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‘Sexo en Nueva York’, 25 años después | ethic

Desde que apareció en pantallas a finales de los años 90, ‘Sexo en Nueva York’ se convirtió en un icono. Además de producto de masas, supuso también un cambio en cómo se representaba a las mujeres en la pantalla.

Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda quedan para hacer brunch y comentar su vida privada y profesional. Un cuarto de siglo después de que la serie llegase a las pantallas —primero en el exclusivo canal por cable HBO en Estados Unidos, luego a las de todo el mundo— este ritual se ha convertido en una pieza de la cultura popular. Sexo en Nueva York es una adaptación del libro de mismo nombre de Candace Bushnell, aunque a veces se olvida el origen literario. El libro bebe de las columnas que entre 1994 y 1996 Bushnell publicó en un periódico neoyorkino y que tuvieron mucho éxito. Aunque la autora usaba sus experiencias y las de sus amigas, lo hacía usando personajes de ficción como conductoras de sus historias.

En la segunda mitad de los años 90, irrumpen las novelas de la llamada chick lit, que tendrán su época dorada en los años de cambio de siglo. El diario de Bridget Jones, de Helen Fielding (que también era en origen una columna en un periódico), es posiblemente el ejemplo más conocido. Las historias abordaban la vida sentimental, de amistad y profesional de mujeres solteras de veintitantos o treintañeras en entornos urbanos y tuvieron un éxito inmediato. Vendían millones de ejemplares por todo el mundo.

Igualmente, y por mucho que este tipo de historias sean muy de su época, las novelas/ensayos en primera persona de amores y vivencias de «chicas en la gran ciudad» tienen también una trayectoria previa. Ya en los años 60 arrasó, primero en Estados Unidos y luego en varios otros países, Sex and the Single Girl, de Helen Gurley Brown, sobre la vida amorosa y sexual de las veinteañeras del Nueva York de entonces.

Con todo, Sexo en Nueva York sí tuvo un impacto notable y único. La idea no parece rompedora desde 2024 a primera vista, pero a finales de los 90 sí lo era, como recuerda un análisis de la BBC. Aunque desde la perspectiva que da la cuarta ola feminista la serie no lo parezca tanto, en el contexto en el que emergió sí era feminista e iconoclasta. Sus protagonistas ofrecían imágenes diferentes –como recuerdan, para encontrar una serie que se centrase en un grupo de mujeres como protagonistas absolutas había que remontarse a Las chicas de oro– y hablaban de temas tabú, como el sexo, abiertamente.

Una historia de amigas

Igualmente, no se trata solo de que las mujeres sean las protagonistas de la historia, sino también del cómo. Esto es, el epicentro de la narración está en su propia amistad. ¿Es por eso Sexo en Nueva York un ejemplo clave de un cambio de percepción cultural y social? Teoriza en el ensayo Text Me When You Get Home la investigadora Kayleen Schefer que uno de los cambios vitales que apuntalaron las millennials fue recuperar la importancia de las amigas como una de las grandes relaciones vitales, tras una segunda mitad del siglo XX en la que lo que importaba era, ante todo, la familia.

En la cultura popular de la última década del siglo, las amigas se habían eclipsado. Si en las de décadas anteriores –y aunque lo importante era el marido de la protagonista– al menos tenía una amiga-compinche, las cosas eran distintas en los 90. «En los 90, la mejor amiga fue degradada a una única nota, o no existía en absoluto, con el auge de las series sobre mujeres profesionales solteras como Murphy Brown o Ally McBeal», escribe Schefer. La mejor amiga –si existía– solo tenía una única característica que servía para reflejar mejor a la protagonista. Las mejores amigas solo volvieron en los 2000, señala la ensayista, que cita la importancia de la amistad en Anatomía de Grey –al final, la relación más importante de Meredith es la que mantiene con su mejor amiga, Christina– como el gran ejemplo del cambio, señala la autora.

‘Sexo en Nueva York’ subvierte la idea de la comedia romántica al centrarla en la relación de un grupo de amigas

Pero antes de Grey, ya la amistad estaba en Sexo en Nueva York como la esencia. Sexo en Nueva York «subvierte» la idea de la comedia romántica al centrarla en la relación de un grupo de amigas. Las protagonistas hacen todo lo que las amigas de las rom-coms solían hacer —ir de compras, brunch o darse consejos sentimentales— pero tienen una relación más profunda. Muchas de las tramas que hacen avanzar la serie se conectan a las tensiones en la relación que mantienen entre ellas, recuerda Schefer.

Y, como le dice a la revista Elle la escritora Elísabet Benavent, «pone de manifiesto la sororidad antes de que se hablara del término». Como señala la autora, «habla de mujeres que se apoyan». Todo esto no nos parece ahora raro, porque las series sobre amigas se han sucedido desde entonces –desde Girls a Valeria, basada justamente en una serie de novelas de Benavent–, pero Sexo en Nueva York y su éxito abrieron la puerta.

Sin tabúes

Además, por mucho que Carrie, Miranda, Charlotte o Samantha buscasen relaciones de pareja, la serie presentaba a un grupo de mujeres solteras mayores de 30 años como felices, exitosas y con una vida interesante, algo que rompía con la tónica del momento. Durante las diferentes temporadas, las protagonistas no hacen más que reexaminar lo que piensan qué es una buena vida –y los hitos vitales que deberían alcanzar– y lo que realmente les funciona a ellas. Samantha es uno de los personajes favoritos porque es divertida, pero también resulta revolucionaria en su contexto por cómo decide vivir su vida.

Y también el personaje icónico sobre una de las cuestiones clave de la serie: el sexo. Las tramas de los capítulos lo abordan de forma abierta y las protagonistas lo comentan sin tabúes ni culpabilidad. Además de aportar representación, Sexo en Nueva York cambió la conversación sobre sexo y deseo –por ejemplo, tuvo un impacto en la compra de juguetes sexuales–. La serie se convirtió así en un emblema de una visión del deseo femenino libre de culpa.

A pesar de que una parte importante de las críticas que se hacen hoy a la serie están conectadas con sus relaciones, altamente heteronormativas y no exentas de clichés, esto puede ser justamente lo que hace que Sexo en Nueva York siga funcionando hoy. Las escenas de sexo en las películas de Hollywood han caído en un 40% al hilo de las demandas del público, que quizá se esté volviendo más puritano. La temporada dos de Bridgerton ya tuvo menos escenas de sexo que la primera y una de las quejas sobre la tercera es la cantidad menor de este tipo de escenas entre sus protagonistas.

Más allá de estas cuestiones, la serie se convirtió en un elemento aspiracional, que creaba una imagen diferente sobre cómo podía ser la vida de la mujer soltera. Su impacto en la moda y en el consumo fue elevadísimo y sigue siéndolo. Hizo que todo el mundo supiese qué son unos Manolos o que se bebiesen más cosmopolitans.

Su público objetivo eran personas adultas, pero la serie fue consumida en masa por las adolescentes del cambio de siglo. Cuenta una redactora de Harpers Bazaar que la veía en una caja de DVDs que llevó a la universidad y compartía con otras estudiantes. Y quizás ahí está la clave de su longevo impacto, porque la dotó de un cierto aire formativo primero y la conecta ahora a la nostalgia para unas espectadoras que ya se acercan a la mediana edad.

Por supuesto, Sexo en Nueva York no es una historia perfecta. Su entusiasta consumismo y la presentación de realidades inalcanzables –como el grandioso piso que Carrie paga con sus colaboraciones como periodista freelance– protagonizaban las críticas ya desde el principio. Y ahora también se ve con ojos diferentes sus representaciones limitadas: Sexo en Nueva York tiene un importante sesgo de clase o raza.

Fuente: https://ethic.es/2024/09/sexo-en-nueva-york-25-anos-despues/

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