Los Periodistas

Balance Electoral (… a los ojos de un demócrata liberal)

Foto: Profesor Investigador UPAEP

Por Dr. Juan Pablo Aranda Vargas

Lo bueno:

(a) La participación ciudadana se ubicó, de acuerdo con el PREP del INE, en 52.6759%, casi seis puntos arriba del nivel de la elección intermedia anterior, 2015, donde la participación fue de 47.005%. Que la ciudadanía haya respondido participativamente en uno de los momentos de mayor crisis de la democracia mexicana es, quizá, el dato que mayor esperanza debe proporcionarnos. Hoy podemos decir que somos más quienes apostamos por el cambio a través de los mecanismos democráticos que quienes han desesperado de las urnas y prefieren hacerse ovillo y esperar a que pase el huracán.

(b) El INE mostró, una vez más, ser un pilar fundamental de la democracia mexicana. Hay que insistir: desde su creación (otrora IFE, federal antes que centralista) el Instituto ha sido garante de que en México los votos los cuentan los ciudadanos, y que la voluntad popular expresada en las urnas es respetada. Incluso el inquilino de Palacio Nacional celebró la democracia y las elecciones como “limpias y libres” (https://bit.ly/3xhwLNn).

(c) Aunque discreto, el balance de poder volvió al Congreso: Morena es, por mucho, la primera fuerza política en el país y, sin embargo, pierde la mayoría calificada que le permitiría redactar una Constitución a modo: “juarista”, “moral” o “popular”. Morena tendrá que negociar y dialogar antes que recurrir a la antidemocrática sumisión del Congreso a la voluntad autócrata del presidente.

(d) Simbólicamente, Morena sufre una derrota brutal en la Ciudad de México, perdiendo la mitad del histórico bastión, primero, de la izquierda perredista y, después, del populismo lopezobradorista (que de ninguna forma puede ser tildado de “izquierda”).

Lo malo:

(a) Morena arrasa en las elecciones gubernamentales. Al día de hoy, el partido del presidente se llevaría 11 gubernaturas. El PAN logra ganar dos gubernaturas—Chihuahua y Querétaro—con lo que deja al partido en el poder con un amplio margen para la disposición de los recursos locales, una importantísima fuerza política para continuar llevando a cabo la mentada transformación nacional, esa que, a decir de quien escribe, bien pudo salir de la pluma de Mary Shelley.

(b) Destacan, por infames, los triunfos de Evelyn Salgado en Guerrero, hija del impresentable Félix Salgado Macedonio, quien, luego de violar la ley, amenazara las personas de los consejeros electorales y asegurara que, de no ser candidato, el INE caería (https://bit.ly/3iwX7qs). Al final, tristemente, fue candidato y será gobernador. Algo similar puede decirse de Layda Sansores en Campeche, Alfonso Durazo en Sonora y David Monreal en Zacatecas. Podríamos apostar desde ya que en estas entidades no reinará la transparencia ni el Estado de Derecho. El tiempo dirá si tengo razón.

(c) El partido mercenario par excellence se convierte en el dueño del Congreso. Pasando de 11 a aproximadamente 44 curules, el Partido Verde se coloca como partido bisagra, como la fuerza política que podría inclinar el voto hacia un lado o hacia otro. Lamentabilísima muestra esta de la ignorancia popular, de la fuerza que un puñado de payasos grabando videos necios y vacuos puede tener en una ciudadanía que, culpable o no (como dijera Luis Miguel), sigue a estos patanes como los ratones al flautista de Hamelín. Tiene esta trágica situación que ser una llamada para que la comunidad universitaria asuma su vocación como el sitio donde la sociedad busca la verdad, desenmascarando prejuicios, mentiras, tretas, medias verdades, caprichos y cuanta falacia borbotea por las cloacas del país. No es casualidad la guerra del siñorpresidente (así, con “i”) contra el intelecto, el pensamiento y la reflexión: ahí está el último bastión que se opone a su desquiciado afán de poder.

(d) No es claro, ni cercanamente, que los partidos de oposición hayan aprendido lección alguna del ejercicio pasado. Pudimos ver que el primero que—imprudentemente y sin respeto alguno por la institucionalidad—salió a celebrar triunfos a las 6 en punto de la tarde, fue el diminuto líder del panismo, Marko Cortés. Azules y tricolores (los amarillos no, porque ellos casi naufragan) celebraron como si la ciudadanía hubiera votado por ellos y no, como fue en realidad, contra el caudillismo pejista.

Cerraría reproduciendo un comentario que compartí hace unos días en redes sociales, que resume mi posición respecto de estos partidos de oposición que, insisto, no parecen haber aprendido nada:

“Que los partidos de oposición que hoy celebran como si lo merecieran no se equivoquen: no votamos por ustedes sino contra el proyecto populista de AMLO; ustedes son el mal menor, la opción menos dañina.
No han recuperado la confianza de los mexicanos; de hecho, es momento de reconocer todo el mal que le hicieron al país cuando gobernaron, cambiar el rumbo y apostar por el bien común, la construcción de instituciones sólidas y una política auténticamente democrática.
Es muy grande la deuda que el PAN, PRI y PRD tienen con México, una larga lista de corruptelas, malas decisiones, impunidad y estrategias fallidas.
La ciudadanía tiene que despertar y hacerse cargo de su parte, exigir y denunciar, trabajar por la recuperación de los espacios públicos y el desarrollo de una nueva cultura cívica.
Por México, ojalá las cosas cambien”.

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