzo por mantener un contacto genuino con las bases sociales, asegurando que las políticas implementadas reflejen las necesidades de la población.
El liderazgo de Alejandro Armenta Mier en Puebla puede establecer un precedente importante, demostrando cómo una formación de alto nivel, combinada con experiencia política y un enfoque en la innovación, puede traducirse en resultados tangibles para los ciudadanos. Esto no solo reforzará la confianza en las instituciones públicas, sino que también posicionará a Puebla como un referente nacional en la profesionalización del servicio público y la gestión de alto impacto.
Finalmente, desde la ciudadanía hay que acompañar a buenos funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones; pero también poner un alto a malos funcionarios públicos, que desde la simulación y el cinismo quieren generar percepciones irreales.