Veinte meses han sido suficientes como para dejar atrás una crisis que amenazaba con borrar la empresa y multiplicar por cinco el valor de la compañía. La respuesta está en la Inteligencia Artificial…y en unas gafas de sol
Por M. Mcloughlin / El Confidencial
Quizá les suene la frase Aut Caesar, aut Nihil, una expresión que, haciendo una traducción gruesa, podría entenderse como ‘El César o la nada’. El pasado miércoles, el CEO de Meta decidió apropiarse de ella y estamparla en una camisa que rezaba Aut Zuck, aut Nihil. Mark Zuckerberg se presentó de esta guisa en la conferencia anual de la compañía antes conocida como Facebook, donde presentó la hoja de ruta de la multinacional y algunos de sus últimos lanzamientos. Ya sabemos que los códigos de vestimenta empresarial se diluyen en Silicon Valley, pero esto es llegar a un nuevo nivel.
Cualquiera que no haya seguido sus movimientos más recientes y se quedase en aquello de que la reina de las redes sociales parecía el Titanic camino al iceberg por querer conquistar una cosa llamada metaverso, interpretará que esto es un órdago del chaval que se quiere aferrar a una locura que llevó a decenas de inversores a pedir su cabeza y a miles de personas a vislumbrar, incluso, el principio del fin de Facebook. Pero no.
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Michael McLoughlin. Montain View (California)
Lo del mensaje en la camiseta sonaba más a un ‘Os lo dije’ o a un ‘Tenía razón’ que a otra cosa. Si retrocedemos a 2022, veremos cómo los bandazos de Zuckerberg llevaron a la empresa a perder dos tercios de su valor. El suelo fueron los 90 dólares por acción que se llegaron a marcar en noviembre de ese curso.
Aquello desencadenó, como ocurrió en otras grandes tecnológicas, unos recortes para eliminar miles de puestos de trabajo y la reorganización de una estructura inflada durante la pandemia. Pero tras el hundimiento, llegó el despegue. En menos de 20 meses ha multiplicado la capitalización de Meta por seis y las acciones ya ven los 600 dólares por título en el horizonte.
La inteligencia artificial, cómo no, es una de las razones para los vientos de cola. El big bang de ChatGPT les pilló como a otros tantos a pie cambiado, pero no tardaron en corregir el tiro y armar una estrategia liderada por Yann LeCun, uno de los investigadores más reputados en este ámbito a nivel mundial. Su propuesta de IA ha conseguido hacerse un hueco en el mercado entre las apisonadoras en que parecen haberse convertido el tándem Microsoft, OpenAI y Google, amén de otras iniciativas como Anthropic o Mistral AI.
El proyecto de Meta ha sido ampliamente publicitado como open source. Cualquier empresa o investigador puede descargarse sus modelos y obtener el código del propio modelo, el de evaluación, la documentación, así como los pesos aplicados a la red neuronal. Esta idea de IA abierta, que confronta abiertamente con otras iniciativas, le ha valido a Zuckerberg una suerte de redención por parte de una industria que otrora le vilipendió por sus agresivas prácticas en lo que se refiere a recopilación de datos y privacidad. Sin embargo, también tiene letra pequeña esta etiqueta de open source.
¿Qué gana Meta ‘regalando’ su IA?
La primera gran beneficiada es la propia Meta. Que haya cientos o miles de desarrolladores y empresas trabajando sobre algo que ellos han creado les puede aligerar mucho trabajo. Cuando ven o detectan que hay algún elemento que les puede servir, basta con que lo adapten. No lo tienen que hacer desde cero, como sí ocurriría en soluciones estrictamente cerradas. Precisamente, esta fue la razón por la que muchos sospecharon que cuando uno de los modelos de lenguaje de la compañía se filtró al completo en 2023, en realidad no fue algo accidental, sino algo intencionado.
También hay quien ha cuestionado esa denominación de open source, criticando que los modelos de Meta pasan a ser de pago a partir de cierto nivel, ya que incluyen restricciones comerciales: si lanzas un producto estrictamente basado en Llama y tienes más de 700 millones de usuarios activos, toca pasar por caja. Otra cosa que también se ha señalado es que el conjunto de datos con el que se entrenan los modelos no se publica, uniéndose a la falta de transparencia reinante en la industria.
En el Meta Connect 2024, que es como se llama el evento que celebró el pasado miércoles y el pasado jueves, la compañía presentó su último modelo de lenguaje para entrenar inteligencias artificiales. Se trata de Llama 3.2, que se caracteriza por ser multimodal, esto significa que no solo puede trabajar con texto, sino con otras fuentes.
Ahora será capaz de admitir razonamiento de imágenes, comprendiendo gráficos, diagramas, subtítulos incrustados, así como localizar objetos. Hablando de funciones concretas, Meta explicó que este modelo es capaz de resumir, por ejemplo, los últimos mensajes que se han recibido en una app de mensajería o estudiar un calendario para organizar y enviar las invitaciones a un evento. Se trata del modelo open source de esta naturaleza más grande que existe y destaca, entre otras cosas, por su rendimiento para ejecutarse localmente en un dispositivo concreto sin necesidad de enviar datos fuera del móvil o la tableta. También es cierto que su rendiiento está lejos de ChatGPT 4o o las versiones más capaces de Google Gemini. Las cifras que presentaron le colocan a la altura de ChatGPT 4o-mini o Claude-3. Es decir, está lejos de liderar esta carrera, pero se mantiene en la parte alta del pelotón.
La compañía ha aprovechado Llama 3.2 para dar forma a Meta AI Voice, un asistente conversacional, que permitirá los usuarios tener charlas en lenguaje natural con esta IA en cualquier aplicación del universo Facebook. Se activará con un comando de voz y hará resúmenes de los últimos mensajes recibidos, recordatorios personalizables o traducciones de voz en tiempo real.
El problema, como ya advirtió la compañía hace unos meses, está en este lado del Atlántico. La multinacional de Menlo Park ya ha dejado claro que ni este modelo ni estas herramientas estarán disponibles en la Unión Europea. En su momento, dijeron que la normativa no les permitía acceder a la información necesaria e incorporarla a su modelo y que la única opción que les quedaba era ofrecer una experiencia de segunda categoría, razón por la que preferían no ofrecer nada. No es la primera vez que pasa, aunque probablemente sea la empresa que ha tomado la posición más categórica. Algunas voces ya han alertado de riesgo que supone esto para las compañías europeas, ya que se quedan sin un recurso de fácil acceso para competir e integrar IA en sus negocios.
La respuesta está en unas gafas de sol
Pero Llama 3.2 no fue ni mucho menos el gran protagonista del evento que montó Zuckerberg. Ese mérito le correspondió a Orion, un prototipo de gafas de realidad aumentada que muestra la visión de la compañía sobre el futuro de la computación personal, en un momento en el que muchos se preguntan qué vendrá después de la revolución del móvil. El CEO de la compañía no dudó en afirmar que es el dispositivo de esta naturaleza «más avanzado que existe». Son completamente inalámbricas y están pensadas para ser el hogar de la inteligencia artificial de Meta.
En la demostración, se pudo ver cómo la información se superpone en el mundo real y se puede navegar a través de los diferentes contenidos y apps con control gestual y seguimiento ocular. Todos los hologramas se muestran a través de dos pantallas microLED. Las patillas de las gafas se encargan del audio, y las gafas están equipadas con micrófonos para poder interactuar y hacer peticiones a la inteligencia artificial de Meta.
Cabe insistir en que esto es un experimento, un prototipo de lo que la empresa pretende alcanzar en los próximos años. Orion ha tardado en cobrar forma y ver la luz unos diez años, según confesó el propio Zuckerberg. Para que haya llegado a este punto de madurez, hay un factor clave: la compra de Oculus, la startup de realidad virtual fundada por Palmer Luckey, quien ahora experimenta y recauda millones de dólares al combinar tecnología y arsenal militar. La idea que había quedado en el imaginario popular es que Mark Zuckerberg había utilizado todo el capital tecnológico adquirido con esa compra para dar forma a la fallida idea del metaverso que presentó a finales de 2020.
Durante mucho tiempo, Zuckerberg prestó mucha atención a los cascos y visores de realidad virtual, un producto que todavía no ha demostrado ser un fenómeno de masas. El último en comprobarlo fue Apple. Es cierto que las Vision Pro, un dispositivo carísimo, son una apuesta a largo plazo, pero lo cierto es que las expectativas de ventas y expansión que se habían previsto no se han cumplido. Por mucho que los californianos insistan en que lo suyo es «computación espacial» y no realidad mixta o virtual, atacan un segmento muy similar.
La alianza con Ray-Ban se comprende ahora mejor que hace 2 años
Aunque Meta sigue trabajando en estos dispositivos, últimamente con un mayor énfasis en los productos más asequibles, han cobrado mucha importancia las gafas inteligentes que crearon junto a Luxottica, el grupo propietario de Ray-Ban, entre otras marcas. Lanzadas en 2022, estas gafas simplemente grababan videos, tomaban fotos, permitían hacer transmisiones en directo o funcionaban como manos libres, un invento más orientado a streamers y creadores de contenido que querían dar un nuevo toque a sus imágenes. Pero la presentación de Orion ha demostrado que los planes eran mucho más ambiciosos.
De repente, de la noche a la mañana, Mark Zuckerberg y Meta han pasado de estar en la cuneta a estar en una posición envidiable para liderar una de las nuevas tendencias tecnológicas que se han perfilado este año tras el boom de la IA: el de los agentes inteligentes. Ya no se trata solo de inteligencias artificiales capaces de hablar con nosotros a través de una caja de texto o a través de la voz, como lo hacen millones de personas con Gemini o ChatGPT a diario. Ahora son capaces de entender audios, fotos, videos, lo que aparece en una pantalla… En definitiva, el mundo que nos rodea.
Para entenderlo mejor, basta con echar un vistazo al video del proyecto Astra que Google mostró en el pasado I/O. En él, una mujer utilizaba la cámara de su móvil para preguntar cosas en una oficina. El sistema era capaz de saber incluso qué estaba programando un compañero en su ordenador.
En un momento, la protagonista pregunta dónde dejó sus gafas. El asistente es capaz de recordarlo y, al ponérselas, también funcionan ahí. Es decir, Google quiere resucitar sus Glass y lo ha reconocido abiertamente. Incluso, según medios especializados, llegaron a plantearse algún tipo de acuerdo con Luxottica. Este sondeo fue un completo fracaso, ya que Meta consiguió que el fabricante de gafas aprobara una ampliación de capital para dar entrada a Mark Zuckerberg, asegurando un acuerdo de, al menos, 10 años de duración. La apuesta está clara, y muchos ya señalan esta vía como la próxima gran revolución de la tecnología personal. Parece que Zuckerberg ha conseguido enfocar la borrosa visión de futuro que tenía con el metaverso y cambiarla por algo que muchos compran como posible.