Los líderes mundiales buscan una respuesta común para hacer frente a la pandemia, el cambio climático y la evasión fiscal
CELIA MAZA / Londres / LA RAZÓN
La gran mayoría de las cumbres del G-7 pasan desapercibidas. Pero hay excepciones que marcan un punto de inflexión. Pasó en 2018, cuando Donald Trump, convertido en líder de la primera potencia mundial, pidió que Rusia fuera readmitida en el club, se negó a firmar el acuerdo final y se marchó antes incluso de que hubiera terminado para reunirse con el líder norcoreano, Kim Jung Un en «misión de paz». El orden global ya no era el mismo.
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En este sentido, la reunión que mantienen este fin de semana en Cornualles (suroeste de Inglaterra) los mandatarios de las siete democracias más ricas del mundo también tiene que ser una cita que pase a la posteridad porque el mundo ha cambiado. Y mucho. Los líderes se pueden ver en persona, por primera vez en dos años, tras una pandemia que no solo ha causado más de 127.000 muertos a ambos lados del Atlántico, sino que ha otorgado más poder que nunca a China.
Por lo tanto, en la cumbre que se alargará hasta el domingo, Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, EE UU, Canadá y Japón (además de la UE) no solo quieren buscar soluciones a grandes problemas como la vacunación o el cambio climático, sino que quieren garantizar su capacidad de influencia. En este sentido, el «premier» Boris Johnson, que actúa como anfitrión, ha invitado también a India, Australia, Corea del Sur y Suráfrica para contrarrestar el auge de Pekín.
La cita representa la puesta de largo para Joe Biden como presidente y la oportunidad de estrechar de nuevo los lazos trasatlánticos tan dañados en la era de Trump. También supone la prueba de fuego para Johnson para demostrar que, pese a estar fuera de la UE, Reino Unido sigue siendo un actor clave.
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El «premier» se mostró ayer «encantado» de poder ver en persona al resto de líderes y en la apertura de la primera reunión, instó a los mandatarios a «reconstruir para mejor el mundo» mientras se recupera de la que «quizá ha sido la peor pandemia de la historia». En este sentido, recalcó que había que aprender de los «errores» de la crisis financiera de 2008 y abordar la «cicatriz» de la desigualdad. Unas palabras que sus críticos sacaron punta, ya que precisamente este año Reino Unido ha reducido el porcentaje de ayuda exterior de su PIB del 0.7% al 0.5%. El G-7 (que representa el 10% de la población del planeta, pero el 45% de la riqueza total) se ha comprometido a destinar mil millones de dosis de vacunas a los países más pobres como parte de un plan para «vacunar al mundo» para fines de 2022.
La medida no solo se trata de salvar vidas, sino que busca contrarrestar la «diplomacia de las vacunas» por parte de China y Rusia, que se han apresurado a suministrar sus dosis a países en desarrollo. Reino Unido (donde el 77% de la población adulta tiene ya la primera dosis y el 53% cuenta con los dos pinchazos) donará 100 millones de dosis excedentes en los próximos 12 meses. EE UU, 500 millones de dosis de BioNTech / Pfizer (200 millones este año y el resto en el primer semestre de 2022). Por su parte, la UE ha prometido 100 millones de dosis para los países africanos y otras naciones en desarrollo antes de fin de año.
Aunque las cifras parecen generosas, suponen 10.000 millones de dosis menos de lo que la Organización Mundial de la Salud dice que se necesita para vacunar al 70% del mundo. En paralelo a la crisis sanitaria del coronavirus, los líderes deberá discutir la recuperación económica. Asumida ya la receta de expansionismo fiscal por la que han apostado prácticamente todos los Gobiernos, Londres quiere borrar de un plumazo el legado proteccionista de Trump y apostar por el libre comercio como mejor manera de reactivar las economías.
Las señales de recalentamiento, pese a todo, comienzan a acumularse: ayer justo se conoció que la inflación interanual en Estados Unidos se situó en mayo en el 5 %, la cifra más alta desde agosto de 2008. Los dirigentes de las potencias industrializadas deberán refrendar el acuerdo que sus ministros de Finanzas alcanzaron la semana pasada para reformar el sistema global de imposición a las grandes multinacionales sin que las excepciones, como las que Reino Unido busca para sus gigantes financieros, echen al traste el proyecto.
Aunque claramente ésta no es una cumbre europea, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya adelantó que planteará la polémica respecto al protocolo de Irlanda del Norte, una compleja cuestión que amenaza con crear una guerra comercial entre Reino Unido y la UE tras el Brexit. Tras las tensiones políticas y los problemas de suministros en los supermercados que se están viviendo en Irlanda del Norte, a raíz de los nuevos controles que hay que implementar tras el histórico divorcio, Downing Street amenaza de nuevo con no cumplir lo pactado con Bruselas. Y esto plantea grandes problema para el anfitrión. ¿Qué imagen puede dar de la «Global Britain» que defiende si las relaciones con sus vecinos más cercanos atraviesan su momento más tenso?
Fuente: https://www.larazon.es/internacional/20210611/izgcnjk24zgzriba2mpkucjxjq.html