Una serie de ataques a empresas estadounidenses contienen un mensaje claro para EE. UU.: golpéanos y golpearemos más fuerte.
Por Alexandra Stevenson y Paul Mozur / The New York Times
Alexandra Stevenson, radicada en Hong Kong, y Paul Mozur, en Taipéi, Taiwán, han realizado informes detallados del comercio entre China y Estados Unidos desde el primer mandato del presidente electo Donald Trump.
En el mundo de los drones baratos, Skydio era la gran esperanza estadounidense. Sus máquinas voladoras autónomas ofrecían a las agencias policiales y de defensa estadounidenses una alternativa a los fabricantes chinos, libre de las preocupaciones de seguridad vinculadas a la dependencia de las cadenas de suministro chinas.
Pero la vulnerabilidad de Skydio se hizo patente días antes de las elecciones presidenciales estadounidenses, cuando las autoridades chinas impusieron sanciones y cortaron el acceso de la empresa a suministros esenciales de baterías.
De la noche a la mañana, Skydio, el mayor fabricante estadounidense de drones y cuya sede está en San Mateo, California, se apresuró a buscar nuevos proveedores. La medida ralentizó las entregas de Skydio a sus clientes, entre los que se encuentra el Ejército estadounidense.
“Esto es un ataque a Skydio, pero también es un ataque a ustedes”, dijo a los clientes Adam Bry, director ejecutivo de la compañía.
Detrás de la medida había un mensaje de los dirigentes chinos a Donald Trump, quien ganaría las elecciones con la promesa de imponer nuevas sanciones y aranceles a China: golpéanos y te devolveremos el golpe con más fuerza.
Desde la campaña electoral hasta los nombramientos de su gabinete, Trump ha dejado claro que cree que es inevitable un enfrentamiento con China por el comercio y la tecnología. En el primer mandato de Trump, el gobierno chino adoptó medidas en su mayoría simbólicas y equivalentes a los aranceles y restricciones comerciales estadounidenses. Esta vez, China está dispuesta a intensificar sus respuestas, según los expertos, y podría apuntar contramedidas agresivas y dirigidas hacia empresas estadounidenses.
“Durante la Guerra Comercial 1.0, Pekín fue bastante cuidadoso a la hora de hacer frente a los aranceles impuestos por Estados Unidos”, dijo Jude Blanchette, experto en China del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington. “Ahora están mostrando su tolerancia a aceptar y repartir dolor”, dijo. “Está claro que, por razones políticas, Pekín no está dispuesto a quedarse de brazos cruzados mientras llegan nuevas oleadas significativas de aranceles”.
China ha tenido tiempo para prepararse. Durante el primer mandato de Trump, los funcionarios de Pekín empezaron a redactar leyes que imitaban las tácticas estadounidenses, permitiéndoles crear listas negras e imponer sanciones a empresas estadounidenses, privándolas de recursos críticos. El objetivo ha sido utilizar la condición de China como fábrica del mundo para imponer castigos.
Desde 2019, China ha creado una “lista de entidades no fiables” para penalizar a las empresas que socavan los intereses nacionales, ha introducido normas para castigar a las empresas que cumplen las restricciones estadounidenses sobre entidades chinas y ha ampliado sus leyes de control de exportaciones. El alcance mayor de estas leyes permite a Pekín asfixiar potencialmente el acceso mundial a materiales críticos como las tierras raras – un grupo de elementos químicos – y el litio, componentes esenciales en muchos productos, desde celulares hasta vehículos eléctricos.
Las nuevas herramientas forman parte de lo que una publicación del Partido Comunista describió como un esfuerzo por “proporcionar apoyo legal para contrarrestar el hegemonismo y la política de poder, y salvaguardar los intereses del país y del pueblo”.
En conjunto, la estrategia marca un cambio calculado para contrarrestar las políticas que Trump espera aplicar cuando asuma el cargo. Las consecuencias podrían perturbar considerablemente las operaciones de empresas estadounidenses.
Esto aumenta lo que está en juego para las empresas y la economía a medida que el nuevo gobierno estadounidense prepara su primera salva en lo que podría convertirse en una segunda ronda más despiadada del conflicto comercial entre Estados Unidos y China.
La relación de Washington con Pekín ya era tensa. El presidente Biden ha continuado en gran medida las políticas de confrontación de Trump, sancionando a algunas empresas chinas y restringiendo el acceso de otras al mercado estadounidense. Este mes, el gobierno estadounidense anunció la prohibición de 29 empresas chinas por sus conexiones con el trabajo forzado en la región occidental del país, Sinkiang.
El lunes, Trump fue más lejos. El presidente electo dijo que impondría un arancel adicional del 10 por ciento a todos los productos procedentes de China que lleguen al país.
China ha dado un adelanto de hasta dónde está dispuesta a llegar para contrarrestar las sanciones del gobierno estadounidense.
En septiembre, las autoridades chinas acusaron a PVH, propietaria de Calvin Klein y Tommy Hilfiger, de “discriminar” los productos de Sinkiang y la incluyeron en su “lista de entidades no fiables”. Era la primera vez que Pekín castigaba a una empresa extranjera por eliminar el algodón de Sinkiang de su cadena de suministro para cumplir con las normas comerciales estadounidenses.
Unas semanas más tarde, un grupo de expertos vinculado a la agencia china reguladora de internet pidió que se revisara Intel, la empresa estadounidense de chips, por vender productos que “perjudicaban constantemente” la seguridad y los intereses nacionales de China. La última empresa sometida a una revisión de ciberseguridad, el fabricante estadounidense de chips Micron, fue finalmente excluida del suministro de chips a una parte significativa del mercado chino.
Las normas chinas dejan tanto a PVH como a Intel atrapadas en la pugna entre las dos superpotencias mundiales. Otras empresas podrían encontrarse pronto en una situación similar. El dilema para las empresas es si acatar las restricciones comerciales estadounidenses y cómo hacerlo, pues seguirlas podría desencadenar represalias chinas.
Obligar a las empresas a cuestionar sus prácticas comerciales podría ser la intención de China, afirman los expertos. Al mismo tiempo, los funcionarios chinos deben encontrar un equilibrio en sus castigos. Si van demasiado lejos en la penalización de las empresas extranjeras, podrían ahuyentar a los inversores en un momento en el que los mercados financieros están preocupados por la economía china.
Y en algunos casos, las empresas chinas siguen necesitando lo que ofrece Estados Unidos, como los microchips de dispositivos electrónicos o la soya con la que los granjeros chinos alimentan a su ganado. Muchas de las empresas estatales chinas siguen utilizando computadoras con chips de Intel.
“Tienen este dilema en el que quieren enviar una señal al gobierno estadounidense, pero no quieren asustar demasiado a los inversores y empresas extranjeras”, dijo Andrew Gilholm, experto en China de la consultora Control Risks. “Quieren que las empresas sepan que ser demasiado entusiastas en el cumplimiento de las normativas estadounidenses y otras regulaciones tiene un costo”.
La estrategia, dijo, está evolucionando hacia una que se parece más a una “guerra de la cadena de suministro”.
Aún así, para las muchas empresas que dependen más de China que China de ellas, Pekín tiene la capacidad de causarles grandes molestias. El fabricante de drones Skydio había pasado años construyendo una cadena de suministro fuera de China, pero seguía dependiendo del país para un elemento crucial: las baterías.
Tras las sanciones de China, no hay una solución rápida. Pueden pasar meses hasta que se realicen los cambios de diseño necesarios y se consigan nuevos proveedores. En un comunicado, Skydio dijo que se vería obligada a racionar las baterías. Eso significa que sus clientes, entre los que se encuentran cuerpos de bomberos, solo pueden obtener una batería por dron, lo que limita gravemente el tiempo que puede volar una nave. La empresa dijo que tenía previsto disponer de nuevos suministros en primavera.
“Si alguna vez hubo duda, esta acción deja claro que el gobierno chino utilizará las cadenas de suministro como arma para promover sus intereses por encima de los nuestros”, escribió Skydio.
Un editorial del Global Times, tabloide del Partido Comunista Chino, celebró el éxito de las sanciones a Skydio, señalando en un titular: “Empresa estadounidense sancionada por China ‘grita de dolor’, revelando su máscara estadounidense”. El artículo decía que la represalia era merecida porque Skydio formaba parte de los esfuerzos del gobierno estadounidense por crear una “cadena de suministro no roja” fuera de China.
La solución para Skydio era sencilla, continuaba Global Times. No “sirvas de instrumento a Estados Unidos para contener a China” o “prepárate para asumir las consecuencias de tales acciones”.
Alexandra Stevenson es la jefa del buró de Shanghái de El Times, reporta sobre la economía y sociedad chinas. Más de Alexandra Stevenson
Paul Mozur es corresponsal mundial de tecnología del Times afincado en Taipéi. Anteriormente escribió sobre tecnología y política en Asia desde Hong Kong, Shanghái y Seúl. Más de Paul Mozur
Zixu Wang contribuyó con la investigación.
Fuente: https://www.nytimes.com/es/2024/11/28/espanol/negocios/china-represalias-aranceles-skydio.html